31 "Yo no soy Iskandar"
El insomnio es terrible. Pero dormir todos los días catorce horas, peor.
Era un jueves. Habían pasado una semana y cinco días desde que estaba en el departamento de Anne. Los chicos ya habían vuelto al colegio. Se suponía que yo también debería haber vuelto, al puesto de enfermero, pero había renunciado.
Una de las cosas que me había pedido Aníbal antes de irme, había sido no volver a ver a Noni y a Joni. No interactuar con ellos, no toparme con ellos, no hablar ni mensajear con ellos. Y seguir trabajando en el colegio suponía la mayoría de esas cosas.
Aníbal era el claro ejemplo de que uno nunca termina de conocer a las personas. Probablemente él pensaba lo mismo de mí. Sin embargo, por más que intento no consigo odiarlo. No puedo dejar de culparme a mí mismo por lo que pasó. Comienzo a regañarme cuando si quiera pienso que realmente no fue mi culpa, que no merecía el trato que me dio, que la violencia fue injustificada.
Supongo que me odio más que antes. Que mi salud mental no ha mejorado ni un poquito.
Es tan cierto cuando dicen que el ser humano es una criatura de adaptación. Bastaron doce días para que me acostumbrara de lleno a este ambiente.
Hoy desperté a las once; me quedé mirando el techo unos veinte minutos; la puerta que da al pasillo, que a la vez da al baño, que a la vez da directo a la ducha, otros diez más; luego me vi ya bajo la regadera, hipnotizado con las venas hinchadas de mis grandes pies.
Todos los días he estado desayunando lo mismo: un café y un poco de maní. No tengo mucho apetito, pero sí mucha sed.
Anne ya se había ido a la clínica. Me encontraba solo.
Mi entretención ha sido estudiar.
He estado estudiando todos los días. Repasando y revisando exámenes antiguos en los que me iba mal. Sé que suena a psicosis, pero la verdad es que ha sido reconfortante. Ha sido ese factor de refugio. Un refugio en el que me resguardo para no pensar en el hostal, para no pensar en la comodidad de la que era mi habitación en el hostal, para no pensar en las charlas y buenos momentos con Aníbal, para no pensar en la amabilidad agresiva y las deliciosas comidas de Karmel, para no recordar las risas con Joni, para no pensar en las siestas junto a Romina y Rey.
Y para no pensar en... las hojas de otoño, las tres Marías y el anís.
Ya no me atrevo a pronunciar ni pensar su nombre. Me quedo estancado cuando lo hago.
Lo extraño demasiado. Extraño su presencia taciturna, sus intervenciones tan acertadas, nuestras charlas en la huerta. La huerta. Su huerta.
Sonará estúpido, pero extraño ponernos nerviosos por alguna cosa extraña que nos pasó. Y a mí intentado calmar los aires torpemente.
Y me duele no recibir mensajes de él. Y que él no reciba míos. Joni me mandó unos cuantos los primeros días, a escondidas, diciéndome que esperaba que estuviera bien y dándome a entender que en la casa todo estaba muy triste y tenso.
Pero con Noni realmente habíamos perdido el contacto. Realmente no le había vuelto a hablar. ¿Por qué?, me preguntaba y pregunto. ¿Será vergüenza por lo que pasó? ¿Será que está molesto?... ¿pero por qué estaría enojado conmigo? ¿Por no habernos defendido? ¿Por no querer arreglar el asunto?
Decido guiarme por mi instinto y no hablarle. Esperando que él tome el primer paso, sabiendo que él espera lo mismo. Es frustrante.
Algo que agradezco en todo caso, es no añorar su piel, su tacto y sus besos. Y es que fueron tan pocos los que nos dimos. Nuestra relación sentimental recién estaba empezando. Recién se estaba moldeando un tipo de necesidad más carnal. Lo agradezco tanto, porque estoy seguro de que mi estabilidad estaría mucho más hundida ahora.
