Extra 2 "Romina"
Tom lloraba. Me siento tranquila cuando lo hace. Porque veo que está despierto, que está vivo. Que lucha, dando patadas y manotazos al aire, reclamándome con sus gritos su alimento, mi seno.
En la clínica, el personal que me atendía y las otras madres que habían dado a luz recientemente me miraban con lástima. Todas las personas compartían una misma expresión: la cabeza ladeada, los ojos brillosos, las cejas levemente afligidas y una sonrisa amable.
Pero no pecaré de hipócrita, porque reconozco que las escenas que veían esas personas sí eran dignas de lástima.
Al principio, cada vez que tomaba a mi bebito en brazos, me embargaban un montón de sensaciones, las lágrimas me saltaban instantáneamente y solo quería atraerlo a mi pecho, sentirlo y ser consiente de que estaba conmigo. Solo conmigo. La gente, claro, me veía llorando desconsolada, con mi criaturita, mi Tom, pálido como su madre, respirando lentamente, durmiendo tan tranquilo como para parecer muerto.
Dijeron que había sido un milagro que viviera.
Yo lloraba y lloraba. Sin ni siquiera sentir real tristeza. Era una emoción extraña, un sentimiento que me superaba. Comenzaba a pensar muchas cosas, en su turbulento nacimento en el hostal, allí en mi habitación y cama arrendada. Un recuerdo compuesto de escenas que pasaban en mi cabeza como una cinta de vhs rota: un West paranoico, el golpe de una bofetada, un cielo cubierto de nubes blancas esponjosas, mi breve muerte, Noni ensangrentado... y finalmente Tom en mi pecho. Vivo. No lloraba.
En ese momento tampoco lloraba.
Después pensaba en los peligros. Me obsesioné con ellos. Comenzaba a imaginarme escenarios donde sufría un accidente o yo hacía algo mal. «Se caerá de la silla, se caerá de la cama o la cuna. O se le caerá algo encima», en todo eso pensaba. Y en las noches, me levantaba presa del pánico, iba a buscar a mi bebé a su cunita al lado de mi camilla y lo tomaba. Lo acurrucaba en mi pecho y lloraba en silencio. Le pedía perdón desde ya por las veces en que lo haría mal, por las veces en que tendría que ser estricta para corregir sus maldades y por no haber sido una buena persona antes de tenerlo.
Sollozaba al pensar si es que ni siquiera llegábamos a hacer eso. Si mañana amanecía muerto. Tan pequeño era, tan tranquilo.
Ahora lloraba en la cama. Sus gritos me erizaban la piel.
Lo tomé con un brazo, mientras apretaba la goma succionadora del sacador de leche con fuerza, sin lograr que saliera nada.
Karmel había salido con Aníbal y West estaba de turno. Ya veía que los demás residentes vendrían a reclamarme por el llanto de Tom.
«Los echo a patadas» me dije.
La puerta estaba semiabierta, había quedado así cuando fui a la cocina a buscar una madadera.
Le dejé expuesto mi pezón a Tom para que al menos se conformara con chupar algo. Un efecto placebo para su hambre. Pensé en todo lo que no había previsto. En que debería consultar con el pediatra otra vez sobre las leches de formula y en que se me había olvidado todo.
Tom me soltó y comenzó a llorar otra vez.
Debía alimentar a Tom. Doblar su ropita. Comer algo yo. Investigar sobre la fórmula. Mala madre. Mala madre. Mala madre.
El sol entraba a destajos por la habitación. Eran las tres o cuatro de la tarde. Y estaba sola. Tom lloraba. No se había alimentado. No nos habíamos alimentado... Y estaba sola.
Sentí a alguien bajando las escaleras. Después a ese alguien dejar algo en la mesa de la cocina y abrir las lavadoras de la logia.
Noni.
Momentos después, pasó con un canasto cerca de mi puerta y lo oí entregar las ropas a los arrendatarios de las piezas del pasillo del frente.
"Gracias mi niño", le decían.
Tom seguía llorando cuando tocó nuestra puerta.
—Adelante —di la orden con la voz rota, cubriendome con mi cardigan beige.
Noni entró con una pila de ropa mía y de Tom doblada, la extendió dándome a entender que la venía a dejar, arqueando un poco las cejas también.
—Gracias. La podrías dejar allí por favor —dije apuntando con mi dedo hacia la cómoda en la ventana—. Gracias —repetí, con la voz gangoza.
Apretó los labios y bajó la cabeza antes de acercarse al mueble. Tom se retorcia en mis brazos. Me sequé las lágrimas y tomé un gran respiro.
—Noni.
