25 "Catarsis"
Hola Noni, cómo estás?
Ya llegaron al hospital?
¹¹:⁴⁷
Hola otra vez, espero que estés bien
Cuídate
¹²:⁵⁵
Hola Noni, te recetaron medicamentos?
Para conseguírmelos
Le estoy hablando a tu mamá también, pero no contesta
Avísenme
¹⁴:¹³
Me sentí bobo al releer esos mensajes, pero me dio pena ver lo desesperado que estaba.
Justo me tocó la suerte de que me tocara un turno de noche, cuando lo único que quería era llegar a casa.
A las diez de la noche, por fin me respondieron el teléfono fijo. Yo me encontraba en la cafetería junto a Anne.
—¿Aló? —contestó un Joni triste.
—¿Joni?
—Hola West —suspiró.
—Hola pequeño, ¿cómo están?
—Bien, pero Noni no bien. Creo que no está muy grave, pero West... tengo miedo, parece muerto.
—Tranquilo, si ya le dieron el alta significa que tienes razón y no es nada grave, lo pueden tratar en casa.
Joni hizo un murmuro de asentimiento.
—Mi madre quiere hablar contigo... Chao West.
—Okey Joni, cuídate mucho, nos vemos.
—¿West? —Karmel.
—Hola... Qué alivio hablar por fin.
—Sí, perdón. Mi teléfono estaba en silencio, no sé qué cómo funcionan esas cosas.
Lo primero que sentí al hablar con Karmel fue alivio. Una de las probabilidades que tenía en mente era que no pudiera volver a poner un pie dentro del hostal nunca más, pero al parecer Noni no había dicho nada del... incidente.
—¿Cómo está?
—Tiene gripe, y ahora le volvió a subir fiebre... Está ardiendo —explicó—, pero al menos lo mandaron a casa, aunque no estoy segura de si habrá sido buena idea...
Hice una mueca.
—Anoche se paseó por todas partes, entraba a la cocina, con el calor de los hornos, luego iba afuera... —se lamentó Karmel.
—Y la noche anterior había dormido encima de la cama... —pensé en voz alta.
—Ya —dijo Karmel, deteniendo sus pensamientos de culpabilidad—. Lo importante ahora, es que se ponga bien.
Le conté que tenía asignado un turno de noche, al igual que mañana. Ella me explicó por qué Joni, aparte de lo de Noni, estaba tan triste. Sucedía que si este último no mejoraba para mañana lo más seguro es que Karmel se quedara para cuidarlo, no pudiendo acompañarlo al viaje escolar. Aníbal tampoco estaría disponible, el hostal estaba a tope. Finalmente, le pedí lo que le habían recetado a Noni para conseguírmelo y nos despedimos.
—Entonces, ¿cómo está? —preguntó Anne cuando colgué, y me alcanzó uno de los dos burritos que había comprado.
—Gripe... Fiebre.
Anne asintió, abrochando su chaqueta de sherpa blanca hasta arriba.
—Gracias Dios por esta triste, pero rica cena. Mi cabello aún huele a sangre y West tiene los zapatos manchados de vómito, pero no importa, los amigos sí.
—Amén —murmuré, mirando el burrito desanimado. Sonreí a Anne débilmente y comenzamos a comer.
No podía dejar de mover la pierna y sentir el impulso de morderme las uñas. Recordaba con dolor el rostro afligido de Noni, mirándome asustado, chocando con la silla bruscamente intentando librarse de mi agarre en su brazo. Cómo había podido...
—Vamos West, no es tan terrible, con el tiempo te acostumbras a no dormir.
—No es eso... —intenté sonreír—. Estoy bien.
—Pues no te ves nada bien.
Suspiré, refregando mis ojos con las palmas de mis manos antes de que estos secretasen lágrimas.
—Vale, esto es serio... —Anne se acomodó en la silla y acercó a mí—. ¿Qué pasó?
Negué con la cabeza, Anne acarició mi brazo.
—Anne hice algo... terrible —susurré—. Terrible —repetí, subiendo la mirada a su rostro.
Se lo conté, sin agregar detalles sobre Noni, como que prácticamente él se había aferrado a mí. Pero sí recalqué detalles de mí, como que lo había agarrado con fuerza, asustándolo. No comprendía por qué quería sentirme peor haciendo que otra persona me hiciese sentir peor.
Cuando terminé, finalizando las frases en hilillos de voz, la miré. Ella se había alejado y me miraba con las cejas ligeramente contraídas y la boca fruncida. Esperé a que me espetara en la cara, pero simplemente me abrazó, atrayendo mi cabeza a su pecho, como si yo fuera un niño.
—Tonto... Qué me asustas —dijo con brusquedad—. No entiendo, pero... creo que antes de que siquiera intente entenderlo yo, lo importante es que lo hagas tú —dijo soltándome, tomó mis manos y me miró—. Discúlpate con él, explícale lo mismo que me explicaste a mí. Y oye... no te aflijas ni te sientas mal si... quizá... él... él de verdad... te gusta.
Fruncí el entrecejo. Negué con la cabeza.
—Okey, solo... eso. Aclara tu mente y habla con él cuando puedas.
Yo asentí, y le agradecí por hablar conmigo. Me terminé el burrito y fuimos a trabajar.
...
¿Noni? ¿Qué me guste Noni? Jamás... Digo, claro que no. Si incluso me atrajeran los hombres, no creo que Noni podría gustarme. Noni... ¿Por qué me gustaría Noni?
Lo recordé sonriendo, en la huerta, recordé las innumerables veces en que baja la mirada, en que choca o da traspiés al caminar, en que me corrige cuando yo solo quiero bromear...
Sonreí, convenciéndome de que solo estaba pensando tonterías, cuando la abuelita a la que estaba midiendo sus pulsaciones, me sonrió, sin dientes.
—Uyuyuy, ¿en quién está pensado?
Abrí los ojos vehemente.
Noni: ojos oscuros, cabello tono pelirronanja, estatura media, complexión pequeña, inteligencia probablemente muy alta, introvertido, taciturno, de risa poco común pero adorable...
—Le gustan las plantas y casi nunca se peina —reí. La prueba definitiva de que había enloquecido. De que quizás esa noche, la falta de sueño me estaba afectando.
—¿Cómo mijo?
...
Debido a que tenía que empezar el turno del día en solo unas horas, decidí quedarme en casa de Anne, dónde dormí desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde más o menos. No se me fueron las ojeras, pero sí el cansancio. Después de ducharme y ponerme una muda de ropa que llevaba en la mochila, antes de partir a la clínica otra vez, tuve otra llamada con Karmel, donde me informó que Noni seguía en cama y que su fiebre había estado muy alta anoche, pero que de a poco comenzaba a bajar.