Me arrebataron eso... Me arrebataron el hecho de que me estaba... sanamente... enamorando.
Pero la vida ha seguido. Estoy deprimido, pero estoy bien. Me mantengo estudiando para volver a la práctica otra vez. Trabajar en el consultorio me gustó mucho, anhelo que me llamen y vuelvan a designar allí.
Con los ojos agotados por leer tanto me acosté y dormí muy temprano, a las ocho y media. Afuera recién aparecían las estrellas en el cielo. Anne me despertó a eso de las diez para saludarme y ofrecerme que comiéramos algo ligero juntos, pero yo estaba demasiado cansado.
Cansado de nada. Pero tan cansado.
...
El sábado me informaron que me habían asignado en el área de cuidados intensivos a adultos mayores de la clínica desde el lunes. Hecho que me animó muchísimo, puesto que el trabajo con abuelitos y abuelitas siempre me había gustado.
Ese lunes me levanté a las cinco, media hora antes que Anne, para alcanzar a desayunar. Cuando llegó con su bolso a la mesa me miró intrigada.
—¿Buenos días?
—Buen día —dije un tanto seco. Intuí que querría hacerme preguntas.
—West... que rico, gracias —dijo percatándose de las tostadas con huevo revuelto en su plato—. No recordaba que tenía huevos. Ya sabes que no suelo cocinar.
Sonreí levemente, escucharnos hablar, hablar con ella y saber que hay una persona que me quiere y puede tener cerca, es reconfortante.
Conversamos adormilados en lo que nos terminábamos el desayuno, y grande fue mi sorpresa cuando recibí un mensaje de Romina, puesto que era súper temprano.
Hermanito no podré ir dejar a Rey hoy, se me había olvidado que tengo hora en el consultorio
Lo siento
No te preocupes
Necesitas que te acompañe? Si nos hacemos un tiempo en la clínica, con Anne te podríamos pasar a buscar en su auto
No es necesario, gracias
Hace unos días habíamos quedado de juntarnos en el parque, para vernos, conversar y por fin llevarme a Rey al departamento.
Le pregunté si estaba bien, demostrando mi intriga por la hora, ella me explicó que había estado madrugando por los dolores de espalda. Yo terminé por recomendarle una posición que podría aliviarla.
Le expliqué la situación a Anne. Ella se molestó bastante.
—Están siendo inhumanos... Si no te dejan ir al hostal, ¿qué les cuesta entregarte al perro? —se refirió a Aníbal y Karmel—. Romina está embarazada —terminó por suspirar frustrada.
Yo le di la razón, cabreado.
...
En la tarde, mientras almorzábamos en la cafetería junto a Anne, me llegó un mensaje de Aníbal. Me dio una punzada en el pecho por la impresión, pero tomé el teléfono sin más.
Hola, yo te entrego al perro el fin de semana
Así Romina no sale y está preocupada esta semana
Aparte cerraremos el sábado, así que tendremos libre
Supuse que se refería al hostal.
—¿Qué? —sentí que preguntó Anne. Debió advertir mis ojos sorprendidos.
Levanté la vista y le expliqué.
Ok
Ok, nos ponemos de acuerdo
Vale
Vale
La conversación se acabó. El sándwich que había comprado se acabó. El café se acabó. Y con Anne volvimos al trabajo justo cuando empezó a chispear.
...
El atardecer estaba hermoso, se extendía ante mis ojos con una inmensidad extraordinaria. Nubes que parecían algodones gigantes empapados de acuarelas naranjas, rojas y violetas cubrían el cielo. La temperatura estaba muy baja, pero yo estaba bien abrigado. Si no hubiera sido por mi nariz congelada y enrojecida no me hubiera dado cuenta que en realidad, hacia mucho frío. Estaba solo, sentado en medio de una banca con vista a la laguna artificial, cuya agua serpenteaba con una calma inquietante. Me separaban unos diez metros del borde de la barrera de contención, a un lado de la ciclovía. A mis espaldas sentía jugar a unos niños y adolescentes en los columpios del espacio de arena en la cuadra que forma el parque de abundante pasto verde botella y arboles de ciruelo.
