Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26 «Libertad»

Alexandra

Al principio creí poder hacerlo, pero con cada paso que doy hacia mi casa, más me tiemblan las manos. El miedo a fracasar siempre ha estado en mi mente, y tener que hacer esto se me hace un poco difícil. Es posible que... A lo mejor ellos entiendan. No. Estoy completamente segura que ellos no lo aceptarían. O al menos, mi madre se opondría. Eso ya no importa. Puedo hacer con mi vida lo que quiera y mis amistades me respaldan.

Veo el costoso auto de Roy aparcado frente al garaje, y suspiro. Esto va a ser mucho peor de lo que pensé. Entro en mi casa por la puerta principal y escucho risas en la sala de estar.

—Hola, cariño —habla mamá, sin mucha emoción. Casi como si me saludara de forma robótica.

Sarah Kingsman siempre ha sido una mujer superficial. Su piel blanca hace contraste con su cabello oscuro y sus ojos color avellana. Una manicura y pedicura intachable haciéndole juego a un carácter insoportable. Todavía no sé cómo la aguantan. Ah, cierto. Todas sus amistades son iguales que ella. O incluso pueden ser peor. Están vacías por dentro.

Se graduó en el área de medicina, y junto a mi padre, que también es médico, levantaron su empresa de fármacos. Siempre arreglada y maquillada. A sus 50 años no tiene una solo arruga. El Bótox y las cirugías pueden hacer muchos milagros en una persona, aunque eso lleve a la parálisis de su rostro.

Siempre ha querido sobresalir en todo y ha mantenido su reputación intachable. ¿A qué costo? Pisoteando mis sueños y anhelos, en su afán de arrastrarme con ella e intentar convertirme en un ser insensible. Logré entrar a la universidad que quería, gracias al apoyo incondicional de papá.

—Hola, mamá —digo casi en un susurro.

Mis manos sudan sin parar, y las paso por mis pantalones.

—Roy vino esta noche para cenar con nosotros —alude papá, con más dulzura.

Robert Kingsman es un hombre amable que, lastimosamente se deja influenciar por mi madre. Él es el director de la empresa, pero en realidad es ella la que tiene el control y mueve los hilos. Siempre me ha apoyado en mis decisiones e incluso, en lo secreto, está en contra de la loca idea de mi compromiso con el imbécil de Royce. El color de mi pelo y mis ojos se los debo a él, así como su carácter jovial y risueño. Algo que mamá no ha logrado quitarle, gracias a Dios.

—Buenas noches, Alexandra —habla Roy, con zalamería.

Se acerca y me da un beso demasiado cerca de la comisura de los labios. Hasta con su colonia, Roy me provoca arcadas. No sé qué vio mi madre en él. Oh, verdad. Royce es el hijo de Nanette Copland, una de las mayores accionistas de la empresa FarmaKingsman. Eso sin contar que fue el principal promotor de la apuesta de Clare cuando estábamos en la secundaria. Todas nosotros lo odiamos, pero después de eso, lo aborrecimos por completo.

—Buenas noches, Roy.

Instintivamente me separo. Su cercanía me agobia.

—Sube a cambiarte y toma una ducha. Con esas pintas no puedes sentarte en la mesa —alega mi madre con tono agrio, y una mueca de desagrado.

—Te espero aquí —habla Copland en mi oído, y toca mi trasero.

Tocó es una palabra que se queda corta con lo que hizo. Más bien lo sobó como si yo fuera un pedazo de carne o de su propiedad. Respiro profundo intentando controlarme, o mi puño iba a terminar en su nariz ya fracturada hace unos años atrás en el instituto.

—Regreso en un instante —digo con los dientes apretados, y subo las escaleras.

Necesito preparar mis maletas. Primero para el viaje de mañana, y segundo para la mudanza. Una vez todo listo, bajo lo más silencioso que puedo y llevo mi equipaje hasta el auto de Hanz.

—Esto es lo único que pude empacar sin que se dieran cuenta.

—Tranquila. Ya regresaremos en otro momento por el resto. Además, son solo cuatro maletas —dice con ironía, y regreso por el mismo lugar.

Me doy una ducha rápida, y me preparo psicológicamente para lo que vendrá. Los gritos de inconformidad de mi madre incluidos. Todos se encuentran sentados ahora en la mesa.

—Siéntate, cariño —insiste ella—. Ya traen la cena.

—Discúlpenme, pero ya cené con los chicos en el trabajo.

—Alexandra Kingsman, eso es de mala educación cuando tenemos visita —insiste, alterada—. Un poco de respeto a tu prometido, que sacó un poco de su tiempo para visitarte. Estábamos hablando de los detalles de la boda y luna de miel en Grecia. ¿Qué te parece?

—No me interesa, mamá. —Por mis venas corre la fuerza que necesito en este momento—. Y tengo algo que anunciarles. No me voy a comprometer con Roy.

—Ahora sí te volviste loca —protesta, levantándose de la silla, furiosa—. Tu compromiso se mantiene.

—Por encima de mi cadáver, mamá —enfatizo muy buien la última palabra.

