Capítulo 28
Nayet se encontraba reunida en la cafetería hablando con su amiga y su marido referente a lo ocurrido, a pesar de evitar que Kendal no se enterase por temor a su reacción, no le quedó de otra que contárselo.
Cada músculo de su cuerpo de él se tensaba, en silencio se aproximó hacia su mujer reparando en sus ojos, quería ver en ellos que se encontraba bien y no le tenía miedo a esa loca. A pesar de no querer enfrentarse a Sara, Kendal pensó en la manera de hacerlo. Ya no podía soportar más que algo le hiciese a su mujer, ayer intentó atropellarla, ¿mañana qué sería?
Nayet intentó tranquilizar a su marido quitándole importancia al asunto, sabía perfectamente lo que podría ocurrir si Kendal se enfrentase a Sara, y ella debía de evitarlo. En esos momentos lo que menos deseaba es ver entre rejas a su marido por poner en su sitio a una mujer obsesionada con él.
Una vez que se marchó Kendal, Nayet se volvió a sentar junto a Lili, poniendo su mano en su frente intentado pensar de qué manera podría echar del hospital y de sus vidas a esa loca.
―Yo creo que debemos de ponerle una trampa a esa miss, pero mira que me da asco de verla, es que no hace mas que maldades.―Decía Lili retorciendo la servilleta.
―Si hasta ahí llegamos Lili, pero dime tú que hacemos con esa víbora porque al parecer su papá es uno de los mayores accionistas del hospital y no creo que le hagan nada a su hijita.―Pronunció con retintín Nayet.
―Yo sé lo que podemos hacer.―Interrumpió Dulce llevando unas carpetas de algunos enfermos.
―Te escuchamos―Prosiguió Lili acomodándose en la silla bebiendo de su café.
―Mirad, el tiempo que estoy con esa zorra trabajando, me podido percatar que nunca pregunta a los pacientes si tienen algun tipo de alergia.
―Buah, tampoco es gran cosa―Se enfadó Lili.
―No Lili, tú sabes lo que significa no preguntar a un paciente si es alérgico algún medicamento. Eso te puedo costar perder tu certificado de médico.
―No me jodas, ¿enserio? Y me lo decís ahora. Ah pues yo tengo la solución.
―Habla Lili.-Interrogó Nayet interesada en escuchar a su amiga.
―Mirad, yo tengo un primo, mi primo segundo o tercero por parte de padre. Se llama Jacinto y el pobre tiene depresión y le dado por quitarse la vida. Lleva ya no sé cuántos intentos y nunca remata. Creo que si traigo a mi primo Jacinto fijo que echamos a esa loca de aquí.
―¿Pero tú te estás escuchando Lili? ¡Somos médicos no asesinos! Por Dios no digas eso, pobre hombre.
―Nayet que te digo yo que le estaríamos haciendo un favor al pobre.
― ¡Ni hablar! Yo soy médico no una matasanos. Así que, que siga tu primo o lo que te toque quitándose la vida, porque yo no seré quien le ayude. Además ya veremos de qué manera hacemos para echar a esa loca del hospital.
Sin creer lo que Lili le había dicho, Nayet se levantó y se marchó para continuar con su trabajo. Pero Lili y Dulce continuaron con su plan, traerían a su primo Jacinto alérgico algún medicamento y que le atendiese Sara para que cometa una negligencia médica y así echarla del hospital.
Nayet comenzó a trabajar pensando en la manera de librarse de Sara, de pronto su móvil sonó, era su padre. Al parecer Sara puso una denuncia por agresión en contra de Gina. Adolfo estaba sofocado al otro lado del teléfono explicándose porque sus hijas no dejan de meterse en líos. Nayet le explicó lo sucedido a su padre, tras escucharla, éste llamó a un compañero y ambos comenzaron una investigación para poder quitarle la denuncia a Gina.
Gina se preparaba para ir a la entrevista de trabajo en el restaurante del amigo de Rodrigo. Al llegar al restaurante, Gina encontrándose nerviosa preguntó por el dueño a una muchacha joven que vestía con pantalón negro y camisa roja con el nombre del restaurante bordado en un lado de su camisa. La joven le indicó donde podía encontrarlo, Gina agradeciendo a la joven la información fue en busca del dueño. A su encuentro salió un hombre moreno, alto, delgado, no llegaría a los cuarenta. Con semblante serio empezó a entrevistar a Gina. Al finalizar la entrevista el dueño la contrató, dejándole claro que le debía el favor a Rodrigo. Gina se quedó impactada, tenía ganas de reprocharle que ella no requiere de favoritismos, necesitaba el trabajo y no podía ni protestar.
Horas después Gina se encontraba con un mandil negro fregando las mesas del restaurante para empezar a servir a los clientes.
