18 "Un primer beso"
Después de lo pasado aquella noche en la cocina con West, nos distanciamos todo lo que pudimos. Digo todo lo que pudimos, porque con el hecho de que prácticamente vivamos en la misma casa no es mucho lo que nos podemos distanciar.
Evitamos todo el tiempo encontrarnos y no hemos cruzado palabras directas el uno al otro en más de una semana. Porque al saludar en la mañana, dice un buenos días dirigido a todos. Lo mismo pasa en las noches. He llegado a envidiar la buena comunicación que tiene con mis padres o las veces que juega o bromea con Joni. Incluso las discusiones que tiene con su hermana. Ya que a veces ella levanta demasiado la voz, se me es imposible no escucharlos, pero sí consigo no prestar atención a lo que dicen.
He estado apenado desde entonces. No hago más que evitarlo también. Hubo una mañana en que pasé a mirarlo cuando justo él lo hacía. Se estaba acomodando el cuello de su camisa blanca.
Nunca había bajado tan rápido la mirada, fue tanta la brusquedad con la que aparté los ojos que sentí como si por dentro mi cerebro se sacudiera. Avergonzarme frente a él siempre me supone pánico. Un peligro inminente. Porque él podría deducir que me pone tan nervioso por otra razón que no sea que especialmente soy tímido. Que se entere que me gusta es lo que me da más miedo en este momento. Que siquiera lo piense.
-Noni, ¿qué quieres para tu cumpleaños? -me preguntó mamá en ese mismo desayuno.
-Un pastel -dije y no pude evitar no mirar a West. Me emocionó la idea de que mi cumpleaños le emocionara a él. Pero al parecer no fue así, porque siguió con la misma expresión indiferente de antes.
-Sí, sí. Tendrás tu pastel. Me refiero a otra cosa.
-¡Los pasteles van sí o sí! -añadió Joni.
-Ummm... -pensé. Realmente con el pastel estaría bien. «¿Ropa?... Tengo ropa. ¿Plantas? Tengo muchas plantas y las que quiero adquirir aún no están de temporada», pensé-. Realmente solo quiero el pastel.
-Vale, este año me toca pensar a mí sola. Como siempre... -terminó de decir entre dientes-. ¿Y qué sabor quieres? -volvió a hacerme pensar mamá.
-Podría ser de manjar nuez -dije y asentí-. Manjar nuez con plátano.
De repente, sentí como West elevaba los ojos directa y súbitamente hacía mí, como sorprendido. Me enervé, pero no aparté la vista de mi madre.
-¿La podemos decoramos con hojas comestibles? -dijo Joni emocionado.
-Me gustaría -asentí-. Aunque es mucho trabajo...
-¡Y M&M's! ¡Sí!
Lo miré extrañado, y luego deduje su pillería. Era solo para comer M&M's.
Joni me hizo sonreír cuando se hecho a reír. Y de repente, no me sentí tan triste. Aunque la razón de que me sintiera así estuviera literalmente a su lado.
Me sentí mejor el resto del día y durante la cena volvimos a tener la conversación del pastel. West nunca interfirió, se levantó de la mesa antes incluso. Tiene mucho trabajo, y le ha comentado a mi madre que la práctica lo agota, pero que le está yendo bien.
Seguimos dibujando con mi hermano el modelo a escala del pastel, de cómo lo decoraría y que cosas quería ponerles. En un momento llegó mamá y abrazando a Joni por atrás, vio el dibujo con una cara que lo hizo partir de la risa.
-Ya... Hazlo no más...
Ahí, volví a sonreír.
Me gustó que solo fuéramos yo y Joni conversando en la cena. Que durante ese rato no le haya prestado atención a West, ni cuando se despidió. Estaba muy ocupado explicándome como iba a ser la estructura del pastel. Me gustó tanto eso... Y no sé por qué. Joni siempre quiere la atención de West, pero ahora solo quería la mía. En ese momento ni él ni yo lo necesitábamos. Y me sentí bien de no necesitarlo, aunque por dentro siguiera profundamente apenado de caer en cuenta que había sido otro día en que no nos hayamos hablado.
Cuando me acosté, pensé en si West habrá pensado remotamente en algo que regalarme.
...
