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Capítulo 3 «Ha vuelto»

Clare

­«Respira profundo, Clare. Respira profundo y no te alarmes», Ese es mi mantra cuando salgo de la oficina de John. «¿Justamente ahora apareces, Luke? ¿Ahora que estoy a punto de rehacer mi vida? Todo era perfecto hasta que esos malditos ojos azules hicieron que mi cuerpo vibrara de nuevo. Tú, en ese perfecto traje gris, camisa blanca y cabello despeinado. Por Dios, Clare, deja de pensar eso», sacudo mi cabeza cuando recuerdo que abajo me espera un chico especial.

Recordar la manera en que Jackob y yo nos conocimos me da un poco de gracia. John me había llamado a su oficina. Iba contenta con mi café en mano, hasta que un viejo quejica y mandón chocó conmigo en el pasillo. Solo fueron unas gotitas de café. Mi día iba demasiado bien, hasta que me insultó.

Le tiré encima mi café ya frío, y al voltearme, choco con el que ahora es mi prometido. No sabía quién era hasta que John me lo presentó como el director de Marketing de la empresa TecnoLena. Ah, y al tipo arrogante al que le tiré el café, es el tío de Jackob: Malcom Stuart. Después de ese día, todo va sobre ruedas.

Hace unas semanas me pidió matrimonio y yo lloré de la alegría. Finalmente había reprimido los sentimientos por Luke. Hoy me di cuenta que no es como pensaba.

No. Es tiempo de dejarlo atrás. Te traicionó y no puedes demostrarle que eres débil. Aunque debo ser sincera conmigo misma. Yo también participé de esa locura a escondidas, y no medí las consecuencias. Sacudo mi cabeza, eliminando esos pensamientos. Soy chica de veintiocho años, con su propio apartamento, libre de tomar decisiones y a punto de casarse. Smith está enterrado en el pasado junto a nuestros errores, y ahí se quedará.

—¿Todo bien con John?

Beso a mi prometido en la mejilla y entro al auto.

—Trabajo, JC. Justo lo que necesitaba.

—Clare, ¿es necesario? —insiste una vez más, y resoplo.

—No puedo negarme a John y lo sabes. Ese hombre ha sido como un padre para mí.

—Lo sé. —Nuestras miradas chocan en el espejo retrovisor y sonríe con ternura—. ¿Pizza y película esta noche?

—Eres el mejor del mundo.

—¿En serio? No lo sabía —añade con socarronería, y río a carcajadas—.
¿Te dejo en el departamento o vas con tu papá?

—Déjame en la empresa. Después tengo que ir al circuito. ¿Tú cocinas?

—Eso si quieres que incendie tu cocina. Mejor las encargamos.

—Ya sabía yo que era demasiado bueno para ser cierto.

—¿Paso a buscarte o nos vemos allá? —inquiere, frente a la empresa constructora de mi padre al aparcar.

—Pásame a buscar. Hoy no traje el auto. Debo pedir un Uber para llegar al circuito.

—Sabes que la empresa tiene su propio chofer, ¿verdad?

—Lo sé, pero prefiero que otra persona gane ese dinero.

—Te amo, Hanz —murmura cerca de mí, y detiene el auto en el parqueo.

—Nos vemos, novato —añado divertida.

—¿Nunca lo vas a dejar ir?

—Eso fue una pregunta retórica, ¿verdad?

Le doy un beso fugaz y salgo del auto hacia la empresa. Las puertas automáticas se abren y entro a la enorme estancia. Este lugar tiene buenos recuerdos incluso antes de construirse. Todo se remonta a cuando estaba en mi último año de preparatoria. Tuve que hacer una inspección del lugar. ese maldito día marcó un antes y después en mi historia con Smith.

Estaba en el sótano con algunos trabajadores cuando el edificio colapsó. Pasamos un buen susto. Tuvimos la oportunidad, pero yo y el arquitecto principal nos quedamos atascados. Ese día fue cuando Luke declaró a los cuatro vientos que me amaba. Sonrío con ironía a ese recuerdo. Todo fue una farsa, aunque mis amigos insistan en lo contrario.

—Buenos días, señorita —saluda la secretaria de mi padre, sacándome de mis pensamientos.

—Buenos días, Mae. ¿Dónde está?

—Está reunido. Debe terminar en un instante.

—¿Con los chinos o los franceses?

—En la mañana los rasgados, y en la tarde a los franchuetes.

Río a carcajadas por sus disparates.

—Dile que le espero en la oficina.

Sonrío al adentrarme en la estancia con puertas de cristal. Esto parece cualquier cosa menos una oficina de empresario. Una pared está llena de fotos de nosotros. El primer cumpleaños de Max. La inauguración de este edificio. Un día de campo. Estamos hablando de Liam Hanz. Se lo puede permitir.

