Capítulo 26
Esa noche Sara se quedó en el hospital haciendo la guardia pensando en la manera de poder pasar a la habitación de Kendal, necesitaba verlo. Para ella todo lo que provenía de él era una fascinación a pesar de su negativa. Sara era una mujer terca y su empeño era poder conseguir de nuevo a Kendal con el objetivo de volver a pasar al menos una ventura y poder conquistarlo. Ella creía en los milagros y le daba igual que Kendal estuviese enamorado de otra, tenía un objetivo y lo cumpliría al precio que fuese.
Despacio caminaba por el pasillo que la conduciría hasta la habitación de Kendal, parada en la puerta echó un vistazo, la suerte estaba de su parte, nadie se encontraba en la habitación. Sigilosamente entró, antes de que Kendal pudiese reaccionar le suministró un calmante. Su intención era obvia, dejarlo medio atontado parar disfrutar de sus besos gozando de su cuerpo desnudo. Al ver que todo estaba saliendo como quería, comenzó a darle besos rozando su cuerpo hasta que la puerta se cerró de un golpe fuerte.
―Maldita desgraciada, ¿Qué estás haciendo?―Gritó Nayet viendo como la miss tocaba a su marido.
―Uy, no te pongas así, solo estaba explorándolo.
―Lárgate de aquí maldita loca, largo. ―Sara hizo una mueca y se marchó, antes de tocar el picaporte se giró su cabeza por encima de su hombro dejándole claro a Nayet que esto no se había acabado. A continuación se dirigió hacia el área de descanso para tomarse un café.
Tras irse Sara, Nayet se puso inmediatamente a explorar a su marido por si algo le hubiera hecho. Tras ver que todo estaba bien, algo la desconcertaba. Kendal no despertaba, preocupada llamó a una enfermera, tras hacerle unas preguntas y volver a examinarlo Nayet supo que la doctora le había suministrado un calmante. El fuego del odio comenzó exparciendose en el interior de Nayet, esa mujer no solo estaba mal de la cabeza, si no que podría hacerle cualquier cosa a su marido.
A la mañana siguiente Nayet buscó a Lili para contarle lo sucedido, en el camino se topó con Harvey.
―Nayet, buenos días ¿cómo estas?―Le preguntó Harvey con su café en la mano.
―Bien gracias, de hecho estaba buscando a Lili, anoche la loca de la miss volvió hacer de las suyas. Harvey tengo miedo.
―¿Sí? Joder con la miss, pero de qué va. Nayet sabes que puedes contar con nosotros, ahora mismo llamo a Lili y le digo que se reúna contigo, ha esta loca hay que pararla o me quedo sin amigo.
―Te juro Harvey que si le hace algo a mi marido, le arranco los pelos de la cabeza y me hago un visón.
―Tranquila Nayet, lo importante es que Kendal se recupere y salga de aquí cuanto antes.
―Intentaré que salga pronto.
―Lo que necesites Nayet, ahora debo de irme. Ya me contará Lili que no deja de urdir planes para cortarle la cabeza a la miss.
―Gracias Harvey, que haría sin vosotros.
―Ten cuidado Nayet, nos vemos.
Tras despedirse de Harvey, Nayet continuó caminando hasta llegar al consultorio de Nacho, allí habló con él referente a Sara. Nacho le aconsejó que tuviese cuidado, una persona obsesionada podría llegar hacer cualquier cosa sin importarle nada salvo conseguir su próposito.
―Vaya Nacho me quedado más tranquila.
―Nayet, siento mucho decirte esto pero es lo que hay. Sara está muy ofuscada por Kendal, yo pienso que más es un capricho que otra cosa.
―Madre mía Nacho, ¿pero esto puede pasar, aunque Kendal y ella tuvieron una aventura hace tiempo?
―Sí Nayet, da igual el tiempo que pase, cuando una persona te entra por los ojos y se mete por tu piel hasta llegar a tu mente, y más si ves en esa persona que todo lo que deseas lo cumple, hace que no consigas olvidar.
―Gracias por todo Nacho. Ahora debo de irme, Lili me espera.
―Ten cuidado Nayet, y cuida de Kendal.
―Lo haré.―Con algo de recelo, Nayet se despidió de su amigo y marchó hacia su consultorio.
Ya eran las ocho y media, Nayet no pudo hablar con Lili, debía de pasar consulta tendrían que posponer su conversación hasta la hora de la comida. El primer paciente pasó, Nayet miró el informe y a continuación le recetó unas tabletas para su dolor. Seguidamente pasó un hombre, tras contarle lo sucedido, Nayet volvió a leer el historial, algo no le cuadraba con lo que le describía el paciente a lo que había escrito, aun así le recetó unas tabletas.
Detrás fueron pasando algunos pacientes más, hasta que por fin llegó la hora de comer. Algo agotada, Nayet llamó a Lili para quedar en verse en la cafetería. Allí sentada con dos bandejas de comida se hallaba Lili, nada más ver a su amiga se saludaron empezando a contarle lo sucedido.
