Capítulo 30 «Dolor y desesperación»
Clare
No conozco mucho sobre el hermano gemelo de Tom. Nuestros encuentros eran casi mínimos. En aquellos días, Victoria y yo pensábamos que había algo mal. No encajaba con su personalidad. Al final, el verdadero padrastro buscaba al padre biológico de Victoria, y dejaba a su hermano para que usurpara su lugar mientras se encontraba en esa faena.
Cuando todo salió al aire, Leo, el novio de Vicky en esa época, murió en la lucha intentando protegerla. Logré amarrar a Keith, pero no tan fuerte como hubiera deseado. Estaba muy malherida y golpeada. Esa noche, Prescott me miró con tanto odio que todavía tengo grabada esa mirada en mi cabeza. Ahora, varios años después, estamos intentado sacar alguna conclusión del acertijo. Hasta que lo vi, y temí lo peor.
—Llama a Alex. ¡No puede subirse a ese Jet!
—¿Qué ocurre? —Archie pregunta, preocupado, pero ya tiene su móvil en la mano.
—Joder, ya entiendo —dice Luke a mi lado.
—No puedo contactar con ella. Me manda directamente al buzón —contesta Archie, aterrado, al ver mi rostro.
—Su teléfono estaba sin batería —explica Lissa, haciéndonos recordar.
—Localiza a Dean, el piloto del Jet. Ese avión no puede despegar —insisto, con manos temblorosa.
—Pero expliquen, por Dios —insiste la asiática, preocupada. La angustia podía palparse en el ambiente.
—Kingsman, el hombre del rey, es el apellido de Alex cuando los juntas—explica Luke, y el rostro de todos palidece.
—Gran reloj, es como decir el Big Ben de Londres —finalizo.
—Murió con pesar —susurra Archie—. ¡Maldición! Juro que si algo le pasa a Alex, lo mato con mis manos.
—Ya entré a la pista de aterrizaje donde está el jet —anuncia Damon, tecleando, y las pantallas se encienden mostrando varias cámaras.
—Ese es —señala Lis a la enorme pantalla del centro.
—Alex ya va de camino —indica Rick.
—¡Llama a Dean! —espeto, alterada.
La opresión en mi pecho casi no me deja respirar.
—¡Que no lo coge, maldita sea! —grita Bill, más alterado.
—No, Alex. Aléjate de ese avión —la voz quebrada de Archie empeora mi situación.
Mi desesperación me da ganas de entrar a la pantalla, agarrarla por el brazo y sacarla de ahí lo antes posible.
—Pues contacta con la torre —habla Luke, histérico, y vemos como ella entra al avión.
—Las líneas están cortadas —habla Nicky, y en ese momento, el jet explota.
Perdemos visión de las cámaras cuando estas son sacudidas, y el silencio nos envuelve por unos segundos, hasta que todos perdemos en control. El grito desgarrado de Archie retumba en mis oídos, así como la exclamación de negación proveniente de Nicky.
—No puede ser —Vicky, musita, como si sus ojos le estuvieran haciendo una mala jugada.
—No, ella no puede... —Luke no pudo terminar la frase. Lágrimas corren por su rostro.
El tiempo se detuvo.
Mi amiga estaba dentro de ese avión.
—Llama a la plataforma —digo, sin fuerzas.
—Las líneas están cortadas —habla Damon, por lo bajo.
—¡Pues intenta otra vía! —grito, histérica.
Lo siguiente que escucho es una silla romperse contra la pared, y una pantalla hecha trizas. Archie ha perdido el juicio. Las chicas lloran sin parar. Luke y Damon intentan controlar a un furioso Arthur hasta que se detiene de forcejear y se abraza a ellos, llorando. Las imágenes me han impactado tanto que ni siquiera puedo pensar con claridad.
El grito que sale de mi garganta desgarra mis cuerdas vocales. Siento unos brazos a mi alrededor, intentando controlar mis sacudidas. Me eleva y pataleo con fuerza. Lágrimas corren por mi rostro sin consuelo. Mis gritos de dolor rompen mis tímpanos. No puedo pensar en nada más.
Mis piernas flaquean cuando me dejan en el suelo. Mientras me agarro a la camisa de Luke, sollozo como si estuvieran encajando en mi cuerpo puñaladas, una detrás de la otra, sin compasión. Ella no puede haber muerto. No puede ser cierto. No Alex, una de las personas más dulces y fieles de este planeta. No cuando teníamos tanto por vivir. El pitido en mis oídos aumenta, así como la opresión en mi pecho, ni siquiera puedo respirar, hasta que mi mundo se oscurece.
Intento abrir los ojos, pero el ardor en ellos me hace cerrarlos una vez más. Una mano sujeta la mía, y frunzo el ceño. Es Luke. Miro a mi alrededor y reconozco su habitación. Sus ojos azules están inyectados en rojo, recordándome que mis últimos recuerdos son ciertos.
—Creí que había sido una pesadilla —digo con voz quebrada, y este me abraza—. Ella no puede estar muerta. No ella, Luke.
—Lo siento mucho —es lo único que puede decir.
—Desearía haber estado en su lugar —hablo, entrecortado, por culpa del nudo en mi garganta—. Dios, esto es mi culpa.
—No puedes culparte. Alex fue... —él también deja las palabras en el aire.
—Ella tomó mi lugar. Yo tenía que estar allá, no ella. Es mi culpa que esté muerta. —Comienzo a hipar.
—Calla, no es culpa de nadie —insiste, alejándome de él, mientras seca mis lágrimas—. Por ella tenemos que encontrar a Prescott y hacerle justicia.
—Te juro que cuando lo vea, le pongo un tiro entre ceja y ceja —repito, con mi voz cargada de odio.
—Tenemos que estar centrados, Clare. Alex lo hubiera querido de esa manera.
—No sé cómo podré hacerlo. No puedo quitar esas imágenes de mi cabeza, Luke.
—Vamos abajo. Todos están esperando. Encontraremos una solución.
—¿Cómo está Amber?
Sus ojos rehúyen ante mi pregunta,
—No paró de llorar por casi dos horas.
—¿Qué tiempo estuve inconsciente? —pregunto, levantándome con dificultad de la cama.
—Ya son pasada las seis de la tarde, Clare.
Debo tomarme unos segundos antes de poner los pies en el suelo. No sé si tenga fuerzas para enfrentar lo que se viene.
—¿Llamaron a Sarah y Robert?
Caminamos a la salida, agarrados de la mano. Apenas puedo hablar. Siento que el oxígeno no me llega a los pulmones.
—Vienen de camino. No se lo tomaron muy bien. —Escuchamos gritos en la planta baja una vez que abrimos la puerta de la habitación—. Creo que ya llegaron. Esa es Sarah.
La pintura frente a nosotros una vez que llegamos al último escalón no es para nada agradable. Robert agarra a su esposa por los hombros. Está desquiciada. Mis amigos están reunidos a su alrededor, y no saben qué hacer.
—Ahí estás —dice Sarah, cuando sus ojos recaen en mí—. Esto es tu culpa. Por tu culpa Alexandra está muerta
—Ya basta, Sarah —insiste su esposo.
—No pienso parar. Ella me arrebató a Alexandra. Tiene que pagar.
—Sarah, creo que todos debemos... —interviene mi padre.
—Tú cállate, John —espeta, histérica—. Tú la metiste en esto. Alexandra tenía una vida tranquila hasta que se metió en el grupo de perdedores que Clare creó. Tú la mataste.
—¡Se acabó! —interrumpo, señalándola con rabia—. No pienso permitir que me hables de esa forma, y menos delante de mi equipo, Sarah.
—¿Cómo te atreves a hablarme así, niña engreída? Deberías haber muerto tú.
—¿Crees que no lo sé? ¿En verdad me crees tan desalmada, como para no tener su muerte sobre mis hombros? ¡Yo la envié ahí, Sarah! —declaro, golpeando mi pecho—. Me duele mucho más a mi que a ti. Pero créeme, esto no se va a quedar así. Voy a encontrar al malnacido de Prescott y lo haré pagar.
—Ya basta de fingir que te importaba, Hanz —insiste, con voz cargada de veneno—. Alexandra nació para ser una mujer de casa y ser respetada.
—Alex nació para ser feliz —intercede Luke, molesto. Su pecho sube y baja con celeridad—. Ibas a sentenciarla a un clavario para siempre.
—Querías hacer de ella una chica miserable, sin voz ni voto. Era tu hija, y solo quisiste usarla a tu conveniencia. Ese compromiso con Roy iba a ser un calvario de por vida —digo finalmente.
—¡Cómo! —reclama Archie, confundido—. ¿De qué compromiso hablan?
—Ese no es tu problema, Adams —increpa la señora Kingsman.
—Te equivocas —interrumpe Robert, y la suelta, ya cansado de todo este drama—. Sí es problema de Adams, y de todos los que estamos aquí. Sarah quería que Alexandra se casara con Royce Copland.
—¿Ese es quién yo creo que es? —pregunta Nicky, con cara de desagrado.
—Sí —responde Smith, tajante.
—Nunca quisiste a tu hija. Siempre quiso agradarte y te aprovechaste de su inocencia —reclama el patriarca Kingsman.
—¿Tú también?
—La felicidad de mi hija está por encima de todo, Sarah. Lástima que tú no pudiste apreciarlo a tiempo. En esta semana te llegan los papeles del divorcio.
—¡Qué! —chilla su mujer, y aprieto los labios con fuerza.
«¡Ay, Dios! Ahora si se formó», pienso.
—Como estás escuchando, Sarah —informa Robert, irguiéndose, como si un peso sobre sus hombros se hubiera eliminado.
Su semblante cambia radicalmente, sintiéndose poderoso. Seguro de sí mismo.
—Ya me cansé de tus abusos y tu frialdad. Te preocupan más tus amigas que tu marido. Y déjame decirte algo. Ya estoy con una mujer que me ama y me respeta. Los bienes de Alex pasarán a Clare como ella lo pidió hace unas semanas.
«¿Alex hizo eso por mí?», pienso, y trastabillo hacia atrás, chocando con el pecho de Luke. «No lo merezco», las lágrimas se acumulan en el borde de mis ojos casi al instante.
—Nicky, ya están listos los papeles, ¿verdad?
—Sí, señor. Esta semana se los hago llegar —habla mi amiga con autoridad.
Sus ojos también están enrojecidos y cargados de dolor. La nariz de Lis sigue roja como un tomate, y el rostro decaído de Rick me golpea con fuerza.
—Perfecto. —Estira su chaqueta Armani hacia abajo, y carraspea—. Clare, lo que necesites, estoy para ayudarte. Mi hija te quería mucho y ayudarte es lo menos que puedo hacer por ella.
—Esto lo pagas, Clare Hanz —amenaza Sarah, con los dientes apretados.
—Escuché eso, señora Kingsman —remarca Nicky—. Si algo le pasa a nuestra jefa, usted será arrestada por intimidación pública.
—¿Pero tú sabes con quién estás hablando, niña?
—Claro que sí —interviene John—. Está hablando con Sarah Kingsman, la madre de Alexandra Kingsman, una compañera de trabajo. Ahora, si es tan amable, retírese de mi propiedad. Y como algo le pase a Clare o a cualquiera de mis chicos, voy a ir por ti, Sarah. Y esa sí es una amenaza.
Los ojos de la aludida nos observan, lanzando dardos venenosos invisibles a todos los allí reunidos.
—Vamos, Sarah. Deja de formar tanto espectáculo —demanda Robert—. Tienes cosas que empacar en "mi" casa.
Ambos se retiran de la propiedad. Sarah no muy convencida.
—Era muy dulce —habla Nicky, y toda su figura de fortaleza se rompe en ese mismo instante. Damon la abraza sin pensarlo dos veces.
—La extraño mucho —musita Lissa. Rick la abraza apenas ella comienza a llorar.
—¿Dónde están Vicky y Bill? —pregunto, preocupada.
—Le dimos un calmante. Está descansando en esos momentos —explica John—. Esta noticia nos tomó a todos por sorpresa. Dios mío. —Pasa su mano envejecida por su rostro—. No puedo creer que ya no esté entre nosotros.
—¿Por qué ahora? —pregunta, Archie devastado—. Ahora que podíamos... —Deja la frase en el aire y pasa las manos por su rostro con irritación.
—Esto ya se volvió personal —digo por lo bajo. Mi equipo me necesita, así que debo ser fuerte por ellos—. Alex murió, pero no dejaremos que sea en vano. ¿Quién me apoya? Vamos a encontrar a ese malnacido, y hacer que pague por todo el daño que nos ha hecho.
—Yo —Lissa extiende la mano al centro del círculo y el resto hace los mismo. Hasta Stella se sumó. Me había olvidado de ella por completo.
—Muy bien, chicos. Hay que encontrar a "Mouse" —digo más segura que antes—. Stella, ¿qué tiempo te quedas acá?
—El tiempo que necesites —responde.
—Bienvenida al equipo de las sombras —aseguro, y ella asiente—. Muy bien equipo, a la carga. —Con impulso elevamos las manos al mismo tiempo y gritamos "Shadows" —. Damon, te necesito en las cámaras de la pista de aterrizaje. Ese Jet debió ser manipulado cuando llegó a Londres.
—Me pongo en ello.
—Lissa, necesito revisar minuciosamente la información que trajiste.
—Hoy mismo la tienes de regreso, jefa. En mi casa la pared de mi habitación está llena de fotos y papeles. Dios, extraño a Alex. Ella era la especialista en este embrollo.
—Ya no está entre nosotros, pero recordemos que esto lo hacemos por ella —recalca Luke, y tomo una larga bocanada de aire.
—Vamos. Tenemos trabajo que hacer —finaliza John.
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