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Capítulo 34 «Prescott»

Clare

Creí que cuando Luke supiera la verdad se sentiría contento. No esperaba esta reacción de él. Algo cambió en Londres entre esos dos, y le está pesando mucho ahora. Sus ojos y sus expresiones me dijeron que Jackob le había caído bien al final de todo.

Cuando descubrí aquello en las fotografías, yo también quería negarlo, pero ese tatuaje en su nuca podía reconocerlo donde quiera. Todo empezó a encajar. Su acercamiento en la empresa, las constantes atenciones hacia mí y John. Utilizaba los viajes por la empresa como tapadera. Fuimos demasiado ciegos. Solo queríamos ver lo que nos interesaba.

Dos veces he caído en el amor, y dos veces me han engañado como boba. Pensé en darme otra oportunidad. Estuve a punto de casarme con un mafioso que es buscando por la interpol en toda Europa, a pesar de que no sepan cómo es su rostro. Además de Jackob, teníamos al otro cómplice en la mira. Solo esperábamos que mordiera el cebo.

Todo estaba listo, solo debemos esperar a que Prescott aparezca. Jackob había llegado desde hace una hora y no teníamos señal de Keith aún. Algo va mal. Maldita sea Archie por abrir la boca. Jackob sale del auto y se recuesta al capot. Mueve el pie de manera rápida e inquieta. Como si también sintiera que algo no encaja en todo esto.

Estamos en las afueras de Green Rose. Según Lissa, uno de sus hijos, o vigilantes en el estado como les llamo, le habló de una reunión sospechosa. Algo poco usual, y que no se relacionaba con ninguna de las personas de la ciudad o sus alrededores. Todos estuvimos atentos a esa noticia. Primero nos pareció precipitado, pero la pequeña Jonas explicó que este es un lugar abandonado. Por tanto, lugar perfecto para atrapar a ambos.

Estamos en lo que era un antiguo cine de autos. Las pantallas están desgarradas, y la caseta de entrada casi destrozada. Lo único que se mantiene en pie, y tengo dudas de su estabilidad, es el lugar donde se vendía los aperitivos. Allí está el equipo de Lucio, Livingston, Stella y algunos oficiales. Mi equipo está disperso por toda el área baja. Algunos oficiales están en la parte alta de los contenedores, Archie y Damon han instalados cámaras por todo el lugar. Tenemos a dos en la mira. Solo falta que el tercero salga a la luz, y así terminaríamos por fin esta pesadilla.

Todos atentos —habla Archie por el intercomunicador, y mi cuerpo se tensa— Está entrando una camioneta negra.

—Todos quietos —ordeno—. Nadie se mueve hasta que yo lo diga. Lucio, eso es para ti también

—¿A ti quién en nombró líder? —pregunta el jefe de policía, con burla.

—Yo sola me brindé. Tú eres muy blando para estas cosas.

Esta me las pagas, Hanz.

—Yo también te quiero, Cranfield —comento, divertida.

Silencio —sentencia Livingston—. Estoy viendo a Keith salir de la camioneta

Algo aquí no me gusta, Clare —habla Rick, con desconfianza.

—Nadie se mueva —repito por el intercomunicador—. Stuart y Prescott se están dando la mano y ahora le está entregando una carpeta. A la cuenta de tres entramos en acción. Uno, dos ... ¿qué rayos?

¿Esas son esposas? —pregunta Victoria—. ¿Jackob esposó a Prescott?

¿Qué está pasando? —añade Lissa, confundida.

—¿Lucio, qué es todo esto? —insisto—. El cuerpo de Prescott está lleno de puntos rojos. ¿Desde cuando trabajas con francotiradores?

Esos hombres no son míos —se defiende por el intercomunicador.

—Chicos, tiempo de entrar en acción. Keith Prescott —Salgo de mi escondite y comienzo a caminar en su dirección con el arma en la mano, apuntando directamente a su cabeza, ahora cubierta de canas—. Estás detenido por el homicidio de Alexandra Kingsman, agresión sexual a Victoria Wells, asesinato de Leonardo Globe, fraude financiero y amenaza a Brandon Ascot.

—¿Clare, que haces aquí? —pregunta Jackob, asombrado.

—Esas preguntas están de más, "Mouse".

Sus ojos se abren de par en par al decir el pseudónimo.

—Henry, ya pueden salir —habla mi ex prometido, y hombres uniformados salen de todos lados.

«¿Estos de donde salieron?», pienso, confundida.

—Buen trabajo, Stuart —indica un señor mayor, cubierto en canas. Rostro delgado y lentes de sol oscuros—. Usted debe ser la señorita Hanz. Es un gran placer conocerla al fin.

—¿Henry? —pregunta Lucio, acercándose a nosotros—. ¿Qué haces aquí?

—El señor Stuart ha trabajado con nosotros desde hace cinco años como agente encubierto.

Mi mentón casi llega al piso por el asombro. Esa noticia no me la esperaba.

«Mi cabeza va a reventar. ¿Jackob trabajaba para el FBI? Esto no tiene el menor sentido», pienso, y sacudo mi cabeza, confundida

—Clare, ¿dónde está Luke? —pregunta Stuart, con urgencia.

—Fue por Amber —murmuro, sin saber para qué quería saber eso.

—Par de imbéciles —comienza a hablar Keith, riendo. Los años le han pasado factura—. Me voy a reír cuando el último caiga. Adiós, pajarito.

Jackob toma a Keith por el pecho de su camisa con brusquedad.

—Como algo le pase a Luke o a la hija de Clare, te juro que te pongo un tiro entre ceja y ceja, Prescott —espeta furioso.

—¿Cómo? —preguntan todos mis amigos alrededor.

—¿Cómo sabes eso? —insisto, alarmada.