...
En invierno se oscurece temprano, y los días viernes parecieran que se oscurecen más temprano aún. En un día como ese, con nubes negras, pesadas y grandes que habían amenazado con romper toda la jornada, la claridad del día desapareció a las seis de la tarde. Llegué pasado las ocho a casa. Cuando pisé la entrada, sentí que hacían años desde la última vez. Rey también lo sintió así, como siempre fue el que más me extrañó.
Pasé a saludar a Romina, quien estaba en la cocina del primer piso, tomando mate y conversando con otra huésped, una señora que se había estado alojando desde el viernes pasado. Luego subí con los nervios a flor de piel, y al abrir la puerta de entrada lo primero en lo que me fijé fue en la gran mochila de montaña de Joni en el sillón, y del bolso y la cartera de Karmel a un lado. Joni fue el primero en saludarme, quien estaba mucho más animado que cuando habíamos hablado por teléfono, luego Aníbal, que estaba preparando la cena. Me saqué la chaqueta y dejé tendida a un lado de la chimenea, pasé al baño, y pregunté si podía ir a ver a Noni.
Fui a su habitación, que se veía muy lejana en ese instante. Llamé a la puerta dos veces.
—Adelante —dijo Karmel, y entré. Ella estaba sentada en una silla al lado de la cama de Noni, traía un pañuelo rosado al cuello y estaba muy bonita y arreglada.
—Hola —susurré, agachándome para besarle la mejilla. Me senté al borde izquierdo de la cama, lentamente.
Bajo las sábanas, tapado hasta el pecho con al menos cuatro mantas, el cobertor y más una colcha de lana abrigándole los pies, se encontraba Noni.
Juro nunca haber visto una criatura tan enferma.
Su cara estaba perlada de sudor, en su frente había un paño húmedo y su respiración era preocupantemente lenta. Estaba dormido, inconsciente, en una calma plena. Salvo por la fiebre desbordada que estaba sufriendo su cuerpo, era una taza de leche.
—No le baja la fiebre... Pero al menos está estable —comentó Karmel acariciándole la mano.
—Noni... —fue lo único que salió de mis labios, en un susurro preocupado.
Olía a sal, jarabe y... anís. Sí, seguía sintiendo ese maldito olor emanar de él. De repente me vi envuelto en un escenario de pesadilla, donde ese olor me seguía por el resto de mis días... Pero luego volví a verlo ahí, indefenso, derritiéndose lentamente y me tranquilicé. Porque qué mal me podría suponer Noni... Absolutamente ninguno.
Le entregué los remedios a Karmel, ella me dijo lo que le habían dicho en urgencias.
—No sé si debería ir... está muy mal. Si le pasa algo...
—Tranquila Karmel, acompañé a Joni. Aníbal y yo lo cuidaremos.
—Tienes razón... Serás su enfermero personal —dijo y yo sonreí. Ella pareció relajarse, pero en sus ojos, fijos siempre en su hijo, deduje que la preocupación no se le iría hasta que tuviese la certeza de que estaba bien.
Suspiró largo y tendido.
—Esperamos como tres horas en urgencias... Lo subieron a una camilla en medio del pasillo con todas las demás personas... después lo bajaron para atender otra urgencia... Había tantas personas. Siempre es lo mismo —habló Karmel enrabiada—. Y luego nos mandaron a casa.
Bajé la cabeza, y me controlé de responder. Generalmente cuando se tocan estos temas lo hago. O con la política. Me inspiro demasiado, pero al final nunca sé cómo explayarme.
—Tú... debes cambiar eso —siguió Karmel. Tomó mi mano, yo la miré y sonreí ladinamente—. Tú generación tiene ese... —dijo como saboreando las palabras antes de decirlas— ese poder.
Miré a Noni. Y pensé que probablemente él tenga más poder que yo.
Sonreí al recordar algo.
—Una vez estábamos conversando sobre esto mismo... más o menos —dije a Karmel, pero sin quitar la vista de Noni—. Le dije... le pregunté que por qué creía que había estudiado enfermería.
—¿Y qué te dijo él? —indagó Karmel sonriendo intrigada.
—Él... asumió que porque no me había alcanzado para medicina.
Karmel negó. Y luego simplemente rio suavemente. Yo también.
—Está bien... —volví a sonreír—. Luego se disculpó.
—Noni... —dijo Karmel y apretó su mano—. Siempre dice lo primero que piensa. Cuando era pequeño era el alma de la fiesta, nos partíamos de risa con lo que decía —sonrió Karmel—. Pero ese carácter suyo no envejeció bien —su voz se apagó lentamente—. Era un viejo chico, y... —rio— a los niños no les gusta mucho que otros los manden, que los regañen o acusen. Él siempre intentaba enseñarles, "eso no hace", les decía. Le irritaban mucho los demás —siguió hablando Karmel—. Por lo mismo la mayoría de las veces terminaba alejándose..., pero no era tan terrible, porque a él también le gustaba estar mucho solo. Una vez me preguntó si podía ir clases en otro horario para no tener que ver a sus compañeros —sonrió—. Yo le expliqué que era imposible y se desanimó... Después cuando creció y entró a la escuela no fue diferente, fue de hecho... peor —dijo e hizo una mueca—. Fue duro... Fue duro no saber cómo ayudarlo. Me preguntaba qué había hecho mal, lo observaba atentamente, intentado descifrarlo... Siempre llegaba a la conclusión de que sencillamente era... diferente, pero no malo. Entendía por qué a los otros no les agradaba, lo que no entendía era el odio... la maldad para con su persona —suspiró, cerrando los ojos—. Yo lo quería, siempre lo he querido cómo es.
Hubo un silencio en el que pensé, oyendo mis propios pensamientos muy fuertes. Estaban gritando.
—Karmel —volvió su cabeza a mí— ¿qué es? —pregunté bajito.
—Asperger.
Asentí.
—Entiendo... Gracias, no estaba seguro de cómo llamarlo.