Llevaba esperando a Aníbal diez minutos. El viernes habíamos quedado de juntarnos el sábado a las seis en el parque.
Estuve reflexionando mucho rato. Observando frente a mí a las personas que pasaban en bicicleta o paseando a sus mascotas. Pensaba que yo podría ser una de ellas. Luego pensé que claro que era una de ellas..., pero no tanto.
Me dije que la vida podía funcionar así también, que no debía echarme a morir. O que debía levantarme por ya haberme echado a morir. Iba a estar solo otra vez, iba a tener que correr para llegar puntual a donde fuera. Quizá la comida que pudiera costear no fuera la más nutritiva o calentita siempre, pero no me faltaría. Esta vez no lo haría.
Solo me faltaba un lugar. Pero no encontraba ninguno. Y no me refiero a "ninguno que me quedase cerca" o "ninguno que se ajustara a mi bolsillo", no. De verdad no había ninguno.
Ya iba a llamar a Aníbal cuando por el rabillo del ojo vi algo acercarse hacía mí con rapidez. Levanté la vista y Rey se me tiró encima. Sin querer, y por la emoción me mordió la mano, algo que en ese instante se sintió como un golpecito. Se agitó hasta ese punto que al principio me preocupaba. su cola se meneaba como loca y. Me acerqué al borde del asiento para rascarle la barriga, puesto que se había echado de espaldas. Yo reía y lo saludaba.
—Hola —escuché a Aníbal.
Levanté la vista y lo vi parado frente a mí.
—Hola.
Me estrechó la mano y se sentó a mi lado dando un suspiro. Se le notaba agitado, como si hubiera caminado muy rápido. Se desabrochó la chaqueta y luego dejó entre sus piernas la bolsa de comida de Rey que traía en un bolso de supermercado. Adentro también estaban sus platos para la comida y el agua, unas láminas de cartílago que le compro para que las mastique y su pelota de tenis con la que siempre juega. Yo por mientras lo seguía acariciando, preguntándome si Aníbal se había sentado porque ya se le había pasado la rabia y querría conversar o porque enserio estaba agotado.
—Qué raro que haga tanto frío.
Y en efecto... supuse que probablemente ya se le había pasado la rabia.
—Sí. La temperatura bajó. Hasta llovió esta semana.
Hubiera sido una conversación súper normal entre los dos si no fuera por el hecho de que no nos mirábamos y Aníbal parecía estar haciendo el esfuerzo por mantenerse tranquilo. Se le notaba nervioso, como cuando uno está avergonzado o no sabe como empezar o finalizar una conversación.
—No quería venirse —dijo y miró a Rey, que ahora yacía sentado derechito a mi lado—. No se separaba de Romina.
Sonreí levemente. Rey siempre ha sido muy protector con ella.
—¿Cómo está ella? ¿Sabe cómo le fue en la consulta? Se supone que me hablaría ese día, pero no lo hizo.
—Habló con Karmel. Ella está bien.
—¿Está haciendo los ejercicios?
—Sí. Rodea caminando todo el jardín por las tardes.
Asentí. Rey se echó a mis pies.
Nos quedamos un momento breve en silencio. Breve pero eterno, porque esa tarde, ese día en especial, había transcurrido muy lento a mis ojos.
—¿Ya encontraste un lugar para quedarte?
No pude evitar girar mi cabeza hacia a él. Su semblante había cambiado a uno abatido.
—Estoy en eso. —Miré al frente, recordando los gritos de ese día retumbando en mi cabeza—. Le propondré a Romina que arrendemos una casita, necesitamos un patio para que pueda estar Rey.
