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20

Leo y Kedi se observaron, uno frente al otro, ambos muy cansados y heridos, esa pelea no se prolongaría por mucho más.

Kedi lanzó una patada que fue esquivada, rápidamente lanzó otra al tiempo que Leo también lo hacía, la pierna de Kedi daría justo entre las piernas de Leo, pero éste movió su pierna enredando la de su oponente y haciéndolo caer al piso, se dió la vuelta listo para clavar la espada en Kedi, él se dió la vuelta invirtiendo los roles, levantó su daga, Leo levantó una rodilla golpeándolo en el abdomen.

Leo se levantó y movió la espada intentando dañar a Kedi, pero no consiguió nada, golpe tras golpe los esquivaban, la sangre manchaba ya el piso y las paredes pero ellos se mantenían peleando, ninguno estaba dispuesto a rendirse.

Desde fuera de la pirámide, se veían leves destellos que venían del interior, se escuchaban fuertes estruendos y se lograban percibir leves temblores. La batalla era feroz.

Kedi se lanzó en una patada sobre Leo, éste con su pie la movió hacia la derecha y después de un giro lanzó a Kedi hacia el otro extremo del recinto, no antes de que éste lanzara una esfera de energía que golpeó a Leo contra la pared, ambos se levantaron, Kedi lanzó una daga hasta Leo, él la esquivó, pero al dirigir su atención hacia el arma, Kedi aprovechó para golpearlo por un costado hasta hacerlo golpear contra la pared, al hacerlo, lanzó una esfera de energía que dió en su mano obligándolo a soltar la espada, después corrió hacia él y clavó su daga en el abdomen de Leo, quien no pudo evitarlo.

Dejó el arma clavada en él y se levantó.

—Yo gané ésta vez— sonrió burlón, Leo se levantó despacio y sacó el arma de su cuerpo.

—¿Por qué?— dijo Leo con dificultad

—Porque soy mejor que tú, por eso yo seré un dios— dijo Kedi acercándose a Leo hasta quedar a unos centímetros de él.

Leo sonrió y clavó la daga en el pecho de Kedi, éste hizo una mueca de dolor, pero aún así sonrió mientras Leo caminaba hacia la espada.

—Mi sangre no me matará— dijo y después de retirar el arma intentó curarse pero no pudo hacerlo.

—Se te olvida que también tiene mi sangre— dijo Leo y acto seguido levantó la espada, listo para acabar con Kedi.

—Volví a ganar— finalizó y cortó el cuello de Kedi cuyo cuerpo se desintegró al instante.

Doliendose aún y con mucha dificultad caminó hacia Ilan para después acostarse a su lado.

—Gracias— dijo, Ilan abrió los ojos y lo miró

—Un placer trabajar contigo—

Leo sonrió.

—Esto de agonizar como humano no está lindo— Ilan miró hacia el techo.

—Pues no, pero ya no hay mucho que hacer—

Aparecieron los doce dioses por la puerta, al verlos corrieron hacia ellos, Jace intentó curarlos pero no pudo.

—Está bien, se terminó— dijo Ilan al ver a Athan comenzar a llorar, arrodillado a su lado.

—Te voy a extrañar— dijo Athan tomando su mano

—Y yo a ti— dijo y su cuerpo comenzó a desaparecer.

Los chicos lo veían con tristeza, no podían creer que se estaba llendo, lo estaban perdiendo frente a sus ojos y no podían hacer nada.

—Nos vemos— dijo Ilan mirando a Leo.

—Nos vemos— respondió él.

Egan lanzó un pequeño relámpago que envolvió a Ilan justo antes de que desapareciera por completo, rompiendo el castigo que le había sido impuesto por Zeus

—Dru, Elian, Kal y Jace, ahora es cuando deben hacer lo que les pedí, Alex, Dru y Adri, denme una espada cada uno— ordenó Leo, ellos obedecieron, tomó primero la de Adriana y con ella hizo un corte en su muñeca para después dejar caer su sangre sobre el arma.

