8 "Por una regla metálica"
Aún me duele la mano. Ya no por la herida del accidente con el cactus, ahora esa cicatriz se unió con un tajo de extremo a extremo que sigue el patrón de una de las líneas naturales de mi palma. Mi papá no llega y Joni está aburrido, girando mientras tiene su mochila agarrada de una tira.
—¿Noni qué te pasó ahí? —me preguntó Joni, pasando su dedo índice por la herida.
—Un accidente con una regla metálica —dije, acomodándole la solapa de su polera. Hizo una mueca, como si le doliera a él también.
—West te puede curar —dijo y yo sonreí.
—No creo que sea necesario.
Ya son las seis y el atardecer pega en el muro de ladrillos rojos del frente con fuerza. Estamos solos en el espacio que queda entre el estacionamiento y la entrada trasera del colegio—. Es genial que esté en nuestra casa, me cae bien.
—A mí también —suspiré y sonreí levemente.
Recordé lo que pasó hoy, y fui bajando la cabeza lentamente.
Hoy comenzamos el trabajo de la maqueta con mi grupo. Nos sentamos juntos como el otro día y al principio parecía marchar todo relativamente bien. Estaba todo realmente bien. Richard, Lissette y Tomás conversaban mucho y muy a gusto. Alana estuvo con sus audífonos todo el tiempo, encargándose de completar la hoja con el plan del proyecto.
Yo me divertí internamente escuchando la conversación que tenían los tres a mi lado. Solo escuchaba, eso de incluirme en las pláticas no se da con mi voluntad, ni la de otras personas.
Me encargué de dibujar en el block de dibujo que llevé. Alana se quejó mucho de que una casa de dos pisos iba a ser mucho trabajo, y cuando me animaba a explicarle mis razones por las que quería que la hiciéramos así, ya había pasado la hoja, malhumorada.
Siempre opto por guardar silencio, y esa no fue la excepción. De alguna manera que no termino de comprender siempre termino haciendo un desastre cuando hablo, enfureciendo a los demás.
En un momento sentí un estrépito. Era Richard, que había puesto su mochila encima de la mesa que estaba compartiendo con la mía—. Miren —dijo—, plumavit, tengo una regla y aquí está mi estuche —fue sacando las cosas mencionadas una por una, irrumpiendo en mi mesa.
Ahí estaba de nuevo... La pierna de Tomás pasando a rozar la mía, yo alejándome resguardando no hacerlo muy bruscamente, para no demostrar que me molesta muchísimo. Pero también fijándome en no quedar tan cerca de Alana, quien parece haberse bañado en perfume hoy. Justo tuve que quedar en medio de esos dos.
—Pero Richard —se rio Lissette, junto a Tomás—, no tenías que vaciar toda tu mochila, dejaste lleno de migas de galleta.
—Oh, galletas... —dijo Richard sobándose la panza—. Aldana —dijo a través del tubo enrollado de cartulina directamente a la cara de Alana. Ella se quitó un audífono y levantó una ceja.
—Alana, tarado —dijo y sonrió negando con la cabeza, agitando su cabello morado.
—Alana, Alana, Alana —repitió Richard tocándose las sienes, como memorizando su nombre.
—Aldana ni siquiera es un nombre —dijo Alana sonando obvia. Y volvió a escribir.
—Es un apellido —acoté, y me miró. Ella abrió los ojos bastante sorprendida. Lo repetí, por si no me había escuchado o había modulado mal. Luego asintió y medio me sonrió encogiéndose de hombros.
Volví a bajar la vista al block..., y sonreí un poco, frunciendo la boca.
De repente me vi necesitado de una regla. Me fijé que la de Richard estaba al lado de su mochila. Solo estaba yo necesitando usarla, para algo útil, así que simplemente la tomé.
El rato pasó y por el momento nadie me había reclamado el artefacto, pero sí, Alana me había delatado, y había comentado mi idea de querer hacer la maqueta de dos pisos. Todos se opusieron de inmediato, excepto Lissette, que parecía interesada en el diseño. Pero cuando justo pensaba en cómo explicarle por qué sería genial, Richard la desconcentró.