El lunes de la semana siguiente hicieron la charla anual sobre educación sexual para los de primero a cuarto. A la segunda hora, sacaron a los cursos de las salas y los encaminaron hacia el gimnasio. A mi curso les tocó en las filas del lado izquierdo, al final. Me senté al lado del profesor Robert, de química. Un señor gordo y bajito de mostacho que siempre anda tosiendo.
Había muchísima bulla, lo normal de este tipo de actividades donde está gran parte del colegio en un mismo lugar. Solo era yo el que no estaba disfrutando de perder las clases. El que en vez de risa, le causaba una incomodidad tremenda los ruidos del parlante intentado ser conectado correctamente.
En un momento, mi compañera Lissette, se levantó de un puesto de más adelante. Espetó chillando algo contra Richard y un amigo de él que estaba a su lado y se fue del gimnasio llorando, acompañada de la inspectora. Muchos voltearon a ver y cuchichear.
-¡Espera! ¡Lissette!... -la llamó Richard, en mitad del gimnasio. Un profesor no lo dejó ir tras ella, y le pidió que por favor se volviera a sentar.
Me dio pena Richard, estaba muy angustiado.
La charla comenzó y pidieron silencio en la estancia.
Pasado un rato, sentí las puertas del gimnasio abrirse otra vez. Impulsivamente miré hacia atrás, y noté que Lissette y la inspectora volvían. Esta última le iba diciendo algo a Lissette, quién ya no lloraba. Volví la vista, pero no pude evitar mirar otra vez cuando las vi examinando la fila en la que sólo estábamos yo y el profesor Robert. La inspectora le indicó con el dedo el puesto a mi lado.
-Okey -escuché asentir a Lissette y darle las gracias después con una sonrisa. Lissette se sentó a mi lado derecho y el profesor Robert quedó unos dos asientos más allá. Después de un rato se fue a conversar con la inspectora en la última fila de atrás, que estaba completamente sola.
Me puse nervioso, aunque los dos permaneciéramos callados. Traía una pequeña botella de agua y empuñaba un pedacito de papel higiénico manchado con algo negro. Supuse que era maquillaje, como delineador o una de esas cosas.
Lissette se me hace bonita y lo que se considera buena persona. Nunca hemos conversado ni nada, pero así la percibo. Tomé la mala costumbre de clasificar a las personas según qué pasaría si tuvieran un problema conmigo. Bueno, Lissette es el tipo de persona que todos defenderían, mientras a mí me abuchean. También, probablemente me respondería, rompiendo en llanto al hacerlo.
Su pelo es largo y espeso, de un castaño oscuro y liso. Es blanca y cachetona. Exactamente así le decía Richard, Cachetona. Por lo que oí, habían tenido "algo", pero al parecer ahora no eran ni amigos. La molestan porque usa corsés o fajas debajo de la ropa. No sé si es verdad ni me interesa tampoco, pero por un tiempo, ese fue el tema principal del curso y demás niveles.
Me sorprende bastante lo que a la gente le llama la atención a veces. Lo que sacan a colación cuando se ven desesperados por encontrar algún tema de conversación.
Siempre le veo sonreír. Así como también la he visto llorar muchas veces. Son más o menos la misma cantidad de ocasiones las que la han echado de la sala por estar riéndose demasiado, y para que se vaya a lavar la cara cubierta de lágrimas al baño.
Una vez, acompañando a Joni en una de sus prácticas me senté en las gradas de la cancha. A mi lado se hallaba garabateado con plumón azul Lissette la del corset se la chupa a los Maltes. Los Maltes son el equipo de rugby del colegio católico vecino. A Lissette la transfirieron de allí. Lo dijo cuando se presentó a la clase el primer día.
Intenté sacar aquello con un botecito de alcohol gel que cuelga del bolso de Joni, pero no funcionó. Me pregunto si ella lo sabrá... Espero que nunca se siente en esa grada.
-... Los herpes son un virus infeccioso con diferentes grados. Veamos cuales son. El tipo uno, el más normal surge del contacto dérmico. Pero este puede ser contagiado a los genitales a través del sexo oral, por eje... ¡A ver! ¿Qué es tan gracioso? -Los chicos de los cursos menores habían empezado a reírse-. Cómo les decía jóvenes, algo simple como un beso con su pareja puede ser foco de infección. Esto me lleva a reiterar el tema de la comunicación... -prosiguió la explicación de la señorita en el escenario. Después de aquellas palabras mostraron muchas imágenes bastante explícitas que hicieron que se oyera un "Uhhhg" al unísono. Yo también me asqueé un poco, pero no me inmuté.