El día había resultado agotador, era su primer día y todo había sido un ida y venidas de platos y prisas. En ese momento Gina se encontraba junto a Ernesto el cheff y Juana la ayudante de cocina, cenando. Los demás compañeros ya se habían ido. Juana le contaba a Gina lo duro que es su trabajo en las cocinas, pero ella a pesar de escuchar las palabras de Juana debía aguantar o al menos hasta poder encontrar otro empleo.
Nada más llegar a casa Nayet se reunió con su marido en el salón, Kendal caminaba de un lado a otro pensando en la conversación mantenida con Sara.
―¿Qué ocurre Kendal?
―Nayet debes de irte del hospital, he hablado esta mañana con Sara y me ha dicho que está dispuesta a llegar hasta el final.
―¿A qué te refieres Kendal?
―Sara me ha chantajeado. Yo o tú certificado de médico.
―¿Qué? No me lo puedo creer, pero esa mujer está bien de la cabeza. ¿Y tú que le has dicho?
―Yo, Nayet. Me voy en unos días con ella a Houston, no voy a consentir que te haga daño.
―Esto es una broma ¿No?
―Nayet conozco a Sara y sé lo poderoso que es su padre, he hecho varias investigaciones y puedo asegurarte que cualquier error que hagas, con un chasqueo de dedos puede acabar con tu carrera. Nayet no puedo consentir eso, te amo y estoy dispuesto hacer cualquier cosa.
―Hasta de dejarme por irte con ella, porque la tarada esa esté obsesionada contigo.
―Exacto.
―Ah no, no te lo voy a permitir.―Dijo con franqueza Nayet acordándose de la conversación que había mantenido con sus amigas. No quería aceptar la idea de usar a un paciente, pero como le había dicho Lili si el pobre no quiere vivir ella le ayudará. Aunque aquello sonara una locura no iba a consentir que su marido se sacrificase por ella, antes preferiría perder su carrera que a su marido.
Nayet abrazó a su marido dejando que su tristeza interrumpiera su felicidad. Los ojos platino de él la miraban con nostalgia percibiendo un pequeño ahogo dentro de su pecho. Ver así a su mujer lo mataba por dentro, su plan era irse con Sara a Houston, convencerla de aun siente algo hacia ella y cuando la tuviese donde quisiera buscar a su colega experto en psicología para que le pongan un tratamiento. Ver la reacción de Nayet hizo que su valentía saliese al flote, debía mantener lejos a Nayet de Sara, temía que algo le hiciese y no solo eso, cumpliera su palabra.
Ese día le tocaba revisión con su hija a Gina, no podía disimularlo, encontrarse en la consulta de Rodrigo hacia que algo dentro de ella la alertarse, no sabía bien si eran nervios o impulsos que la llevan a pensar en lo que no era.
Rodrigo pasó con carpeta en mano, miro a Gina saludándola, en esta ocasión su saludo fue algo frio y distante. Al volverse a Jeni, era como si no fuera el mismo hombre. Su actitud con su pequeña era cariñosa, amable y lo mejor, le hacía reír a la pequeña. Gina sentada con sus piernas cruzadas contemplaba la escena. Rodrigo era un hombre apuesto, su sonrisa era preciosa llena de bondad y cada gesto le transmitía afecto consiguiendo que un pequeño éxtasis fluyese por su organismo obligándola a cerrar sus ojos para intentar contenerse de ese fuerte fuego que comenzaba abrasarla.
―Rodrigo ¿Cómo se encuentra Jeni?
―La niña se encuentra bien, te voy a dar cita para dentr de un mes, es sólo para volverla a revisar por precaución.
―Rodrigo quería agradecerte el detalle de buscarme un empleo en el restaurante.―La voz de ella sonaba titubeante casi avergonzada por tenerlo tan cerca poder exhalar su fragancia y admirar su musculatura.
―No hay de qué, pero lo hice por tú hija, ella te necesita y tu...bueno no quiero comentar algo de lo que no me importa.
―Lo dices por Karina ¿verdad? Ella me contó lo sucedido con tu ex mujer.
―Ella no es quien para ir contando nada. Ahora vete por favor debo de continuar con mi trabajo.―Prosiguió él volteándose para sentarse en su sillón y hacer como que estaba escribiendo algo en su ordenador.
Gina lo miró con recelo, cogió en brazos a su hija y se marchó molesta por la actitud de Rodrigo se fue sin apenas despedirse de él.
Al escuchar la puerta cerrarse, las manos de él pasaron repetidas veces por su rostro alborotándose su cabello. Exasperado se levantó del sillón empezando a caminar de un lado a otro de la habitación despechado por tener que alejarse de Gina por culpa de Karina a pesar de ponerla sobre aviso. De pronto paró, se quedó pensativo durante unos minutos cayendo en la cuenta de que no debía de alejarse de Gina, si no protegerla de Karina.