Richard sigue teniendo la manía de pararse para ir a botar papeles de su cuaderno. Papeles perfectamente limpios y lisos que arranca y arruga sin piedad. Aquel acto siempre me desconcertaba cuando éramos pequeños, pero cuando le vi hacerlo ahora, simplemente me puse feliz de haber evocado ese recuerdo. Y más o menos lo sigue haciendo con el mismo propósito de antes; ir a conversar con alguien.
Estaba muy tranquilo todo. Recuerdo que estaba pensando en mostrarle a West la huerta cuando llegara, y que en la noche podríamos cenar juntos, y que quizás él quisiera conversarme. Seguramente me pondría nervioso..., pero hablaríamos. Tan solo recordarlo otra vez me pone contento. El timbre sonó y rápidamente todos los grupos se fueron dispersando y guardando las cosas. Noté como uno ya había comenzado a armar la maqueta.
Solo me faltaban unos pocos trazos más..., cuando sentí que algo hacía presión en la regla, donde iba a comenzar a marcar el lápiz otra vez.
—La regla por favor —dijo Richard rápidamente y yo lo miré para arriba sobresaltándome.
—Sí, sí —dije y bajé la vista para apurarme, pero él no dejó de hacer presión con su mano.
—Oye, la regla —dijo, y al correr la regla desvió el trazo de mi lápiz, tachando una parte importante del boceto. Abrí los ojos con impresión y preocupación. Agarré la goma rápidamente.
—Solo me falta un poco... —dije, pero él siguió haciendo presión en la regla.
—Dame mi regla —se quejó y logró sacarla de la superficie. Yo la empuñé con fuerza y la atraje a mi pecho. Richard forcejeó enojado, y yo otra vez la atraje a mi pecho—. ¿Te enseñaron que las cosas ajenas no se quitan? —gruñó y yo fruncí el ceño intentando comprender si hablé muy bajo, si no me entendió... o qué...
—Te digo que me falta poco —dije nervioso, al ver como realmente estaba muy enojado.
Ninguno de los cedió la regla.
—Alto chicos, paren, ¡Santoro! —exclamó la profesora al ver como los forcejeos se volvían más violentos. Tomás le tocaba el hombro a Richard, quien se zafaba removiéndose una y otra vez.
—Dame mi regla —se quejó por última vez, y me la arrebató con fuerza. Mirándome enfadado, con la cara roja y los hombros rígidos. Como un toro en posición de ataque.
—¿Cuál es el problema? —preguntó la profe Irene molesta cuando llegó a nuestro lado.
—No lo he tocado —le respondió Santoro, y salió de la sala colgándose su mochila. Yo tragué saliva y sentí un ardor en mi mano.
—Solo te estaba pidiendo su regla... —me dijo Lissette frunciendo el ceño un poco extrañada, y enojada. No tuve el valor de responderle. Sin saber que hacer, bajé la vista y me dio el tic de la cabeza.
—Inepto —escupió Tomás antes de marcharse con Lissette. Yo me quedé en la sala, limpiando con un pañuelo que me dio la profesora la poca sangre en mi palma izquierda.
Fue una discusión estúpida, pude haber seguido con el boceto en casa... Richard es muy sensible, lo sé. Realmente no quería que se enojara conmigo. De hecho, yo iba con la idea de que con este trabajo podríamos cruzar algunas palabras, pues estaríamos juntos. Anoche me imaginaba las posibles conversaciones que podríamos llegar a tener.
Hice una mueca y bajé mi vista ansioso, me entristece concluir que ahora eso absurdo. Que así no funcionará.
Aún pienso en que podría salirme del grupo. Así no correría riesgos de hacer enojar a alguien más. De tener otra herida.
—Noni... —escuché la voz temblorosa de Joni y lo miré rápidamente. Está mirando como por la puerta trasera sale ese niño que lo molesta, junto a su hermano mayor que es amigo de Richard, Tomás, y el mismo Richard.
Noté como Joni se enervaba y asustaba. Conozco muy bien esa sensación de querer desaparecer, y me duele que él la sienta.
—Ya, no los mires —dije tomándole de la mano—. Siéntate aquí a mi lado tranquilito. Papá ya debe estar por llegar —le dije mientras agarraba su mochila y la dejaba entre mis piernas. Se sentó a mi lado derecho y miró una última vez hacía los muchachos, quienes se dieron cuenta de nuestra presencia.
