Capítulo 39 «Lágrimas de felicidad»
Cuatro meses después...
Luke
¿Por qué las bodas son tan complicadas? Esa fue la primera pregunta que me llegó a la mente. Llevamos una semana con los preparativos para la boda de Bill y Victoria, y esta locura no termina. Mañana es el gran día y mi casa parece un avispero. Ah, porque esa es la otra cuestión. Decidieron hacer la boda en el patio de mi casa.
Yo no sé por qué a las mujeres le gusta tanta parafernalia, si al final es solo decir una palabra y pum, se terminó. Ah no, claro que no. Ellas quieren dama de honor, catering, vestidos, anillos, fiesta. Uff, esto me abruma. Menos mal que soy hombre, aunque Bill por serlo no se quitó responsabilidades. Tuvo que dar su opinión en cada cosa que a Victoria se le ocurrió. Que si invitaciones, que si modelos de pastel, que si música. Por Dios, lo complican todo. No era yo, y mi cabeza quería explotar.
—Prepárate Smith. Esto te va a tocar en poco tiempo —insinúa Bill palmeando mi hombro.
—Ruego al cielo que a Clare no le guste este tipo de cosas, o te juro que desaparezco hasta el día de la boda.
—Dudo que esa enana te deje escapar tan fácil, Luke —comenta Archie, sentándose a mi lado.
—Aquí tienen, chicos —interviene Damon entregando una cerveza a cada uno—. Hay que festejar, compañero. Hoy es tu último día de soltero, y mañana serás hombre encadenado.
—Al principio creí que era así —comenta Bill, y le da un sorbo a la botella—. Pero luego entendí que si Victoria no está en mi vida, pues ya no sería vida. No sabes qué hacer si esa chica especial no está a tu lado. Le extraño a cada segundo, y cuando estoy con ella deseo que el tiempo se detenga. Eso es lo que me pasa con Wells. Si algo le pasara, mi vida se rompería en mil pedazos.
—Eso mismo me pasa con Alex. Cuando creí que estaba muerta, no le vi sentido a nada —añade Archie, y sacude su cuerpo, como si estuviera eliminando los malos recuerdos—. En el hospital sentí que el alma me regresaba al cuerpo.
—Dímelo a mí. Parecías un zombie —secunda nuestro informático—. Nunca te vi tan descuidado en toda tu vida. Hay dos palabras que no entran en mi diccionario: amor y casamiento. Les tengo alergia por esa misma razón. ¿Para qué tener una cuando puedes tener varias?
—Eso es porque nunca te has enamorado de verdad —añade Rick, y Damon le da un sorbo a su cerveza.
—Sí lo hizo, pero esa persona a penas lo quiere y lo mantiene a raya —comenta Archie con sorna, y sonrío por lo bajo.
—¿De quién hablan? —pregunta el oficial Rick Bolton, con curiosidad.
—Nikole —respondemos el resto al unísono.
—Eso no es cierto —protesta Damon, molesto—. A mí no se me perdió nada con esa maleducada y antipática asiática.
Tyler sonríe por lo bajo, e intenta esconder la curvatura de sus labios detrás de botella. Rick me guiña un ojo. Algo malévolo se formó en su cabeza.
—En realidad, yo pienso que Nikole no está mal —comienza a decir Bolton—. Esas piernas bronceadas y largas vuelven loco a cualquier hombre que esté en sus cabales.
Debo apretar los labios al ver la reacción de Damon ante las palabras de Rick. Cuchillos invisibles salen de sus ojos en dirección al oficial. Su mano se cierra un poco más alrededor de la botella, mientras la otra la cierra con tanta fuerza que sus nudillos se tornan blancos.
—Dudo que puedas atravesar la coraza de veneno de Nikole Liu, Rick —replica Lautner entre dientes—. Esa mujer no deja que nadie se le acerque.
—Hola, muchachos —saluda la aludida con voz cantarina y el informático pone los ojos en blanco.