Aquella misma noche Sara estaba de guardia junto a Kendal que ya había ocupado su lugar en su trabajo. Aguantando las ganas de hacerle algo malo, Kendal se sentó en una sillón agarrando un libro con la intención de ponerse a leer. Las manos de Sara masajeando sus hombros lo interrumpió comenzado alterarse. Con gesto de amabilidad se giró hacia ella intentado deshacerse de sus manos. Con delicadeza Kendal se levantó echando hacia atrás a Sara, pero ella siguió insistiendo sin importarle donde se encontraban, tan solo pretendía probar sus besos. Se acercó a él acariciándole su rostro aproximándose cada vez más, mientras Kendal permanecía quieto fulmiandola con sus ojos respirando más profundo apretando sus puños con fuerza con la intención de marcharse cuanto antes de ahí, sin embargo ella seguía paseando sus manos por su abdomen hasta rozar con sus labios los de él. Dando un paso hacia atrás Kendal puso distancias. El mayor antojo para Sara era Kendal y no se iba a quedar con las ganas de mantener una aventura con él. Sin dudarlo cerró la puerta comenzando a desabrochándose su bata caminando hacia Kendal como una gata hambrienta deseosa de cumplir hasta sus últimas fantasías. Afortunadamente sus buscas lo interrumpieron, al parecer en media hora llegaría dos pacientes heridos por un accidente automovilístico.
Inmediatamente salieron de la habitación, antes Sara se interpuso en mitad avisándole a Kendal que aquello no había terminado. Él con gesto de frustración la apartó sin apenas mirarla a los ojos para ponerse en marcha hacia los quirófanos.
Un rato después y ya preparados para comenzar a operar a los pacientes, Kendal se fue hacia un quirófano y Sara ocupó el siguiente. Se trataba de un hombre de unos treinta años con lesiones en tórax, rotura de peroné y problemas respiratorios. Sara junto a varios compañeros empezaron a operar al paciente, pero aquel tenía alergia a la penicilina, y Sara no preguntó si era alérgico algún tipo de medicamento.
Tras una hora interviniendo al paciente, las cosas empezaron a complicarse, inmediatamente Sara ordenó parar la operación para tratar al paciente, en ese momento de tanta tensión y viendo la reacción del paciente Sara se percató de lo que ocurría. Gracias a la rapidez de las enfermeras, dos compañeros y Kendal pudieron estabilizarlo. Pero Sara no estaba conforme con lo ocurrido, sabía que pasarse por alto parte del protocolo podría acabar con su carrera.
Como era de suponer, al día siguiente en su rostro marcaba el agotamiento de haber cometido un error tan grave como no pedir el historial médico del paciente, donde aquel joven pudo haber perdido su vida por la falta de profesionalidad de Sara. Tras horas de debate, el consejo médico optó por retirarle el certificado médico a Sara acompañado de su despido.
Sara debía abandonar el hospital en horas y por su puesto dejaría de ejercer la medicina.
Aquella noticia fue esparcida por todo el hospital. Al salir de la sala de reuniones, Sara caminó con su cabeza en alto, al llegar donde se encontraba Nayet parada la fulminó con los ojos.
―Qué, te alegras de lo que me ha pasado ¿verdad?
―Pues sí, que quieres que te diga.
―Eres...―A Sara no le dio tiempo de reaccionar cuando Nayet le dio un bofetón aliviando de alguna manera el rencor que por tanto tiempo llevaba guardado.
Separadas por un hombre de seguridad, Sara emprendió su camino gritando a Nayet.
Kendal abrazó a su mujer dándole un casto beso en su sien. Kendal guardó silencio mientras veía marcharse a Sara, sintiendo por dentro un gran alivio de que ya no volvería a verla nunca más y todos sus problemas por fin acabaron. Cerró sus ojos y los abrió de nuevo acompañando a su mujer hasta su lugar de trabajo, mientras caminaban en silencio, Kendal pensaba en lo sucedido y en todo lo que arriesgó para poder sacar de una vez por todas a esa mala mujer de sus vidas.
Nada más ver la pulsera que llevaba el paciente en su muñeca, letras grabadas el tipo de alergia que padecía, Kendal se la quitó sabiendo la reacción alérgica que tendría el paciente y así Sara cometería una infracción. Gracias a que todo salió bien, y él estuvo atento para administrarle antihistamina y a menudo un corticosteroide administrado por vía oral o inyectado.
Afortunadamente el paciente se encontraba bien, y tras realizarle las correspondientes pruebas Nayet y Kendal lo operaron y todo salió bien.
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