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Capítulo 35 «Esperanza»

Archie

Seguimos los pasos de Stella Prescott, conocida como Stella Parker, desde que revisamos los antecedentes de Keith y vimos que era su hija. Su vida era tranquila junto a su hermana Leslie, hasta que apareció Tom Prescott pidiéndole ayuda a su padre. Cuando fui a ver a Leslie a la cárcel, casi sale disparada de la silla.

La rabia y el rencor fueron notables en su mirada oscura. Nunca nos perdonará lo que le hicimos, pero ella casi deja a Vicky en una silla de ruedas gracias al disparo que atravesó el muslo de nuestra pelirroja. Negó conocer a alguien que se llamara Stella, hasta que le mostré fotos de ellas dos que había intentado borrar. Son jimaguas. No dijo mucho después de eso, pero al menos no lo negó.

Tuvimos que movernos rápidamente en esos días. No queríamos que Luke se enterara, no al menos de los orígenes de Stella. Era una carrera contra el reloj. En el mismo lugar estaban los tres individuos: Keith Prescott, Stella Prescott y Jackob Stuart, alias "Mouse", el que terminó trabajando para la Interpol y nos dio un golpe sin manos cuando nos enteramos.

La cara de Rick al enterarse en ese instante dio miedo. Sus ojos verdes taladraron a Jackob instantáneamente. Su metro ochenta le hizo parecer más temerario de lo normal. Este hombre de piel trigueña y pelo negro podía aplastar la cabeza de cualquiera con una sola mano. Trabajaban en los mismos círculos y no lo sabía. Cuando se habla del servicio secretos y privacidad de los suyos, estas agencias gubernamentales siempre tienen una carta debajo de la manga.

Desde hace 24 horas esperamos en la sala de espera del hospital. Luke salió de una operación que casi le cuesta la vida, y seguimos sin noticias de Clare. Le aconsejé que era una mala idea, pero no. Esta chica es tan terca que si tiene que ir contra la pared para salvar a los suyos, pues que se rompa el cráneo entonces. Desde el principio nos olíamos que Stella trabajaba con alguien más, porque llegó recientemente a los Estados Unidos, pero no logramos saber con quién. Y eso es algo que nos preocupa.

Su historial de llamadas y mensajes de texto estaban limpios. Revisamos sus e-mails y no conseguimos nada. En ningún momento se separó de nosotros ¿Quién era el otro? ¿Cómo se pusieron de acuerdo con todo esto? Me he estado rompiendo la cabeza desde ayer, pero no acabamos de encontrar ninguna solución.

—¿Sigue igual? —pregunta Nicky, entregándome una taza de café humectante, y niego con la cabeza.

Deslizo mi cuerpo por toda la pared hasta tocar el suelo. Golpeo mi cabeza con suavidad conta la pared, mientras remuevo el café en la mano. La inseguridad que puedo perderla a ella también comienza a hacer mella en mí.

—Encontramos el auto de Stella abandonado. Las cámaras no captaron nada. Damon está a punto de lanzar una pantalla al piso buscando señales de Clare o Amber —añade Lissa, y se sienta en la silla a mi lado, apretando mi hombro con suavidad.

—Esto es un desastre, chicos —objeta Vicky, molesta—. En estos momentos deberíamos estar festejando el arresto de Keith y Stella. Todos felices para siempre y sonrientes en una fiesta en la piscina de Mía.

—¿Aún no sabemos quién es el otro? —pregunta Rick, cuando llega a nosotros.

—Nada de nada —protesta Nicky, ofuscada.

Me levanto del suelo cuando tomo el último sorbo de café. Dirigimos nuestros pasos hasta la habitación de Luke. Lo único que nos separa de Smith es un vidrio transparente. Verlo conectado a una máquina y entubado, me hace enfurecer. John está recostado a la cama de su hijo. No se ha separado de él en ningún momento. Debe estar agotado, pero no hay quién lo saque de ahí hasta que Luke abra los ojos. Verlo tan decaído me duele. Han sido demasiados golpes en menos de un mes. No creo que aguante uno más.

—Desearía que Alex estuviera aquí —musito con voz quebrada, y tomo una bocanada de aire, cuando coloco la frente en el frío vidrio.