«Y llegó la reina de Roma», pienso, divertido.
—Hola, Nicky —saluda Archie—. ¿Qué les tomó tanto tiempo?
—Adams, cariño, buscar un buen estilista para una novia puede demorar mucho tiempo. Sobre todo, si estamos hablando de Victoria Wells —contesta, sentándose en la silla entre yo y el oficial.
—¿Dónde están Victoria y Clare? —pregunta Tyler.
—Vienen en camino. Ya conoces a esas dos. —La asiática suspira por lo bajo—. Me encanta la idea de que Vicky se case, pero odio las bodas. No es que todas las parejas terminen igual pero, todos los días llegan a la oficina casos y casos de divorcio. Bill Jonas, más te vale no hacerle daño, o la firma caerá con todo el peso de la ley en tu contra con tal de proteger a Victoria.
—Como usted ordene, abogada —alude el rubito, y todos sonreímos.
—Pero lo digo en serio —sigue su discurso—. Si al final terminan así, ¿para qué se casan?
—Vaya. Al fin algo en lo que coincidimos —secunda Damon, y Archie enarca una ceja con escepticismo.
—Nicky, ¿qué harás la semana que viene?
—Estoy libre el viernes, Bolton. ¿Qué propones? —contesta la asiática, estirando sus brazos hacia arriba.
—Ir a tomar unas copas.
—Me encantaría —declara, con una sonrisa maliciosa.
—Nicky, ¿no que dijiste que odiabas los compromisos? —inquiero Damon, un poco indignado.
—Salir con alguien no significa tener un anillo en el dedo, Lautner —rebate la abogada, colocando sus manos en la cintura.
—Tú misma te contradices.
—¿Pero y a ti que te importa con quién salgo o dejo de salir? —espeta ella, molesta.
—Aquí vamos de nuevo —musita Archie en mi oído, y no puedo evitar sonreír.
—Eso no me importa. Es tu vida, puedes hacer con ella lo que quieras —rebate Damon, recostándose al asiento. Toma un sobro de su cerveza, pero la frustración en su mirada clara es notable.
—Entonces todo resuelto. Rick, pásame a buscar al trabajo. —Nicky se levanta con impulso, y Damon mira frustrado por donde se va el amor de su vida, aunque no lo dijera o lo aceptara.
—Las mujeres son complicadas —protesta, derrotado.
—No son complicadas, son incomprendidas —interviene Bill.
—Aquí vamos de nuevo —añade Tyler con sorna, y su amigo lo empuja por el hombro de forma juguetona.
—Idiota. Solo tienes que saber cómo entenderlas —comienza a explicar el rubito—. Victoria a veces es muy sensible y al mismo tiempo quiere lanzarme un sartén por la cabeza. Con ellas ni mucho ni poco, pero tampoco medio ni demasiado porque se alteran.
—Ugh, estás peor de lo que pensé, Bill —protesta Lautner, haciendo una mueca de desagrado.
—Está enamorado, Damon. No puedes culparlo. Todos hemos pasado por eso —recalca Rick, con voz pasiva.
—Tú no hables, traidor —protesta el aludido, señalando a Bolton con el dedo índice antes de levantarse de su asiento y retirarse.
Una vez que no está a la vista, estallamos en carcajadas.
—Tenían que haberle visto la cara —añade Bull, sonriendo.
—No puedo creer que él crea su propia mentira —comenta Tyler.
—Por Dios, nunca he aguantado la risa por tanto tiempo en toda mi vida —dice Rick, aguantándose el estómago por las carcajadas.
—Si hubiera sido planificado no hubiera salido tan bien —objeta Archie, divertido.
—Mejor voy a buscarlo. Un Damon mosqueado por los alrededores no es nada bueno.
Dejo la cerveza en el suelo, y me levanto del asiento. Cuando Damon anda molesto, a veces es un poco irascible.
