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Capitulo 29


A pesar de las dificultades que debía de pasar Gina para intentar realizar su trabajo bien, había momentos en los cuales  se derrumbaba preguntándose a sí misma si podría con todo. No solo se trataba de ser madre soltera y tener que cuidar de su pequeña, era tener que salir de casa y enfrentarse a un día de trabajo bajo las estrictas órdenes de su jefe y los cuchicheos de dos de sus compañeras. A pesar de intentar hacer oídos sordos a los comentarios de sus compañeras, las palabras le llegan a tocar su fibra sensible y en ocasiones debía irse al baño a llorar. La única que la comprendía era Juana, cada vez que la veía así de afligida Juana la escuchaba siendo su paño de lágrimas aconsejándola que debía ser fuerte. Al igual que Gina, Juana es madre de tres hijos, desde que se divorció ha trabajado en distintos lugares para sacar a sus hijos adelante con mucho sacrificio puesto que su ex marido la dejó sin nada y tener que afrontar sus deudas.

Desde el primer día de trabajo, las dos se entendieron bastante bien
haciéndose buenas amigas, había días incluso después del trabajo quedaban para ir al cine, de compras o algún lugar con sus hijos. El trabajo era duro, pero a pesar de derrumbarse en algunos momentos, no podía defraudar a Rodrigo y aun no se había planteado de buscar otro trabajo. No le quedaba de otra que aguantar al amargado de su jefe  o comenzar a buscar otro empleo.

Una tarde donde el ambiente era tranquilo, Gina se encontraba sirviendo unos cafés cuando vio entrar por la puerta a Karina. Desde aquella noche que le contó lo sucedido con Rodrigo no ha vuelto a saber nada de ella.

Al verla Karina se quedó parada, iba en compañía de otra chica algo más joven que ella. Gina nada más verla cuadró sus hombros y con su mejor sonrisa se dispuso atenderlas, aquel era su lugar de trabajo y no debía de montar escándalos.

―Buenas tardes, que van a tomar.―Preguntó Gina muy cortés sin apartar sus ojos de Karina.

―Un café solo y otro con leche por favor.―Respondió la morena que acompañaba a su amiga.

Gina se giró sin añadir nada más y se dispuso a preparar los cafés. Una vez listos se los sirvió sin decir nada más. Pero Karina no pudo aguantar el desaire que le había hecho su amiga.

―Gina, ¿Podemos hablar?―La voz de Karina estaba cargada de culpa y tristeza.

―Dime Karina, soy todos oídos, pero se breve tengo que trabajar.

―Lo siento mucho Gina.

―Ya está, ¿eso me tenías que decir?

―Yo no he contado nada a Gorka sobre ti, siempre le animado a que te busque dándole mis mejores consejos. Entiendo que Rodrigo te haya hablado mal de mí, pero de aquello ya estoy arrepentida.

―No metas a Rodrigo en esto, lo que hiciste eso es tú responsabilidad no la mía, además las cosas con Gorka ya han terminado. No sé nada él ni quiero saber.

―Gina, no me lo puedo creer.

―Pues sí, yo no soy apta en su vida porque soy madre soltera y eso mancharía su reputación.

― ¿En verdad Gorka te dijo eso?

―Pues sí. Y que quieres que te diga, ante mi hija no se pone nadie.

―Gina pero si tú estabas enamorada de él.

―Bueno enamorada...enamorada...no sé, pero el amor se comparte no va con intereses como me ha hecho entender Gorka.

―No sé Gina, eso no fue lo que me dijo Gorka cuando me llamó y estuvo hablando conmigo por horas. Se notaba que estaba arrepentido e incluso me dijo que iba a pedirte perdón, te había enviado rosas, bombones, motos de GP en miniatura y no respondes a ningún mensaje ni llamadas.

―¿Y espera que caiga rendida a sus pies y vaya a meterme en la cama con él? porque eso es lo que sido para él, diversión y sexo. Pues se equivoca.

―O te estás equivocando tú Gina. Aunque quieras negarlo, sigues sintiendo algo por Gorka.

―No trates de convencerme Karina, entre Gorka y yo todo a terminado. Bueno y tu que tal todo.

Karina le presentó a Marcela su nueva novia, y las tres se pusieron hablar hasta que llegó la hora de comenzar a preparar las mesas para servir la cena. Antes de que Gina desapareciera Karina le propuso salir algún sábado, Gina aceptó. A pesar del estrés que tenía, no le vendría mal salir de marcha un sábado por la noche noche, tampoco estaría haciendo nada malo.

Por fin sábado, era todo un alivio para Gina, esa noche había quedado con Karina y Marcela para salir a tomarse algo, pena que no pudo acompañarla Juana.