Después en las diapositivas apareció un pequeño gif animado de unos gatitos dándose besos.
-Ay... -escuché lamentarse a Lissette a mi lado, volví mi cabeza hacia ella, quién se masajeaba la sien derecha-. Hicieron acordarme de mi primer beso -rio y meneó la cabeza.
Me sonrió y frunciendo los labios intenté hacer lo mismo. Volvimos los dos la vista hacia el frente. Sentí una inquietud crecerme en el centro del pecho. ¿Debía decir algo? ¿Debía preguntarle cómo fue? ¿Si quiera me estaba diciendo a mí o solo era un comentario al aire?
No creo que haya alcanzado a ser un minuto menos mal los segundos que pasaron antes de que atinara a decir algo.
-¿Fue...? ¿Fue muy malo?
-¿Mmm? -Lissette se volvió hacia mí lentamente con la mano en su mejilla, y deduje que no hubiera sido necesario responder. Pero tomé aire y volví a hablar.
-El beso -dije bajito, y ella volvió a reír.
-Sí... Fue terrible... Ay, por qué lo recordé -se quejó. Hice una mueca y medio que sonreí también. Estaba casi seguro que estaba actuando de la peor forma... Pero quizás, ella realmente había querido hablar conmigo-. Habré tenido unos... diez... -comenzó a relatar-, mi mejor amigo de ese entonces era menor y jugábamos en la tierra todo el día. Sí soy honesta yo le busqué... Yo era la enamorada... Y pues fui, me confesé cara a cara y le besé... Y pues... Ay no... -comenzó a reír y lamentarse con mayor frecuencia, intentando controlarse-. Resulta que mi amiguito era conocido como el que se comía los mocos. Ya te harás una idea de con qué me encontré -fue bajando la voz a medida que iba terminando, se tapó la cara y siguió riendo.
-Es terrible, sí... Es muy asqueroso -concordé sin saber si demostrar seriedad o entretención. Lissette suspiró pasando sus manos por su cabello peinándolo hacía atrás. Luego volvió a mirarme y sonrió como apenada.
-¿Tú... recuerdas el tuyo? -preguntó bajito.
-Sí... Sí lo recuerdo -dije y volví a ponerme rígido. Realmente estábamos conversando.
-¿Y fue bueno?
Me quedé pensando, mientras aún miraba ese gif de los gatitos dándose besitos en la gran pantalla.
Mi primer beso fue con un hombre mayor. ¿Mal comienzo desde el principio verdad? Pues no he dicho lo peor, porque resulta que fue mi tío, hermano menor de mi madre.
Tengo muy buena memoria. Eso implica cosas convenientes como aprenderme todos los números de teléfono o que de alguna manera sé dónde está todo en la casa. Sí algo se pierde ni mamá lo puede encontrar a veces, todos recurren a mí. También me sé el Rut de todos. Hasta de West, que un día lo dio mientras hablaba al celular.
Pero también recuerdo hechos que desearía que no. Como cuando desde la cuna presencié a mis padres teniendo relaciones sexuales. Recuerdo el sonido del tete que chupaba y cómo estaba parado sosteniéndome de unos barrotes de madera. Debí haber tenido unos dos años. Quizás menos. O también cuando en segundo de primaria unos niños mayores me rayaron toda la cara con marcadores. Fueron tantas las veces en las que me hicieron cosas así que no recuerdo exactamente cuál fue la razón de esa. Seguramente los acusé sobre algo malo que habían hecho. O les caía mal simplemente. No eran el tipo de niños que solo hablan mal o se burlan de ti a tus espaldas. Ellos también actuaban.
Me fui por las ramas, lo siento. Pero para contar la historia, debía dejar bien claro que hay cosas que de verdad preferiría no recordar.
Mi tío Is -diminutivo de Iskandar-, era el segundo administrador del hostal en la antigüedad. Tenía turnos rotativos junto a mi madre, cuando en esos tiempos mi abuelo paterno era el dueño.
Mi tío y yo nos llevábamos muy bien, tan bien que por un tiempo, era la única persona con la que conversaba aparte de mis padres. Fue mi primer amigo. Éramos confidentes y accedía a jugar conmigo siempre. Siempre me prestaba atención.