—¿Sí? Dime.
—¿Me ayudarías?... Por favor.
Asintió inexpresivo, y se sentó en la cama. Me dio la impresión de que estaba esperando que le solicitase una mano.
Dejé a Tom recostado en la cama, Noni tomó sus piecitos, lo atrajo con suavidad hacia él, lo miró tranquilo mientras este gritaba cada vez más fuerte, posó sus manos en su torso, lo acarició, se agachó un poco para mirarlo más de cerca, y entonces, Tom dejó de apretar los ojos y miró a Noni.
Y dejó de llorar.
Sus grandes ojos de bebé azules se le quedaron mirando casi que con impresión. Como si lo hubiera reconocido.
—¿Otra vez no te sale leche? —preguntó mientras Tom se llevaba su dedo meñique a la boca. Sonaba triste. Me pregunté si estaba apenado o si así hablaba él, simplemente.
Negué con la cabeza, haciendo una mueca.
De repente sentí el tirón. El bendito tirón. Fue una gota que cayó en el envase del sacador, que inconsientemente seguía apretando con fuerza, como si mi vida dependiera de ello. Me di cuenta de que tenía mi pecho expuesto otra vez. Noni al notarlo bajó la vista, sonrojándose de una manera muy inocente.
—¿Le harás de la leche en tarro? —preguntó otra vez apenado.
O así hablaba él, me recordé.
—Sí... Iba a hacerlo, pero quería que se calmara primero —dije mientras me sacaba el sacador y volvía a cubrir. A pesar de que me había salido, era muy poquito y la verdad odiaba usar ese aparato.
—¿Voy a hacerla?
Aunque era una pregunta, no se oía como una viniendo de él.
—No. Tranquilo, yo la iré a preparar... Y es que... quisiera ir al baño, también.
Asintió rápidamente.
—De acuerdo, ve y yo me quedó con Tom.
—Vale, muchas gracias.
De camino al baño volví a llorar. Sentía mucha verguenza. Pero también mucho alivio, Tom había dejado de llorar y... ya no estaba sola. No lo estaríamos.
─∙🌵∙─
—Mira, esta —me dijo Romina y estiró su celular en mi dirección otra vez.
Me paralicé y sentí mi rostro acalorarse al ver la foto.
—Es West... Oh... Con el cabello largo es muy guapo. ¿Me la envias también? Por favor.
Esperé no tenerla cansada ya. Ya le había pedido siete fotos.
—Claro —sonrió sin mostrar ningún indicio de queja o cansancio.
En la foto aparecía West más joven con su traje de bombero sujetando una manguera entre la manos mirando a la cámara con una expresión heroica muy chistosa. Recordaba que me había contado ese pajase de su vida una vez.
—Con Mariely, nuestra abuela, siempre supimos que iba a ser enfermero o bombero o policía. Le gusta el trabajo humanitario. El trabajo, trabajo.
Yo asentí y me pregunté cuál es el trabajo a secas. En ese momento, Tom estornudó. Romina y él ya habían comido, ella aprovechado de ordenar algunas cosas y de dejar listas más madaderas con leche para no tener el mismo problema en la noche. Ahora nos divertiamos conversando, ella sentada frente a mí y yo a los pies de la cama. Tom estaba entre nosotros, jugando con un sonajero de madera muy bonito.
—Todas estas las tenía en físico, en papel —murmuró cabizbaja refiriendose a las fotos—, pero no pude llevarmelas cuando me fui, por eso les tomé fotos a las que más pude y ahora las conservo en mi nube.
—Comprendo. —Guardé silencio un momento—. Por cierto, ¿por qué te fuiste? Tengo entendido que desapareciste completamente.
Romina me miró atenta. E interpreté que había preguntado algo que no debía.
—Eso... Es más personal, Noni.
Mis hombros se tensaron. Miré la sabana de la cama atropelladamente. No estaba seguro de si había arruinado el ambiente totalmente, pero sí de que estaba arrepentido y debía decir algo.
—Disculpa.
Otro silencio. ¿Ya debía irme? ¿Sacaría Romina otro tema de conversación? ¿Se quejaría con West de mí?
»—Pero siento que puedo contarte.
La miré.
No estaba enojada. Estaba seguro.
Asentí con cuidado.
—Bueno. Básicamente antes yo era muy fiestera y... caí en cosas turbias —sonrió, pero no se le oía ni veía feliz. Tragó saliva y continuó—. Drogas y alcohol, ese mundillo. Conocí a muchas personas en ese tiempo, la cual una de ellas fue Jaime, un tipo que fue mi novio. Hasta la fecha, pienso, y no sé por qué lo hice, por qué me fui con él... a otra ciudad, muy lejos de aquí. Supongo que... porque estaba muy perdida, en la vida. Él era como... mi única opción de futuro y nuestra relación excesivamente codependiente, me tenía a su antojo y yo... simplemente le seguía. Lo, seguí.