—Por nada —Karmel me miró con dulzura—. Lamentablemente no son temas que se ven mucho a nivel social... Supongo que al menos tú estás un poco familiarizado con el tema, yo... yo no sabía de su existencia hasta que diagnosticaron a mi hijo. Y sucede así con muchas familias, ¿sabes? —asentí—. En el momento nos alivió mucho con Aníbal saberlo. Nos instruyeron para que lo ayudáramos, justamente cuando creciera, para que lo comprendiéramos y apoyáramos... Pero, aunque lo esencial es que la familia esté al tanto de todo eso... no es suficiente. Y no es como que se pueda tener en terapia a toda la comunidad de una persona. Tampoco se le puede colgar un cartel a alguien que diga "Soy diferente, por favor no me trates mal" —Karmel lamió sus labios, y noté cierta rabia en sus palabras—. Le hicieron mucho bullying... Lo trataron como quisieron y Noni... Noni se fue cerrando... y cerrando cada vez más... Se volvió así calladito, muy tranquilo... Tan tranquilo —sonrió Karmel con lágrimas en los ojos—. Pero nunca dejó de ser él, nunca dejó de ser mi hijo... Obviamente me dolía que no tuviera muchos amigos... Por eso ahora estoy tan contenta de que tenga a Lissette, y te tenga a ti... Sé que para él significas mucho... muchísimo West. Gracias.
—Gracias a ti Karmel, por confiar en mí, por... Por todo.
Noni se removió, abrió los ojos levemente por un segundo, y tosió. Karmel me habló más de él, de su vida y niñez. De momentos duros y anécdotas graciosas.
—Recuerdo... que se tomó demasiado literal eso de "no hables con los extraños" —dijo en un momento—. El viernes de la primera semana en que estuvo en el jardín de niños, me mandaron a llamar para confirmar si necesitábamos atención con el fonoaudiólogo, o el dato de una escuela de lenguaje. Yo no comprendí, entonces me explicaron que Noni no hablaba. Con nadie. Y se apartaba del grupo —sonreí e hice un puchero—. Pero cuando se integró lo hizo... lo hizo en grande —dijo Karmel como extasiada, yo sonreí—. Ahí fue igual a como era en casa, no había quien lo parara. Y es que siempre ha tenido muchas cosas que decir.
Sonreí, y la miré, mientras acariciaba mi barbilla. Asocié eso a la vez que fuimos al museo y no había manera de hacerlo callar.
Comencé a comprender muchas cosas, a recordar ciertas actitudes a las que nunca supe cómo reaccionar o interpretar. Me interesé y le pregunté más a Karmel. No es que fuera la novedad del año tampoco, pero era algo importante que me confortó saber.
A eso de las nueve, llegó el furgón qué pasaría a buscar a Karmel y a Joni. Joni se despidió de Noni de lejos, Karmel me volvió a dar las indicaciones que yo muy bien sabia y antes de irse de la habitación se volvió a mí una vez más.
—Cuídalo por favor West, te lo pido —dijo comenzando nuevamente a desesperarse.
—Lo haré. La mantendré al tanto de todo, tranquila —dije apretando la mano que ella me sostenía. Y le dio un último beso a Noni, uno muy sonoro en la mejilla.
Cenamos junto a Aníbal, y con él, también conversamos sobre Noni. Fue agradable escucharlo, aunque si se extendió más que Karmel. Básicamente tuve que parar la conversación en un momento, si no llegaría súper atrasado a la clínica.
—Yo quería una niña... —dijo en un momento—. Mi esposa nunca sabrá lo decepcionado que quedé después de la ecografía —tomó un sorbo de la copa de vino que estaba tomando—. Pero cuando lo tomé, a Noni... olvidé todo... Me sentí extraño... No comprendía como yo, un hombre como yo había podido crear esa criatura tan bonita. Ya nada importó. Karmel también se enamoró de él —sonrió—. Era pequeño, y lloraba muchísimo..., pero yo me lo ponía en el pecho y él se quedaba tranquilito. Aún es así, ¿sabes? Aunque hace tiempo no lo veo llorar...
Pero yo sí, ayer por la mañana. Y justamente: se había tranquilizado resguardándose en mi pecho.
Me pregunté si mi padre habrá sentido lo mismo conmigo, y llegué a la conclusión de que después de varios nacimientos probablemente no. Me pregunté si me padre habrá siquiera estado presente en ese momento. Luego me pregunté e intenté recordar si habíamos hablado de eso... Luego intenté recordar si realmente alguna vez nos habíamos dirigido la palabra con mi padre.
Volví a la clínica
...
Aníbal me tuvo al tanto del estado de Noni. En la madrugada recibí un mensaje de él, diciéndome que había estado vomitando en el baño. Al parecer tiene el sueño muy pesado, porque si no hubiera sido por el estruendo que Noni hizo al desplomarse en el suelo, no se habría despertado. Lo encontró inconsciente apoyado en el inodoro. Luego lo volvió a acostar.
...
Igual que el día anterior, fui a casa de Anne. Dormí unas horas allá, las suficientes para quitarme el cansancio y me duché y vestí con una muda de ropa. A eso de las cinco, partimos otra vez al trabajo.
─∙🌵∙─
Tirito. Y me duele la garganta. Y el cuerpo y la cabeza. Y el pecho. Lo siento oprimido, como cuando se está en una sola posición por demasiado tiempo. Siento que si me muevo apenas un poco, si acaso saco mis dedos de adentro de las cobijas, moriré congelado.
Abro lentamente los ojos, para encontrarme con la cálida y tenue luz de la lámpara.
Me pregunto si ya morí, y estoy en un firmamento de un multiverso. Donde quedé estancado en el espacio mi habitación. Dónde hace frío, y puedo ver el polvo a través del rayo de luz de la lámpara. Presto más atención... y son estrellas. De repente estoy en el espacio, y me vuelvo a preguntar si morí.
Pero no me preocupo. De hecho, el pensamiento llamado West, le gana a la intriga, extrañez y sorpresa que me produce lo demás. Pienso en que debo despedirme de él, antes que mi familia, porque sé que ellos saben que los quiero, pero quizás West no. Quizás nunca lo sabrá.
Debo despedirme de él. Y si queda tiempo... Si queda tiempo de los demás.
Hola. Y chao West. ¿Cómo estás? En este momento, espero que bien. Más a futuro, espero que también. Me alegraría saber que serás feliz. Espero que termines tu carrera y tengas una buena vida, estés con una persona que te quiera mucho y tú a ella. Como la profesora Alondra... Ella es una buena persona.
Me apena saber que lo último que vivimos fue una especie de discusión, un rompimiento. Porqué así lo siento, como si algo se hubiera roto. Me dolió. Tú me doliste desde... esa vez. De las veces que sentí aquel dolor no físico que no sé cómo calificar, creo que ese momento se llevó el primer lugar. Cuando comprendí que te gustaba alguien más.
Sin embargo, no te culpo. No hay nadie a quien culpar. No te puedo gustar de la misma manera en que tú me gustas a mí. Profe Alondra, no la puedo culpar ni odiar por ser del gusto de West. No. No los odio por haberse gustado, no los odio por haber intimado. Y tampoco me culpo a mí, ¿por qué debería?, ¿por ser ingenuo?, ¿por ilusionarme? No... Estoy harto de eso. Las personas tienden a juzgarse negativamente cuando se enamoran. Intentan refrenar sus sentimientos por miedo, vergüenza y presión... Pero sólo logran lo contrario. Yo quiero sentir... bonito. Yo siento bonito cuando pienso en lo mucho que me gustas West. Al principio era una maraña de inseguridades..., pero nunca me avergonzaría de que me gustes.