Recuerdo que cada tarde al anochecer, mientras esperaba a que papá volviera del trabajo, recorríamos el patio mientras él me llevaba en sus brazos. No era que yo fuera un regalón, nunca le pedí a ningún adulto que me tomara en brazos, ya que me hacía sentir incómodo. Es solo que él lo hacía siempre. Rodeábamos todo el antejardín hasta el portón lentamente. Él iba enseñándome cosas de las plantas y las flores y yo le nombraba cada una las estrellas que iban apareciendo en el cielo a medida que oscurecía más y más.
Pronto dejé las estrellas de lado, y me interesé más en las plantas. Por él.
Nunca le veía el problema a que siempre me tomara en sus brazos. Así como tampoco le veía el problema a que estuviera todo el tiempo acariciándome las piernas, palmándome amistosamente el trasero o llevándome a lugares apartados de la casa para conversar en más "privacidad". Me regalaba libros, juguetes y dulces, siempre a escondidas en las comidas familiares diciéndome al oído la misma cosa: "Guárdalo, que no te vean tus primos". O qué yo era su favorito. Que era un niño tremendamente especial y que me ayudaría con mis estudios cuando creciera.
Mi padre es un hombre tranquilo, demasiado diría yo... Un poco torpe también. Pero es suspicaz. Cuando de verdad le importa algo o alguien, se da cuenta de todo. No hay necesidad de comunicarle cuando tengo un problema, por ejemplo, igualmente él terminará sabiendo. Por lo que cuando el tío Is se puso a tomar y emborracharse más de lo habitual, él simplemente me iba a acostar, y se quedaba conmigo a veces.
Tenía un ojo en mí, y otro en el tío Is.
Fue el primero en darse cuenta de sus conductas extrañas. Gracias a esto, mis padres fueron tomando distancias. Yo no lo entendía en ese entonces y me entristecía mucho. Porque hasta el día de hoy, no puedo negar que era un hecho que de verdad él era el único con el que conversaba. El que se interesaba por mis aficiones y gustos. Aunque mis padres siempre dieran todo de sí, aquel niño los aburría, los abatía y frustraba. No siempre fueron buenos tiempos, no siempre me comprendían o sabían que hacer. Hasta el día de hoy les sigue costando un poco en algunas ocasiones. Y sé que así será para toda la vida.
Para mamá también fue difícil. Se puso de parte de mi padre, pero no le creía fielmente. Ella realmente no quería alejar a su hermano, quería ayudarlo. Sacarlo del alcoholismo que ya le había propiciado bastante malos ratos a la jefatura del hostal. Llegaba tarde y no hacía bien su trabajo.
Aparte de su voz, que escuchaba mientras me intentaba quedar dormido cuando me iban a acostar, solo lo vi una vez ebrio. A ese punto estaba muy delgado y no sé si era mi idea, pero me parecía que su piel se había oscurecido. Aquella vez estaba en el piso de la terraza medio inconsciente siendo levantado por mis otros tíos y mi padre. Él se quejaba y al momento de mirarme empezó a sonreír e intentar alcanzarme con sus brazos. Mis primos grandes se reían, y otra prima chiquita lloraba asustada en un rincón. Yo lo miré sin inmutarme. Frente a frente, tratando de comprender que era lo que pasaba.
Hasta que mi padre me tomó en sus brazos de manera que no siguiera viendo aquella escena.
Después de eso no lo vi en un largo tiempo. Ya no trabajó más en el hostal. Lo esperé todos los días, durante meses, pero nunca vino a casa. Pedía llamarlo, pero me decían que estaba muy ocupado. Yo siempre insistía, logrando irritar a mamá.
La última vez que lo vi fue para mi cumpleaños número ocho. Vinieron muy pocos familiares. Yo no me llevaba bien con mis primos, pero sí con mis tíos y tías. Vinieron la cuñada de mi madre y su esposo, hermano mayor de mi padre. Y el tío Is.
Para ese entonces, Joni ya tenía unos dos años.
La tarde estuvo tranquila, el tío Is se mantuvo sobrio y se sentó al otro lado de la mesa. Lejos de mí. Comí mucho pastel, y me cantaron la cancioncita del "Feliz cumpleaños". Cosa que yo no quería, ya que es una de las cosas que me ponen más incómodo en el mundo. El video de ese cumpleaños siempre causa gracia. Desde atrás se ve como mi madre intenta que no me escapé de la silla tomándome de la mano, animándome a que mirara las velas con figuras en el enorme pastel frente a mí. Pero yo estaba asustado, encogiéndome en mi puesto. Seguramente deseando internamente pedirles que por favor dejasen de cantar.