―Nayet yo te aconsejo que le des el alta a Kendal o la niña del exorcista va acabar tirándoselo. Que te lo digo yo que esa desequilibrada es capaz de hacer cualquier cosa.
―Lili, ¿Qué puedo hacer?
―Cogerla del mocho que tiene por pelos y barrer el hospital con ella. O esperar la oportunidad para que cometa un error.
―Eso ya lo he pensado, y creo que voy para rato, estamos hablando de la miss, doña perfecta, la que no comete ningún error.
―Joder con la miss, ya le vale. Bueno tú déjamelo a mí, hablaré con Dulce a ver que ha conseguido. Ahora comamos que tengo mucha hambre chica.
En mitad de la comida se unió Gina, su rostro la delataba, a pesar de su silencio, Nayet la animó para que contase lo que le ocurría. Gina algo apagada les contó lo sucedido con Gorka y Rodrigo. Al finalizar, Lili y Nayet le aconsejaron que dejase de ver al piloto, puesto que ese hombre no le convenía, solo le traería sufrimiento. Gina se quedó pensativa dudando si debía alejarse de Gorka o no.
Terminada la comida las tres amigas se despidieron quedando en verse a la salida.
Nayet, terminó su trabajo y se marchó hacia la habitación de su marido. Al verla cruzar sus ojos platino se quedaron fijos en ella una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.
―Hola mi amor.
―Nayet, cierra la puerta que no aguanto más.
―Qué te pasa Kendal, aviso a una enfermera.
―Bueno si no eres celosa y si quieres hagamos un trío, pero luego no me eches la culpa. Es que chica mira, que estoy casi toda la tarde con la tienda de campaña y no soy capaz de bajarla.
―Kendal eres un cerdo adicto al sexo que lo sepas.
―Anda tontica que sé yo que te gusta.
―Kendal aquí no, además alguien nos puede pillar.
―Umm, que vergonzosa se me ha puesto mi loca los huevos. Venga ayuda a un pobre paciente que tiene dos piernas y camina con tres.
Nayet miró al techo resignada, pero al sentir los labios de su marido presionando los suyos, no puedo resistirse a la tentación, poco a poco se fue dejando llevar deseando desnudarse para que las manos de él la trasladase al lugar que tanto le gusta; ese amor que ambos comparten y que tanto le hace feliz.
Ya habían pasado dos días desde que Gina pudo hablar con Rodrigo, por una parte se alegraba que aun hubiera buen rollo entre ambos.
Nada más pasar a su consulta, Gina le dedicó una sonrisa algo timida a Rodrigo, él mirándola desde su posición intentaba luchar interiormente puesto que le gustaba Gina, pero esas malditas palabras no podía arrancárselas de su cabeza. El era así, un hombre educado y amable, y ahora estaba en su consulta esperando que atendiese a su hija. Y así lo hizo, con amabilidad se llevó a la pequeña Jennifer para rayos para hacerle una radiografía antes de quitarle la escayola.
Un rato después, Rodrigo apareció con la pequeña en brazos. Gina saltó de la silla para coger a su hija.
―Rodrigo que tal esta mi hija.
―Tranquila Gina, tu hija está bien. Debes darle gracias a Dios por tener una hija tan valiente y se haya curado tan bien. Aun así debes de estar más pendiente de ella.
― ¿Qué quieres decir con eso Rodrigo?
―Yo no digo nada, pero tu mayor prioridad es tú hija, entiendo que quieras rehacer tu vida, pero si me permites un consejo, no andes de mano en mano, cuídate antes de meterte en la cama con un hombre.
Gina no pudo soportar esas palabras tan hirientes y acusadoras, sin pensarlo le dio un bofetón dejándole claro que ella hacía con su vida lo que le pegase la gana. Seguidamente se marchó furiosa por el atrevimiento de Rodrigo de insinuar que es una cualquiera.
Nada más irse Gina, Rodrigo se rozó su mejilla con sus dedos notando el escozor de sus mejillas, lo que más le dolía era la manera de haber tratado así a Gina. Aunque quisiera negarlo, ella le atraía, captaba toda su atención y desde que la vio por primera vez, arrastraba ideas hacia sus pensamientos sintiendo que le gustaba y como no, deseando conocerla. Y ahora se pregunta por qué sigue pensando en ella, porque quiere volver a verla, porque desea besarla... ¿Por qué? Confuso se sentó en su sillón echando sus manos a su cabello revolviendoselo de la misma frustración que sentía de no poderse quitar de la cabeza a Gina, pero ahora después de haberle dicho esas palabras hirientes, se preguntaba si ella querrá saber algo de él.
