12 "¿Por qué es un qué?"
Siete palabras cruzamos hoy, el mutuo "Hola" de la mañana, "Chao, que descanses", "Tú también". Pude haber dicho "Igualmente"... No, hubiera sonado muy formal. Aún no sé si tutearlo o no, pero admito que se siente raro no hacerlo, puesto que es mayor pero no tan mayor.
Bufé al encontrarme de nuevo pensando en West. En analizando y juzgando absolutamente todo el actuar que realicé con él. Me pone contento que le haya gustado la casa y que se le vea cómodo. Pero ya no sé qué hacer para dejar de pensar en él. Entiendo por qué está en mi mente constantemente. Es una nueva persona con la que he logrado entablar ya varías conversaciones, que veo todos los días sin falta en el desayuno, en la cena, y que me topo una o dos veces en la escuela. Es una nueva interacción humana.
Me metí bajo las sábanas y al momento de cerrar los ojos sentí el ruido de la impresora de mi padre, el toqueteo de los palillos de mi madre que probablemente están tejiendo una nueva bufanda, un cesante tecleo proveniente de la habitación de West y la tablet de Joni. Mi madre me pidió que lo estuviera vigilando cuando usara la tablet tan excesivamente, pero no lo acusaré. No quiero que se vuelva a enojar conmigo. Hay muchas cosas en mi mente, ya venía venir que cerraran la fábrica, pero nunca pensé que remodelaríamos el hostal, y que me entusiasmara tanto la idea de vender algunas plantas. Ya se metió la idea a mi cabeza, y cuando una idea se mete a mi cabeza no hay como sacarla.
Esta semana no ha sido muy buena, obtuve uno de los peores resultados en el examen oral de inglés. De pequeño siempre conocí el idioma muy bien, ya que cuando me empecé a interesar por las plantas devoraba información, leía muchos libros y páginas en internet que estaban en inglés. También me divertía mucho haciendo crucigramas en inglés. Pero a la hora de hablarlo me trabo, me taímo, y todo lo que sé se vuelve muy inútil. Ah... Si es que aún siento esa carcajada que espetó Richard cuando por fin sentía que empezaba a exponer más fluidamente. "Más fuerte", "No te escucho nada, ¿y si vuelves a empezar?" decía mi profesora, mientras sentir todas las miradas en mí me apretaba la vejiga, me sudaban las manos y batallaba por estar tranquilo.
Y luego está... West. Tengo el presagio de que cada vez hablaremos menos. De que al final terminemos por saludarnos con un vago asentimiento de cabeza, el cual obviamente yo aceptaría sin más. Es un universitario, tiene mucho que estudiar y trabajar, seguramente tiene su grupo de amistades bien formado y no necesita entablar conversaciones con un estudiante. ¿Qué importancia le daría a él pasar tiempo conmigo...?
—¿Pero qué cosas estoy pensando? —me regañé impulsivamente, afligido. Me senté en la cama y cerré los ojos con fuerza, terriblemente frustrado. A parte de que me acosté bastante más tarde de lo usual, estos pensamientos me quitan el sueño. Son estos los momentos en los que podría recordar ese extenso paper que hablaba sobre las diferencias entre la programación occidental y oriental. Ahora cerebro, podrías hacer lo que mejor sabes hacer: exigirme saturarte con información. Podría ver un montón de artículos como lo hago durante los recreos. Podría distraerme releyendo mi libro de botánica o viendo videos de construcciones de legos retratando obras arquitectónicas inmensas. Pero no..., lo único que sigo pensando es en West. En qué puedo hacer para llamar su atención, en cómo debería saludarlo en la mañana, en posibles conversaciones que podríamos llegar a tener o como llegar a generar aquellas conversaciones. Nunca pensé que algo que me obsesionara llevara el nombre de una persona.
Recordé su mano en mi espalda, cual hierro al rojo vivo marcándome cruelmente... El pequeño accidente en la bodega se grabó en mi mente. Todo. La textura de su polera de piqué y el olor a detergente que emanaba de la misma. Su piel estaba muy helada, y podía sentir los huesos grandes de su cuerpo. Se le habían tensado las extremidades al ejercer fuerza sujetándose para no caernos. No es que sea raquítico, pero sus huesos son muy pronunciados. Probablemente caer en las astillas hubiera sido lo mismo, igual de duro y doloroso que ser agarrado por West con tanta fuerza.