—¿Cómo te fue en la disertación? —le pregunté a Joni, buscando relajarlo. Él asintió repetidas veces, me miró para arriba y yo le sonreí de lado. Ver sus ojos cristalinos, temblando de puros nervios fue lo que terminó de ponerme en alerta—. Ven, vamos a esperar a papá en el puente —le indiqué y nos paramos rápidamente.
—Avísale.
—Sí. Ponte la mochila.
Creo haberle enseñado a no mirar a atrás cuando le molesten, en el contexto de la sala de clases, cuando te sientas adelante y las burlas te punzan en la espalda. Desearía poder enseñarle a no aceptar las burlas, a no bajar la cabeza e ignorar lo imposible de ignorar. Pero ya no importa, porque ya miró para atrás.
Puse mi mano en su hombro y él se apegó más a mí. Poco me demoré en sentir pasos detrás de nosotros.
—¿Ese es?...
—¿Pero y por qué te metes con él?...
—¿Y es hermano de ese payaso?... —escuché decir a Richard... ¿Lo dice por lo de hoy? ¿Lo dice por mi cabello?
Las risas siguieron. Yo apuré el paso desesperado, sin dejar de tocar su hombro, ya casi que arrastrándolo. El compañero de Joni le pisó la suela del zapato y Joni se tropezó por el sobresalto.
—Déjalo tranquilo —le dije al niño intentando demostrar que estoy más harto que absolutamente asustado. Pero tan cobarde fui que ni siquiera pude girar mi cabeza por completo. Los otros se rieron.
—Hey, hey, hey, ¿cómo te llamas? —le preguntó el amigo de Richard muy de cerca a Joni, intimidándolo. Yo lo atraje a mí y me fue imposible no detenerme. Bajé la vista buscando por donde escabullirnos, pero ellos nos lo impedían tapándonos la pasada.
—Se llama Jónathan —le dijo el niño a su hermano.
—Jonathan, tienes que aprender a defenderte amiguito, no se anda acusando. No vuelvas a meterte con mi hermano, ¿vale? —le dijo el grandote, sin dejar de interrumpir en su espacio personal, agachado a su altura, mirándolo de frente. Seguido le hundió el dedo índice en su mejilla, y me exasperé.
Temblando, empujé al grandote, quien me devolvió el empujón, botándome al suelo.
—¡Ahk! —me quejé al golpearme en la cabeza.
Me paré adolorido, tomé a Joni de la mano, lo atraje a mí, y nos fuimos lo más rápido posible.
Llegamos al puente y lo solté para colgarle la mochila. Marqué a mi padre, mientras sentía uno que otro sollozo de Joni.
—Papá se va a preocupar, cálmate —le dije intentando sonar cómico, pero solo logré sentirme mal yo, y a él peor.
Suspiré, y lo tomé del cuello. Él rápidamente se aferró a mí enredando sus brazos en mi torso. Acaricié su cabello y me agaché un poco para que me sienta más. Realmente, solo me dejo abrazar por Joni. Sé que le gusta y en este caso reconforta.
—No lo acusé Noni... Solo estaba hablando con la profesora... —dijo destrozado, esmerándose en limpiar sus lágrimas. Yo besé su coronilla, allí donde se le forman remolinos—. Te empujaron... Te tocaron... por mi culpa...
—Sí que me di un buen golpe —dije suavemente y sonreí—, pero estoy bien.
—No... ¡No está bien! —chilló y yo sonreí.
Llamé a papá y como supuse, se le olvidó que nos pasaría a buscar. Por lo que sin más nos pusimos en marcha camino a casa, por la extensa cuadra de arces. Joni dejó de llorar, pero no se le pasó la pena. Comenzó a patear una piedra con el ceño fruncido, emanando tristeza e ira.
Sufrí años de acoso escolar, y es duro y quizá estúpido decirlo, pero siento que era justificable. ¿Por qué Joni debe pasar por lo mismo?
Supongo que es envidia. Él participa en todo, no le va nada mal, los profesores lo quieren y tiene muchos amigos. No se le hace difícil expresarse, ni demostrar cariño. Tiene mucha energía y en rugby es fenomenal.
Me encanta que haga todas esas cosas que algún día yo quise hacer, verlo disfrutarlas me hace disfrutar a mí también. Por eso odio cuando casos como estos acontecen y me veo reflejado en él.