—Luke, ¿sabes dónde está Victoria? —pregunta Livingston al encontrarnos en la sala de estar.
—Fue de compras con las chicas. Ya debe estar a punto de llegar. ¿Todo está bien, Dave?
—Todo está bien. Muchas gracias, muchacho.
Se retira y me encojo de hombros. No encuentro a Damon por toda la casa. ¿Dónde rayos se habrá metido ese hombre? La mansión no es tan grande. Mucho menos ahora que debimos contratar más personal para los preparativos de la inminente boda. Decido regresar con mis amigos. Ya aparecerá. Una cabellera negra entrelazada en una trenza francesa está de espaldas a mí, y sonrío al instante.
—Te extrañé mucho hoy —anuncio, abrazándola por la espalda.
—Yo también. —Clare se recuesta a mi pecho, y apoyo el mentón en su cabeza—. ¿Todo bien por aquí?
—Además de tener a un Damon molesto en los alrededores, sí. Todo de maravilla —contesta Archie, elevando su cerveza.
Frunce el ceño cuando Alex le golpea el hombro. Archie sonríe con burla, mientras su novia niega con la cabeza.
—Victoria, ¿puedo hablar contigo? —interviene Dave.
—Claro, Livingston. Nos vemos en un momento, chicos. Vamos a la cocina.
Ambos se retiran en dirección a la cocina.
—¿Listo para mañana, Bill? —pregunta Lissa, acariciando la cabellera de su novio Tyler.
—Un poco nervioso, pero no veo la hora, Lis —contesta, ilusionado.
El grito de Victoria nos pone en alerta. Todos corremos lo más rápido que podemos a la cocina. Cuando llegamos a la puerta trasera, mi novia y Bolton ya tiene un arma en la mano.
«¿De dónde sacaron eso?», me pregunto, pero la confusión nos ataca por la escena frente a nosotros.
La imagen que vimos no tenía sentido. Vicky abraza a Dave, y llora sin parar.
—¿Qué ocurre? —pregunta Bill, preocupado—. Victoria, cariño, ¿qué ocurre?
—Chicos, este es... —la pelirroja intenta hablar, pero los sollozos no la dejan—. Este es... Dios, esto es difícil.
—Livingston, ¿qué está pasando? —pregunta Rick, aturdido.
—Lo que Victoria quiere decir es que este hombre es Tom Prescott, su padrastro —contesta Lissa con normalidad.
Nuestras miradas oscilan entre Livingston y Lissa. ¿O ahora debería llamarlo Tom Prescott?
—¿Tú lo supiste todo este tiempo? —protesta Bill, molesto, señalando a su hermana.
—No la culpen —interviene el oficial—. Yo se lo pedí. Lo siento mucho, Victoria.
—No puedo creer que estés vivo —declara la pelirroja. Acariciando la mejilla de su padrastro—. ¿Qué ocurrió? Leslie me dijo que habías muerto.
—Cuando me enteré de lo que mi hermano te había hecho, vine corriendo desde Wisconsin a pedirle explicaciones. Estuvimos en una calurosa pelea hasta que me noqueó. Incendió la casa conmigo adentro. Mi cuerpo terminó muy quemado y como vez, mi rostro tampoco lo consiguió. Estuve un año entre cirugías gracias a unas amistades de la universidad que me dieron su apoyo. Hasta que surgió el hombre que tienen delante. Por mis cualidades como investigador privado pude entrar al cuerpo de policía. Seguí con mis investigaciones hasta que di con Lucio Cranfield, tu padre, y me trasladé aquí.
—¿Por qué no me buscaste? —pregunta ella, entre lágrimas, y afligida.
—Tenía mucho miedo, cariño. Y cuando te vi ese día por el secuestro de Lissa, yo me paralicé completamente. A penas te reconocí.
—Livingston, por Dios, te he estado busc... ¿Qué ocurre? —pregunta Lucio, dejando el traje envuelto sobre la isleta—. Vicky, ¿estás bien?