—Pensé que lo harían ahí mismo donde tu amiga.
—No... —hice una mueca—. Lo conversamos con su compañero de cuarto y la persona dueña del apartamento, y no nos dejaron.
Aníbal se removió agitado.
—En ese caso el perro se queda con nosotros. No se preocupen... Hasta que encuentren un lugar estable, ¿vale? —dijo aquello negando consternado con la cabeza. Y de una manera muy decida, casi como si me lo ordenara.
Me quedé en blanco durante varios segundos. Me pregunté si realmente estaba hablando con Aníbal.
—No debe por qué preocuparse por eso —dije firme y claro—. En este momento solo nos encontramos yo y Anne en el departamento, y eso será hasta el verano.
Otra vez esa expresión avergonzada. Esos brazos inquietos y su mandíbula tensa.
—Escucha... Simplemente los queremos ayudar, como lo hemos hecho siempre...
—Y yo simplemente le estoy diciendo que ya no necesitamos su ayuda.
—¿Por qué? —dijo airado.
—Tengo mi dignidad. Aunque no lo crea —levanté la voz.
Se quedó en silencio.
Entonces, la impulsividad se hizo presente.
—Fue muy fácil golpearme aquel día, pero solo porque no me defendí, porque estaba demasiado impresionado por todo lo que había pasado y por cómo había reaccionado. Humillarme ese día enfrente de mi hermana, enfrente de todos, enfrente de Noni, fue muy fácil también. También y simplemente porque no dije ni una palabra, porque tampoco me defendí, por la culpa que sentí. Mi falta de estima fue más grande que nada en ese momento —hablé rápido, ya que no quería que me interrumpiera. Quería decir todo de una pura y clara vez, para que no pudiera contradecirme nada—. Y ahora... ahora le es muy fácil hablar... le es muy fácil reaccionar prepotente conmigo porque sabe que no le diré nada... Porque me estoy haciendo el tonto. Así que sabiendo eso por favor... deje de aprovecharse de mí.
Tragué el nudo en mi garganta y lamí mis labios. No lo estaba mirando en ese momento, pero sentía como todo ese aire de arrogancia se le había chupado. Trató de hablar, quiso contratacar, se acomodaba en el asiento, abría la boca, pero nada.
—Por eso he venido —dijo finalmente, con voz ronca—. Es por esto mismo que he venido, personalmente, hacia a ti. Porque sé... sé que... —le costaba demasiado, la vena marcada en su frente lo delataba. Suspiró—. Yo debo disculparme contigo. Y debemos hablar.
Lo miré. Pararme y retirarme con Rey me hubiera hecho sentir genial. Demostrándole así que estaba más resentido de lo que imaginaba.
Pero asentí, firme con la cabeza, una sola vez.
Aníbal tomó aire, preparándose.
—Haber... Cuando Noni... Cuando Noni era pequeño, él y su tío, Iskandar, lo conoces... —Se volvió hacia mí.
Yo asentí, e intenté relajar mi ceño, que se había fruncido con preocupación al instante.
Iskandar...
—Él y su tío se llevaban muy bien. Todos siempre nos habíamos llevado muy bien. Vivíamos juntos, atendíamos el hostal juntos en ese tiempo. Pasábamos las navidades, los cumpleaños... todas las festividades en familia. Fuimos socios y trabajamos codo a codo más de diez años, los niños prácticamente tuvieron tres padres. Era mi mano derecha y mi mejor amigo. Pero un día nuestra relación se quebró..., ya no podíamos tolerar su alcoholismo, debíamos enfocarnos en el hostal, que se estaba derrumbando... así que sin necesidad de pedírselo se fue. No supimos nada de él durante meses... Pero llegó al cumpleaños número diez de Noni. Fue un reencuentro bonito. Noni estaba feliz, Karmel también, por saber que su hermano estaba bien... Bien y sobrio.