Al terminar su relato, volvió a sonreír, profundamente apenada. Lo noté. Yo lo noté.
—Respecto a lo otro... me daría mucha pena contártelo, es peor.
Asentí, dándole a entender que no se preocupara. No quería que se apenara por contármelo.
—Después volví. Me escapé de Jaime... y ahora estoy aquí.
Volví a asentir.
—¿Él es el papá de Tom?
Romina asintió.
—Sé que quizás estas pensando que debería estar haciéndose cargo también... Que debería contactarlo o pedirle dinero. Es lo que todos me dicen... Pero la verdad... eso me aterraría. Es lo que menos quiero. Y sé que es su deber y debo exigírselo pero... no puedo, no quiero verle la cara otra vez.
Sus ojos se tornaron brillosos. Se acumularon lágrimas en ellos.
—No estaba pensando eso... Y yo te entiendo y... no creo que tengas que hacerlo después de lo que me explicaste. Y si las demás personas te critican... deberían entender que estás pensando en tu seguridad y bienestar.
Romina secó sus ojos.
—Gracias Noni. Por... hacerlo. Por entenderme.
Otro silencio. Tom estaba haciendo muchos sonidos con la boca.
—Y si pasara que... sea Jaime quien te busque... piensa que West podría encarlo. Y quizá le podría pegar fuerte —terminé por susurrar.
Romina comenzó a reir, secando sus últimas lágrimas.
—Sí... Lo he pensado también, créeme —continuó riendo.
Forcé una sonrisa. Lo decía en serio, pero me hizo feliz hacerla feliz.
—Ay... Me hiciste acordar su etapa violenta.
—¿De West?
Romina asintió. Yo ladeé mi cabeza e inmediatamente sentí curiosidad.
—Hubo un tiempo en que se peleaba con todos y es que... ay, ese siempre ha sido tan contestador. Puede parecer muy tranquilo y un amor de persona, pero tiene su lado fuerte.
Sonreí, pensaba lo mismo.
—Perdón... No quiero que pienses que estoy hablándote cosas malas de él.
—No, no... No es malo... No para mí.
Romina asintió y sonrió.
—Vale.
Silencio. Tom hacia burbujas de saliva con la boca.
—Yo... he notado que es muy drámatico a veces —dije en voz baja.
Romina levantó la cabeza como con impresión, cosa que me causó gracia.
—Síp. Lo es. Bastante —asintió y sonrió.
—¿Podrías... hablarme más de él? Asumo que lo conoces mucho.
—¿A West?
Asentí. Y Romina suspiró.
—Ufff... Es todo un caso —dijo y arqueó las cejas—. Nunca intentes llevarle la contraria en una discusión, es terco como mula. —Puso los ojos en blanco, cosa que me divirtió—. También, ten cuidado cuando le cuentes un problema o un chisme, porque se preocupa tanto que termina por hacerlo suyo, propio.
Volví a sonreir. Tomando la nota mental.
—¿Qué más?... ¡Oh! También es... No, eso ya lo debes saber.
—¿Qué? ¿Qué cosa? —Me acerqué, alterándome un poco.
Romina sonrió.
—Que puede ser un poco intimidante a veces y asustarte sin querer de repente, saliendo de las sombras.
—Oh, ¡sí!, me pasa... Me pasa siempre —dije emocionado, asintiendo energeticamente.
Ambos sonreímos. Yo bajé la cabeza y suspiré, calmándome. Mucha euforia para mí.
—Hola. Ya llegué.
Romina y yo sáltamos en nuestro lugar, ella lanzó un gritó que contagió a Tom que no lo hizo llorar, sino comenzar a reír. Yo volteé con una mano en el pecho, síntiendo este acelarado. Y sentí que se aceleró aún más cuando vi a West parado en el umbral de la puerta.
Me uní a las risas de Romina y Tom.
—Oigan... Si no soy tan feo —dijo West sonriendo con los ojos achinados, se notaba muy cansado.
Seguimos riendo, yo tuve que taparme la boca y las mejillas, que sentía más calientes que nunca.
—Estoy muerto de sueño —suspiró West mientras se echaba de espaldas horizontalmente al medio de la cama, con el abrigo y la mochila puestas aún.
Tom gateó hasta su pecho y él lo abrazó y habló bonito y chistoso.