—¿Qué haces? No desperdicies tu sangre— dijo Adriana.

—Igual voy a morir, escuchen...— comenzó a hablar mientras tomaba la espada de Alex para hacer lo mismo
—Volverá el enemigo, así que...— tomó la espada de Dru —Cuando los vean, mátenlos, asegúrense de que no vuelvan— puntualizó.

Todos asintieron, Adriana se encontraba de rodillas al lado de Leo, él la miró.

—¿Puedo pedirte un favor?— preguntó mirándola a los ojos.

—Lo que quieras—

Todos lo miraron con lágrimas en los ojos.

—¿Me abrazas?— pidió apenas audible, ya no tenía fuerzas

Adriana lo abrazó con fuerza contra su pecho, y poco a poco comenzó a desaparecer.

—No, por favor, no me dejes, no me hagas esto, ¿Cómo vivir sin ti? Nunca creí que tendría que hacerlo, dime, ¿Qué hago? Te necesito, eres mi amigo, el que siempre estaba ahí, para molestar sin falta todos los días, ¿Y ahora?— dijo justo cuando sus brazos se pegaban a su pecho, ya no había nada en ellos.

Cuando todos estuvieron más tranquilos, regresaron a la tierra, habían pasado ya cinco años desde que se habían ido, para ellos, en el Olimpo habían sido apenas unos días, pero en la tierra, todo había cambiado, fueron a las que eran sus casas, estaban vacías, buscaron a sus padres y madres, se mantenían invisibles para que las personas no notaran su presencia, dieron por fin con un enorme edificio, en él se rentaban departamentos, en la recepción, había un pequeño letrero que decía: "A tí, que nos necesitas, un 12 es suficiente" la gente normal no entendía el mensaje, pero ellos lo comprendieron. Fueron al departamento doce, en el centro del lugar, sentados frente a la televisión, se encontraban todos sus padres, se hicieron visibles y caminaron hasta frente a ellos.

Sus padres se pusieron de pie y los vieron sorprendidos, analizandolos de arriba a abajo, todos los chicos estaban manchados de sangre, las heridas aún podían verse a través de su ropa rota, cada uno abrazó a su padre y lloró en silencio.

Después se separaron y sonrieron, por fin estaban de vuelta en donde más querían estar.

—Bienvenidos de vuelta muchachos— dijo el padre de Demetrius.

—No quiero ni imaginarme por lo que habrán pasado, mis pobres niños—dijo la madre de Elian limpiando una gota de sangre de la cara de su hijo.

—Me alegra tenerlos de vuelta— comentó el padre de Dru

—Y llegaste sobrio, ¿Tienes algún problema con cumplir mi sueño?— preguntó sarcásticamente la mamá de Athan, él negó con la cabeza mientras sonreía

—No, claro que no, algún día se te cumplirá— respondió él.

—Bueno, si, qué felicidad y todo, pero vayan a darse un baño y a cambiarse, porque huelen a rayos— dijo el padre de Cálix

—¿Aún tienen ropa nuestra?— preguntó Adriana

—Claro, siempre listos para cuando regresaran—respondió su madre y se acercó a darle un beso en la mejilla

La puerta de la casa se abrió y entró un jóven, con uniforme de secundaria.

—¿Eli?— preguntó dudoso.

Elian lo miró igual de sorprendido.

—¿Carlos?— cuestionó.

Carlos asintió eufóricamente y corrió hacia Elian para después darle un fuerte abrazo.

Elian lo correspondió un momento pero después el fuerte dolor de sus heridas lo obligó a quejarse, al escucharlo, Carlos se separó y lo miró, percatándose por fin de las heridas que cubrían su cuerpo.

—¿Qué te pasó? Te ves de la....—

—Terrible, lo sé, pero solo una pelea contra los dioses del Olimpo, ya sabes, lo de siempre— interrumpió Elian.

—Ahora, ustedes son los nuevos dioses olímpicos— intervino la mamá de Elian.