—Me imagino a papá cuando lo llamaste —dijo agarrándose el cabello con fuerza, y apretando los ojos con la misma, imitándolo a la perfección. Reí y él se apegó más a mí, dejando a la piedra en paz.
Llegamos a casa y saludamos a mamá, quién se encontraba lista para sermonear a papá. Quien al vernos se paró de su sofá y nos saludó más efusivo que otras veces. Ver la expresión enojada de mamá por su hombro me hizo sonreír, y ver que Joni ya está bien también.
Mis padres están al tanto de la situación, se habló en dirección, pero simplemente ese niño parece incapaz de entender.
─∙🩺∙─
Mis clases se han estado pasando rápido, ya voy en el autobús y percibo la costumbre de querer cerrar mis parpados. La necesidad de apoyar mi cabeza en la ventana y dejarme encandilar por las luces de los semáforos, de los autos y él alumbrado público. Pasé por afuera del edificio y me pude recordar lo viejo que es, cualquiera pensaría que es un edificio abandonado donde ya no queda más espacio para grafitear.
Desde aquí en el autobús identifico las ventanas con moho de mi departamento. Mi porque aún no sé si puedo llamarlo ex.
Ya me encuentro en mi cuarto, realizando un nuevo horario, planificando mis nuevos trabajos y acomodando de la mejor manera los días, las horas y los malditos minutos.
Sentí como tocaron la puerta y de inmediato di la orden para que pasaran. Entró un Joni bastante entusiasmado que se acercó a mi cama.
—Amigo —lo saludé y él sonrió viendo curioso la pantalla de mi laptop.
—Mi mamá pregunta si quieres cenar con nosotros, pero que si estás ocupado igualmente te guarda un plato.
—Mmm... —vacilé mirando la pantalla de la laptop.
—Voy —le dije guiñándole el ojo y a él le brotó la sonrisa. Suspendí mi laptop y la dejé a los pies de la cama. Joni se adelantó un poco y salimos al pasillo.
—¿Y qué estabas haciendo? —preguntó mirándome hacia atrás y hacia arriba.
—Un horario, hago uno cada mes —le respondí chocando con su espalda, puse una mano en esta y llegamos al comedor, donde Joni se sentó a comer sopa y donde el Pelirronanja se encontraba sirviéndose fideos. Me miró y le sonreí. Ya lo había saludado al llegar a casa, pero había sido un saludo muy vago, hasta frío.
—¿Quieres un poco de sopa antes? —me preguntó Karmel desde el sofá, donde se encontraba doblando unas ropas.
—Claro —dije y sonreí emocionado por dentro. Sopa, ¡sopa!
—Sírvete tú mismo, comienza a familiarizarte con la cocina.
—Vale —dije y pasé detrás de la mesada.
Lo primero que busqué fue un cucharón, que hallé colgado a la pared de mármol azul. Seguido busqué un plato, saqué uno hondo. Volteé y me di cuenta de que Noni ya no estaba en la cocina. Justo quería preguntarle donde podía hallar algún vaso.
Me serví con éxito y me senté a la mesa frente a Joni, que con asco miraba los crotones flotando en el caldo de verduras.
—Toda la comida Jónathan, toda —le dijo Karmel al darse cuenta que no ha tocado su plato.
Probé la sopa y me extasié de exquisitez. Inmediatamente me vino la nostalgia, y sentí estar probando la sopa de verduras de mi abuela. Reí al ver a Joni exageradamente tapándose la nariz para tomar UN sorbo de caldo.
—Está deliciosa —le dije indicándole con el mentón su pocillo, y él se destapó la nariz. Miró a la cuchara desafiante y se la metió a la boca de un tirón. Al principio hizo una mueca de disgusto, pero ya a la segunda cucharada se convenció de que no está mala.
La verdad lo entiendo, a su edad tampoco me gustaban las comidas así. Prefería arroz con kétchup.
Miré el puesto de Noni y solo me encontré con dos palillos cafés y largos apoyados en su individualidad. Al cerciorar que aún no salía del baño los tomé curioso. Los puse entre mis dedos tomándolos con delicadeza y concentración, pero se me resbalaron. No me rendí. Los tomé como pude e intenté con todas mis fuerzas hacerlos tocar en la punta, pero lo único que conseguí fue que me diera un calambre en la mano.