Nunca me arrepentiré de haberme enamorado de ti.
Ahora quiero llorar, porque tengo pena, y un poco de miedo. Realmente no sé dónde estoy. Pero nada más. No hay rabia ni rencor. Ya no estoy enojado tampoco. De hecho, me preocupa que quizás vivas con la culpa de algo que no tiene caso, algo que ni yo puedo explicar. Lo de la enfermería fue... la manera en que reaccioné fue... para protegerme, y protegerte a ti. Solo tengo pena West... La pena más común que comparten, creo, las personas: el que la persona que te gusta no te corresponda. ¿Lo has sentido tú?
Te quiero West... Eres hermoso, me encanta la separación de tus dientes, me hubiera gustado verla más de cerca. Y besarte. Me hubiera gustado cortarte el pelo más veces y llevarte la ropa doblada a tu habitación. Prepararte el té como te gusta y que siempre pienses que es mi mamá quien lo hace. Extrañaré de algún modo ansiar mi torpeza solo para producir un accidente que me haga acabar en tus brazos y partirme la cabeza cuando conversamos trivialidades. Me gustaba cuando conversábamos, cuando me hablabas de medicina y me acompañabas en la huerta, haciéndome preguntas sobre todo. Me gustaba también el hecho de que me hacías sentir protegido, contigo no me asustó sacar la voz para decirle que no a mi tío.
Te anhelo, te pienso bastante... Mucho... Muchísimo... Sí. Definitivamente eres uno de los pensamientos más recurrentes en mi mente en el último tiempo.
Mi cerebro no procesa bien cuando estás cerca de mí..., pero me gustas tanto que lo aguanto. Y no me alejo por más frustración que me de no saber qué hacer. Te juro que nunca me he esforzado tanto por mantener a alguien... Y aun así he metido la pata, como dice mi mamá.
Entonces lo veo. Está a mi lado. Y lloro y lo primero que hago es buscar su mano, sintiendo escalofríos instantáneamente por exponer mis dedos que se encontraban calentitos bajo las mantas.
—West... West no te vayas... a España... Quédate un poquito más... Un po... quito más... por favor... —suplico. Mi voz está tan apagada, que me frustro al deducir que probablemente West no me ha entendido.
—Aquí estoy, no me iré... No me iré.
—¿West?... ¿Qué haces aquí?... ¿No deberías estar en la clínica?
Él sonríe y niega con la cabeza.
—Pedí permiso por esta noche, para cuidarte... ¿Cómo sabes mis horarios? —sonríe extrañado—. No... ¿Sabes qué? Olvidado, no importa —susurra, arropándome nuevamente.
—Tengo... —suspiro entrecortadamente— sed.
─∙🩺∙─
Eran las doce de la noche cuando Noni aparentemente revivió. Recuerdo preguntarme si estaba soñando, porque simplemente no tenía sentido que estuviera allí sentado solo en el comedor. Su cabello refulgía ante las llamas de la chimenea, llamas danzantes que también se proyectaban en las paredes. Él las miraba desde lo lejos, taciturno como siempre, calentándose las manos agarrando la taza que tenía en frente.
Aníbal se había quedado cuidándole, consiguió alimentarlo con un poco de sopa y dijo que estuvo un poco consiente por un rato, momento en que miraron las fotos que Karmel les había enviado durante el día. Ella y Joni la estaban pasando en grande en la nieve. Luego a eso de las diez me informó que quería irse a recostar un rato, y que si podía, estuviera atento a Noni. Yo le indiqué que no se preocupara, pero que antes quería estar un rato con Romina y Rey. Entonces fui a verlos. Charlé con ella un rato, quién al igual que Anne, me cachó inquieto por algo. Sin embargo, no quise preocuparla. La verdad, me daba mucha vergüenza que ella supiera lo que me aquejaba. Romina es burlona y fiera, me hubiera hecho preguntas hasta por los codos y me hubiera regañado, como esperaba que lo hiciera Anne. Luego volví a mí habitación, dejando la puerta abierta. Estuve un buen rato con mi computador, adoptando posturas distintas, luego me mudé de mi escritorio a mi cama, donde comenzó a darme muchísimo sueño. Me dije que cerraría los ojos solo un momento, no dormiría, solo descansaría.
Tengo que estar pendiente... de Noni...
Dormí como condenado.
Desperté sobresaltado, ya estaba totalmente oscuro y me alertó sentir como Aníbal literalmente roncaba.
No quise ver la hora, porque para qué torturarme solo. Sin embargo, lo tuve que hacer, y me di cuenta que ya había pasado la hora de los remedios de Noni. Salí rápidamente de la habitación y fue cuando lo vi. Y lo primero que sentí, fue la necesidad de regresar a mi habitación. Retroceder dos pasos y cerrar la puerta.
Tragué saliva y fui. Noni al verme, hizo eso que siempre hace: se sobresaltó. Y también, y quiero creer... se emocionó.
—¿Te bañaste? —Juro que lo iba a saludar debidamente, pero eso fue lo primero que salió de mis labios, con un tono de extrañeza.
—Uh... Sí —asintió Noni bajando la cabeza. Se estrujó un poco el cabello, suavemente, con su propia mano.
—¿Te sientes bien?
—Sí... Me siento bien.
—Tus... tus remedios... Lo siento, debías tomarlos a las...
—Lo hice. Los tomé —me interrumpió—. Cuando desperté leí la receta, estaba al lado, en el velador —explicó y yo asentí. Después de eso, no supe qué decir. No supe si sentarme junto a él... O ponerme de rodillas y pedirle que me escupiera.
Me fijé en otra cosa, que también me extrañó de sobremanera: su ropa. No traía pijama. Tenía puesto un jersey; tejido, de franjas cuyos colores eran todos distintos. Una pendra increíblemente sobria, si no la hubiese mirado con atención no hubiera deducido que era súper colorida. Y tenía puesta su jardinera, esa que usó en su cumpleaños. Calcetines de algodón blancos, y ya.
—¿No tienes frío? —pregunté. Noni negó, sonriendo levemente, con los labios juntos y los ojos cerrados—. ¿Vas a salir? —sonreí.