El celular de Aníbal emitió un sonido que indicaba que le había llegado una notificación.
—Al... —su voz se cortó—. Al día siguiente... nos enteramos de algo horrible... que Noni nos dijo.
Fruncí los labios. Sintiendo ira.
—Nos contó que su tío... su tan... querido tío —enfatizó sus palabras— lo había hecho sentir incómodo por los besos que le daba... Por el cariño que a veces le expresaba.
En ese momento. Lamenté demasiado haber tenido siempre una buena imaginación y comprensión al momento de escuchar a las personas. Porque el sufrimiento interno que sentí no solo se debió a sus palabras, sino también por la horrorosa imagen mental que se formó en mi cabeza.
—Me descontrolé. —Aníbal, se quedó con la mirada perdida en algún punto fijo frente a él—. Karmel también... Nunca he sentido tanta ira en mi vida... Y juré... por mis hijos nunca permitirme convertir en ese monstruo otra vez..., con la condición de que nadie volviese a hacerle aquello a mi hijo —me miró.
Mi celular vibró.
Bajé la cabeza. Hasta el momento solo me había resumido la historia, sin muchos detalles, pero yo no podía evitar pensar lo peor.
Apreté la mandíbula, recordando aquella tarde del cumpleaños de Noni y lo que ese desgraciado me dijo.
—Lo echamos —Aníbal se recompuso, sin embargo, tuve la intuición de que la peor parte seguía—. Él se fue al sur. Noni estuvo en terapia un año. En la terapia... poco a poco se fue descubriendo la verdad... Fuimos comprendiendo lo ciegos que fuimos todos esos años... Que... soy... Que soy —se corrigió.
Cerró los ojos y suspiró en silencio.
Negué con la cabeza, sintiendo mi sangre calentarse.
—Discúlpeme por lo que le diré, pero... ¿por qué lo dejaron entrar a la casa ese día? En el cumpleaños de Noni —me quejé.
Aníbal volvió a suspirar, arqueando las cejas.
—Después de diez años... Pensamos que ya era el momento, simplemente. Que con su larga rehabilitación y la realización de su nueva vida estaría bien... Aparte sabía que Karmel lo quería ver... aunque haya hecho esa... inmundicia lo seguía queriendo... Sigue. —Resopló.
Debía decirle. Debía contarle todo.
—No estoy de acuerdo, pero... no creo que la manera tampoco sea excluirlo para siempre... Todos merecen una segunda oportunidad... ¿No es así? —Me miró.
Entonces, le conté todo.
Le conté lo que vi en el cumpleaños de Noni. Como había presenciado que su tío lo había puesto incómodo y lo que le había dicho a Joni.
Hice una pausa para asimilara la situación, ya que esta lo superaba, y terminé contándole lo que pasó más tarde en mi habitación. Fui cuidadoso con las palabras, el tema era grave, el contexto era grave e incómodo. No le dije los detalles por la misma razón, pero sí le dejé en claro que había notado como se había sentido intimidado por mi cercanía con Noni. No quería alterarlo y que le diera un ataque de ira.
Terminamos agotados mentalmente. Él no podía decir nada, tenía rabia, tristeza y frustración, se sentía un tonto. No era difícil leerlo.
