Capítulo 24 «Confesión»
Luke
Anoche llegué a casa, y papá estaba despierto. Le hablé sobre mi día y el encuentro con Amber. Él comenzó a reír casi al instante. Dice que cuando esa niña y Max, el hijo de Liam, se unen en el mismo lugar, significa una bomba nuclear delicada, sin saber cuándo explotará. Técnicamente, Max es el tío de Amber, pero solo se llevan unos meses. Esa pequeña me sacó tantas risas que aún me duele el estómago y las mejillas al llegar a casa.
Me acosté con una sonrisa en los labios y no abrí mis ojos otra vez hasta la mañana siguiente. Al parecer mi cuerpo estaba tan cansado que ni las pesadillas pudieron arruinarme la noche. Bajo las escaleras, y escucho los pasos lentos de papá. Ya está metido en la cocina con el desayuno. El olor a café hace que mi estómago salte.
—Buenos días, papá
—Buenos días. Alguien está con buen humor. ¿Y eso que estás levantado a las 8 de la mañana?
—Ni sé. ¿Listo para ir al trabajo?
—Termino aquí y me voy. —Vierte un poco de café humectante en dos tazas y me entrega una—. Los chicos hoy deben de tener algo más.
—Eso espero. —Gimo por lo bajo cuando siento el sabor del café—. Tengo entendido que entre hoy y mañana, Lissa debe brindar información sobre Keith Prescott. ¿Por qué nunca me enteré de lo ocurrido con Victoria, papá?
—Estabas en Londres, y no quise cargarte con esas cosas. Clare se encargó bastante bien del asunto esa noche, aunque terminó un poco golpeada.
Las palabras hacen que el café en la boca saliera al instante. Papá me entrega una servilleta, y toso un poco, hasta limpiar mi garganta.
—¿Qué has dicho? —inquiero, rogando al cielo que mis oídos hayan escuchado mal.
—Esa noche, el novio de Victoria murió. Clare recibió unos cuantos golpes, pero logró amordazar a Keith. La mala noticia es que no lo hizo bien, y él escapó. Clare tenía muchos hematomas en la espalda, y una costilla fracturada.
Sacudo mi cabeza, anonadado. No puedo creer que ella haya pasado por ese infierno.
—Me voy con los chicos, papá. Nos vemos después.
De camino a la caseta, una pregunta se aloja en mi cabeza. La necesidad de que alguien la respondiera es urgente. Escucho el grito de Alex, y corro lo más que pude. Llego agitado a la estancia, pero sonrío, más calmado, al ver la razón del chillido.
—Dios mío. No puedo creer que estás aquí, Amber —insiste Kingsman, sonriendo con la niña en brazos, mientras le da varias vueltas.
—Hola, Tita Alex —dice la niña, y sus ojos azules recaen en mi presencia. —¡Luke!
Se remueve y patalea para que la dejen libre.
—Hola, pequeña —saludo, con cariño.
La niña corre hacia mí una vez que sus pies tocan el suelo, y la elevo en mis brazos, para después darle una vuelta.
—¿Cómo está la niña más traviesa del mundo?
—¿Y quién es esa niña traviesa? —pregunta con inocencia, y todos reímos—. ¿Podemos ir por helado después?
—Si Clare te deja, no creo que haya problema —confieso, y ella levanta sus bracitos al aire en señal de victoria.
—Amber, ya deja Luke en paz. Estás muy pesada —interviene la jefa.
—¿Me estás diciendo gorda? —protesta la pequeña, como si se hubiera insultado.
—Naaaah, solo pasada de peso —alude Nicky, y logra que riamos una vez más.
—Me bajo si dejas que él me compre helado.
La mirada de todos recae en Clare.
—Si compra para todos no veo problema —alude con chulería, y la niña chilla de felicidad—. Ahora, bájate
La pequeña resopla, elevando el flequillo de su frente, justamente como Clare hace, y la dejo en el suelo.
—¿Puedo ir a ver a John? —pregunta, y la jefa asiente.
—Debes apresurarte. Casi sale al trabajo —comento.
La niña saluda con la mano, y se retira de la estancia.
—¿Alguien sabe algo de Lissa? —pregunta Nicky.
—Nada todavía —responde Damon.
La línea de la caseta comienza a sonar, y toca un botón para que salga la llamada y podamos escucharla.
—Chicos, necesito su ayuda.
—¿Qué ocurre, Lis? —pregunta Alex.
—Una camioneta negra me está siguiendo desde que salí de casa. Damon, te necesito.
