20 "Siempre protegeré a Noni"
Sucede que estos días no solo me acordé del tío Is porque Lissette me haya preguntado por mi primer beso. Sino porque en una charla con mis padres durante una cena, había surgido el tema de que estaba buscando insumos nuevos para su negocio. Días después, mi madre y él hablaron por llamada. Una llamada en la que mamá se pasó removiéndose incómoda.
No había podido rechazarla. Después de diez años ya no podía seguir evitando a su hermano.
El celular de mamá suena fuerte, desde el living podía escuchar lo que le decía el tío Is a través de la línea.
—¡No te preocupes por eso Karmel! —dijo, cuando mi madre le explicó que no había espacio en el hostal para que se quedara—. Paso a saludar y me voy, ¿vale? Para ver a mis sobrinos, nada más.
Apreté las cartas en mis manos y rápidamente me bajó la tensión. Un silencio y angustia se había formado por parte de la familia, exceptuando a Joni, quien parecía emocionado con la idea. Lissette y West nos miraban confundidos.
Cuando mi mirada se posó en papá, fugazmente negué con la cabeza de manera disimulada. Él se removió serio y acomodó sus lentes, signo de alerta. El tío Is seguía insistiendo en que solo pasaría a saludar y se iría. Mamá me miró, miró a papá, luego otra vez a mí. Comprendí que la decisión recaía en mí. Entonces, encogiendo un hombro, asentí con la cabeza alzando las cejas. Vi a mamá cerrar los ojos y suspirar despacio, seguido le dijo al tío Is que estaba bien, tomó las llaves y salió por la puerta.
Lo hice por mamá... Yo había sido el que el otro día la había visto llorar cuando colgó con el tío Is. Odiaba esa imagen.
En eso, pensé en la relación de West con su hermana Romina. En sus discusiones, en sus risas, en su cariño. En lo contento que se veía West desde que ella volvió a su vida... Volvió.
Por Joni. Quien anhelaba ver al tío Is aunque probablemente no lo recordaba. Había preguntado tanto por él todos estos años, que sabía que no le era irrelevante. Pensé en su rehabilitación, en su nueva vida...
Al final pensé en mí. Y aunque tenía claro el hecho que había pasado muchísimo tiempo de lo ocurrido, y que sentir tanto rencor no era sano... nada de eso me importaba. Simplemente no quería verlo.
Me paré estrepitosamente, casi me caí, pero me agarré al posa brazos del sillón en el que estaba West. Él me sujetó por mi antebrazo.
—Cuidado... —sonrió mirándome preocupado. Asentí y fui al comedor, donde papá se me acercó.
—Hijo, ¿estás bien? ¿Está bien si...? —dijo en voz baja, posando sus manos en mis brazos para que le prestará mayor atención. Estaba más alterado que yo.
—Sí está bien... —asentí, sintiendo como papá presionaba mis brazos con sus dedos.
Sentí como la puerta de abajo se abrió y mi vejiga se apretó. Rápidamente fui al baño y me encerré allí. Realmente no quería orinar, pero igualmente hice la acción como si fuera a hacerlo, hasta me lavé las manos y todo. Me miré en el espejo, hallándome todo despeinado.
—¡Joni! ¡Oh pequeño, qué grande estás! —lo escuché desde el living... Era él. Era el tío Iskandar.
Suspiré, refresqué mi rostro con agua e intenté peinarme un poco. Sencillamente quería ganar tiempo para no salir.
—Aníbal —sentí como se saludaron con mi padre.
—Hola —escuché decir a Lissette amablemente.
—Buenas, ¿señorita...?
—Lissette —se presentó.
Algo comenzó a hablar con mi padre, sobre el tráfico. Luego sentí como se saludaron con West.
—Buenas noches —dijo él.
—Hola —dijo el tío Is con un tono de voz que reflejaba intriga.
Me volví a mirar al espejo, estaba poniéndome rojo, y si no hacía el esfuerzo de apretar mis dientes, empezaba a tiritar. Tragué saliva y sentí como dejaban cosas en la mesa y seguían conversando.
Suspiré y saqué el pestillo, me lavé las manos una vez más y me las sequé lentamente.
—¿Y el cumpleañero? —lo escuché decir, mientras su voz iba bajando de volumen, probablemente estaba entrando a la cocina.
Pasó un minuto más en el que temblé, arrepentido por aceptar que ese hombre entrara en nuestra casa. Pero logré calmarme, no sé cómo, pero lo logré. Salí y comencé a caminar por el oscuro pasillo hasta el comedor. Con cada paso que daba sentía como si fuera perdiendo el aire un poco más.
Lo vi sentado en la mesa y este al verme abrió los ojos y la boca con impresión.
—Hola tío.
—Noni... ¡Hola! —dijo. Me acerqué y me abrazó. Rápidamente me tensé, posando mi mano en su espalda.
Cuando agitó mi cabello con su mano, me hice para atrás con violencia.
Quiero creer que no se vio como si quisiera arrancar a toda costa, sino como el típico abrazo incómodo que te da un familiar que da abrazos innecesarios.
De camino a la cocina choqué con West, que llevaba un plato de comida a la mesa. Él me agarró por segunda vez consecutiva, volviendo a mirarme con aquella sonrisa preocupada. Yo otra vez me vi aferrándome a alguna parte de su cuerpo, ahora fue su brazo.
—Cuidado, cuidado —dijo, y yo asentí ido.
Junto a Lissette nos servimos más jugo de manzana. Aunque me encontrara dándole la espalda, contra la mesada, podía sentir al tío Is mirándome, siguiendo cada paso, cada movimiento que hacía con sus ojos.
—Noni está demasiado grande... Pero sigue igual que la última vez que lo vi —lo sentí decir. Me sentí confundido y asqueado... Su frase en sí era contradictoria, pero tenía un sentido.
«¿Eso significa que yo aún le gusto?... ¿Acaso está feliz de que me haya desarrollado poco?... ¿Eso es? ¿Y me agitó el pelo porque sabe que eso me pone de los nervios, verdad?...», comencé a pensar.
—Lo odio —pensé en voz alta. Lissette me quedó mirando atentamente, sorprendida.
—¿A quién? —susurró, mirando a todos lados mientras una sonrisa se iba asomando en su rostro.