—¡Ay por dios!— exclamó Carlos sorprendido, pero de inmediato notó algo extraño —¿Debería decir "Ay por ti"?— preguntó confundido, Elian sonrió y negó con la cabeza.

—No es necesario— En el marco de la ventana apareció una pequeña ave que con su pico golpeó el cristal, Adriana levantó su mano y en el centro del cristal se abrió un agujero por el que entró el ave hasta posarse sobre el hombro de Adriana, entonces, mientras el cristal volvía a su estado normal, Mik tomó forma de serpiente, sobre los hombros de Adriana.

La madre de Elian no pudo evitar lanzar un grito al ver a la serpiente, abrazándose de inmediato a Carlos.

—Calma, ella es Mik, no es peligrosa, salúdalos— ordenó, Mik tomó forma de un pequeño mono y bajó hasta el piso para después extender su mano hacia todos los padres quienes la apretaron enternecidos.

Se escuchó desde la habitación el llanto de un bebé, la mamá de Elian fue rápidamente y después de unos minutos volvió con una niña en brazos.

—¿Y ella?— preguntó Elian

—Es tu hermana— dijo y los ojos de Elian brillaron.

—¿Y el papá?— preguntó Kal

—El muy maldito huyó— respondió Luisa, la madre de Adriana.

Elian se acercó y observó a la niña de dos años que lo miraba curiosa

—Bien, voy a bañarme— dijo y se alejó de nuevo.

Elian salió de bañarse y se sentó en la sala, los demás dioses habían sido llevados a sus respectivos departamentos, el edificio pertenecía a Luisa, aunque legalmente, estaba registrado a nombre de Adriana, al ser Hades dueño de todas las riquezas del subsuelo, Adriana y su madre vivían rodeadas de lujos, a diferencia de los demás dioses que habían tenido que vivir en la pobreza.

Carla, la madre de Elian le curaba las heridas,

—Auch— se quejó él, ocultando el grito de dolor que hubiera querido dar.

—¿Duele?— preguntó, Elian asintió con la cabeza

—¿Por qué lloras?— preguntó ella curiosa

—Porque me duele mucho— respondió y dejó caer su cabeza hacia atrás, cerró los ojos y suspiró, unas lágrimas se le escaparon.

—Ya todo está bien— dijo su mamá terminando de desinfectar sus heridas.

—Si, es que... Perdona— se levantó y fue a su habitación, al entrar se encontró a Carlos sentado sobre su cama.

—¿Estás bien?— preguntó al verlo, Elian solo asintió porque sabía que si hablaba, lloraría.

—No, no lo hagas de nuevo, ya una vez te alejaste de nosotros, fue muy angustiante no saber lo que te pasaba, puedes confiar en nosotros— dijo Carlos abrazando a su hermano.

Elian dejó salir algunas lágrimas y lo abrazó con fuerza.

—Si, Susana vino a ponernos al tanto y a avisarnos lo que sucedería— contaba Luisa

—Y luego vinieron tres días de completa oscuridad, la gente estaba aterrada creyendo que el fin del mundo había llegado— dijo Carlos mordiendo una galleta.

—mmm, ¿Quién habrá sido el causante?— dijo Egan y todos miraron a Elian.

—¿Qué querían? Al final funcionó— se justificó alzándose de hombros y masticando una galleta.

—Y no solo la oscuridad, había rayos por todas partes— agregó Luisa, esta vez todos miraron a Egan quien solo sonrió

—Hubo un momento en el que todo se puso rojo— comentó Carlos

—Si, ese debió se Kal— comentó Adriana.

—El mundo nunca volverá a ser lo mismo después de esto— puntualizó Luisa
—Por cierto, ¿Ya les contaron?— preguntó, todos la miraron sin entender
—Ustedes vivirán en estos departamentos, sus padres y yo concluimos que sería bueno que vivan cerca unos de otros— explicó

—Estaría bien, así cuando volvamos a la escuela podremos ir y venir todos juntos— dijo Kal, todos asintieron.

Luisa los miró un poco preocupada

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