—En seguida.
Nuestro amigo teclea algo rápido y una de las pantallas se activa, haciendo zoom hasta un lugar específico. El punto azul se mueve con rapidez por la carretera. Debe haberla localizado por el GPS del móvil.
—Ya te tengo en la mira. —La pantalla central se llena con cámaras de tráfico—. Ve hacia la dirección que te voy a mandar al móvil. Intentaré hacer una colisión para que puedas perderla.
—Busca el número de matrícula. Nos vemos en un instante.
La llamada termina, y siento que han sido los segundos más largos de toda mi vida. Damon acerca una cámara y capta la matrícula a las órdenes de Lis.
—Ahora la entramos en la base de datos y... —Un cuño rojo sale en la pantalla al instante.
—¿Qué significa? —pregunta Nicky.
—La matrícula es robada —responde Archie, y resopla—. Un Ford del 70 fue robado hace unos días con esa matrícula.
—¿Y nadie se percató de eso? —protesta Clare, furiosa—. ¿Qué rayos está haciendo Lucio? ¿Por qué no dijo nada?
—Cuando se enteró hace unos años que Victoria era su hija, casi sufre un amago de infarto. Y ahora con Prescott rondando, está peor.
—Espera un momento —intervengo—. ¿Victoria es hija de Lucio?
—Larga historia —menciona Alex, y yo boqueo como pez fuera del agua.
—¿Qué sucede? —pregunta Victoria, al entrar en la estancia.
—La camioneta que vez en pantalla estaba siguiendo a Lissa. La matrícula es robada.
—Yo reconozco esa camioneta —habla Bill—. Ha pasado un tiempo, pero creo que es la misma.
—¿De qué estás hablando? —pregunta Rick, a su lado.
—Hace unos años, una camioneta negra me siguió.
—Sí, recuerdo que hiciste una denuncia —finaliza el oficial Bolton, y gruñe—. Déjame llamar a Lucio.
—Va a ser en vano —interviene Archie—. Después de la colisión con semáforos rojos que formé, debe haberse dado a la fuga.
—Hay que movernos rápido —increpa Clare—. La vez pasada siguieron a Bill, y después terminó en un accidente de motos.
—¿Qué haremos? —pregunta Nicky, preocupada—. Lissa es la mejor buscando información. Para no decir que es la única capaz de encontrarla dónde nadie puede.
—Es cierto, pero su vida puede estar en peligro, y eso no ocurrirá en mi guardia —ataja Clare, como una orden.
Una hora después, la hermana de Bill entra por la puerta con una carpeta en la mano con un grosor de al menos 8 cm de alto.
—Aquí les tengo todo lo que pude obtener —dice ella, casi sin fuerzas.
—¿Dónde rayos conseguiste eso en solo 24 horas?
—Contactos, Bill. Contactos que tengo —alude su hermana, y sonríe.
—Esta chica asusta —reflexiona Rick.
—No la pinches mucho, Bolton. Si tienes trapos sucios, ella sabrá encontrarlos —aluda la asiática con ironía.
—No me den tanto crédito. Yo solo hago unas llamadas, y después me entregan la información. Pueden estar seguros que es totalmente fidedigna.
—¿Ya podemos ir a comprar helado? —habla una dulce voz detrás de nosotros.
—¡Amber! —gritan Lissa y Victoria al mismo tiempo, con euforia.
La niña corre hacia ellas y le da un beso a cada una en las mejillas.
—Así que la pólvora ya está en el recinto —replica Jonas, con cierta burla.
—Hola, Bill. —La niña se acerca a él y este la toma en sus brazos—. Hola, compañero —ahora se refiere a Rick
—Buenos días, sargento. —El aludido pone su mano en la frente en señal de saludo, y coloca sus piernas de forma recta, pegando sus talones.
—Ya puede descansar, soldado —ordena la niña, y todos reímos—. Tita, dijiste que podíamos ir a comprar helado.
—Amber, Luke te acompañará, pero primero déjanos trabajar. Ya hemos hablado de esto, ¿verdad? —La voz de Clare se torna dulce—. Vamos por helado en un rato.
—Está bien —dice la pequeña, con un puchero.
Sus ojos azules conectan con los míos y le guiño en complicidad. Ella sonríe con amplitud. Bill la deja en el suelo, y se retira de la caseta una vez más.
—Jonas, tú dirás —el tono de Clare es más profesional.
—Revisé esta información. Prescott no se encuentra en el país. Alguien le está ayudando desde adentro.