Los regalos me gustaron: calcetines con dedos, un auto a control remoto, legos y un libro grueso sobre los récords Guinness que me mantuvo entretenido el resto del cumpleaños. Fue lo que libró a los adultos de seguir teniendo que entretenerme, se fueron a la mesa grande y comenzaron a beber y conversar.
Fue allí cuando el tío Is se acercó a mí. Y de pronto estuvimos en la cocina solos, conversando como siempre. Estábamos a oscuras, ya era de noche. En un momento se sentó en una silla para estar a mi altura, me tomó de ambas manos y pidió que me acercara. Comenzó a mirarme sonriente, pero era una sonrisa como triste. Como si fuera una despedida. Comenzó a acercarme cada vez más, mientras yo le seguía hablando, poniéndolo al día sobre todo lo que me había pasado durante esos meses.
Cierto punto en que era imposible que pasara desapercibido el modo en que me iba acercando a él, sentí el impulso de alejarme. Pero me tenía las manos sostenidas con fuerza, mientras iba asintiendo con la cabeza a todo lo que sea que le estaba comentando.
Entonces, en un momento largo donde se prolongó un silencio, suspiró y me abrazó con fuerza.
Recuerdo que no me inmuté, me mantuve serio, pestañeando suavemente con los brazos colgando a cada lado de mi cuerpo.
Y de repente... lo sentí. Comenzó a oler mi cabello.
Por reflejo, me quise separar al instante. Pero él me agarró el cuello con fuerza. Sus dedos tronaron al tensarse tanto contra mi nuca.
Sabía que el tío Is era cariñoso, por lo que no hice nada más que aguantar. Pero la manera en que olía mi cabello no era normal...
Yo no sé cuál será el olor más rico del mundo, pero si existe, no lo puedo asociar a esto. Esto es algo diferente, algo que mantuvo al tío Is y a Richard -aquella vez en su habitación-, en un trance. Quizá ni siquiera es un olor, sino una sensación de necesidad. Como el respirar.
Aquella deducción es científicamente imposible y no tiene ningún sentido lógico, salvo el que yo le atribuyo. Pero aun teniendo todo eso presente, no puedo evitar descartar a "El misterioso olor que emana del cabello de Noni. O sea yo" como explicación.
No sé sintió bien esa vez. Pero tampoco rehuí, simplemente me mantuve inmóvil, esperando que el tío Is acabara. Menos mal duro poco. Menos mal mantuve la boca bien cerrada. Porque su tufo a alcohol era asqueroso.
-No... Tampoco fue bueno -negué a Lissette, quien esperaba mi respuesta. Salí de mis pensamientos y sonreí frunciendo los labios hacía un lado, intentando sostener el contacto visual.
-Es muy difícil que sean buenos. Y si son memorables es porque son vergonzosos.
-Sí... -acerté. Y seguimos conversando el resto de la charla. Y el día.
Cuando terminó la charla, vi a la inspectora acercarseme y pedirme el contacto de mi madre para contratarla en el banquete del aniversario del colegio, que sería el otro mes. Toda mi vida he estado en el mismo colegio, por lo que ellas se conocen bastante bien.
...
En la noche, volví a recordar lo ocurrido con el tío Iz.
Esa noche se quedaron todos mis tíos a dormir. Yo tuve que dormir junto a Joni en la cama de mis padres. A la mañana siguiente mamá nos llevó nuestras leches a la cama y vimos televisión juntos. Me preguntó como la había pasado en mi cumpleaños y en un momento llegamos al tema de que había estado con el tío Is en la cocina.
-Pero amor... ¿Cuándo pasó eso? -preguntó mi madre dulcemente, pero notablemente alterada. Con el ceño fruncido.
-Cuando ustedes estaban en la mesa bebiendo.
-Ya... Noni, quiero preguntarte algo -dijo suavemente. Yo asentí-. ¿El tío Is te ha hecho algo alguna vez? ¿Algo que tú no hayas querido? ¿Algo que te haya hecho sentir incómodo?
Lo pensé unos segundos. Mi intuición y las recomendaciones del tío Is de que no le dijera nada a nadie me decían que si hablaba algo detonaría. Un problema no menor. Pero tampoco le iba a mentir a mi madre. Así que le conté como no me había gustado su abrazo, ni que me haya besado en los labios.