El color blanco de las paredes hace contraste con el inmueble color oscuro, y las vistas a la ciudad desde su enorme ventanal de cristal le dan un toque natural a la estancia. Sé que tiene un tono femenino, pero es culpa de él al dejar que yo y Emma lo diseñáramos. Cuando le enseñamos el resultado casi termina en la Unidad de Cuidados Intensivos, pero no fue nada que no solucionáramos con besos y cariños por parte de las dos.

Desde que mi padre me contó la verdad sobre mamá, logré poco a poco mirar a Emma no como la persona que lo alejó, sino como la noble mujer que estuvo a su lado y esperó mi acercamiento con paciencia. Con el tiempo, me di cuenta que ella es espectacular. Alocada como yo, pero tiene ese aire de respeto como mi padre. Se complementan bastante bien.

El pequeño Max es otra historia. Definitivamente somos hermanos. Hace cada ocurrencia a su corta edad que a mí nunca se me hubieran ocurrido. El año pasado se suponía que debíamos de asistir a la gala de primavera preparada por Victoria Wells y su madre como cada año. Max no quiso ir así que derramó agua frente al cuarto de papá y Emma. Al salir de su recámara ya preparados, ambos cayeron al suelo. Mi padre estuvo una semana con una escayola en el brazo, y Emma con una minerva en su cuello. Mi hermano estuvo un mes castigado. Mi teléfono comenzó a sonar sacándome de los pensamientos.

—¿Cómo anda todo?

Trabajo y más trabajo. Con cada año los divorcios aumentan —contesta Nicky con voz cansada—. A ver, que yo no tengo problemas con eso, y mucho menos me quejo. Entra dinero al buffet y termino con un cheque gordo al final del día, pero esto es desesperante.

—Anda, no puede ser tan malo —opino, recostándome a la mesa mirando hacia la ciudad.

Prueba que el mismo día tengas tres reuniones, y en todas has tenido que sacar a los futuros divorciados por peleas en mi oficina. ¿Para qué se casan si después de un año los tengo en mi oficina con papeles de divorcio y enormes ganas de no verse nunca más?

—El pan tuyo de cada día, Nicky. Déjate la nariz, que eso no va a calmar tu dolor. Lo único que vas a lograr con pellizcártela son las marcas de tus dedos más adelante.

¿Dónde está la cámara?

—Te conozco demasiado bien —añado, y ambas sonreímos—. Oye, tengo noticias.

Ni me lo digas, las noticias aquí vuelan como pólvora. Regresó a la ciudad. ¿Estás bien?

—Pero claro que sí —intento parecer serena ante su voz preocupada—. Hoy me reuní con ellos y no pasó nada.

Lo que tú digas —comenta, intentando sonar despreocupada.

—Hablando de eso. Necesito reunir al equipo completo. Alerta roja.

¿Es tan malo?

—Robaron en la empresa de John y nos necesita.

¿Cómo?

Chilla, y escucho como algo estrepita en su oficina con fuerza.

—Nicky, ¿estás bien?

Sí, tranquila, es solo un pequeño golpe. La silla se corrió hacia atrás y caí al piso. —Debo agarrar mi estómago por el dolor que me trajo el ataque de carcajadas—. No te rías que no es gracioso —protesta, pero ella tampoco pudo evitarlo y también ríe.

—Necesito que le avises a los chicos. Mañana a primera hora. Esto tiene prioridad y lo sabes.

Está bien, general. ¿Ya sabes el tiempo que va a durar?

—No creo que nos demoremos más de una semana. Ya llevamos unos días de atraso. Se enteró del robo el lunes en la mañana

¿Y por qué no te avisó antes?

—Eso mismo le grité en la oficina. Ya no hay nada que hacer.

Está bien. ¿Noche de chicas?

—No puedo. JC va a estar conmigo.

JC vi i istir quinmigui —declara un poco huraña y resopla—. Nos vemos mañana entonces. Oye, a pesar de todo lo ocurrido en la empresa de John y el regreso de Luke, me alegro de volver a trabajar como equipo.

—Yo también. Así puedo despejar la mente. La empresa de papá está en perfecto estado y tengo mucho tiempo libre.

Como te odio.

—Yo más y no te lo digo. Nos vemos, asiática. —Al terminar la llamada, entra otra y sonrío—. Hola, novato.

Lo siento, Clare. John nos atascó a todos con trabajo. Ya supimos lo del robo en la empresa. Está desesperado.

—Entiendo.

De verdad lo siento mucho. —Su voz decaída aplaca la ira que debe sentir en estos momentos—. Te prometo una recompensa más adelante.

—Tranquilo. Ya me las arreglaré esta noche.

Te amo. —Lanza un beso antes de colgar.

—Nicky, ¿se mantiene en pie lo de esta noche? —pregunto, cuando escucho que levanta mi llamada.


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