...
No me podía concentrar. No me creía capaz de seguir aguantando la discusión entre Richard y Alana. El trabajo de la maqueta ha sido un fiasco.
Hoy parecía ser un buen día, nada interrumpió mi rutina de la mañana, salvo el hecho de que mamá me cepilló con un nuevo peine de madera que compró especialmente para mí. Por más que le negué con la cabeza, suplicándole que no quería, sintiendo mis mejillas sonrojarse ante la mirada divertida de West, ella lo hizo. Muy delicadamente fue peinándome mechón por mechón, y quedó bien, me veía decente. Pero durante todo el resto del día el cuero cabelludo me picó y dolió de una manera que me tenía mareado. Sentía como si cada pelo fuera una aguja incrustada en mi cabeza. Envidio a West, nadie tiene que ordenarle el cabello contra su voluntad, puesto que es rapado.
Luego, rumbo al colegio, me llegó aquel mensaje de Lissette, avisándonos que el plazo de entrega de la maqueta se había cambiado para hoy y que se había olvidado avisar al grupo. Aún nos faltaba muchísimo para terminarla.
—Tú prioridad era esto, no ir a rugby, ¿acaso te califican eso? Yo voy al puto taller de la banda y no me olvido de esto —seguían discutiendo Alana y Richard. Mi compañera Alana estaba realmente enfurecida.
—¿Eres mi mamá para decirme qué hacer? ¿A ti que mierda te importa lo que haga? —dijo Richard.
—Absolutamente nada. Te acabo de decir: esta era tu prioridad.
—Ni la profesora me regaña como tú —escupió Richard mirando a un lado. No comprendía por qué peleaban tanto, en vez de ayudar a terminar la maqueta. Yo me empeñaba en acomodar todo, aunque nos faltaran materiales. Pegaba palitos por acá, afirmaba cartoncitos con más cinta adhesiva por allá. Lissette y Tomás habían perdido la esperanza de terminarla y estos dos también estaban peleados, Tomás llegó atacándola diciéndole cómo era posible que se le haya olvidado informarnos que el plazo se había adelantado. Pero, aunque básicamente era el único trabajando, realmente estaba muy aliviado y cómodo de que no interfirieran.
La clase ya iba a terminar, y la ilusión de que la campana nos salvara fue en vano. Ya que la profesora comenzó a evaluar antes. Primero evaluó a los grupos voluntarios, y luego por lista. A medida que terminaba la evaluación el grupo ya podía irse al receso. Fuimos el último grupo, y cuando la profesora hizo su aparición entre Lissette y yo quité mis manos de la maqueta rápidamente. La miré para arriba y la vi observando atentamente nuestro... "restaurant". Me pareció que el tiempo de evaluación fue más largo que con los otros grupos. A los demás solo les daba una ojeada, llenaba la pauta rápidamente y listo. Les entregaba la nota acompañado de algún comentario, una bromilla entre profesor-alumno. Listo, siguiente grupo. Pero no, la de nosotros la giró, la levantó, estudió el boceto de la idea en mi block y la ficha que llenó Alana.
—¿Cómo trabajaron chicos?
—Súper bien —respondió Lissette velozmente, con una sonrisa amplia.
—¿Bien? —volvió a preguntar la profesora, y Lissette asintió con un "¡Ajam!".
—¿Cómo trabajaron Noni? —me preguntó.
—Bien profesora —dije y asentí.
—¿Cómo trabajó Richard?
—Bien.
—¿Eh? —dijo acercándose confundida. Deduje que había hablado muy bajo.
—Bien —dije levantando el tono de mi voz—. No aportó en nada de la construcción, pero trajo algunos materiales —dije, y Tomás chasqueó la lengua. La expresión de Richard se deformó, me miró y frunció los labios con ira. Le quité la vista rápidamente y fui consciente de que le había molestado mi comentario—. Trajo un poco de plumavit y también una regla —quise arreglar la cosa, pero solo conseguí intensificar aquella expresión de enfado en Richard.
Todo acabó y nos dieron las notas. Me sentí aliviado de que ese trabajo en grupo ya haya concluido. Los cinco comenzamos a guardar nuestras cosas y quedamos en que yo me llevaría la maqueta. Saqué mi monedero de mi mochila y la llave de mi casillero. Tragué saliva y salí, mientras los chicos aún revisaban ensimismados sus notas.