Las lágrimas se acomodan con rapidez en el borde de mis ojos, y la opresión en mi pecho, se agranda cada vez con rapidez. El saber que no podré verla otra vez rasga mi alma en tiras finas, y mi corazón se llena de tristeza.

—Ella lo hubiera sabido desde el primer momento —musita Bill, presionando mi hombro para darme aliento.

—Odio cuando hablan de mí en pasado —dice una voz detrás de nosotros y aprieto los labios.

«Dios, hasta puedo escuchar su voz. Me voy a volver loco», pienso, y trago en seco.

—¡Oh, Dios mío! —musita Lissa, con voz temblorosa—. Alex, eres tú.

«¿No estoy soñando?», me giro con brusquedad y abro mis ojos cuando la veo.

Sus cabellos castaños caen en cascadas, y esos ojos. Esos malditos iris azules que he llorado en las noches desde hace más de una semana. Atravieso a mis amigos, desesperado por acercarme. Cuando la tengo frente a mí, me detengo. El miedo de que todo esto sea una ilusión o un sueño me golpea al momento. Ella sonríe con timidez, aumentando el nudo en mi garganta. Con temor, subo la mano hasta su mejilla, y recuesta su rostro, como siempre ha hecho desde que comenzamos esta historia. Momento, del que no tengo memoria. Simplemente sucedió.

—Hola, Archie.

—Alex —musito, y la atraigo hacia mí por su cintura.

Beso a mi chica como si mi mundo dependiera de ese simple gesto. Lágrimas saladas recorren mis mejillas al sentir sus labios cálidos por primera vez. Siempre he sido una persona de ocultar sentimientos, hasta saber con certeza que la otra persona siente lo mismo, pero con ella no puedo controlarme.

—Eres tú. En verdad eres tú —digo, con la frente pegada a la suya.

Acuno su rostro en mis manos y la vuelvo a besar. No me interesa estar en un hospital o en mis amigos a nuestro alrededor, que están tan asombrados como yo. Nada de eso es significativo. No sé cuánto tiempo estuvimos así hasta que el carraspeo de alguien nos interrumpe, y dejo que el aire fluya entre los dos. El alma me ha regresado al cuerpo. Mi chica está en mis brazos, sana y salva. Ella está vivía, y es lo que me importar.

«Gracias, Dios, por darme otra oportunidad», pienso, sin soltarle la cintura.

—Archie, deja que nosotros también nos recuperemos de este shock —interviene Vicky, y Alex sonríe con timidez.

Nicky sigue estática en su lugar, con ojos cristalizados. Han sido más de veinte años de amistad, donde han estado en las duras, las maduras y las podridas. La pérdida de Alex nos afectó a todos, pero Nicky y Clare fueron las más golpeadas por este hecho.

—Ven acá —habla mi chica, abriendo sus brazos, y la asiática corre a sus brazos sin pensárselo dos veces.

—Creí que te habíamos perdido —musita Nicky, sollozando.

—Dudo que alguien pueda con Alexandra Kingsman.

Sus ojos azul claro chocan con los míos, y me guiña un ojo. Seco el rastro de lágrimas, y respiro con profundidad.

—¿Qué pasó ese día? Todos lo vimos —pregunta Bill Jonas, con curiosidad, y escuchamos algo caerse cerca de nosotros.

—¿Alex? ¿Eres tú? —pregunta una voz, temerosa.

—Hola, Damon —contesta ella, con burla.

Mi amigo tiene sus ojos verdes bien abiertos. Boquea como pez fuera del agua, como si sus ojos también le estuvieran engañando. A sus pies, veo una bandeja volteada, con varias tazas de café esparcidas. Las hamburguesas se salvaron al estar envueltas en papel lumínico.

—Joder, Alex. —Se acerca con rapidez, y la abraza—. Creí que te habíamos perdido ese día —recalca, por lo bajo—. Estuve días...

Corta su discurso de alivio, y se separa un poco. Sus ojos verdes se oscurecen y le pega en el brazo.

—Con esas cosas no se juega, Alexandra Kingsman. ¿Sabes el infierno que hemos pasado por tu culpa?