—No... —dijo y sonrió nervioso, agachando la cabeza—. Es que... Cuando estoy triste me gusta vestirme bien... y hacer cosas —murmuró y levantando un brazo de la mesa noté la presencia de una croquera, un lápiz y una goma—. Yo estaba... uhm... —Me indicó su croquera y yo me acerqué, rodeando la mesa para llegar a la esquina de esta y poder ver. Era un dibujo muy simétrico y realista de una hoja tipo espiga, e información escrita en el lado derecho y la parte inferior de la hoja.
—¿Tú? —preguntó mientras yo leía.
—¿Mmm? —Lo miré.
—¿Tienes frío?
Subió la vista a mi pecho. Yo bajé la vista a mi pecho, que solo cubría una camisa blanca.
—Estoy bien —dije, y sonreí ladinamente.
Algo me decía que me alejase de él, pero otra solo quería quedarse.
—Noni... —dije—. Nosotros... ¿podríamos conversar?
—Lo estamos haciendo, ¿o no? —sonrió, frunciendo el ceño.
—Sí... —sonreí—. Me refiero a... algo en particular.
—Claro.
Me senté, él me ofreció un té, pero yo no acepté.
—Yo... —respiré. Literalmente, con esa palabra, inhalé aire—. Yo quiero pedirte perdón... por lo que pasó en la enfermería —exhalé—. Sé que no es justificativo, pero yo... no comprendo por qué hice lo que hice —bajé la voz—. Por eso solo me queda decirte lo mucho que lo siento. No te quise asustar... Te juro que si pudiera volver el tiempo atrás... —suspiré, sin llegar a completar la frase. En cambio, terminé negando con la cabeza, agachando está en dirección a mi regazo. Noni guardó silencio, cabizbajo. Era claro que el tema le incomodaba igual o más que a mí.
Se lamió los labios y miró hacía el pasillo.
—No quise preocuparte, no era necesario que cambiarás tus turnos para... cuidarme.
—No... Está bien, de verdad —dije un poco abatido, Noni había ignorado mis disculpas—. No podía no... Karmel me lo pidió —dije, cambiando el rumbo de mi argumento.
—West —dijo Noni después de un silencio en el que ambos miramos en diferentes direcciones. Alcé las cejas—. ¿Qué pasó? La verdad, no recuerdo muy bien qué pasó después de lo de la enfermería.
Le conté que se había descompensado en su sala, y que Lissette y ese tal Richard me habían ido a buscar. En el momento, ella tenía los ojos llenos de lágrimas y me miraba con cierto enojo, que más tarde me alertó muchísimo cuando lo recordé. Corrí a verlo y simplemente lo recogí. Ese chico corpulento le puso su chaqueta encima, mientras Lissette quería negarse a la idea.
—Ya llamamos a su madre, debe estar por llegar —me indicó su profesora, antes de que yo pudiera llevarlo conmigo a la enfermería.
Lissette y Richard recogieron sus cosas y los tres bajamos hasta el estacionamiento. En la salida, Lissette me lanzó una mirada fulminante y ambos se despidieron de Noni, que estaba casi completamente inconsciente. Karmel llegó pronto, lo subí a la parte delantera del auto con cuidado y partieron al hospital.
—Comprendo —dijo Noni, cuando terminé de contarle.
—Me asusté muchísimo... Todos.
Guardamos silencio otra vez. Era difícil hablar y mirarnos, hasta para mí. Era difícil estar en presencia del otro. Mi mezquindad me decía que no podía irme hasta sacarle... una sonrisa. Mi inseguridad y el miedo a perderlo, me obligaban a querer dejar las cosas como antes de... de... Como siempre.
Bostecé.
—Anda a acostarte —me mandó. Yo abrí los ojos con impresión, y no pude evitar sonreír.
—No tengo sueño... Tú deberías. No tuviste que haberte levantado siquiera, ¿enserio te sientes bien?
—Me siento bien, el malestar no se ha ido del todo, pero, ¿sabes?... me siento con mucha energía, de hecho.
Asentí. Y otra vez nos quedamos en silencio.
Vamos West, habla, de cualquier cosa, cualquier cosa con la que él te pueda seguir el hilo. Puedes hacerlo...
—¿Por qué siento que estás esperando a qué diga algo? —balbuceó y se removió nervioso—. ¿Hay... hay algo? Solo dime.
—No, no —me apresuré—. Estoy pensando, eso es todo. Creo que... que me iré a mí habitación —dije torpemente, creyendo cederle el paso a la razón.
Me paré, pero...
—No, no te... —se afligió y tiró de la manga de mi camisa. Me volví hacia él, quién había alzado los ojos como un perrito.
Basta Noni... por favor.
—Digo... —bajó la cabeza, soltándome—. Buenas noches.
Entonces me harté. Me volví a sentar en la silla, bruscamente, pero no tanto como para despertar a Aníbal, me le planté de frente y hasta puse mis puños en la mesa. Inexplicable y cómicamente, Noni también se puso firme.
—Perdón. Otra vez te pido perdón... —hablé decidido, y al realizar que le había tomado la mano, la aparté de súbito—. Yo... —Bajé la cabeza— la jodí... muy feo... y siento que rompí algo que me había costado mucho construir, nuestra confianza, nuestra amistad —hablé en voz baja, cada vez más baja, hasta que casi fue un susurro. La garganta me escocia—. Lo siento... Mierda Noni, lo siento. Soy un estúpido.
—Tranquilo... Tran... quilo... Tranquilízate... Respira... —dijo aquellas palabras como si imitara a diferentes personas. Lo noté por el tono con que las pronunció. Entonces se paró rápidamente y fue a la cocina, iluminada tenuemente por el candor de la chimenea. Lo seguí y me le planté por detrás, llenó un vaso con agua (que juro pensé que me iba a tirar en la cara) y me hizo beberlo. Cosa que realmente me tranquilizó.
—Tú y la profe Alondra... ¿estarán bien? Si prefieres no contárselo yo entiendo... Yo... Yo... Yo no tengo intenciones de decírselo a nadie... West no debes preocuparte por eso, yo no soy un... yo no soy un... un soplón...
Hubiera preferido no comprender, porque me dio demasiada pena que lo único que interpretase fuese eso. Estaba pensando en mí, se preocupaba por mí y por lo que podía pasarme, sintiéndose a la vez culpable y ofendido.
Yo solo quería que me odiara...
Pero en cambio, nos abrazamos.
Me quedé algo rígido, bastante inclinado, ya que en este abrazo, él quería reconfortarme. Era un abrazo de oso al revés.
Comprendí entonces... que quizás simplemente debía cerrar la boca. Y dejar que él hablara. No buscar la manera de hacerlo hablar, no desesperarme por eso. Se muy bien que él puede hacerlo, me lo ha demostrado en muchas ocasiones. Claro y preciso como nadie.