—Por la mierda —sentí maldecir a Richard entre dientes.
Salí al pasillo y comencé a encaminarme a mi casillero. Vi a una niña salir de la enfermería muy sonriente y se me subió el ánimo. ¿Me habré visto así mismo el día en que West me atendió? ¿Me veré así cada vez que me da la espalda o sencillamente le miro?
—¡Hey! —sentí como me llamó Richard. Giré y lo vi acercándose hacía mí junto a los chicos. Levanté las cejas en señal de asentimiento, y mis labios se separaron por inercia—. Ven aquí un momento —dijo. Fui y volví a asentir arqueando las cejas levemente—. ¿Me dejas ver tu nota? —me preguntó rápidamente, serio.
—Sí —reaccioné. Al ver la hoja Richard soltó un bufido. Negó con la cabeza y me miró.
—¿Qué... sucede?
—Me dieron una nota más baja que ustedes —explicó y yo hice una mueca, sintiendo un poco de calor en las mejillas, hace mucho que Richard no me hablaba. Soltó otro bufido, y me miró—. Oye, ¿y es que tú acaso no sabes lo que significa ser un grupo? ¿Trabajar en grupo? —me plantó en cara.
—Sí lo sé...
—¿En serio no te das cuenta de que eres un egoísta? —dijo Tomás como explotando. Yo fruncí el ceño intentando comprender cuando fui egoísta.
—Ya te sacaste la nota, no cambiaras nada —le dijo Alana a Richard, quien estaba apoyada en los casilleros de brazos cruzados.
—No, es que no se va a quedar así. Si es necesario vamos a ir los dos a hablar con la profesora. Fue por tu culpa —me dijo. Me quedé callado, miré al lado, después miré para atrás... Acostumbrado siempre a buscar la manera de escapar de estas situaciones. Y es que ahora tenía muchas de formas de escapar, ya que no había puertas que buscar, nos encontrábamos en el exterior. De alguna manera u otra mis pies no se despegaban del suelo.
—Y no dices nada. ¿Nunca dices nada verdad? —dijo Richard, ahora con un tono desesperado, irritado a más no poder. Comencé a buscar las palabras, pero no alcancé a decirlas, porque Richard colapsó. Se dirigió a Tomás y despreciativamente dijo—: No lo golpeo solo porque es enfermito.
"Egoísta" "Enfermito"... "Vanidoso" "¿Qué tiene que ver eso con la clase amor?" "No tienes sentimientos... No los tienes" "Cállate" "Ya empezó a hablar..." "Eres tonto o te haces" "¿Eres como retrasado?". Escuché las risas, sentí las heridas latentes y reviví las humillaciones. «¿Por qué Richard tuvo que decirme eso? ¿Y qué hago ahora? No llores, no llores, no llores... Noni no llores. No te le tires para golpearlo... No llores ni sigas recordando...», pensé.
—¿Por qué es un qué?
Un calor invadió todo mi cuerpo. West llegó a nuestro lado, y los cinco le miramos petrificados. Bajé la vista y tuve que repetirme los "No llores" con mayor intensidad. Tembloroso subí la vista. Alana, Lissett, Tomás y Richard estaban paralizados, viendo al siempre amable enfermero de rasgos duros molesto.
—Vamos, dilo otra vez. Espero haberte escuchado mal —le dijo a Richard con un tono de superioridad que lo enervó. West giró para verme, y sentí un escalofrío recorrerme el espinazo. Volví a bajar mi vista, sintiendo miedo—. No me quedaré esperando a que lo repitas, pero sí para que te rectifiques, y disculpes —dijo mirándolo fijamente. West negó con la cabeza, mientras su ceño se mantenía fruncido. Me mordí el labio y sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Las aguanté junto al ardor en mi garganta.
Estaba seguro de que el respondón de Richard hablaría, pero no lo hizo. West lo había intimidado, nos había intimidado. Tragué saliva y tuve que hacer un mayor esfuerzo para contener y manejar la pena y vergüenza. Al ver que Richard no iba a hablar, West giró y posó su mano en mi espalda indicándome que le siguiera. Yo agachando la cabeza simplemente le seguí y después de unos cuantos pasos entramos a la enfermería.
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