Tras cambiarse de ropa y dejar a Jennifer con sus padres, Gina se marchó hacia la disco que le había dicho Karina que estarían. Al entrar, Gina buscó a su amiga, una vez que la localizó se dirigió hasta ellas. Al rato las tres se fueron hacia la barra para pedirse sus bebidas. Tan enfrascada se encontraba Gina en la conversación con sus amigas que no se percató que tras ella estaba Gorka.

―Hola rubia―Le susurró logrando que diese un respingo.

―Que tal.―Le respondió tajantemente y volvió a girarse dándole la espalda, pero él no estaba decidido a perderla.

―Gina, podemos hablar o  vas a estar ignorándome todo el rato.

―¿Acaso te mereces algo mejor?―Respondió ella fulminándole con los ojos cargados de rencor. Aun sentía aquel comentario que hizo sobre ella y lo más le escoció fue que no le diera ni la oportunidad de conocer a su hija. A ella le quedó claro que solo la quería para la cama y esa noche estaba dispuesta a darlo todo por zanjado.

―Ven vayamos a un lugar más tranquilo.

―Vale, Gina se despidió de sus amigas y junto a Gorka se marchó hacia un apartado donde la música era más bajita y había sofás donde poder sentarse.

―Tú dirás Gorka.―Tomó asiento y sin apartar sus ojos de él le dio la oportunidad de que se explicase.

―Gina, ante todo perdóname, yo no quiero perderte. Sé que en ocasiones no doy señales de vida, pero me debo tanto a mi profesión que poco tiempo tengo para mí y ahora menos que se está terminando el mundial y estoy en segunda posición quiero llevarme el mundial para terminar mi carrera y retomar mi vida. Y en esa vida entras tú Gina.

―Yo y mi hija―Interrumpió ella sin apartar sus ojos de él, mostrándose segura de sí misma y a la defensiva.

―Intentaré conocerla y espero que nos llevemos bien. Todo esto lo hago por ti, te quiero Gina.

―Intentaré. Gorka, no se trata de intentar, se trata de estar dispuesto a conocer a mi hija. Es una niña de cuatro años, que mal te puede hacer, incluso estoy segura que te llevarás bien con ella.

―Pero no es mi hija Gina, y sé que eso a la larga trae muchos problemas. Yo lo he vivido y se de lo que hablo.

―Intento comprenderte Gorka, pero entiéndeme a mí, Jennifer es mi vida, por ella lucho todos los días, y no pienso dejarla a un lado por ti, ni por nadie. Y si de verdad me quieres debes hacer el intento de conocerla.

Se hizo un incómodo silencio. Gina quería decirle que lo quería incluso que estaba dispuesta a olvidar todo y comenzar de nuevo. Había varias cosas que se lo prohibían: La primera su hija, si él no estaba dispuesto a conocer a su hija ella no lo iba a obligar y mucho menos interponérselo. La segunda, su cuerpo ya no respondía como antes cuando lo tenía tan cerca. No podía negar que Gorka era un hombre atractivo, con un toque de chico malote. Sin embargo como por arte de magia, aquellas sensaciones que sentía se habían borrado misteriosamente. Ahora lo veía como un amigo. Gorka le rozó su rostro, por instante ella creyó que un calor la abrasaba, pero se estaba equivocando, al abrir los ojos el rostro que tenía a escasos centímetros de ella no era del hombre que últimamente ocupaba su mente.

―Lo siento Gorka pero no puedo, tengo otras cosas en mente y muchas cosas que solucionar. Dame tiempo.

―Gina, relájate, despreocúpate. Déjate llevar, yo quiero tenerte en mi vida y lo voy a lograr sí o sí.

Sin darle tiempo a reaccionar los labios de él se posaron el los suyos. Ella cerró los ojos, quería parar aquella locura, decirle que no, pero su cerebro no se ponía de acuerdo con su cuerpo, el muy traicionero empezó dar pequeñas sacudidas de un calor abrasador por donde le tocaba seguido de sus besos. Avivada por todo lo que le hacía sentir ella se dejó llevar por él, de pronto otras manos rozaron los senos de ella. La voz detrás  de Karina le decía que tenían que continuar la fiesta en otro lugar.

Deseosos por continuar lo empezado, se marcharon al hotel donde se hospeda Gorka. Allí los tres continuaron excitados.

Gorka la besaba a Gina con fervor, Karina amasaba sus pechos dándole pequeñas mordiditas en sus pezones  consiguiendo que sus espasmos la volviesen loca de deseo. Entre los dos se iban apoderándose de su cuerpo cumpliendo con cada una de sus fantasías a través de la lujuria.
Todo aquello conseguía que la poca cordura que podía tener se le puediera escapar. Sentir como la besaba con tanto fervor él,  lograba excitarla hasta el punto de verse tumbada en la cama siendo poseída entre los dos.
Cuando Karina se disponía a saborear la zona más íntima de Gina, ella reaccionó. Las palabras de Rodrigo volvieron aparecer en su cabeza haciendo que su cuerpo se tensase para parar todo aquello.

