Capítulo 37 «Verdad oculta»
Luke
Abro mis ojos de repente. Escucho un grito de Clare como si la vida se le hubiera desgarrado. Algo pasa con Amber. Lo último que recuerdo es ir al aeropuerto por la pequeña y... Dios mío. Los recuerdos ametrallan mi mente. La niña, disparos, hombres en pasamontañas.
Intento levantarme, pero un dolor punzante cruza mi espalda en el lado derecho. Un pitido estridente se esparce a mi alrededor con rapidez, haciéndome fruncir el ceño por el molesto sonido. Intento hablar, pero algo en mi boca me lo impide. Los nervios me atacan instantáneamente.
¿Dónde estoy? Paredes blancas me rodean, así como la luz intensa de la lámpara del techo. Hago un gesto de dolor al mover mi brazo izquierdo, por culpa de la intravenosa. El olor me dice que estoy en un hospital. La puerta de la pequeña habitación se abre con urgencia, dando paso a un doctor y varias enfermeras.
—Pueden quitarle el tubo endotraqueal. Señor Smith, necesito que se calme, ¿entendido? Todo está bien.
Una de las enfermeras retira el instrumento, provocándome arcadas. tubo de las enfermeras me quitó un tubo que tenía metido en la garganta. Eso me provocó una arcada.
—Muy bien, señor Smith, necesito que se calme. Sé que el sonido es insoportable, pero no podemos apagarlo. Usted sigue en observación.
El sonido disminuye poco a poco, al mismo ritmo de los latidos de mi corazón. Abre uno de mis ojos y lo alumbra con una pequeña linterna.
—No hay daños por aquí —musita, y luego revisa el otro, hasta que la apaga, y la guarda en su bata—. Salió muy bien de la operación. Nos tuvo muy preocupados.
—¿Qué pasó? —pregunto, con cierta dificultad. Mi garganta escuece, y trago saliva con mucho cuidado.
—Paso a paso, joven Smith. —Llena un vaso con agua, y le coloca una pajilla antes de acercarlo a mi rostro—. Por favor, de sorbos lentos. Va a sentir su garganta adolorida y carrasposa. Es normal.
Gimo de alivio cuando siento el líquido pasar por mi garganta. Una de las enfermeras se retira luego de tomar una muestra de sangre.
—¿Qué pasó, doctor? —pregunto una vez más.
—Llegó al hospital con una bala en el pulmón derecho. Eso le provocó un neumotórax, pero logramos sacarla con rapidez. Clare me debe una bien grande por esto. Cada vez que llega uno de ustedes al hospital, siempre he tenido que operar de urgencias. La vez pasada fue Victoria Wells con una bala en el muslo, y antes de ella Bill Jonas.
—Doctor, tenemos muchas personas afuera esperando —señala una de las enfermeras, y este suspira.
—Me lo temía —añade el doctor, y mira su reloj—. Hace cinco minutos despertó, y ya tenemos personas ansiosas por verle.
—Solo quiero ver a dos. Clare y Amber —suplico, ansioso—. Ellas...
Dejo las palabras en el aire. Mi vista se nubla por unos instantes, y siento que mi cabeza da muchas vueltas
—Descanse, señor Smith. Aún se está recuperando —indica el doctor, y resoplo.
—Una de las enfermeras inyecta algo en la intravenosa
—Pero yo... —Mis párpados comienzan a pesar, y mi lengua está un poco adormilada. Casi no la siento.
—Descanse —insiste una vez más—. Cuando se despierte, podrá recibir visitas.
La oscuridad me alcanza con rapidez. Al despertar, una mano cálida aguanta la mía. Es la pequeña.
—Luke —chilla Amber, y la cabeza de Clare se levanta al instante—. Mira, Tita. Luke despertó.
—Gracias a Dios. —Baja a la niña de su regazo y se acerca a mí—. Gracias a Dios despertaste.
Mi pecho se encoge cuando veo una lágrima correr por su mejilla. Nunca me ha gustado verla llorar.
—Estoy bien. No llores —musito, aliviado al ver que ambas están bien.