Lili avisó a Nayet sobre una urgencia y debía acudir inmediatamente. Ante la mirada de cordero de su marido, Nayet tuvo que vestirse y marcharse para urgencias para atender al paciente. Nada más llegar a bóxer, Nayet se encontró que se trataba del paciente que había atendido por la mañana. Revisó el historial, lo leyó repetidas veces quedándose de piedra. Ese historial no era el que ella había leído por la mañana. Comenzó a ponerse nerviosa, no se podía creer que había recetado unas pastillas que no eran, lo que provocó una subida de tensión al paciente. Nayet empezó atender al paciente sintiendo como su corazón latía intensamente, ese error le podría costar su carrera. ¿Cómo había podido recetar unas pastillas equivocadas a un paciente? Afortunadamente el paciente se puso bien y todo quedó en un susto.
Durante la mañana Nayet habló con Ginés referente a lo ocurrido, al parecer una persona anónima informó a Ginés de lo ocurrido. A pesar de la insistencia de tirarle de la lengua para que le diga el nombre de esa persona, él se negó a darle dicha información. Dejándole claro que un error más y Nayet quedaría fuera del hospital jugándose a su vez su certificado medico.
Al salir de la oficina de Ginés, el estado de Nayet se había transformado, se encontraba tan abatida que no era ni capaz de concentrarse hasta que un mensaje de Dulce la puso en alerta.
-Nayet, cuando termines tu turno, vete para el parking, Sara ha sido la culpable, ella misma me lo ha dicho.
Tras leer el mensaje agarró su bolso y se fue en busca de Sara, si era necesario se sentaría en el parking para esperarla y enfrentarla de una vez por todas.
Con paso acelerado, Nayet salió de su consultorio dirección al parking, en mitad del camino se encontró con su hermana, esta que ya había terminado su turno se fue con su hermana. En el parking con su respiración agitada debido a la cólera que sentía de saber hasta donde llegan las maldades de Sara, Nayet le contaba lo sucedido a Gina, de pronto se escucharon un pasos y una risa irónica. Quien podía se mas que Sara que andaba dispuesta a poner en su lugar a Nayet.
Las tres se encaran, la primera en hablar es Nayet furiosa.
―Que es lo que te hace gracia Sara, ¿eh?
―Me río de ti Nayet, aún me pregunto dónde te dieron el título de medicina.
―Será zorra, encima se la da de lista.―Intervino Gina, poniéndose delante de su hermana con la intención de evitar que esta le diese un bofetón.
―Ay Gina, vete a fregar suelos que es lo mejor que sabes hacer.
―Mira pedazo de zorra, te lo voy avisar muy despacio, si me entero que vuelves a intentar hacerle algo a mi familia, te juro que te voy a dar tantos tortazos que te van a doler hasta en el pasaporte.
―Mira estúpida a mí no me amenaces, y si tu hermana no sirve para ser médico que se vaya del hospital.
―¿Has sido tú, verdad? Tú has cambiaste los historiales apropósito para que me equivocase y me echaran del hospital. ―Nayet estaba muy cerca de Sara mirándola fijamente a los ojos preparada para la que le iba a liar.
―¿Yo? Pero que dices, tu deliras.
Sin poderlo aguantar Nayet fue a pegarle un bofetón, la mano de Gina sujetándole por la muñeca se lo impidió. Asombrada Nayet miró a su hermana sin entender porque la paraba.
―Tú no Nayet. Pero yo si.―Sin dudarlo Gina le dio un bofetón a Sara consiguiendo que ambas se peleasen hasta que llegaron unos hombres de seguridad y la separan.
Alejadas y algo más tranquilas Nayet volvió a cuestionar a su hermana porque lo había hecho.
―Gina mírate esa desgraciada te lastimado, ¿porque no me has dejado a mí darle su merecido? mira que le tengo ganas a esa...
―Nayet si no me hubiera puesto por medio, tú ahora mismo estarías sin trabajo. Mira tú eres médico yo no soy nada.
―Gina, no hables así, porque yo sea médico no significa que tú no puedas hacer algún modulo y obtener tu título.
―Gracias por tus ánimos, pero creo que me estoy planteando que yo no sirvo para nada. Lo único bueno que me ha premiado Dios ha sido con mi belleza, pero me pregunto de qué me sirve si no tengo ni siquiera un hombre que me quiera, que me diga lo guapa que soy y sobre todo me cuide y quiera.
―Gina no hables así tan duramente. Tú tienes otras virtudes, no solo eres hermosa también inteligente.
―Déjalo Nayet, lo único bueno que tengo en esta vida es a mi hija y mi familia. Si por ti me he quedado sin trabajo por golpear a esa zorra, no me importa, incluso lo volvería hacer. Yo buscaré trabajo en otro lugar, no te preocupes.
Las dos hermanas se abrazaron evitando llorar cada una por un motivo. Gina por llevar una vida tan solitaria y Nayet por tener que ver como su hermana se destruye por aspirar a que un hombre la quiera. Lo que más valora de su hermana es que siempre estará dispuesta a sacar la cara por ella, a pesar de salir mal parada. Con dificultad Gina caminaba hacia su auto acompañada por su hermana cuando de pronto las ruedas de una auto chirriaron en el asfalto.
―Nayet...―Gritó Gina.
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