—Creo que tienes algo que decirnos, Clare —inquiere Nicky, y mi equipo me observa, esperando respuesta.

—Ahora no. Tenemos que ir por Amber. Puede estar en peligro —insiste Jackob.

—Demasiado tarde. El pajarito ya voló —alude Keith, sarcásticamente, y mi puño impacta en su mentón.

—Por encima de mi cadáver —digo, apretando los dientes.

—Tenemos problemas —dice un hombre de Lucio—. Está ocurriendo un tiroteo en el aeropuerto.

—Amber.

Salgo corriendo tan rápido como puedo en dirección a la camioneta.

—No mi hija. A ella no, por favor —suplico al cielo, quemando ruedas en la carretera.

Golpeo el volante con furia al ver que caímos en su trampa otra vez. Keith sabía que ella llegaría hoy, y decidió el lugar lo más alejado posible para poder atraparla y yo estar lo suficientemente lejos para no hacer nada. Zigzagueo entre los autos, y casi me golpea un camión, pero no me interesa. Cada minuto es primordial. Varias ambulancias pasan por mi lado de forma veloz. Alguien quedó atrapado en el campo de balas.

Al llegar al aeropuerto, dejo el auto encendido y atravieso la cinta policial sin importarme los oficiales que me piden retirarme. Les muestro mi identificación que trabajo con Lucio, y logran dejarme pasar. El suelo está lleno de vidrios rotos, y varios casquillos desperdigados. Noto a una aeromoza sentada en una ambulancia con su mano vendada. Sin importar su rostro golpeado, logro reconocerla. Es la misma que me entregó a Amber la vez pasada.

El miedo se apodera de mí cuando no veo señales de Luke o mi hija. Mi cuerpo tiembla y suda por los nervios. En mis oídos solo escucho los latidos acelerados de mi corazón. La preocupación de que algo les haya pasado es casi inaguantable. Todo fue tan sencillo. Demasiado simple Esto me pasa por no hacerle caso a Archie.

—Disculpe, ¿usted venía con una niña por alguna casualidad en este viaje? Es pequeña, de cabello negro y ojos muy azules.

La muchacha hace un gesto de dolor, pero logra asentir. Tiene puesto un apósito en la sien, y se coloca una bolsa con hielo en el hombro izquierdo.

—Lo intenté, señorita, pero ellos se la llevaron. —Lágrimas comienzan a salir de sus ojos—. De verdad que lo intenté. Eran muy fuertes. Un joven vino hacia nosotros, pero no llegó a tiempo. La ambulancia se lo llevó. Parecía grave.

El frío recorre mi espina dorsal. Espero equivocarme.

—Su nombre —insisto, temiendo lo peor—. ¿Sabe el nombre del muchacho o puede decirme cómo era físicamente?

—La niña dijo un nombre. —Cierra sus ojos, intentando recordar—. Ya lo recuerdo. Luke. Así fue como lo llamó.

Mis piernas flaquean y caigo al suelo. Un paramédico se acerca y niego con la cabeza.

«Oh, Dios mío. Esto es un desastre», pienso, y siento como el aire me falta. «Esto no puede estar pasándome».

—Por Dios, Clare. —Las manos de Jackob se aferran a mis hombros—. ¿Qué pasó aquí?

—Se llevaron a Amber, y Luke está de camino al hospital —digo, entre susurros—. Quedó atrapado en la balacera.

Se agacha y me abraza.

—Vamos a encontrarla. Eso te lo aseguro —insiste, pasando su mano por mi cabeza—. Luke es un chico fuerte. Va a recuperarse.

—Ay, por Dios —exclama nuestra pelirroja.

—Victoria, lleva a Clare al hospital —insiste Stuart, mientras me levanta del suelo—. Se llevaron a Amber y Luke está en el hospital.

Mis amigos llegan en ese momento con no muy buena cara.

—Sé que ustedes y yo no entramos en el mismo círculo, pero la situación es mucho más grande que nuestras diferencias. ¿Cuento con su apoyo?

Todos se miran entre sí y asienten con la cabeza.

—Yo me encargo de llevarla al hospital —interviene Stella—. Ya mi trabajo está hecho.

—Muchas gracias —agradece mi ex prometido—. Cuando llegues al hospital llámame para saber la situación de Luke.

—Nosotros estaremos al tanto —recalca Liss y me retiro con Stella, subiendo al asiento del copiloto.

Debo sacar fuerzas de dónde no hay. Necesito recuperar a mi hija.

—Espero que Luke esté fuera de peligro —habla Stella, preocupada, mientras se adentra en la carretera—. Recuperaremos a la pequeña. Ya lo verás.

—Sé que lo haremos —digo, con confianza—. Porque tú me vas a llevar con ella.

Saco mi arma y apunto directamente a su cabeza. No van a engañarme otra vez.

—¿Te has vuelto loca, Clare? —pregunta asustada, y quito el seguro—. ¿De qué estás hablando?

—No te hagas la inocente. Hemos seguido tus pasos desde que supimos la verdad.

—No sé de qué estás hablando.

En otros tiempos, el nerviosismo en su voz me hubiera hecho dudar. Si no supiera quién es en realidad, me hubiera convencido al instante.

—Lo sabemos todo. Deja de fingir, Stella Prescott.

Sus facciones cambian al instante de mencionar su verdadero apellido.

Así que ya lo sabes.

Da un volantazo, y me golpea la mano. Se escucha como el tiro atraviesa el techo del vehículo, mientras ambas forcejeamos en su interior. Hago un gesto de dolor cuando siento la aguja atravesar la piel en mi cuello.

—Dulces sueños, Clare Hanz.

—Esto no se va a quedar así —advierto, antes de poder tocar mi reloj y caer en la inconsciencia.


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