—Pues te vas a quedar en la calle —añade, colérica.

—Ya tengo dónde quedarme —replico con chulería, cruzando los brazos en mi pecho.

—Vamos a congelar tus cuentas —menciona con sorna.

Sabe que es mi punto débil, por lo que me encojo de hombros.

—Ya tengo trabajo.

—No me hagas reír, Alexandra —interviene Roy con ironía—. Tu trabajo en el museo no te da el dinero para todas las comodidades que quieres.

—A ti nadie te preguntó, Copland —digo tajante, y este se acerca a mí, de forma amenazadora.

—Estás cometiendo un error, Alexandra —insiste, tomándome por el brazo, pero me suelto con rapidez.

—No lo creo.

Mi puño izquierdo impacta en su nariz. A mis oídos llega el sonido que algo se rompe, y no es mi mano adolorida. El grito de dolor de mi expareja no demora en llegar y gotas de sangre llegan a mi ropa.

«Joder, que golpear a alguien duele. No es tan fácil como se ve en las películas», pienso, agitando la mano.

—Me rompiste la nariz, maldita loca.

—No soy la primera en hacerlo. —Me acerco con el mentón en alto—. Eso te pasa por ser imbécil.

Por el rabillo del ojo noto que papá está apretando los labios en una línea fina, conteniendo lo más que puede la carcajada.

—Esto es el colmo, Alexandra. —Mi madre se acerca con una servilleta y se la entrega a Roy—. Sube a tu habitación. Estás castigada.

—Por Dios —resoplo, asombrada de su estoicismo—, ni que tuviera diez años. Será para la próxima, mamá. Me largo de aquí.

—¿A dónde crees que vas?

Me agarra por el brazo, y hago un gesto de dolor por la presión, pero no me importa. La decisión está tomada. Si quiere luchar, tendrá que hacerlo con el buffet de abogados de Nicole Liu y los de John Smith. Mi madre es poderosa, pero no a ese nivel.

—¿Sabes una cosa, Sarah Kingsman? —Me suelto de su agarre con brusquedad—. ¡Que te den! Deja la reputación y concéntrate en la familia que estás perdiendo.

—¡Solo tienes veintiocho años! No sabes nada de la vida y lo cruel que puede ser.

—¡Pero no pensaste en eso cuando querías casarme con este imbécil! —espeto, furiosa—. ¿Me hablas de cruel cuando papá te ha dado todo en esta vida? ¿Cuándo derrochas dinero en pulseras, anillos y ropas que nunca has utilizado y que prefieres quemarlas antes que enviarlas a caridad? Mi vida a tu lado sí ha sido cruel y un tortuoso infierno.

—Ese es tu deber como una Kings...

—No, mamá —interrumpo—. Esa fue tu vida, y no puedo dejar que gobiernes la mía

—Es por ese maldito Adams —habla Roy sosteniéndose la nariz, y mi mano impacta en su rostro con un sonido seco.

—Antes de hablar de Archie, límpiate la boca con clorox, Roy. Ese Adams del que tú hablas es mucho más hombre que tú. Sabe lo que es tratar a una mujer como una dama en la cama y fuera de ella.

—¡Alexandra! —espeta mi madre, ofendida.

—No obstante, Archie no sabe nada de lo que tenía planeado y cuando se entere es posible que me cante las cuarenta,. pero no me importa —enfatizo—. Prefiero estar contenta conmigo misma que tener que aguantar tu estúpida hipocresía en la sociedad al igual que la de mi madre

—Te estás pasando, Alexandra. Robert has algo —ruega mama.

—Lo siento, Sarah. —Papá levanta las manos en señal de rendición—. Tú misma lo dijiste. Ella tiene veintiocho años. Ya no es una niña.

—Gracias, papá. —Me acerco para besar su mejilla con cariño y musito—. Tu secreto está a salvo conmigo. La investigué. Es una buena chica.

Él asiente sonriente ante mis palabras y salgo de casa antes de que mi madre me agarrare por el cabello.

—¿Todo bien? —pregunta Clare, mirando por encima de mi hombro.

—Mejor acelera. Sarah Kingsman te odia, pero después de esto, es posible que quiera tu cabeza en una bandeja de plata, y tus miembros esparcidos por la ciudad.

—Uy, sí. ¡Qué miedo me da! —dice con ironía, haciendo temblar su cuerpo y reímos a carcajadas.

Nos perdimos en la carretera de camino a casa de Mía. Desde hace años no me sentía tan libre. Es más, creo que esta es la primera vez.

—¿Cómo se lo tomó tu madre?

—Un poco de gritos y amenazas. Lo mismo de siempre, Clare. Ah, Roy va a necesitar otra cirugía de nariz.

—¿En serio le rompiste la nariz? —dice, y ríe a carcajadas.

—Y dolió como el infierno.

Toco mi mano izquierda adolorida, y gimo por lo bajo. Mía me va a gritar cuando ve la bolsa de hielo en mi puño.

—Alex, que le den a tu madre y al imbécil de Copland.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro