Capítulo 32 «La llamada»
Clare
Han pasado cuatro días y no he despegado la vista de las fotos. Alex me dijo que observándolas con detenimiento podía ver quién era el famoso "Mouse", el títere de Prescott en la ciudad.
—¿Todavía nada? —dice una voz a mi lado, y resoplo, irritada.
—Mi cabeza va a reventar, Nicky. Durante días he estado haciendo lo mismo y aún nada. Este hombre o mujer se oculta muy bien.
—Ella siempre tuvo la vista muy larga —habla Lissa, apesadumbrada.
—Siempre daba en el clavo —añade Vicky, y tomo una bocanada de aire.
—Ese sombrero es muy caro —comenta Stella, señalando la fotografía.
—Se puede comprar donde quiera —aclara Rick, pero ella niega con la cabeza.
—No ese modelo —insiste, la chica londinense—. Ese tipo de tela es muy costosa en Londres. Mi padre adora esa marca y de ese modelo solo salieron 10, valorados en 14 millones.
—¿Quién daría esa cantidad tan grande por un sombrero común y corriente? —pregunta Bill, confundido.
—Alguien que quiera esconderse bien —musito, mirando de cerca una de las fotografías—. Damon necesito que busques las 10 persona que compraron ese modelo.
—Ahora mismo, jefa. —Sus dedos se mueven con velocidad, y maldice cuando el triángulo rojo aparece en la pantalla—. Está encriptado. Alguien no quiere que se sepan sus compradores.
—¿Por qué mantenerlo en secreto? —inquiere nuestra pelirroja, extrañada.
—El creador es Donatello Luccini, un italiano muy famoso —comienza a explicar Stella—. Casi todas sus subastadas son en secreto. Él mismo escoge cierta cantidad de personas, y entre ellos vende sus... prendas.
—¡Que hombre más ridículo! —protesta Archie—. Está pidiendo demasiado por un simple sombrero.
—Que complicado es hacer esto —dice Damon, molesto, mientras sigue intentando acceder a la lista clasificada.
Los chicos siguen hablando de modas y prendas, pero yo me mantengo enfrascada en las fotografías.
—¿Qué fue lo que viste, Alex? —musito por lo bajo, hasta que frunzo el ceño por un tatuaje que reconozco levemente—. No puede ser.
—Lo tengo —exclama nuestro informático, con emoción.
—Ya sé quién es "Mouse" —anuncio, y todos me miran atónitos—. Damon, busca la entrada al país en enero del 2010, después de la segunda quincena. En los vuelos que entraban desde Londres. Es cuando se vio por última vez a Mouse en Europa.
—¿Qué pasa, Clare? —pregunta Rick, preocupado.
—Aquí están. Estas son todas las personas que entraron al país en esos... —deja la frase el aire cuando el nombre salta en la pantalla.
—¿Esa persona es quién creo que es? —pregunta Nicky, entre dientes.
—Por más que quiera negarlo, sí. Damon, busca unos días antes de la muerte de Alex en las cámaras de vigilancia de todas las sucursales de correo en la ciudad. Ya sabes específicamente a quién buscamos.
—Muy bien.
Archie se encarga de buscar en las cámaras de tráfico.
—Lo tengo. Esto fue dos días antes de la muerte de Alex —explica Adams, mientras abre una cámara en la pantalla principal.
—¿Será posible? —dice Lissa con los dientes apretados—. Cuando tenga ese cuello en mis manos juro que lo rompo en dos. —Golpea la mesa con el puño, haciendo que demos un salto en nuestro lugar.
—¿Qué hacemos? —pregunta Rick, preocupado.
—Entra a su teléfono —ordeno, con rapidez.
—¿Pueden hacer eso sin más? —pregunta Stella, asombrada,
—Eh, pues no —farfulla Damon, rascándose la nuca—. Nunca lo utilizamos como prueba, pero una vez que estamos completamente seguros, pedimos la orden y listo.
—¿Nicky eso es legal? ¿Interceptar un teléfono así no más? —increpa la londinense, estupefacta.
—No sé de qué me estás hablando, Stella. Yo no he visto a nadie hacer eso —contesta la asiática, y Stella asiente, entendiendo que todo ocurre por debajo del telón.
—Aquí tengo el registro de llamadas —proclama Archie—. Si encuentro algo extraño te aviso, Clare.
—Muchas gracias.
Al día siguiente, Damon toca la puerta de mi habitación con fuerza, y muy desesperado. Agarro los primeros pantalones cortos que veo y una camiseta negra sin mangas para abrir la puerta.
—Tienes que escuchar esto.
Ambos salimos corriendo a la caseta.
—Dime que tenemos algo.
—Tengo algo mucho mejor que eso —responde Archie, sonriente. Ya todos están ahí.
—Ponlo ya —insisto, entusiasmada.
—¿Hasta cuándo voy a estar esperando? Llevas dos años diciéndome lo mismo —dice una voz muy conocida.