Llegó Noni y se quedó mirándome confundido y un poco sorprendido. Me di cuenta y volví a dejar sus palillos en su individual rápidamente, junté mis manos en mi regazo y sonreí demostrando inocencia. Él sonrió como aguantándose la risa y sacó su plato del microondas. Se sentó a la mesa con nosotros y se dispuso a comer, a tomar porciones con los palillos y masticar animadamente. Toma los palillos sin esfuerzo o complicación alguna.
Volví a mi sopa y sonreí al ver a un Joni terminar la suya. Seguido se fue a bañar. Yo me serví fideos y Noni también se sirvió un poco más.
Al sentarme, caí en cuenta de que se me había olvidado un tenedor.
—¿Te... traigo un tenedor? —me preguntó Noni en un murmuro, viendo mis manos en el aire paralizadas, como esperando que un tenedor caiga del techo.
—Por favor —sonreí subiendo mi vista. Me trajo un tenedor y comencé a servirme. Volví a mirar sus palillos, que otra vez descansaban en su individual, mientras Noni tomaba jugo.
—Antes quería ver cómo se toman... Solo eso —le expliqué y sonreí como bobo.
—Ah... —asintió y sonrió de lado levemente—. Bueno... no es complicado —dijo y se acercó un poco dudoso, corriéndose a la orilla de su silla—. Solo tienes que abrir la mano así —dijo mostrándome su palma extendida. Yo lo imité y él tomó uno de los palillos—, ahora pones este aquí —dijo colocando un palillo en mi palma horizontalmente, sobresaliendo la cabeza de este por la unión de mi pulgar e índice. Seguido temerosamente empujó mi pulgar hacia adentro y comprendí que debía sujetarlo de esa manera—. Y ahora agarras el otro con el dedo índice y... este del medio.
—Corazón... —balbuceé, haciendo lo que me indicó.
—Así los mueves —dijo y me pareció magia que con mover un poco mis dedos los palillos hacían el correcto y deseado movimiento. Fui muy torpe al principio, pero con esfuerzo y máxima súper ultra concentración logré levantar una servilleta, aunque ésta se haya caído al instante.
Noni siguió mirando mi mano, analizando el agarre. Entonces fue cuando me desconcentré y desvié mi mirada a su perfil, a su nariz chata pero respingona cubierta de pecas. Justo sonrió, con las mejillas enrojecidas. Sentí un calor extraño en mi rostro y sentí como otra vez ya se me iban a resbalar los palillos...
Rápidamente volví la vista a ellos, sino estoy seguro que me hubiera quedado eternamente observándolo.
Y, "como tengo tanta buena suerte", justo subió un poco su vista, pero cuando lo miré para encontrar mi mirada con la suya la evadió naturalmente, haciéndome dudar si realmente lo hizo.
—Ten —le dije devolviéndole sus palillos—. Nunca había visto unos tan largos —comenté y él los tomó. Asintió sonriendo tímidamente.
—Mientras más largos mejor —dijo y dobló la manga de su pullover verde—. A mí... —comenzó a decir, pero se detuvo. Lo miré.
—¿Mmm? —asentí demostrando que tiene toda mi atención.
—A mí me gusta usarlos para no sentir el sabor a metal de los cubiertos —se explayó nervioso. Bajó la vista y frunció sus labios sonriendo de lado, como avergonzado.
—Oh... —murmuré encontrándole bastante sentido a lo que dijo. Limpié mis labios con una servilleta y suspiré—. ¿Cómo te ha ido?
—Bien —pronunció rápido, asintiendo—. ¿Y a...? ¿Usted va bien en la universidad?
—Sí —sonreí mirándolo entretenido—, bastante bien —susurré.
Comenzó a mirar los pliegues de mi camisa, cosa que otra vez volvió a acalorarme, ya que por un momento sentí que estaba encandilado por cómo se me marcan esos "abdominales de desnutrición" que tengo. Pero deduje que era una percepción sin sentido. Simplemente no quiere mirarme.
Realmente no es que me moleste, pero no me deja de sorprender el profesionalismo con que evita mi rostro con sus ojos. Ni siquiera por accidente sus ojos caen en los míos. Lo cual es jodido, porque siento un tortuoso magnetismo en su par con mi par.
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¿Vieron la foto de la multimedia? Gustav Vo Hoeyer fue la inspiración para la apariencia de Noni :') Cuídense ❤
—Dolly
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