—Sí, papá. Mi día no puede ser mejor —responde la pelirroja, abrazando a Dave por la cintura.
—¿Qué pasa? —insiste el jefe de la policía, atravesándonos hasta llegar a ella—. Me tienes preocupado. Livingston explica de una vez.
—Lucio, mucho gusto. Mi nombre es Tom Prescott.
El cuerpo del jefe de policía se desploma en ese instante. Archie y Tyler lo agarran antes que se golpeara la cabeza.
—Dios mío —exclama Lissa—. Llamen a un médico
Minutos después, Lucio recuperó el conocimiento. Intenta levantarse, pero el mareo le atacó por unos instantes. Si no es porque Alex andaba por la zona, no sé que hubiéramos hecho.
—¿Qué pasó? —pregunta Lucio, aún aturdido, pero al ver la cara de Tom imagino que todo regresó a su mente, y lo señala con el dedo índice—. ¡Tú! ¿Sabes el dolor que le has causado a Victoria todo este tiempo?
—Lo siento mucho, Cranfield. De verdad. Debía encontrarte primero y luego atrapar a mi hermano. ¿Qué querías que hiciera? No podía dejar que mi tapadera volara se defiende Dave, o Tom. En fin, el padrastro de Victoria.
—Dejen de discutir —intercede la pelirroja, entregándole un vaso de agua a su padre biológico—. Ahora necesito pedirles un favor. Lucio, Tom, quiero que los dos me lleven al altar.
El silencio en la sala de estar es inmediato. Los ojos de Tom se cristalizan y Lucio contiene el aire. Es demasiado para asimilar.
—Sé que es de último momento, papá —insiste, arrodillándose frente a Lucio—. Tom estuvo toda mi vida a mi lado. Me vio crecer y me ayudó en las tareas escolares. Sin él, no hubiera sido posible encontrarte.
—¿De verdad quieres eso? —pregunta Tom, con voz quebrada.
—¿Estás segura, Vicky? —susurra Lucio, y ella asiente con fervor,
—Nunca he estado más segura de querer algo en esta vida.
—Para mí sería un honor —declara Tom, y se agacha hasta la altura de su hijastra, y ella los abraza al mismo tiempo.
—Me alegro que todo se haya solucionado —musita Lissa, y suspira, como si un peso se hubiera caído de sus hombros.
—Tú y yo tenemos una conversación pendiente, hermanita —protesta el rubito.
—Ay ya, Bill. Si me vas a pegar no me pelees.
Todos reímos con las palabras inocentes de Lissa.
—¿De qué me perdí? —habla Damon detrás de nosotros.
—Te hemos buscado por toda la casa —protesta Archie.
El pintalabios rojo que está en su cuello anuncia su demora y desaparición momentánea.
—Límpiate eso, ¿quieres?
Rick le lanza un pañuelo. La mirada de Nicky es trazadora.
«A este hombre no hay quién lo entienda», pienso, negando con la cabeza.
—Bueno, chicos, es tiempo de irnos a casa y descansar —interviene Clare antes que comience la Tercera Guerra Mundial entre Nicky y Damon en la sala de mi casa—. Mañana nuestro día va a ser largo y debemos estar perfectos para la boda.
Al salir del hall nos dirigimos a la cocina. Le dimos un poco de espacio a Vicky y sus... padres, por así decirlo. Nos sentamos alrededor de la isleta y el silencio reina entre nosotros. Nicky se levanta, furiosa, y sale por la puerta de la cocina en dirección a la caseta.
—Esta vez lo arruinaste, compañero —reclama Tyler.
—Ahora no, por favor —increpa Damon, alejándose en dirección a la puerta principal.
—Debemos hacer algo. Esos dos son pareja mañana en la boda de Vicky —pregunta Lissa.
—Mañana van a estar bien y todos pasaremos una velada tranquila —afirma Clare, pero en su voz no se siente la seguridad de siempre.
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