-No me gusta eso... Solo me gustan tus besos mamita, en las mejillas -terminé, sonreí y me acerqué para darle uno. Al separarme, mi madre comenzó a llorar destrozada.
Me hice para atrás y la miré un largo rato. Comencé a jugar con mis dedos y me rasqué mucho la cabeza, intentando comprender que le sucedía. O qué había dicho para romperle tanto el corazón. Joni, quien era un bebé, sí se dio cuenta que había que consolarla, e intentó abrazarla, pero era tan gordito que se fue de bruces contra la cama, cayéndosele el chupón.
Mi padre la encontró así y salieron ambos de la pieza. Dejándome solo con Joni, que tomaba leche desde su mamadera.
Pasados unos minutos, sentí mucho estruendo abajo en el primer piso. Bajé las escaleras y vi a mi madre pegándole al tío Is con su zapato en la cabeza, mientras lloraba y se iba acercando a la entrada para echarlo de la casa. Mi padre en el otro extremo de la sala estaba siendo contenido por mi tío y su esposa desesperados. También algunos huéspedes miraban desde sus puertas, totalmente desconcertados.
Comencé a llorar, y me tapé los oídos. Todo era muy violento, y los gritos de mi madre ensordecedores. Joni había empezado a llorar y el tío Is me llamaba desesperado.
-Mi niño... Mi niño... ¡Noni!... Mi niño... Mi chico...
-¡Es mi hijo! ¡Mi bebé!... ¡¿Qué es lo que tienes en la cabeza?! -le seguía gritando mi madre. Con ese "bebé", pensé inmediatamente en Joni, y al ser consciente de que este se encontraba llorando, comencé a desesperarme más. En ese momento deduje que le había hecho daño a mi hermanito.
No. No sé me pasó por la cabeza que yo era el aludido.
-Aníbal... Aníbal... Mírame... -le decía mi tía a mi padre sosteniéndole la cabeza, obligándolo a que la mirara-. Ve a tus hijos... Anda a ver a tus hijos...
Pero papá estaba enardecido de cólera. Costó mucho para convencerlo de que realmente, en ese momento, yo debía ser su prioridad. No matar a un hombre.
Sentía que todos me atacarían, que estaba en una pesadilla. Estaba seguro de que estaba en una pesadilla. Por lo que cuando me tomó en brazos, para llevarme a arriba, pataleé, gruñí y le tiré del cabello con mis manos. Pero él no se inmutó.
Tuve un ataque que duro todo el día. Lloré y lloré sin parar. Era tanto que en un momento me sentía desfallecer, mareado por toser e hipar tanto. Todos intentaron tranquilizarme, pero yo no me calmaba. Era incontrolable.
Cerraba los ojos y me veía dentro de una jaula de monos enfurecidos, gritando sin parar. Sintiéndome como una pequeña ardilla confundida. Era como estar en la sala de clases. Sí, ese mismo miedo.
Y que en un rato haya llegado la policía no ayudó mucho a que me tranquilizara.
Pusieron una denuncia contra el tío Is, pero no fue sorpresa que la justicia no hizo nada, por falta de pruebas. No les bastó con la palabra honesta de un niño, y quedaron menos convencidos cuando se enteraron que era "especial". Y como las declaraciones de los huéspedes coincidían todas en lo mismo, que mamá le había comenzado a pegar sin razón al recepcionista con el que nunca habían tenido ningún problema, que siempre ha sido un hombre bueno y amable, lograron tomar a mis padres por paranoicos.
El tío Is se mudó al sur y un año más tarde llegó al punto culmine de su alcoholismo. Tuvo un terrible accidente automovilístico. Entró en un centro de rehabilitación, del que salió hace unos tres años. Ahora tiene un negocio de abarrotes.
Nunca lo volví a ver. Sufrí mucho cuando se fue. Me sentía solo, realmente solo. Y no fue hasta mi adolescencia que comprendí todo lo que había pasado. Comprendí como el tío Is se aprovechó de mí. "Agradecí" como me dijo que hiciera la policía, que no me haya hecho nada más. Como si me hubiera hecho un favor.
Se me hace un poco raro pensar que el viernes se cumplirán diez años de aquello.
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Holi, muchas gracias por leer. Estoy muuy emocionada por los siguientes caps. sé que les gustaran. Bueno... espero. Cuídense mucho ❤
-Dolly
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