—Y aquí salió el Damon histérico —susurra Nicky, a mi lado, mientras pone los ojos en blanco

—A ver, muchachos. Dejemos este drama para después —intercede Livingston, y nuestras miradas pasan del shock a la furia en cuanto lo escuchamos.

—¿Tú lo sabías todo este tiempo? —protesta nuestra pelirroja, furiosa—. ¿Cómo pudiste hacernos esto, Dave?

—Todo tiene una explicación —intercede Alex, evitando la mirada trazadora de Damon—. Livingston solo actuó antes de que fuera demasiado tarde.

—¿A qué te refieres? —pregunta Rick, confundido.

—Este no es lugar para hablar. Vamos a casa de Mía. Estoy loca por verla y les explico.

—Chicos, yo me voy con Jackob por si tenemos noticias de Clare —añade Lautner, y señala a mi chica con el dedo índice—. Tú y yo tenemos una conversación pendiente, Kingsman.

—Sí, señor.

—Yo voy contigo, Damon añade Bill—. Rick, necesito que me ayudes a recorrer la ciudad. No puede ser que Clare y Stella se hayan esfumado de la nada. Cariño...

—Ve. Si hay noticias de mi parte, te lo hago saber —interviene su novia, y le da un casto beso en los labios.

Los tres chicos se despiden y nosotros nos dirigimos a casa de Mía. John se quedó en el hospital para nuevas noticias en cuanto a Luke.

—Hola, muchachos —saluda la señora Hamilton a medida que nos adentramos en la cocina—. ¿Hay cambios en la condición de Luke?

—Todavía no ha despertado —responde Vikcy, tomando asiento cerca de la isleta—. Lograron extirpar la bala del pulmón, pero debe despertar antes de las setenta y dos horas.

—¿No saben nada aún de Clare o Amber?

—Todavía nada —contesto, y sus hombros decaen—. Debe estar sedada.

—Pobre John —alega Mía, con angustia—. Ya perdimos a Alex, no sabemos nada de Clare, mi bisnieta desaparecida y ahora Luke en peligro de muerte.

—En verdad comienzo a odiar que hablen de mí en pasado —protesta mi chica resucitada de entre los muertos cuando entra a la cocina.

—¿Alex? —Mía cubre su boca por el asombro, la tomo al instante que noto como sus piernas se flexionan.

—Ay Dios mío —exclama Lissa, ayudándome un poco.

—Ella está bien —manifiesta Alex, una vez que dejamos a Mía en el sofá—. Solo fue el impacto de la noticia.

—Estuvimos en tu funeral. Lloramos por ti, compañera —protesta Nicky, con los brazos cruzados en el pecho—. ¿Qué reacción esperabas de la pobre mujer?

—Archie, ayúdame a llevarla a la habitación de invitados. Ahí estará más cómoda.

Una vez acomodada la pobre señora Hamilton en la habitación de la primera planta, nos dirigimos a la cocina.

—Muy bien —insiste Lissa—. Ahora debes explicarnos lo que pasó ese día.

—Desde que llegué a Londres con Livingston, nos percatamos que alguien nos seguía a todos lados. A veces a pie, otras en auto —comienza a relatar—. Después que terminé la llamada con ustedes ese día, Livingston me dijo que habían saboteado el jet. Utilizamos a una de las azafatas del lugar. La vestimos con mi ropa de forma urgente. La idea era que ella se acercara al jet para avisarle al piloto y a la azafata que me acompañaba ese día que salieran con urgencia del avión, pero no sobrevivieron. No podíamos darnos el lujo que todos murieran.

—Pobre chica —musita Vicky, con pesar—. No se merecía morir ni ella, Dave o Autumn.

—Cuando vi estallar aquel avión, mi corazón se rompió en dos pero tuve que esconderme. Si yo estaba fuera del radar, podía pasar desapercibida y trabajar con tranquilidad.

—¿Por qué harías algo así? —protesta la asiática, y Alex resopla—. Debiste habernos dicho algo, Alex. No sabes... —Nicky dejó la frase en el aire y toma una bocanada de aire antes de proseguir—. No sabes el tormento que pasamos.