—Sí, bebito, ya llegó el tío, tu tío favorito —dijo mientras lo cargaba con sus brazos como si levantara pesas—. Tí-o, tííí-o.
—Tarado, no habla, tiene dos meses. Y para tu información su primera palabra va a ser ma-má. ¿No es cierto Tom? Maaa-má.
—Tu mamá siempre me ha tratado así. Me maltrata —comentó West a Tom, dejándolo caer en su pecho y abrazándolo. Luego este bajó y Romina lo volvió a tomar.
Yo por mientras seguía tapándome la boca con ambas manos. Eran muy divertidos.
West giró su cabeza en mi dirección y me miró.
—Hola Noni —dijo como si recién hubiera notado mi presencia y sonrió cerrando los ojos, realmente parecía a punto de morirse de sueño.
—Hola —dije ya calmado, y sonreí frunciendo los labios.
Fue por inercia. O quizá inconsciencia. Pero también, me emociona la idea de pensar que fue por costumbre:
Agaché mi cabeza y le saludé con un beso en la boca. Nuestro beso en la boca que nos damos cuando él llega. O yo llego. O cuando nos vemos en la privacidad. A veces, es más de uno en esas ocasiones.
Nos damos besos porque nos gustan y nos gustamos. Somos novios porque nos gustamos. Él me había dicho que sí cuando le pregunté si quería ser mi novio una semana después de que volviera al hostal. A nuestro hogar.
»Respondió mi beso con mucha suavidad, mientras seguía sonriendo como si estuviera drogado.
—Uhg... —sentí a Romina.
Entonces, realicé que había besado a West enfrente de ella. Me separé y bajé la cabeza sintiendo mi pecho apretarse.
—No coman enfrente de los pobres.
Ella y West se miraron y se echaron a reír. Tom sonrió y escondió sus cabeza en el pecho de Romina.
Yo no entendí.
Entonces me miraron a mí. Y otra vez se echaron a reír.
─∙Romina ∙─
—¿Y qué estaban cuchicheando ustedes dos? —preguntó West levantando una ceja, mirandonos a Noni y a mí—. ¿Estaban hablando de mí? —entrecerró los ojos.
Nos miramos con Noni y compartimos complicidad.
—Mi cuñado me vino a ayudar con algunas cosas y estuvimos conversando un buen rato.
—S-sí —concordó Noni, un poco nervioso, pero bien.
Sí. Bien. Estaba bien. Y había comprendido que en efecto, él habla como apenado.
—Mi cuñado... —pensé en voz alta—. Suena raro decirlo así —sonreí.
—Cuñada... —dijo a su vez Noni, mirando un punto fijo del cobertor.
Y yo y West sonreímos otra vez.
Seguimos conversando. West de su día, de las cosas estresantes y los chismes divertidos de los personajes del hospital. Yo de como Tom había estado en la tarde y comentado que ambos necesitábamos ropa nueva, que me gustaría ir uno de esos días al centro comercial y aprovechar de pasear y distraerme. Noni... Noni nos daba toda la atención del mundo. No necesitaba decir nada.
En ese mismo momento, oía atento algo que le estaba contando West.
Lo miré. A Noni. Con atención.
Y comprendí.
Tierno, sereno, volado. Quizá demasiado volado. Con un aire a... un tipo de inteligencia artificial, básicamente. Y humilde y trabajador.
Y enamorado. Profundamente enamorado.
Era como hecho para West. El estresado, apasionado y cansado West.
Miré a mi amor. A mi Tom.
Ya no lloraba, dormía con su mejilla apoyada en mi pecho y estaba calentito. Vivo. Conmigo.
Estaba bien. Estábamos muy bien. Por el momento mi mundo era él. Y su mundo era yo. La vida estaba bien y seguiría bien.
Y no estaba sola.
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¿Haber llorado por este me hace débil? Pregunta seria.
Holaaa. HOLAAAAAAA, ¿cómo están? ¡Muchas gracias por leer! Y gracias si te quedaste hasta el final. Me encantó hacer este segundo extra, son tres en total. Aviso desde ya que el siguiente tiene contenido sexual explícito. Al igual que el primero, están en total libertad de elegir si quieren leerlo o no. Con los tres, realmente.
Estos extras son pasajes de la historia que han estado allí desde el principio como todo lo demás y que personalmente me llenan mucho el corazón.
Muchas gracias nuevamente, les extrañé muchísimo. Y espero tenerles el siguiente extra muy pronto y el primer capítulo de CAPU - La Mordida De Muriel también.
Cuídense mucho mucho, nos vemos pronto ♡
—Dolly
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