—¿Entonces estás con la profe Alondra? —preguntó alegre... Sí, alegre. Débilmente alegre.
—Uh... —dije y nos separamos. Volví a mi postura normal y rápidamente su cabello se tiñó más oscuro. Mi maldita sombra monstruosa—. La verdad es que no —dije metiendo mis manos a los bolsillos de mis pantalones negros. Me encogí de hombros y sonreí como disculpándome por decepcionarlo.
—¿No?
—Nop.
—¿Enserio?
—Enserio —sonreí rascándome la nuca—. Nosotros solo pasamos la noche, en el aniversario... Fue divertido —dije y él asintió rápidamente, como analizando algo.
—¿Te tranquilizaste? ¿Estás mejor? —Asentí—. Yo ya no estoy molesto. Yo te perdono y tampoco me gustaría perder... esto —bajó la vista—. Siento si pensaste que estaba enojado, es que... yo estoy acostumbrado a estos tipos de caos, y cuando suceden tiendo a ser un poco indiferente al principio —dijo—. Yo choco —dijo dando un aplauso silencioso—, choco con las personas... Me meto en líos con ellas. Es normal... Ya no te preocupes.
—Lo sé, yo también a veces. Y creo... que me desespero con facilidad —sonreí e hice una mueca—, pero el miedo que me infunde perderte... perderlos... siento... que es mayor que nada en este momento —tragué saliva—. Noni estuve solo mucho, mucho tiempo. Viviendo como podía, donde podía. Realmente no me cuidaba, yo solo... sobrevivía. Cada día me sentaba a comer solo, en un apartamento que odiaba —dije y recordar tantas cosas me hizo sentir escalofríos y mucha tristeza—. Por eso cuando llegaste tú y me ofreciste que almorzáramos juntos, con Joni... volví después de mucho, muchísimo tiempo... a sentirme mucho más acompañado —sonreí levemente—. Y todo mejoró. Una vez me dije...
Me detuve, había sido suficiente. No quería espantarlo ni comenzar a llorar por abrirme tanto, o qué pensara que me estaba victimizando.
—¿Qué?
—No, es todo —sonreí y negué con la cabeza.
—Dime...
Bajé la cabeza y tragué saliva.
—Al principio... —la verdad no hallé como comenzar—. Las primeras veces, por las noches o cuando compartía con ustedes, siempre pensaba lo mismo... Que si moría pronto, que si moría en ese instante o el día siguiente no me importaría demasiado. De hecho, me sentiría feliz... contento de no haberme quedado en la miseria para siempre. —Lo miré. Y su puño me golpeó en el torso. Después de un breve shock solo reí—. Pero después llegó Romina... Supe que debía estar con ella.
—Si vuelves a pensar una cosa así —dijo Noni seriamente, de verdad, MUY SERIAMENTE—, dime.
—¿O... key? —dije y volví a reír.
Nos quedamos en silencio otra vez. Yo debía hacer esfuerzos para no reír ante ese semblante suyo tan serio. Pude haberle dicho que no se tomara las cosas muy en serio, que se las tomaba así, siempre. Pero decirle eso era como decirle que dejara de respirar. Porque es difícil cambiar la actitud de las personas. Lo que me llevó a recordar cierto tema con el que había conversado con Karmel y Aníbal. Y qué había investigado por mi cuenta en ese rato en el que estuve en mi habitación.
Leí muchas cosas al respecto, me confundí con otras y estuve todo el rato asintiendo, hablando interiormente conmigo mismo diciendo: "Sí", "Oh, ¡sí!", "Jaja, yo también hago eso", "Noni es exactamente igual", "¡Sí!". Hasta terminé en foros, pasándoseme el tiempo leyendo las historias de: o personas con Asperger, o familias o cercanos a alguien con el. Razón por la que me quedé dormido con la laptop encima.
—Oye Noni —bostecé, tapándome la boca. Él asintió, mirando el fondo de su taza atentamente— Karmel me contó —me detuve, la verdad no supe cómo sacar el tema a colación, me quedé mirando fijamente la ventana y pestañeé suavemente. Noni en esos breves segundos se quedó expectante.
Mierda.
—Que tienes Asperger. —Y simplemente... lo dije.
—Ah... —sonrió y bajó la vista—. Sí, TEA. Es... es una condición —me corrigió—. Este... Síp.
—TEA —memoricé, asintiendo con la cabeza—. ¿Por qué nunca me dijiste? ¿O si me dijiste y... lo olvidé? —sonreí.
—No sé... Bueno, honestamente, evité hablar de eso contigo. Eso es lo que no... sé, lo que no entiendo —dijo enredándose un poco—. Y la verdad no suelo decírselo a las personas. Yo solo... es que... a veces se los digo cuando ellas me preguntan, o el tema se da... Y ahora que lo pienso, no tengo muchos conocidos, entonces no hay nadie a quien decírselo —dijo pensante, bajando y alzando la vista—. Por eso.
—Entiendo —dije. Realmente tenía razón, no debía por qué habérmelo dicho. Aunque fuera una cosa que hubiera deseado saber antes.
—¿Y cuándo fue que te diagnosticaron?
—A los siete. Aunque a una edad tan temprana nunca se puede estar seguro al cien por ciento del diagnóstico. Hay que ver cómo funciona a medida que se crece. Pero... siempre fue lo mismo... En mi caso —explicó—. Es un espectro del autismo... Hay otras personas que lo explican como un nivel bajo de este o de alto funcionamiento. Afecta el área de la relación social, la comunicación. —Había leído eso en todas las cosas que vi, pero oírlo de su boca, con sus palabras, fue mucho mejor—. Cuando era pequeño no hacía muchos amigos, y los que tenía terminaban por irse siempre... Aunque creo que eso es lo normal... A mí no me llamaba mucho la atención juntarme o jugar con los demás, no se me daba, por lo que rápidamente surgió la preocupación de que yo no fuera parte del grupo. Pero, cuando era parte de el... no me gustaba. Era estresante. A todos nos gusta que nos escuchen, pero los demás siempre me hacían callar. Aun así, ahí no me importaba. Mejor me quedaba solito —sonrió levemente—. El problema fue cuando me comenzaron a molestar... Porque a mí me molestaban bastante —Noni comenzó a bajar la voz, y siguió mirando el interior de su taza atentamente, moviendo esta a veces—. Me decían cosas que no entendía... los adultos también... Cosas como que era vanidoso o arrogante... Qué era pesado, agrandado y muy feo... Feo al hablar, feo cuando respondía —se le perturbó la mirada por unos segundos—. A mí me daba rabia... Porque al parecer todas esas características solo aplicaban negativamente cuando se trataba de mí... Solo de mí... Si yo quería decirles algo, cuando yo... yo veía que ellos también eran así... sabía que debía quedarme callado o de otra manera solo me seguirían humillando más. Una vez me defendí... porque habían destrozado las cosas dentro de mi mochila... y mojado mis cuadernos... Yo me enfurecí mucho y... —sus ojos se llenaron de lágrimas, y noté lo muchísimo que le costaba aguantar estas—. Yo peleé.