Negué, nervioso.
La hora de la comida pasó sin mayor incomodidad. Mi madre conversó mucho con el tío Is, yo me senté al lado de Lissette y Joni, estos dos siguieron bromearon, pero yo ya no tenía el mismo ánimo de antes. Todos estaban relativamente de buen humor, disfrutando la comida de mamá, del delicioso y hermoso pastel. Yo me mantuve callado, y tranquilo de notar después de un rato que el tío Is ya no me miraba, no me prestaba atención. Estaba muy ensimismado conversando con mi madre.
Mamá sonrió algunas veces, lo cual me recordaba porque había aceptado que el tío Is estuviera en esa cena. A ratos la observaba compartiendo miradas discretas con mi padre. Ambos estaban nerviosos.
En conclusión, que los que mejor se la pasaron fueron Lissette y Joni, pero eso no significa que yo no haya disfrutado. De hecho, pese a la mucha tensión y angustia que me generaba la presencia del tío Is, estaba tranquilo, estaba alegre de estar rodeado de personas que me querían, festejaban y estaban para mí en ese momento. Lissette había sacrificado un viernes por la noche donde seguramente solo quería llegar a acostarse a su cama, o quizás alguna salida más entretenida con sus amigas. Joni se había retirado de la práctica más temprano y ayudado a hacer el pastel. Papá y mamá intentaron desocuparse más temprano y nunca los había visto tan organizados. Y West... West estaba allí también, fuera de su habitación, bostezando a ratos y un poco distanciado de todos, pero allí conmigo.
Noté entonces lo triste que me ponía no saber cómo incluirlo en la conversación. Y ver que mis padres tampoco en la suya con el tío Is. Probablemente no quisiera estar allí, pero para no hacerme sentir mal seguía en la silla, mirando a ratos su celular mientras seguía tomando té y comía pastel. Ya había engullido dos rebanadas.
Cuando fueron las diez menos un cuarto caímos en cuenta de lo tarde que se había hecho. Cómo si lo hubiéramos pensado al mismo tiempo, Lissette y yo nos páramos. Llamó a su madre, quién supuestamente la pasaría a buscar a las diez y media (justo se había retrasado), agarró su mochila y se puso su chaqueta, yo me puse un cortaviento y a nuestra patota se sumó Joni. Ir a dejar a alguien al paradero nunca resultó tan divertido. Lissette se despidió de todos, mamá insistió en que se llevara un paraguas y salimos los tres del hostal. Caminamos hacia el paradero del centro, Joni de mi mano y Lissette de la otra, cosa que dijo necesaria, explicando que ahora yo era el mayor de edad responsable y me correspondía cuidarlos.
Sonreí cuando dijo eso, ellos se carcajearon.
Esperamos a la mamá de Lissette y cuando vino el auto me dio un medio-abrazo. Me rodeó con un brazo solamente, al tener el otro ocupado con el paraguas. Quise hacer el mismo gesto, pero fui torpe.
—Adiós —se despidió sonriente, desde el auto. Joni y yo agitamos la mano y Lissette se fue.
Cuando volvimos al hostal Joni corrió escaleras arriba. Nos encontramos con que ya habían recogido gran parte de la mesa, solo quedaban unos tés tibios. Mamá y papá tuvieron que bajar al primer piso a ver a algunos huéspedes, cosa entendible, no podían dejar tanto rato la gestión del hostal sola. Joni se quedó en la sala con West y el tío Is siguió en su puesto, mandando, me pareció, un mensaje de texto.
Entré a la cocina sin prender la luz, puesto que la del comedor y el living iluminaban lo suficiente para que pudiera ver dónde pisaba. Llevé los últimos platos al fregadero, me quité el cortaviento y metí este a la secadora. Mientras veía al patio desde la ventana, sentí una mano en mi espalda que me hizo girar sobresaltado.
Fue un cortísimo instante, en el que daba por seguro que me encontraría con West, ya que él me había asustado de esa manera, no intencionalmente, muchas veces. Porque puede que sea grande, imposible de pasar desapercibido, pero es muy silencioso al moverse.
Pero no, era el tío Is.
—Eh... Tranquilo —sonrío y dejó en el fregadero un tazón amarillo. Tragué saliva e intenté sonreír, pero los nervios que me sobrecogieron instantáneamente me lo hicieron imposible.
Bajé la vista y pensé en cómo irme, pero el tío Is no se movía, yo estaba contra el fregadero y él frente a mí. Supe entonces, que querría conversar.
—Feliz cumpleaños —dijo animado.
—Gracias tío —dije entrecortadamente. Y sonreí apretando los labios.
—Ten... —dijo y de su bolsillo sacó unos treinta billetes, lo sé porque más tarde los conté, pero aún sin haberlo hecho parecía mucho dinero. Abrí los ojos con impresión y negué con la cabeza rápidamente.
—Oh, no... Gracias tío, pero no es necesario.
—Vamos, tómalos. Es mi regalo para ti —dijo buscando tomar mi mano, que yo retiraba constantemente.
—Pero no lo aceptaré... Gracias, pero no.
—Ay... —se quejó, y chasqueando la lengua tomó mi muñeca con fuerza, cosa que no la retirara. Depósito en mi mano el dinero—. Guárdatelos bien —dijo hablando bajito. Mientras ya sentía ese punto en que los nervios prontamente me harían temblar. Aquel gesto tan brusco me había asustado.
Tenía miedo. Y que haya hecho aquello de darme cosas de esa manera, como a escondidas, me trajo a la mente otra vez los recuerdos de mi infancia a su lado.
—No puedo creer que seas tú —dijo mientras yo no sabía qué hacer con los billetes en mi mano. Si guardarlos o si escupirlos y tirárselos a la cara para que supiera que no quería nada que viniera de él.
Me encontré deseándole mal a alguien, entonces supe que la cosa era sería.
—Le comentaba a tu madre que estás igual, solo que alto... Aunque aún no pasas a tu tío... —dijo y comenzó a acercarse.
Quise desaparecer. Mi garganta comenzó a arder y mi corazón a latir con fuerza. Me sentí inmensamente desprotegido. Alcancé a correrme hacía el lado derecho de la mesada y asentí fingiendo una sonrisa. Creí que si guardaba silencio, él prontamente se aburriría y volvería al comedor, pero no funcionó. Volvió a situarse frente a mí y me miró.
—Tantos años sin vernos... Siento mucho si te incómodo, pero es que no puedo evitar querer estar contigo. Necesitaba ver a mis sobrinos. Soy parte de la familia Noni, siempre será así. —Tomó mi mano y la acercó a sí. Afligí el ceño por un segundo, sin poderme mover—. ¿Comprendes eso, verdad mi chico? Las familias por más, por más que se peleen... nunca dejan de quererse... Estamos unidos.
El miedo terminó de paralizarme.
—¿Lo sabes verdad?
—Sí... —dije débilmente, él alzó las cejas intrigado—. Sí... —levanté la voz—. Si lo cree así... bien por usted —dije, y él sonrió divertido.
—¿Te has cuidado mi chico? ¿Has tenido problemas en el colegio? ¿Dónde sea?
Me vi asintiendo con la cabeza.
—He estado muy bien tío —quise arreglarlo.
—Esa carita me dice otra cosa —dijo y pude por fin retirar mi mano—. Recuerda que cualquier cosa, cualquier cosa —dijo enfatizando el tono de su voz—, se la puedes contar a tu tío. Ten siempre eso presente mi chico.
«No», quise responderle.
—Ya... —suspiró y miró la hora en su reloj. Acto que me esperanzó, debía irse—. ¡Mira que tarde se hizo! Menos mal que solamente pasaría a saludar.
—Sí... La hora pasó rápido.
Tragué saliva y miré mis pies.
—¿Hay un abrazo para tu tío? —preguntó triste, alzando las cejas intrigado. Tragué saliva y negué.
—Yo preferiría que no, tío.
—¿No?
—No... Yo...
—¿Ya no me quieres verdad? ¿Eh, chico? ¿Estoy muy viejo? Me volví aburrido y anticuado, lo sé... Bueno, es que tú también debes estar interesado en otras cosas... Yo ya no importó... Mi sobrino menor ahora es el único que me hace caso —suspiró tristemente.
—Lo... siento —hablé con la voz entrecortada.
—Vamos... Es lo único que te pido, y no te vuelvo a molestar —dijo acercándose.
Me rodeó con sus brazos, yo posé mis manos en su espalda y sentí los mismos aromas que de pequeño: cigarrillos y perfume Quorum... Ambos demasiado fuertes y asquerosos viniendo de él.
Mis dientes castañearon. Y él lo sintió, porque apretó mis brazos y los sobó con una tortuosa delicadeza, volviéndose peor la incomodidad. El miedo me estaba haciendo temblar las piernas.
—Disculpa interrumpir... —sentimos la voz de West, y el tío Is básicamente me empujó contra la mesada.
—Uf... —suspiró el tío Is llevándose una mano al pecho, saliendo del susto—. No sabía que los huéspedes ahora tenían tantas libertades en este piso —dijo y West se limitó a sonreír como diciendo "Así no más está la cosa". Mi mente proceso inmediatamente una respuesta, pero en ese entonces me sentía tan nervioso que no le respondí como corresponde.
—Noni —dijo West posando su mano en mi brazo suave pero firmemente—. Me gustaría reservarle un pedazo de pastel a Romina. ¿Puedo, señor cumpleañero? —me dijo con una sonrisa, y seguido me guiñó el ojo sutilmente.
Sin ironizar, estuve a punto de desmallarme. Sentir emociones tan distintas en tan poco tiempo con personas que me generan emociones y confianzas tan diferentes... Hizo desestabilizarme más aún.
—Claro... —dije, y saqué el pastel de la nevera. Me fijé en que el tío Is miraba a West un tanto irritado. Pero a West no le importó, simplemente lo ignoraba.
—Iré a ver el primer piso, me gustaría ver cuanto a cambiado este lugar desde mi jefatura —dijo el tío Is queriendo llamar nuestra atención. Yo asentí con la cabeza concentrado en cortar el pastel. West, quién se encontraba atrás mío, río y me ayudó, guiando mi mano sujetando mi muñeca—. ¿Vienes conmigo Noni?
—Mis padres están abajo tío —dije tímida, pero tajantemente. Me seguía enervando su presencia allí, pero que West estuviera conmigo me daba seguridad.
—También... Tienes toda la razón —atinó.
Cuando se fue el tío Is, West dejó de tener esa sonrisa en la cara. Y la verdad, se veía algo nervioso.
Iba a buscar un recipiente para poner el pedazo de pastel, pero West me detuvo.
—Noni no era verdad, lo del pastel... No te preocupes —dijo y fruncí el ceño.
—Pero... si Romina quiere... Se puede acabar pronto, Lissette ya se llevó un pedazo, mi tío probablemente se llevé uno también... —balbuceé.
—No... solo quería estar contigo a solas. Siento si estabas conversando algo importante con tu tío.
Agaché la cabeza y asentí con esta mientras me dirigía al lavaplatos, mis dedos habían quedado manchados de pastel. No supe que responder, estaba pensando bastantes cosas, intentando comprender otras. Y estaba el hecho que ya de por sí la presencia de West me tuviera nervioso y acalorado.
Me lavé las manos.
Deseé estar solo en mi cuarto, como siempre a esa hora. Con la consciencia tranquila de que el tío Is no estaba. De qué Joni estaba seguro.
─∙🩺∙─
—Noni... —dije preocupado. Noni giró, quedando apoyado contra el lavaplatos—. ¿Estás bien?
No pareció escucharme o prestarme atención. Tomó mi brazo derecho e inclinó la cabeza para mirar por sobre este. Me hice a un lado y también miré hacía donde él quería ver: la puerta de la cocina.
—¿Joni está en el living?... —balbuceó mirando hacia allá, ignorando mi pregunta.
—Creo que sigue ahí —dije volviéndome hacía él. Asintió y me di cuenta que también lo había agarrado de los brazos. Me alejé rápidamente y tragué saliva.
Suspiró, como si estuviera entre irritado y apenado.
—Oye... feliz cumpleaños —dije y sonreí. Recién ahí, sentí que Noni me prestó real atención. Pareció como si me mirara, y alzó las cejas.
—Ah... gracias —dijo no muy animado, y bajó la vista—. Gracias... —repitió.
Pasé saliva.
—Noni... Uhm... —comencé, cuando ni siquiera sabía que iba a decir—. Te debo el regalo... La verdad, tenía presente que se acercaba tu cumpleaños, pero se me olvidó que era hoy —hablé bajo, e hice una mueca.
—Oh... No debes preocuparte por eso... El mejor regalo fue tener tu presencia —dijo e inclinó la cabeza como un perrito—. Digo, estar con mis ami... gos —dijo aquello último dudoso, como si me lo preguntara, el si éramos amigos.
Debo decir que mi corazón se derritió. Porque viniendo aquellas palabras de Noni, sabía que no eran para hacerme sentir mejor o algo por el estilo. Eran tan honestas como todo lo que dice.
—Bueno... Aun así, te lo debo.
Lo que pasó a continuación se quedará grabado en mi memoria hasta que la senilidad me la vaya marchitando con el paso de la vejez. Algo que las risas de mis nietos, si es que tengo, me harán recordar. Sencillamente, cualquier cosa que me infunda ternura e inocencia.
Noni comenzó a reír. A reír auténticamente. Era la primera vez que lo veía reír, no solo sonreír un poco más de lo normal, que ya de por sí es muy poco común. Me pareció tan poco usual, que al principio creía que estaba angustiado por algo, o qué algo le dolía y se estaba quejando. Al sonreír mostrando los dientes, su labio superior se adhirió un poco a sus dientes, y arrugó ligeramente la nariz. Sus ojos parecían que estaban completamente cerrados y sus hombros se movían al ritmo de espasmos rápidos que su pecho emitía.
Apenas hacía ruido. Apenas se reía. Pero era tan bonito verlo hacerlo.
—¿Qué...? —sonreí, desconcertado, pero solo siguió riendo, abrazándose a sí mismo. Necesitaba saber qué era lo que había dicho para tener una idea de que es lo que hace que se ría así. Negó con la cabeza y tragó saliva.
—Es que... —sonrió—, eres muy terco... Se supone que yo lo soy... Tú mismo me lo has dicho... Eso me hace mucha gracia a mí... Me hace mucha gracia —dijo tímidamente, y junto los labios reprimiendo una risilla.
Sonreí y me encogí de hombros asintiendo con la cabeza, no podía negar una verdad irrefutable.
Luego siguió un silencio en el que Noni se fue calmado, hasta casi adoptar su expresión de indiferencia habitual. Digo casi, porque de hecho siguió sonriendo un poco.
Entonces, volví a hablar.
—Esto sonará muy cliché... —sonreí—, pero he estado llegando agotadísimo de la práctica... Y entiendo que estás en época de exámenes... Por eso, por favor no creas que me he querido distanciar de ustedes... De ti.
—Lo he notado, el que llegues cansado... Y sí, yo también he estado bastante ocupado. Pero no logro entender por qué... Qué fue... Qué hice para que te alejaras... Lo noté, no era como que... no quisieras alejarte de nosotros... era solo de mí. No te estoy reprimiendo nada, pero es que... me confundí mucho.
Como siempre tenía las cosas claras, y no se molestaba en decírmelas a la cara. Me sentí fatal. Me sentí malo.
—Lo sé... Lo siento... Es solo que me sentí... cómo presionado —dije y sonreí de lado—. Presagié que si después de ese altercado que tuvimos aquella noche, hubiéramos seguido como si nada... la próxima vez sería peor —hablé honestamente, desde el corazón—. Lo menos que quiero es... que estemos mal.
—Entiendo...
—La falta de sueño quizá también me ha afectado un poco. También Romina, que me tenía muy preocupado. —Suspiré—. En conclusión, andaba con la cabeza a mil... Soy un poco explosivo bajo estrés, y como te digo, no quería arriesgarme a que tuviéramos otro problema.
Noni asintió. Y aunque no pude ver sus ojos, sentí que me miró compasivamente, aliviado al igual que yo.
—¿Has estado durmiendo mal?
—Todos los días. Con suerte duermo unas cuatro horas... Es horrible sentirse cansado y con sueño, pero no poder dormir —dije y me refregué el ojo izquierdo con la palma de mi mano izquierda.
—Un té de manzanilla te podría ayudar. Eso toma mi padre cuando no puede dormir... o cuando le da migraña.
Sonreí y asentí atento.
Puso agua a hervir y filtró un poco de manzanilla en una tacita con el colador. Mientras hacía todo eso, miré su espalda, pequeña en comparación a la mía. También miré su jardinera y la camisa color damasco que traía puestas. Ese color le quedaba... muy bien. Se veía muy bonito, se veía tierno..., pero no sé lo dije así, porque decirle que se veía adorable con esa ropa se hubiera oído extraño. Como si me burlara de él.
—Hoy estás muy guapo... —dije con un tono simpático. Sonreí y acerqué la taza a mis labios, para soplar un poco y no quemarme con el primer sorbo de té.
—Gracias —dijo, y seguido sonrió amablemente mirándome de arriba a abajo, como pensando algo que decir—. Tú todos los días, todo el tiempo lo estás.
Tosí, escupiendo el sorbo de té apenas entró en mi boca. Una gota de agua hirviendo me saltó en el ojo.
—Te quemaste... —se exaltó Noni y acercándose tomó el mantel para secar mis manos.
—Estoy bien, estoy bien —reí sintiendo mi cara acalorada. Me apoyé en la mesada y crucé mis piernas, dejando el té a un lado—. Qué bonito el bordado —comenté rápidamente, para auto tranquilizarme.
—Lo hizo Lissette, hace solo un rato, de hecho. Es muy buena en esas cosas —dijo mirando y tocando la pechera de su jardinera. Pestañeé repetidas veces, sintiendo que el ojo me ardía.
—Qué bueno... —iba a decir "qué bueno que tengas una amiga", pero después de analizarlo me pareció que sonaba horrible— ... que haya venido, es muy simpática.
—Sí, lo es —asintió y sonrió apretando los labios—. Fue su regalo —ladeó la cabeza y miró hacia la mesada, como pensando en ello.
Eso me hizo volver a recordar que debía disculparme. Técnicamente ya lo había hecho..., pero seguía teniendo algo atragantado.
—Noni... —lo llamé, él asintió, levantado la vista, pero sin mirarme. Estaba tan relajado, era de las pocas veces en que no le veía nervioso, se notaba más seguro y sonreía más... Y yo... yo quería seguir dándole vueltas al asunto.
Estaba convirtiéndose en un suplicio hablar, pero después de unos pocos segundos reuní las fuerzas y ya hartándome de mí mismo, hablé.
—No tengo nada para darte, ahora... Pero lo que puedo asegurarte, o recordarte... es el que estoy para ti —dije y sentí ruborizarme. Aquello había sonado demasiado cursi—. Ahora eres mayor —sonreí—, si necesitas a alguien que te ayude, alguien que te guíe... estoy para ti. A mí nadie me ayudó cuando quise irme a estudiar a otra ciudad... Nadie me advirtió algunas cosas que hubiera preferido saber antes que descubrirlas por mi propia cuenta —dije y pedí a algo, lo que fuera, que de verdad se le quedase aquello grabado—. Eso es todo lo que puedo ofrecerte. Lo haré con honestidad y transparencia, de verdad... Aunque yo sea tu última opción —terminé y noté como Noni apretaba los labios—. Sé que te espanto a veces... —dije y ambos sonreímos levemente. Noté que tenía ganas de llorar. Recordé, como muchas veces durante todos esos días, la reacción que había tenido la última vez, lo mal que me había comportado y cuanto lo había asustado—, pero necesito saber... si aún tengo tu confianza... Porque en cuanto a mí, me has hecho hasta jurar meterme en problemas con tal de ayudarte en lo que sea.
—Confío en ti, y... haré lo posible para que nunca tengas que meterte en ningún problema... por mí —dijo con la voz rasposa. Sonreí y sentí muchas ganas de abrazarlo..., pero no lo hice. Creo que a él se le pasó por la mente algo parecido, porque se acercó rápida y directamente hacía mí, pero se detuvo, sonrojándose. Me estiró la mano y yo la estreche con firmeza, como alguien que acaba de firmar un contrato.
Verlo hacerse el fuerte fue una de las cosas más adorables que he presenciado en mi vida.
La charla emotiva-reconciliadora acabó al igual que mi té, y volvimos al living. Sentándonos en la mesa, conversamos un poco más, sin advertir que Joni no estaba.
Poco después, sentí a alguien correr por las escaleras hacia arriba. Era Joni, que pasó como un rayo a su habitación tapándose la cara con las manos.
Casi al mismo tiempo nos páramos con Noni, y lo seguimos rápidamente. Sin decir nada, simplemente reaccionamos.
Alcancé a detener la puerta con mi mano, que en un portazo casi le da en la cara a Noni. Empujé esta lentamente y encontramos a Joni llorando sentado en una esquina de su cama, mirando hacia la pared.
—¿Joni? —le llamó Noni preocupado, pero a la vez tranquilo.
—Váyanse...
—Conversemos —dijo Noni entrando lentamente. Volteó y tocándose el pecho me indicó que esperara y le dejara a él. Asentí y me quedé en el umbral de la puerta.
—No...
—Quiero que conversemos —reiteró Noni y llegó hasta la cama, se sentó atrás de él y tocó su hombro mientras Joni secaba sus lágrimas con esmero, siéndole inútil.
—Ya... Ya no me miren... Los hombres no lloran.
Noni frunció el ceño.
—¿De dónde sacaste eso tan anticuado?
—Debo ser fuerte... Debo dejar de ser un niño...
—Pero eres, un niño, Joni. Eres mi hermano menor.
—Él tío Is no llora. Si se es lo suficientemente fuerte... dice... dice que... —intentó, realmente intentó contenerse, pero se echó a llorar con mayor intensidad.
—Entonces lógicamente el tío Is no sería humano, porque absolutamente todas las personas lloran. Sean hombres, mujeres, niños, adultos... Todas.
Joni giró y asintió. Verlo abrazar a su hermano, aferrándose a él con fuerza, me encogió el corazón. Noni también lo abrazó, suavemente.
—¿Por qué lloras? —noté que Noni no tenía mucha delicadeza al hablar con él, pero aun así controlaba la situación.
—Es que... es que me da mucha pena...
—¿Qué cosa?
—Noni... Tú... me vas a dejar algún día... Te vas a ir de la casa y yo me voy a quedar solo... No quiero ser egoísta, pero desearía que viviéramos juntos por siempre... No sé... No sé qué haría sin ti Noni... Tú me ayudas en todo... Con mis tareas, vas a mis prácticas, a todos mis partidos... Tú eres quien realmente me enseñó las reglas del... del rugby... no el entrenador. Solo contigo aprendo, porque tú eres quien me tiene paciencia... Vemos películas, reparas mis cosas... Tú eres la persona más genial para mí.
Tragué el nudo en mi garganta y agradecí que en ese instante yo fuera invisible para ellos, porque aunque concuerdo con Noni sobre que todas las personas lloran, hacerlo allí me habría supuesto vergüenza.
—Y... me puse a pensar en cuando mamá y papá mueran... No puedo Noni... No podré vivir si ustedes me faltan.
—¿El tío Is te dijo algo para que pensaras en eso?
Joni asintió.
—Él dijo que debía aceptarlo... Que sí o sí pasará algún día... Que será muy pronto... Y yo lo sé, pero es que... me sigue dando pena —dijo y Noni comenzó a limpiarle los ojos y la nariz con un pañuelo desechable.
—Es triste pensar en esas cosas... Sé que tienes miedo de quedarte solo, porque yo también me he sentido así, pero bueno, esto no es sobre mí, es sobre ti —comenzó a hablar Noni—. Pero no debes anticiparte a los hechos, no debes... pensar tan a futuro. Papá y mamá son sanos, nosotros también, así que moriremos cuando ya seamos viejos, sí es que no hay ningún imprevisto, claro... Eso te lo digo por si lo que te preocupa es la muerte. Pero tampoco quiero que la niegues, hay que tenerla presente, es una de las cosas más normales, de hecho. Y con respecto a que yo me vaya... —sonrió Noni sin saber muy bien qué decir, entonces volteó a verme y solicitó mi ayuda. Me acerqué lentamente y me puse de cuclillas para estar a sus alturas. Joni me miró, secando sus ojos.
—No sé si los puedo ayudar —sonreí—, pero como alguien que ha tenido contacto estrecho con la muerte de quien lo crío, y que se quedó solo sin siquiera sus hermanos, cuando recién cumplía diecinueve... Puedo decir, y no mentiré... que la pena es muy fuerte, es como ahogarse... Pero eso es porque yo no estaba preparado, lo cual no será tu caso Joni. Tú sigues y seguirás creciendo —dije y sonreí de lado. Cada palabra que dije, lo fue emocionando más y más—. Y hey... no somos tan viejos con Noni, ¿verdad? —sonreí mirándolo de reojo. Él asintió y sonrió también.
—Algún día deberemos separarnos, pero eso no será pronto, te lo digo desde ya... Aparte nunca dejaremos de ser hermanos —dijo Noni, Joni sonrió y asintió—. Joni... —le llamó Noni en voz baja—. No le hagas mucho caso al tío Is, él dice ese tipo de cosas. Ahora intenta mantener distancia de él, por favor... No quiero que te haga llorar más. —Joni asintió, y volvió a abrazar a Noni, quién intentaba secarle las últimas lágrimas que surcaban sus mejillas.
Volvimos los tres al living, por suerte Joni se había calmado lo suficiente como para que Aníbal y Karmel no advirtieran el problema. Sentí que era preferible así, ya que desde que ese caballero había llegado las cosas se habían puesto tensas, y eso hubiera hecho tensar aún más el ambiente. Estaba claro como el agua que no era una persona de fiar. Verlo acorralar a Noni en la cocina, ver al Pelirronanja asustado, terriblemente incómodo y nervioso hizo que inevitablemente quisiera interferir. Y lo que le había hecho a Joni era inconcebible. No fue sin querer, fue un acto meramente maldadoso, ¿porque quién le dice eso a un niño?
Estaba sentado en el sillón reclinable de gamuza al frente de la chimenea, sin intensiones de marcharse. Noté que Aníbal y Karmel conversaban acaloradamente desde la cocina. Aníbal tenía el ceño fruncido, producto de su clara ira, y a Karmel se le veía angustiada, intentando tranquilizarlo. Nos sentamos los tres alejados del señor Iskandar y le saqué platica a Joni, quién volvió a ser el mismo de siempre. Por su parte, Noni estaba muy serio, bueno, con su habitual inexpresividad, y de vez en cuando miraba de reojo a su tío, removiéndose nervioso.
En un momento, vi que este fingía dormitar.
—¡Uh! Iskandar, ¿viste la hora? —dijo preocupada Karmel, llamando la atención de su hermano, quién vio la hora en su reloj de muñeca. Se sobresaltó y abrió los ojos con impresión.
—¡No puede ser! Se hizo demasiado tarde.
—Es mejor que te vayas ahora, antes que empieza a llover más fuerte —dijo Karmel.
Fingía tan bien, que por un momento dudé si de verdad lo estaba diciendo. No solo actuando para deshacerse del caballero.
—Entiendo, ya quieren que me vaya —sonrió triste y suspiró. Karmel se paralizó, entonces Aníbal interfirió.
—No, hombre —dijo y le dio una palmada en la espalda—. De verdad está pronosticado un temporal, es por tu seguridad. Aparte no será la última vez que... la familia se reúna —dijo aquello último, con una notable desazón—. Y no tenemos ninguna habitación disponible para acogerte, los dos pisos están llenos.
—A menos que echemos a este muchacho —dijo indicándome. Todos me miraron, excepto Noni, quien miró a su tío indignado—. Solo bromeo, solo bromeo —dijo y me sonrió. Yo hice lo mismo, asintiendo con la cabeza—. Creí escuchar que su hermana arrienda aquí también, podría ser una opción que se quede solo por una noche con ella —dijo, pasando su dedo índice por los pellejos de su labio inferior, mirando a Aníbal y a Karmel. Luego volvió a dirigirse a mí—. No nos malentiendas, no es que no te queramos aquí, solo sería por esta noche. ¿Qué te parece?
Cuando yo me enojo: o ignoro o me dan ganas de levantar la voz y encarar a la otra persona, lo normal. Pero en ese entonces, solo podía pensar en que estaban Karmel, Aníbal, Joni y Noni presentes. La segunda reacción no era la opción.
Me sorprendió la manera en que jugó con sus palabras. Lo consiguió, consiguió manipular la situación a su gusto y dejarme en una posición en la que no pude hacer nada más que asentir con la cabeza, fingiendo una sonrisa amable.
Sentía tanto toda esa fuerte emoción, que no se me pasó por la cabeza que en realidad, no había ninguna cama a la que pudiera ir con mi hermana. Romina seguía en el hospital y no iba a dormir con el viejito que arrendó por el sábado su habitación.
—¡Perfecto! Espero que no duerman muy apretados. Disculpa que te importune, es lo que menos quiero.
—¡Pero Romina no está! Recuérdalo West.
Karmel es la mujer más buena del mundo.
—¡Oh! Cierto, se me olvidó. Mi hermana justo no se encuentra, hay otro huésped ocupando su habitación —hablé.
—Uf... Que mala pata —se lamentó.
—Nosotros te cedemos nuestra cama Iskandar, y a primera hora en la mañana me ofrezco para llevarte al terminal —dijo airado Aníbal. Conteniéndose de hacer probablemente algo violento.
—¡No! ¿Cómo se te ocurre? No soy un desubicado tampoco —rio y se acomodó la chaqueta—. ¿Qué tal si duermo con mi sobrino menor? —sonrió animando a Joni, palmándole los hombros. Joni, que estaba frente a él, se encogió de hombros.
Percibí que todos hablaríamos al mismo tiempo, todos cederíamos nuestras habitaciones. Pero solo alguien se atrevió a realmente, y por fin, zanjar la situación.
—No —dijo Noni fuerte y claro. Todos lo miramos—. Que Joni duerma con ustedes en la cama grande —se dirigió a sus padres—, usted tío Is, se aloja en la habitación de huéspedes y yo duermo con West.
—¿Pero qué sentido tiene? Aún estaría desocupada la cama de Jo...
—Esa manera nos acomoda a todos. —Terminó por decir Noni, ignorándolo.
Todos parecimos de acuerdo. Aníbal asintió y yo me volví hacía Karmel, que también asentía.
—Ya, entonces iré a preparar la cama. Gracias West —dijo Karmel, y rápidamente se paró.
Noté que Noni estaba tenso y sonrojado, pero aliviado. Este también se paró y fue a su habitación. En general, todos nos dispersamos.
Yo fui a ver a Rey, quien se encontraba en su casa del patio. Trasladé su edredón al garaje, un lugar cerrado y techado. Mullí su cama y se echó de espaldas para que le rascara la tripa. Mientras regaloneábamos, llamé a Romina y le conté todo lo que había pasado. Sé que no debía estresarla, pero sentía que si no me desahogaba, al volver arriba, con tan solo mirarme, golpearía al señor Iskandar.
—Viejo loco... —dijo por la línea, yo reí bajito—. West, te doy permiso para que tu macho interior salga, no te contengas... ¿Cómo te va a tratar así?
Volví a reír. Quedamos en que la iría a buscar mañana en la noche y nos despedimos.
Volví arriba preparándome mentalmente. Recién en el trayecto de las escaleras, asimilé que quizás no era lo más cómodo para todos, como había dicho Noni. Para él, por ejemplo, que probablemente solo propuso dejar las cosas así para ponerle un punto final a la situación cuanto antes.
Me encontré con Karmel en el comedor.
—Gracias West, disculpa las molestias —me dijo, casi susurrando.
—No se preocupe, yo de verdad hubiera ido a dormir con Romina, de verdad... —dije y sonreí.
—Oh, no. Esa es tu habitación, y lo sabes —me interrumpió—. Si te hubiéramos querido echar al primer piso ya lo hubiéramos hecho hace tiempo, créenos —dijo y ambos sonreímos. Nunca sabré qué hice para merecer tanta bondad de esta familia.
A veces pienso en cuál irá a ser mi karma.
Se fue a su habitación, la del fondo, no sin antes decirme que había dejado más sábanas por si nos daba frío junto a Noni.
Pasé a mí habitación, encontrándome al señor Iskandar ya acostado, sentado en mi cama, tapado con las sábanas hasta la cintura. Le sonreí sutilmente y él hizo lo mismo. Fui rápidamente al baño para sacar mi cepillo de dientes y mi pasta dental. Finalmente, haciendo la misma sonrisita forzada del principio, me dispuse a marcharme.
—Ten —dijo, me volví hacía él y arqueé las cejas. Tomó una de mis almohadas, que yo compré, con mi dinero, y la tiró al piso—. No creo que el sillón sea tan incómodo. Porque no creo que realmente vayas a dormir con mi sobrino, ¿verdad? Entiendo el aprecio que te tiene esta familia, y deberías sentirse agradecido todos los días de tu vida por ello, pero eso no significa que puedas invadir en el espacio de mi chico. —Tensé la mandíbula y noté como mi entrecejo se estaba frunciendo con fiereza lentamente—. Sí... No creas que no me di cuenta como lo miras, cómo te le acercas... cómo lo tocas como si no quisieras la cosa —dijo expresivamente—. Él es un muchacho tremendamente especial, por más amigos que sean, nunca lo entenderás como su tío lo entiende. Él es de su familia, es mío... Así que no te atrevas a corromperlo —dijo, seguido me miró de pies a cabeza despreciativamente—. Juro que no entiendo de donde saliste... De seguro eres un aprovechado, un delincuente.
Me acerqué al lecho, recogí la almohada del piso y la dejé a los pies de la cama.
Antes de irme y cerrar la puerta a mis espaldas, me volví hacía él, quién se acariciaba las manos, como si se echara crema humectante.
—No me intimida. Y por el respeto y cariño tan grande que le tengo a esta familia, no le responderé más que esto: yo nunca le haría daño ni me insinuaría a Noni, está muy equivocado en cuanto a lo que dice —hablé en voz baja—. Siempre lo protegeré, porque lo quiero y es importante para mí. Y esta noche, lo protegeré de usted —dije—. No debe preocuparse por la almohada, gracias. Noni tiene una de cabecera completa en su cama, alcanza perfectamente para los dos.
Lo último que vi fue una expresión de odio que deformó su atractivo rostro. Porque sí, es un hombre atractivo, pero con esa expresión, hasta yo me veía más lindo al lado de él. Era como un niño que quiere gritar, pero no puede, porque sus padres ya lo castigaron y no tiene sentido ponerse a berrinchar de nuevo.
No me considero una persona precisamente valiente, solo me defiendo, pero de hecho soy bastante temerario. Por lo que cuando salí al pasillo y me encerré en el baño de este, respiré hondo y llevé una mano a mi pecho, como para agarrar mi corazón antes de que saliera disparado.
Me lavé los dientes y cara. Salí del baño y caminé a la habitación de Noni. No sé por qué, pero en ese entonces vi un cartel pegado en la puerta que rezaba "PECADO ENTRAR". Y volví a escuchar al señor Iskandar diciendo «Es mío... Así que no te atrevas a corromperlo».
«Es mío... Es mío...».
Entré y me encontré con un Noni en pijama. Una camiseta manga larga blanca y un buzo sencillo color gris que le he visto varías veces. Estaba de espaldas, tocándose el cabello con mucha ligereza, mientras apagaba su ordenador. Se volvió hacía mí cuando advirtió mi presencia.
—¿Y tu pijama?
—Oh, con esto estoy bien —dije, sabiendo lo incómodo que es dormir con jeans.
—Como quieras. Pero si cambias de opinión te puedo prestar una polera muy grande que tengo.
Le agradecí y pedí prestado su cargador, que fui a buscar a su escritorio frente a la ventana. Tomé aire y giré con las manos en los bolsillos traseros. Noni estaba abriendo las tapas, sacándose las pantuflas.
—¿Prefieres...? Uhm... ¿Prefieres que duerma afuera de las sabanas? Me puedo tapar con una de las mantas, no tengo problema.
—Si tú lo prefieres así, hazlo. Pero no me incómoda que duermas adentro, si te preguntas —dijo tímidamente, metiéndose en las sábanas, tomando uno de los almohadones.
—No, no, está bien —dije y apagué la luz.
Puse a cargar mi teléfono y lo dejé apoyado en el velador al lado izquierdo de la cama, cosa que me hizo preguntarme si le había robado el lado de la cama o él me lo había cedido. Me saqué el polerón, los zapatos y el cinturón, para que no se me enterrase la hebilla en el abdomen. Me metí en la cama, bajo las sábanas, e intenté mantener la máxima distancia con Noni, cosa que no fue fácil, puesto que es una cama de plaza y media.
—Aquí tienes un almohadón, por si lo necesitas.
—Gracias —dije aceptándolo.
Nuestras espaldas quedaron mirándose. Por más que la temperatura estuviera baja, yo solo sentía calor en todas mis extremidades.
—Qué duermas bien —se despidió Noni en voz baja y apagada.
—Gracias —sonreí—. Tú también.
Cerré los ojos, pero Noni me volvió a hablar.
—West...
—¿Mm?
—No te voy a hacer nada, por si... tanto miedo te da dormir con un hombre... De verdad.
Me mordí todo lo que se llama labio inferior, conteniendo una risa. Cerré lentamente los ojos y reprimí el impulso de girar y simplemente... simplemente demostrarle porqué a él...
A él, le debería dar miedo dormir conmigo. A él...
No respondí nada, solo fingí que ya me estaba quedando dormido.
...
Desperté lenta y trabajosamente. Era como si estuviera cansado de dormir tanto. Pero inmediatamente advertí que al menos no era tarde, recién amanecía. Lo primero que hice fue estirar el brazo izquierdo hacía la izquierda para agarrar mi celular del velador y mirar la hora. Eran más o menos las siete. Pestañeé mirando la puerta, preguntándome si el señor Iskandar ya se habrá ido. Pestañeé con más fuerza y me refregué el ojo con la mano. Quise hacer lo mismo con la otra, pero al moverla noté que estaba aprisionada por algo.
Me volví hacía Noni, quién seguía durmiendo, en posición fetal. Mi brazo estaba debajo de su cuello. Intenté retirarlo suavemente para no despertarlo, sabiendo que tiene el sueño liviano no quería importunarlo. Pero no pude, más bien no me atreví a hacerlo con brusquedad.
Desplomé mi cabeza en la almohada otra vez, cerrando los ojos.
Volví a abrir los ojos. Miré la espalda de Noni y su cabello enmarañado de ese color que no se puede llamar pelirrojo realmente, ya que también es anaranjado. Miré su oreja izquierda, que se encontraba un poco sonrosada. Las sábanas lo tapaban hasta la cintura y estaba muy acurrucado, sosteniendo mi brazo con ambas manos. Podía sentir mi mano en su caliente torso.
Intenté hacer mi mano puño, para no seguir tocándolo ahí, pero no pude.
Suspiré y me incorporé un poco, mientras seguía de costado. Su espalda se acopló a mi pecho y lo miré encogerse. Un leve espasmo apenas perceptible. Miré en dirección al espejo frente nosotros y observé su cuerpo reposando. No parecería despertar en mucho rato.
Estaba intrigado, puesto que Noni tiene unos horarios muy definidos. Mientras el sábado a las diez yo recién me estoy levantando, él ya fue a la huerta, regó, desayuno, se bañó, vistió y está haciendo algún trabajo si es que tiene. Lo mismo es el domingo. Pero ahora seguía durmiendo.
Sonreí, y toqué su brazo para remecerlo suavemente.
—Noni... Noni... —susurré, pero no despertó.
Me rendí a la primera. Solo seguí viéndolo dormir. Sus mejillas estaban rojas y tenía la boca semiabierta, respiraba suavemente y de vez en cuando escuchaba un casi inaudible silbido proveniente de su fosa nasal. De sus mejillas pasé a mirar su mentón, que tenía algunas pequeñas marquitas rojas. Finalmente, miré su cuello.
Mi mano se fue sin darme cuenta a este.
No sé qué pretendía, pero en ese entonces solo quería tocar su cuello, estudiar su anatomía. Me sentía sedado, cosa que atribuí a que seguía adormilado, quizás atontando. Quizás demasiado atontado, porque en mi raciocinio normal hubiera sido imposible que se me pasará por la cabeza tocarlo mientras dormía.
Toqué suavemente sus clavículas con mis dedos, luego subí esos dedos y con el dorso de cada uno acaricié la unión de su cuello con su cabeza, esa curva donde está la manzana de Adán. Con mis dedo pulgar y índice sostuve su mandíbula firme pero suavemente a la vez. Moví apenas un poco su cabeza hacia un lado, luego la otro, identificando cada parte de su mandíbula, nombrando estás mentalmente. Estaba todo en orden... Salvo el hecho de que algo me mantenía en ese estado de atontamiento. Lo rememoro y si no fuera porque el sol de la mañana hacía ver el ambiente cálido y acogedor, parecería la escena de un aterrador thriller.
Seguido, apoyando mi palma en la unión de sus clavículas, hice un movimiento más rápido. Fui extendiendo mis dedos, cosa que inevitablemente hizo que su cabeza se fuera para atrás, apoyándose en el lado izquierdo de mi pecho.
Noni bufó por la nariz. Yo tragué saliva.
Estaba seguro que despertaría, pero no lo hizo, simplemente se intentó acurrucar de nuevo, ahora contra mi pecho. Retiré mi mano y al hacerlo, pasé a llevar apenas su labio inferior con mi pulgar, sintiendo como se estremeció ante aquel acto.
La imagen que veía ante mí comenzó a acercarse, exactamente, hacia su cabello... Luego realicé que era yo el que se estaba acercando.
Por suerte no conseguí acercarme mucho, ya que un ruido fuerte hizo que saliera rápidamente de ese trance en el que estaba.
Era ruido en la pieza de al lado, por fin se había levantado el señor Is. Noni también lo sintió. Despertó reincorporándose con vehemencia, cosa que me dio suficiente tiempo para retirar mi brazo con rapidez. Tanta rapidez como para que no se percatara que lo estaba apresando contra sí.
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Holii, el cap. quedó súper largo lo siento. ¿Les gustó? Yo me reí mucho, lloré y chillé todo el tiempo mientras lo corregía jsjjs.
Espero que estén muy bien. No sé si alguien de Colombia me siga, si es así, sepas que desde Chile te mando mucho aguante y cariño.
Gracias por leer, saludos ❤
—Dolly
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