—Honestamente, hace un rato yo... cuando me disculpé... me sentí obligado. Obligado porque sabía que era lo correcto, lo que correspondía. —Me miró a los ojos—. Pero ahora... ahora quiero enserio quiero pedirte perdón, como corresponde, West. —Asintió con la cabeza, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Su celular comenzó a vibrar dentro del bolsillo de su camisa, que estaba cubriendo su chaqueta beige—. La verdad no espero que me perdones, y sé que no vale de nada en todo caso..., pero quizá sí decirte cuan arrepentido y avergonzado estoy. —Tragó saliva, lo cual supuse era un nudo que tenía atragantado—. Pero también te pido que comprendas. Supongo que ya debes entender por qué reaccioné de esa manera. Esto es un problema, el que yo no pueda soportar... si quiera pensar que alguien toque a mí... a Noni. Sé de su orientación sexual... siempre supe, lo cual yo... yo... —Se pasó una mano por la frente—. Lo cual me produce... inseguridad. No odio el hecho de que sea homosexual... Yo no odio a mi hijo por ser homosexual... Y mi hijo cree que lo odio por serlo. —Las lágrimas le saltaron, no pudo retenerlas más—. Yo solo... odio el hecho de imaginar que algún día un hombre superior de contextura, de fuerza, de madures... no de mente, claro... él es más inteligente —logró sonreír un poco—, le haga daño. Que se sobrepase... Que lo hiera verbal o físicamente... Que lo toque y lo haga sentir incómodo... Que no sepa las cosas que no se le deben decir para que no se confunda... Que no respete sus gustos... Que lo manipule y haga sentir que él es el malo... No es que sea un ángel, es un humano, es independiente, pero... es el mío. Es mi ángel.
Asentí, posé una mano en su hombro y le di un suave apretón.
—Lo hemos cuidado tan bien aparte... Lo hemos cuidado y aún cuidamos —dijo secándose las lágrimas. Su celular seguía vibrando, pero estaba tan inspirado que no se daba cuenta, y yo no me atrevía a advertírselo.
—Lo sé, Aníbal. Lo sé.
—Solo me guie por la rabia ese día... Por los recuerdos y por el miedo. Pero West... yo confío tantísimo en ti, enserio. Enserio te lo digo. Por eso estoy tan avergonzado. Porque ese día no era yo.
Mi ceño se afligió. Sonreí frunciendo los labios.
—Yo no soy Iskandar... —susurré con pena. Porque yo lo había pensado. Yo me había sentido un monstruo.
—No... No lo eres. Tú eres un buen chico.
Sonreí emocionándome un poco. Extrañaba tanto un tipo de contención así. La de una persona mayor. Esa contención que solo Mariely me daba.
Sonrió y en un gesto amable, me dio un suave apretón en el cuello, como un padre a su hijo. En eso, Rey apoyó su cabeza en mi pierna derecha y se lamentó afligiendo los ojos perrunos que tiene.
—¿Qué pasó bebé? —Lo acaricié con ambas manos detrás de las orejas.
—Ya... —Aníbal suspiró desde lo más profundo de su ser. Como si hubiera descargado un peso molesto de hace años.
—Debería ver quien lo está llamando.
—¡Oh! ¡Sí! —Se exaltó, y sacó su celular del bolsillo—. Debe ser Karmel preocupada de que no llegué, tenía que pasar a comprar pan... —murmuró mientras desbloqueaba su celular alejando el celular de su rostro para ver mejor—. ¡Siete llamadas perdidas! Esta mujer me las va a dar.
Sonreí y volví mi vista hacia Rey, le levanté una oreja, ya que tenía una costra.
—West...
—¿Mmm?
Deduje que Rey debió haber mosqueado a Domi demasiado, otra vez. Esa perrita es una bestia.
—¿Qué? —Me volví hacia Aníbal, quien miraba la pantalla de su celular atónito—. ¿Qué pasó? —repetí más preocupado.
—Es Romina... Karmel me dice que rompió la fuente...
Y así fue como ese día eternamente lento, agarró velocidad como un zumbido.
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HolaaaaAAAAAAAAA. Perdón. PERDÓN. Perdón por demorar tanto en actualizar. No me he olvidado de ustedes, les extrañé demasiado de hecho. ¿Cómo están? Yo estoy muy emocionada y aliviada por ya haber podido subir este cap. y por lo que se viene.
Cuéntenme si les gustó, o qué les pareció. Estaré atenta a sus votitos y comentarios. Se me cuidan mucho, les amo❤
[ Instagram: @dollydogdollydog ]
—Dolly
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