Comenzó a llorar, pero siguió firme.
—Yo peleé... Yo me puse a pelear con uno... Le pegué cuando estábamos en el patio el día después y él se enojó mucho... se enojó mucho... —se preocupó, como si le asustara el puro hecho de recordarlo—. Nos suspendieron a los dos y yo lloré... tanto. Lloré mucho... Porque esa semana había un test de matemáticas que no pude hacer... Y porque me daba rabia que por culpa de él yo haya perdido el control. Yo me sentí muy mal por haberle pegado —Noni me miró fugazmente, su mentón tiritó y se afligió, pero intentó recomponerse rápidamente, cosa que resultó terriblemente mal—. Yo soñaba mucho con algún día no tener que ir más a la escuela.
Comenzó a secar sus lágrimas, que de un momento a otro habían empapado su rostro. Eran tantas, que parecía como si quisieran manar por otros lados, como su nariz o sus labios, que se hincharon y tornaron carmesí.
Comenzó a toser.
Se dio la vuelta contra el fregadero y abrió la llave para descongestionar su nariz con agua, luego se lavó las manos y yo me adelanté con la toalla de papel.
—Gracias —dijo con la voz cortada—. Soy asqueroso cuando lloro —dijo débilmente mientras se secaba las manos y la cara.
—No eres asqueroso —dije y sonreí de lado, él suspiró y se calmó—. Puedes seguir hablando conmigo de esto si quieres. Y si no quieres... pues no.
Noni asintió, cerrando los ojos por un segundo.
—Por todo eso del pasado, todo lo malo... yo decidí cambiar... No es que no me guste la gente, pero tuve que crear un mecanismo que me evitase todos esos problemas innecesarios que me estresaban. Entonces comprendí que lo primero era... yo —Noni se apuntó a sí mismo—. Entonces yo investigué, yo aprendí sobre mí... Me comprendí y comprendí la manera en la que funcionaba mi cerebro, qué es lo que pasa con él. Leí muchísimo... Me informé y estudié a mí mismo —mordió su labio, y asintió. Estaba pensando aceleradamente. Yo tomé su mano, que se había posado por inercia sobre mi pecho. Soltó una exhalación y sonrió levemente, frunciendo los labios. En ese momento no me importó que estuviéramos tan cerca—. No me es fácil congeniar con... nadie —dijo como en un suspiro—. A veces imito todo lo que hacen los demás —sonrió—. Cuando te conocí vi muchas cosas que haces qué me parecen muy buen material para replicar —ambos sonreímos. Yo extrañado, pero encantado—. Por esa misma razón... Tú... Tú... Conocerte a ti fue un poco... como raro —ladeó la cabeza a la derecha—. Porque siempre fuiste amable conmigo... Desde el principio me gustó mucho y llamó la atención tu actitud... Cuando conversábamos, y me escuchabas así tranquilo... Eres tranquilo, pero a la vez muy alegre y eso me gusta mucho —sonrió tembloroso—. Eventual y evidentemente todo eso hizo que me enamorara de ti. Y luego conocí a Lissette, quién también fue genial, y aunque he tenido algunos problemas este año ha sido muy bueno, porque contigo aquí... Es decir... O sea... Yo... Yo no... Yo...
Mi corazón había dejado de latir, mis ojos no se cerraban por la impresión y me había quedado tieso por la conmoción. Noni se había quedado paralizado en la palabra "yo", realizando, creo un poco tardíamente, lo que había dicho.
Quise reír, quise gritar, quise desaparecer. Y en mi mente solo tenía una pregunta corta, pero titánica: ¿qué?
No me podía ni imaginar que estaba sintiendo Noni en ese instante.
Carraspeé y él abrió la boca para decir algo, pero nada salió. Lo que llenaba el silencio, era el crepitar de las llamas.
—Yo soy de tener bastantes conocidos, de hacerme amigos en el transporte público —dije y sonreí—, pero las personas que de verdad están para mí las puedo contar con los dedos —hablé despacio, relajado, retomando el tema sin más, para que Noni no entrara en más pánico del que ya estaba.
Él asintió, cabeza gacha, intentando ponerse serio.
—¿Yo...? ¿Yo te gusto? —susurré, sin poder contenerme. Noni ladeó la cabeza y se puso firme, agarrando fuerzas, aunque siguiera totalmente enervado.
Asintió. Y juro que olvidé como respirar.
—Sí —confirmó en voz baja, y tragó saliva.
—Ah...
No me lograba entrar en la cabeza.
Admito que me incomodé un poco, pero no por su confesión, sino porque no sabía qué... pensar. Qué correctamente pensar. Solo atiné a sentirme más fatal que antes, porque no había que analizar tanto para descifrar que lo de la enfermería le había roto el corazón. Él confiaba en mí, en ese momento él quería estar conmigo, allí, abrazarme y yo, solo lo confundí y asusté.
Sin embargo, el tema solo llegó hasta ahí, por ese momento. Hablamos por mucho rato, lo sé porque se le secó el pelo por completo. El fuego no se apagaba y afuera llovía a chusos. Noni se veía bien, solo tosía de vez en cuando. Terminamos hablando de mí, y le conté mi historia. Le conté de mis padres y hermanos mayores, de Mariely y nuestra casa. Le comenté sobre cómo Romina había caído en las drogas, ido de mi vida y vuelto. Lloré... Lloré y eso que me controlé. Hablar con él me dio demasiada tristeza, creo porque nunca nadie me había escuchado con tanta devoción. Y desde las veces que le había comentado el tema a Anne hacía mucho tiempo. Tiempo en el que habían pasado muchas más cosas que me había guardado.
No podía evitar hacer comentarios sarcásticos o burlarme de vez en cuando de mí mismo. Noni nunca se rio, lo que me dejaba en una posición un tanto incómoda, pero ese siempre había sido mi mecanismo de defensa.
Hasta que me rompí de lleno, cuando él me abrazó torpe y bruscamente. En ese momento reí por lo bajo y le expliqué que estaba bien, le dije muchas veces que estaba bien... Pero empecé a hipar como un niño en su hombro. Me avergoncé, pero no me quise ir más. Un abrazo nunca me había reconfortado tanto. Nunca nadie me había reconfortado tanto. Noni aguantaba las lágrimas como un campeón, me explicó que le daba muchísima pena verme llorar, que no tenía ni la menor idea de qué decir, que lo estaba procesando todo. Yo le pedí por favor que si podíamos, simplemente nos siguiéramos abrazando.
