Prólogo
«Cuando una catástrofe natural ocurre, no hay seguridad para nadie. Ni el rico ni el pobre son diferentes. La familia, el dinero, el apellido, el hogar, la edad, el sexo, el color de piel... Nada de eso importa. Todos quedan en la misma posición: Devastados, heridos, asustados, rotos. Lo que sí diferencia a las víctimas de una catástrofe natural es su determinación a sobrevivir.»
Un desastre ocurrió durante la madrugada. El mar cercano azotó una ciudad. La tierra tembló. Los muros se quebraron. Los edificios se deformaron y muchos cayeron.
Las autoridades competentes enviaron grupos de ayuda humanitaria el mismo día, sin retraso alguno. Pero una réplica del terremoto ocurrió a media mañana y el caos se hizo presente nuevamente.
Aún habían varios habitantes atrapados entre ruinas cuando la planta de extracción petrolera de la costa explotó, y luego la refinería. La gente tuvo que ser evacuada de la ciudad, porque el cielo ya no era celeste ni el aire transparente y el agua se había teñido de negro y arco iris.
Las ruinas sucias, los incendios y el agua contaminada fueron lo único que quedó para los que estaban atrapados en la ciudad. La habían cerrado con alambre de púas y clausurado, debido al peligro biológico, y el personal de salvamento se había retirado pues se pensaba que ya no habría nadie que pudiera sobrevivir a semejante adversidad (o que valiera la pena salvar). La seguridad de los ya rescatados y de los equipos era prioridad.
Había demasiados cadáveres en las calles, de personas ahogadas o aplastadas por los escombros.
Nora estaba asustada cuando despertó. Había quedado inconsciente donde estaba atrapada a causa de la explosión. Habían escuchado las alarmas a las afueras de la ciudad, pero para cuando Ellan, un completo desconocido que también se había quedado solo, la logró sacar de las ruinas ya era tarde. Se estaba haciendo de noche. No había nadie a la vista. Todos se habían ido por miedo a otra réplica o lo que pudiera pasar debido a la contaminación o la inundación en proceso.
Se habían quedado solos, sin agua potable, comida, o refugio. Sólo contaban con la linterna de foco amarillo de Ellan. Decidieron esperar allí en caso de que alguien llegara a rescatarlos, pero eso no pasaría pronto.
Estaban a merced de la naturaleza, que al parecer sería bastante implacable. Nora estaba envuelta en llanto, sentada sobre un gran pedazo de hormigón mientras Ellan le intentaba curar los raspones de las piernas con una botella de agua oxigenada y gasa que había tomado de un botiquín lleno de polvo que encontró en el suelo.
En medio de la oscuridad, no había nada más que ruinas. Un aullido lastimero a la distancia se hizo presente. Quizás fuera un perro abandonado. Nora sollozó una vez más.
¿Qué habría sido de su hermano Raiden? ¿Estaría bien?
Ellan tenía sus propias dudas rondando en su cabeza.
¿Por qué se fueron todos? ¿El pánico vale más que las vidas que se perderán de seguro? ¿Qué tantos sobrevivientes habrán? ¿Se habrán olvidado de nosotros?
Ella le agradeció silenciosamente cuando Ellan se levantó y le ofreció su mano para ayudarla a levantarse también. Estaban en el centro de la ciudad, Nora lo supo por el letrero roto de neón que colgaba de una pared. Veía ese letrero a diario de camino al trabajo.
— Debemos ir a las afueras de la ciudad. Quizás allí haya más posibilidad de que nos encuentren. — dijo Ellan sacando una apesadumbrada y temblorosa Nora de sus pensamientos.
— Está bien. Pero tengo miedo, Ellan. Todo es distinto ahora. — murmuró intentando contener el temblor que la recorría.
— Tranquila. Podremos. Sólo toma mi mano, yo te guiaré.— dijo comprensivo.
— ¿Crees que lleguemos? Hará frío y hay demasiada agua.
— Claro que llegaremos. Sólo sigue el camino que indica mi linterna. Ya verás. — dijo intentando darle seguridad.
Entonces empezaron a caminar entre los pedazos de concreto y metal, con el agua hasta las rodillas en espera de la luz de la mañana.
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