Ella se acerca para tomar mi rostro entre sus manos y besarme con intensidad. Diosy me dio un beso que me supo a gloria.
—Clare, Amber está aquí—musito, pegado a sus labios, y ella se separa un poco.
—Lo siento mucho —susurra, sorbiendo su nariz, ahora enrojecida.
Sus ojos grises están cubiertos de lágrimas. Coloco un mechón negro detrás de su oreja y paso el pulgar por sus mejillas. Dios, como extrañaba a esta mujer.
—Voy a llamar al doctor —anuncia la pequeña, y se retira de la estancia con una sonrisa en los labios.
—Creí que te había perdido —dice mi chica con voz quebrada, una vez que pega su frente a la mía.
—Hierba mala nunca muere.
Ambos reímos por lo bajo, y hago un gesto de dolor. La alarma se posa en su mirada.
—¿Qué sientes?
—He sido operado en un pulmón ¿Qué crees? —Ella niega con la cabeza—. Nada puede vencer a este pedazo de hombre que tienes rendido a tus pies, Clare Hanz. ¿Puedo pedirte un favor?
—Claro. Lo que necesites.
—¿Puedes traerme una hamburguesa? Me muero de hambre.
El sonido de su carcajada instantánea me hace feliz.
—¿Acabas de ser operado y solo piensas en comida, Smith? —Niega con la cabeza sonriente y la puerta se abre.
—Veo que mi paciente ya despertó —habla el médico que me había atendido anteriormente—. Su estado de ánimo parece que es bueno.
—Muchas gracias, Jake —agradece Clare—. Te lo agradezco mucho.
—No hay problema. Cuando vi que cierta persona entraba en el hospital de urgencias, no pude decir que no. Sé que John no hubiera permitido que otra persona hiciera la cirugía. Por cierto, la cantidad de personas en el pasillo es monumental. Por ahora solo tú y la niña. Luke salió de una cirugía muy riesgosa. Necesita descansar y tranquilidad. Cuando estés mejor, hablamos.
—Doctor, muchas gracias por salvarme la vida.
—Nada que agradecer, Luke. Clare me ha salvado más veces de las que puedo contar. Esto no significa nada para mí. —Se retira de la estancia, y una pequeña de cabello claro, entra en su lugar.
—¿Ya estás bien, Luke? —Asiento, con una sonrisa en los labios—. Entonces podemos ir a comprar helado.
Intento no reírme por el dolor que me causaría, pero sonrío por lo bajo.
—Cuando salga de aquí, compramos todo el helado que quieras, pequeña.
—Tita, ¿también podemos comprar pizza?
—Pero claro que sí —intervengo con rapidez, causando que Clare me atraviese con la mirada.
—Si Luke dice que sí, no puedo negarme.
—¡Qué bien! ¿Puedo ir con Damon y Archie a comprar dedos de pollo?
—¡Amber! —protesta Clare, y la niña pone los ojos en blanco.
—Ya, ya. Está bien. No me regañes. Seguro que Nany dice que sí.
—Amber —le recrimina una vez más la jefa, pero la niña sonríe con picardía, y se retira de la estancia otra vez.
—¿Todo bien? —pregunto, preocupado, al ver la indecisión en su rostro.
—A ella le agradas —musita y se sienta en la silla. Frunzo el ceño, al ver que las facciones de su rostro han cambiado en menos de un segundo.
—Clare, ¿qué ocurre? El doctor dijo que la operación fue un éxito.
—Y es cierto.
—¿Qué ronda por tu cabeza, Hanz?
Ella sonríe de soslayo, y niega con la cabeza.
—No sé si es el mejor momento para decírtelo. Saliste de una operación muy riesgosa.
—Hanz, me estás asustando
—Desde que tú y yo estuvimos aquel día, no me he acostado con más nadie. Ni siquiera con mi ex prometido.
«Eso ya lo sabía. Pero sigue sin gustarme dónde va esa idea», pienso, inquieto.
—Es que... Pues... —Estruja los dedos de sus manos con nerviosismo.
—Clare, maldita sea, habla de una vez, por Dios.
—Amber es tu hija.
—¡Qué! —espeto, y la máquina comienza a pitar con mucha fuerza.
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