Cuando nos separamos limpié mi rostro, suspiré y me calmé lentamente.
—West yo te dije que me gustas —murmuró—. Y ahora... yo quisiera saber si hay alguna posibilidad de que... —hizo una mueca y pasó saliva—. Yo a ti... ¿te gusto? Románticamente.
Hubo un breve silencio en el que quise aclarar mi mente.
—Noni yo... —dije gravemente— no termino de entender qué pasó en la enfermería, y no... no sé —susurré, mordí mi labio—, pero creo... —negué con la cabeza— creo que no.
Noni frunció los labios y sonrió como haciendo una mueca, asintiendo con la cabeza. Sus ojos se cristalizaron.
—Okey... Gracias —volvió a asentir. Sorbió su nariz y miró su celular—. Es muy tarde... Creo que me iré a acostar.
—Sí, yo también.
—Está bien —susurró.
—Cualquier cosa me llamas, me gritas, me golpeas la pared, no lo sé —sonreí, y él asintió. Al ver que se giraba para enjuagar la taza, y una lágrima solitaria que corría por su mejilla, me retiré antes.
Al llegar a mi habitación, pasé al baño para lavar mi rostro y mis dientes. Apagué mi laptop, cerré las cortinas, apagué la lampara y me tiré de espaldas en la cama para pensar. Solo pensar y seguir pensando.
Por qué no lo abracé un poco más...
Me senté de golpe. Fruncí el ceño y tragué saliva. Me quedé en esa posición un rato, con la pierna inquieta mirando hacia la puerta, sintiendo como Aníbal seguía roncando.
Iba a sacarme los zapatos y meterme a la cama de una buena vez, pero me detuve.
—¿Por qué...? —gruñí, fregándome el ojo izquierdo con la palma de mi mano.
Me paré y salí al pasillo otra vez, rápida pero silenciosamente. Y lo vi, seguía allí. Mierda, seguía allí...
Sentí ansiedad. Noni estaba sentado en el posabrazos del sillón isla del salón, mirando las llamas y calentándose las manos acercándolas a la chimenea, que tenía prácticamente a un metro.
Tomé aire y caminé hasta que salí de la sombra del pasillo. Él se percató de mi presencia.
—¿Todavía aquí? —dije y me acerqué a él.
—Sí... Realmente no tengo sueño, te mentí —bajó la vista cuando llegué frente a él—. ¿No puedes dormir? —Negué e hice una mueca.
Nos quedamos en silencio.
—Noni —lo llamé en voz baja, chasqueante, él se volvió en mi dirección, pero no me miró—. ¿Por qué...? ¿Por qué yo? Perdón, es que no entiendo por qué te podría gustar... yo —sonreí sintiéndome extrañado, un poco apenado, pero también muy especial.
—Me haces sentir bien... y seguro. Siento que nunca te burlarías de mí, al menos no para hacerme sentir mal... Si es que eso es posible —dedujo—. Cuando te conocí fue extraño. Recuerdo que estaba paralizado por lo de la espina.
—Sí me acuerdo —susurré y mordí mi labio. Sonreí.
Noni bajó la cabeza incómodo, pero tranquilo. Sentí desesperación dentro de mí, y apreté los puños, que se encontraban dentro de los bolsillos de mi pantalón.
—Noni —susurré, él arqueó las cejas—. ¿No te parece...? ¿No sientes...? —Tomé aire suavemente—. ¿Cómo que nos debemos un beso? —Sus ojos se abrieron con vehemencia, y se sonrojó hasta las orejas—. Podría ser —sonreí, soltando el aire.
Abrió la boca, pero no dijo nada. Probablemente lo estaba sacando de quicio, haciéndolo dudar, me estaba odiando... Pero no se me había ocurrido otra manera de pedírselo. De concretar aquello.
Noni asintió, con los ojos turbados, pero decididos al igual que yo.
Y lo que siguió... fue inmutes.
No supe qué hacer. Ni él. Fueron los segundos más incómodos de mi vida, en los que él, cabeza gacha fruncía los labios, rígido.
Me acerqué. Pero volví a alejarme. No, así no.
Así tampoco.
Qué tal sí... NO.
Pedí que me tragara la tierra. Y estaba a punto de salir arrancando cuando simplemente sentí el impulso.
Bufé por la nariz, relajé el rostro y fui. Supe que la lentitud de un beso no funcionaría para nosotros.
Me agaché, busqué el ángulo de su boca y rápidamente lo agarré desprevenido cuando respingaba por haberme acercado tanto a él. Por reflejo se echó para atrás, pero yo seguí presionando mi boca contra la suya. Ambos teníamos los ojos abiertos, los de él expectantes, pestañeando caricaturescamente, y los míos simplemente abiertos, mirando los suyos tan de cerca como siempre había querido. Entonces Noni los apretó, como si recién ahí se hubiera dado cuenta que lo estaba besando. Los volvió a abrir, afligiendo el ceño. Yo moví mis labios, él los suyos, temblando.
Calidez... fue lo primero que sentí cuando realmente me concentré. Y dulzor.
Sus ojos se fueron lenta y trabajosamente relajando. Tuvo muchas emociones en un segundo, sus cejas expresaron todas, cosa que me hizo bastante gracia.
Hasta que por fin... cedió.
Solo y poco después de que cerró los ojos y comprobé que su semblante estaba tan relajado como siempre, cerré los míos. Y fue como abrir una puerta hacía un lugar... maravilloso.
Me derretí.
Ay Dios mío...
Noni ahora lo sé... Sí... No quiero seguir engañándome a mí mismo. Ya no más.
Tú eres mi única debilidad.
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AAHHHAHHAHAHSHSHSHSHSDHHFJNiyfebaILFYbaOHLWIbqoiJDIUHJDHEIURNWJBniuohYGBAHAHHHAHhbj
Ejem, ejem. Estoy bien.
Holaa, ¿cómo están? Les extrañé demasiado, literalmente pasó más de un mes desde que no actualizaba y eso amerita un gran perdón.
Si no quieren leer el siguiente cap. no hay ningún problema, no se perderán de nada. De hecho, probablemente lo titule como un extra. Espero me comprendan, es que la verdad en este momento no quiero ponerle la etiqueta de Contenido Adulto a esta historia :cc Entonces he aquí las advertencias, antes las ponía al principio de los caps. pero ya no me gusta esa modalidad.
Muchísimas gracias por leer, un saludo grande y nos vemoos❤
—Dolly
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