—Gina se puede saber que haces, estamos en lo mejor.

—Quitame las manos de encima Karina, no pienso continuar.

—Ni conmigo tampoco.

—Tampoco. Esto...esto ha sido una locura.

—Ey rubia, qué te ocurre. ¿Qué ya no te gustan nuestras fiestas?

—No. Además yo no debería estar aquí, tenía que estar con mi hija.

—¡Venga ya! Ahora me pones como excusa a tu hija, no me fastidies.—Aquel comentario que hizo Gorka no le prestó nada bien a Gina, entecerró sus ojos, furiosa, agarró su vestido, quería salir de esa habitación en la cual había sido una estúpida de haber vuelto cuando todo estaba muy claro, para Gorka solo la veía como amante fácil, con la que probaba sus juegos eróticos.

—Dejala ir Gorka, todo esto lo hace porque Rodrigo le ha metido ideas absurdas hablándole mal de mí en su cabeza.

—¿Quien es Rodrigo? Ah ya recuerdo el tío que te vi cenando.
—Ambos comenzaron a reírse mientras Gina dolida sujetaba sus lágrimas.

—De qué te ríes Karina. De haberle destrozado su matrimonio, de meterte en la cama con su mujer para humillarlo, acaso destrozar la vida a una persona te hace tanta gracia.

—Veo que te ha puesto al día.—La ironía de Karina era tan evidente como la envídia que sentía por Gina.

—Sí, y sabes ¿Qué Karina?

—Tú dirás.

—Que llevaba razón cuando me dijo la clase de persona que eres avisándome que me alejase de ti. Pero tonta de mí por no haberle hecho caso, si lo hubiera escuchado no estaría aquí exponiendo mi cuerpo a dos sátiros como vosotros. Una que no hace más que lo ve de los demás sin importarle las consecuencias con tal de salir victoriosa. Y el otro el típico guapito de cara que se piensa que las tías tenemos que estar con las patas abiertas a tú merced. Pues sabéis lo que os digo a los dos,que estáis hechos tal para cual, podéis continuar vosotros solos.

Sin escuchar ni una sola palabra más y dándole un pequeño empujón a Karina apartándola del medio para salir de una vez de aquel lugar.
Las manos de Gorka agarrándola por su codo fulminándola hizo que se parase en seco.

— No me vaciles Gina, si te vas por esa puerta, no esperes que vaya tras de tí, porque a pesar de que me gustes mucho no voy a salir tras de ti suplicandote.

—Pues mira ya pensamos igual. No pienso molestarte nunca más Gorka, esto se acabó y yo no soy tu juguetito. Hay tienes a Karina que se encargue ella de bajarte el calentón.

Dándole un bofetón a Gorka, salió de la habitación. No pudo respirar bien hasta que el aire frío de la calle la golpeó devolviéndola a la realidad.
Abrazada a sí misma empezó a caminar hasta que de pronto un coche negro se paró justo al lado de ella en el borde de la acera. Una de las ventillas bajó, mostrando a un hombre de unos cuarenta años con semblante serio.

—Buenas noches Gina, permitame que me presente, soy Unai Sokert, el guardaespaldas del señor Zabala, él me ha pedido que le acompañe a  su casa.—Gina se quedó fija mira a ese desconocido, tras meditarlo y ver que comenzaba a llover decidió montar en el auto.

—Pues vale, no tengo ganas de caminar. —Gina abrió la puerta del todoterreno y se deslizó en el asiento de atrás.

—Gracias por el detalle.—Agradeció Gina nada mas poner en marcha el coche Unai.

—No quiero ofenderla, pero es usted muy hermosa, ahora entiendo cuando Gorka no dejaba de hablar de usted con entusiasmo.

—Pues agradezco su interés pero no quiero volver a ver a Gorka.

—¿Está segura Gina? Sí ha venido con él algún motivo le habrá llevado.

—Ser una imbécil y no saber decir no. Poder incluso estar confundida y querer ver donde no hay solución. Y lo peor de todo, que la culpa la tengo yo. En parte Gorka nunca me ha mentido, lo nuestro nunca funcionará.

—Yo no diría eso. Conozco a Gorka desde hace muchos años y debo afirmar que es la primera vez que está tan interesado en una mujer llegando a plantearse dejar su carrera por casarse contigo.

Se hizo un silencio, Gina no podía dar crédito a lo que Unai le estaba confesando referente a Gorka.
¿Si en verdad la quiere, porque juega de esa forma con ella?

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