—Yo te aviso. La empresa de John va a caer, y Clare junto a sus amigos van a desaparecer del mapa como prometí. Nos vemos en una semana. El vuelo ya está listo. Van a caer.
Esa es la voz ronca de Keith Prescott. No ha cambiado en años.
—¿Era necesario que Alexandra Kingsman muriera? Ella era inocente. No debió morir de esa forma, Keith. No fue en lo que quedamos —insiste una vez más la voz conocida.
—Esa chica nunca me gustó. Solo fue un daño colateral. Es una pieza menos de la que debo preocuparme —rebate Prescott.
—Maldito cabrón —alega Bill, con los dientes apretados.
—Debes tener mucho cuidado. Reúnete conmigo en 10 minutos en el mismo lugar de siempre —insiste Keith, y termina la llamada.
—Lo tenemos —habla Lissa, emocionada—. Estoy loca por tener a esos dos entre rejas.
—Keith es muy cuidadoso. Estoy completamente segura que la información sobre su llegada es mentira —insiste Victoria—. Siempre le han gustado los escondrijos y pasar desapercibido.
—Coincido con Vicky. A mi entender dio demasiada información. Algo se trae entre manos. Él no es tan tonto como para soltar eso por llamada telefónica. Hubiera utilizado un teléfono desechable y posiblemente hubiera pasado su voz por un distorsionador.
—Sabe que estamos detrás de su pista —sentencia Rick, y todos asentimos—. ¿No encontraste algo más, Damon?
—Esta llamada fue de ayer —responde mi amigo.
—Tengo una idea —vocifero, todos se miran entre sí.
Una vez contado mi plan, Bill es el primero en protestar.
—No, definitivamente no. Es una locura.
—Ya lo sé, pero es la única opción —insisto, recostada a la mesa con la cadera, con los brazos cruzados en el pecho—. Tenemos que atraer a Keith de alguna manera y no se me ocurre una mejor idea.
—Es muy peligroso, Clare —insiste la menor de los Jonas.
—Es un riesgo que debo tomar, Lissa. No va a pasar nada. Y saber que alguien ya me lo había dicho antes, y no presté atención. Estuvo siempre frente a mis ojos y nunca lo vi.
—¿A quién te refieres? —pregunta Archie, y niego con la cabeza.
—No se preocupen por ese detalle —digo, restándole importancia—. Archie, ya sabes que hacer. Victoria y Rick, necesito todo el equipo que puedan conseguir. Bill, ojos y oídos en las calles más intrincadas de esta ciudad. Lissa, llama a Livingston y Lucio. Diles que debo hablar con ellos de forma urgente.
—Ahora mismo, jefa —proclama Lissa, y sale de la estancia con teléfono en mano.
—Si todo sale bien, Prescott va a caer en nuestras manos —insisto, convencida—. Archie, necesito que tú y Damon hagan una cosa por mí.
—¿Cómo lograron ponerse en contacto? —pregunta Bill—. No tienen ningún punto de conexión.
—De alguna manera están trabajando juntos. Pero necesitamos pruebas. La entrada al país no es evidencia —explica Nicky, y rechino los dientes—. Es muy circunstancial y poco viable. Necesitamos algo más contundente. La llamada grabada no es opcional.
—Si todo sale de acuerdo con el plan, estarán en nuestras manos cuanto antes.
Archie coloca en las tres pantallas el rostro de Mouse. Trabajó como su cómplice durante este tiempo.
—Lo hacemos por Alex, muchachos. Recuerden eso —añade Vicky, con pesar.
—Muy bien, chicos. Todos a trabajar. Archie, necesito que me digas hasta el número de calzado que utiliza nuestro objetivo. Sigue su pista desde lo ocurrido. De esta no se libra. Y sobre...
—Tranquila que voy a estar al tanto —interrumpe mi amigo. Entre nosotros, las miradas son suficientes.
—Dime que ya tienen noticias —pregunta John cuando me adentro en su oficina en la empresa.
—Tenemos una grabación que une a Prescott con esa persona.
—No puedo creerlo. Trabajó conmigo en mi empresa —dice, decepcionado—. Definitivamente necesito unas vacaciones.
—Después que salgamos de esto, puedes dejarle el mando a Luke. He escuchado que hizo grandes avances en Londres —comento, con orgullo.
—Eso mismo me contó. Está desesperado por regresar.
—Me imagino. Dijo que entre él y Jackob salvaron el contrato, y que los accionistas quedaron muy satisfechos.
—Con Stuart no me había equivocado, pero ahora que lo sabemos todo, es como si no conociera a mis empleados.
—Cuando atrapemos a Prescott, soltará prenda rápido. No te preocupes.
—Gracias por todo, Clare. Te has dejado el pellejo en esto. No sé cómo podría pagártelo.
—Para eso estoy, John. No tienes que pagarme nada. Tenemos un plan. Espero que todo salga como lo esperamos.
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