—Lo sé y lo siento mucho. La única que se percató de mi presencia fue Amber. Le sonreí y me fui. Tenía mucho trabajo que hacer.

—Esa chiquilla lo mencionó muchas veces —intervengo—. Siempre ha tenido mucha imaginación. Creí que era otra de sus fantasías.

—Esa niña sabes más que todos nosotros, con todo y el tamaño que tiene. Demasiado inteligente —alega Alex, sonriente—. Otra cosa más. ¿Están al tanto que Stella no trabaja sola, cierto?

—Lo sabemos, pero no el quién —habla Lissa.

—Díganme una cosa. ¿Han comido mucha pizza en estos días?

—Alex, no es hora de pensar en comida —protesta la pelirroja, y la aludida niega con la cabeza.

—No me están entendiendo. ¿Quién fue la persona encargada de pedir pizza todo este tiempo? —insiste.

—Stella —decimos todos al mismo tiempo.

—Déjame ver si entendí. ¿Stella está confabulada con pizza a domicilio? —objeta la asiática, y sonríe—. Creí que eras más inteligente que eso, Kingsman.

—Alex tiene razón —secundo—. Stella era la encargada de comprar la pizza y siempre pedía del mismo lugar.

—Así era como contactaba con su cómplice. Creo que voy entendiendo —señala la pelirroja—. Esta chica es inteligente.

—Cuando sepan quién trabaja en ese lugar se van a reír mucho —comenta Alex, divertida.

Casi debo sentarme cuando nos dice el nombre del otro cómplice. Ni siquiera me acordaba de ese detalle.

—Y yo pensando que era insignificante. En estos momentos le tengo miedo hasta comer pizza por encargo —destaca Lissa, negando con la cabeza. —Hubiera pensado en cualquier persona menos en esa.

Unos toques en la puerta interrumpen nuestra plática.

—Ese debe de ser Livingston —dice Nicky.

—Yo voy —dice Victoria.

Unos segundos después, regresa junto a Livingston y Lucio. Ambos con cara de felicidad

—Las encontramos —expresa Lucio, con alegría—. Solo veníamos a avisarles.

—¿Qué estamos esperando? —pregunta Nicky, levantándose de su lugar.

—Ustedes no van a ningún lado —interviene el jefe de la policía—. Ya tuvimos...

Deja la frase a medias cuando ve a Alex entre nosotros. sacude su cabeza, como si no pudiera creerlo.

—¿Ustedes están viendo lo mismo que yo?

—Hola, Lucio. Me alegra verte.

—¿Alex? ¿Cómo? —insiste, y Livingston niega con la cabeza.

—Larga historia —increpa la aludida—. Hay que ir por Clare.

—Un equipo SWAT va de camino. Rick y Bill fueron con ellos. Damon nos está ayudando desde arriba —explica el hombre de confianza de Lucio—. Les dejo, chicos.

Antes de llegar al arco de la cocina, Livingston se gira hacia nosotros y nos señala a todos con el dedo.

—Clare está en buenas manos. Se los prometo. No es necesario que vayan.

Media hora después seguimos esperando con impaciencia en la cocina.

—No me gusta esperar —Nicky rompe el silencio—. Nuestra amiga está allá. Nosotros también deberíamos de ir. Stella es peligrosa.

—Dave nunca dijo que no podíamos ir, solo que no era necesario —aclara Vicky, con una sonrisa en sus labios que indica que peligro—- Aún tenemos el equipo del operativo de ayer.

—No den más ideas y acaben de irse. Yo me quedo por si Mía se despierta —recalca mi chica, y las muchachas salen corriendo por la cocina en dirección al garaje.

—Regreso en un instante —musito cerca de ella, y la beso una vez más.

—Por favor, no te demores —susurra cerca de mis labios—. He estado demasiado tiempo separada de ti.

—Te amo, Alex.

—Y yo a ti, Archie. Ahora ve. Las chicas deben estar ansiosas esperando por ti.

Saboreo sus labios por última vez antes de salir de allí en busca de Clare y su hija. Otro tema de conversación que tengo pendiente con esa enana respondona.


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