—Mi cabeza va a estallar, y aun no es mediodía —habla Damon, apretando su sien con los dedos.
—Según estas fotografías —Esparce varias de ellas en la mesa cerca del pizarrón—, Prescott está en Londres bien escondido. A penas se le puede ver el rostro, pero mi fuente está segura de que es él. Esta persona que ven a su lado. —Señala una de las fotografías—, es el famoso "Mouse" del que habla Brandon en su mensaje. En ninguna de las fotos pude verlo. Siempre está completamente disfrazado u oculto. Hace cinco años se perdió del radar, pero según mi fuente sigue en contacto con Prescott. Con excepción de Keith, nadie más lo ha visto. Ni siquiera pude encontrar una fotografía en la base de datos del FBI, CIA o Interpol.
—Debo enviar a alguien a Londres. Amber está conmigo unos días, así que yo no puedo ir.
—Yo puedo ir —hablan Victoria y Lissa al mismo tiempo.
—Ni loca las mando a ustedes. Victoria fue la primera víctima de ese hombre y Lissa puede estar en la mira por ser hermana de Bill. No puedo permitir eso.
—Yo me ofrezco a ir —habla Rick.
—Te necesito aquí, Bolton. Eres el único, después de Victoria, que puede tratar con Lucio, y tus tácticas son muy buenas. Si ocurre una redada, te necesito aquí.
—Pues yo voy —manifiesta Alex. Clare fue a decir algo, pero mi amiga le interrumpe—. Keith no sabe que trabajo con ustedes. Para él siempre fui la hija ricachona de los Kingsman.
—No, Alex. No hagas eso —habla Archie con desespero, y la toma de la mano, acariciando los nudillos de ella con el pulgar.
«Ya sabía yo que entre esos dos pasaba algo», pienso, con una media sonrisa en los labios.
—Después de Smith, soy la que mejor conoce esa ciudad. Luke no puede ir porque el ataque fue contra su empresa, y Nicky tampoco puede salir del país. Necesitamos ayuda legal en este tipo de cosas. Soy la mejor opción.
—Alex, por favor, no nos hagas esto —suplica, Archie, con voz quebrada.
—Necesito hacerlo, y voy a hacerlo —insiste, decidida.
—No. Voy a hablar con Lucio para que...
—Clare, ya te dije que voy —interrumpe Alex, y la jefa resopla.
—Vas en contra de nuestra voluntad —rebate Clare, no muy contenta—. Esto no me gusta nada, Alexandra.
«Oh, Oh. El hecho que diga el nombre completo de Alex es malo», pienso, preocupado. Puede que ellas sepan algo que yo no.
—Pero si esa es tu decisión, está bien. —Los ojos de Clare sueltan chispas de furia—. Archie, por favor, sácale un boleto a Alex para mañana, y que regrese en unos días. Ni se te ocurra faltar a tu cumpleaños o no te lo perdono, Kingsman.
—El miércoles temprano estoy con ustedes —alude, con una sonrisa tensa.
—Muy bien, chicos. Es hora de ir a comer helado —añade la jefa—. Si no nos vamos, es posible que Amber nos mate. Buen trabajo, Lissa.
—El placer es mío, Hanz.
Todos se retiran de la estancia. Agarro el brazo de Alex para conversar. Algo en todo esto no me gusta.
—¿Qué ocurre? Nada de mentiras.
—No ocurre nada, Luke —musita por lo bajo, sin mirarme.
—Nada de mentiras dije.
—El jueves de la semana entrante es mi cumpleaños y mis padres quieren hacer un evento. Ahí anunciarán mi compromiso.
—¿Estás de broma? Dime que estás bromeando. ¿Compromiso? ¿Con quién?
—Desearía que fuera una broma, Luke, pero el jueves a las 9 de la noche seré la prometida de Royce Copland.
—¿Me estás hablando del Roy de la secundaria? ¿El que ...? Por Dios, ese fue el hombre que hizo ... —Dejo las palabras en el aire, y cierro las manos con fuerzas—. Ese fue el promotor de la apuesta de Clare. Estamos en el siglo XXI. Los matrimonios por conveniencia ya no existen. ¿Qué le pasa a tus padres? ¿Acaso perdieron la cabeza?
—No puedo hacer nada, Luke.
Una lágrima corre por su rostro, y la atraigo hacia mi pecho, en un intento de consolarla.
—Eso va a pasar por encima de mi cadáver.
—Clare y yo hemos hecho hasta la imposible —añade, mientras paso la mano por su espalda.
—¿Ella sabe de esto?
—Cuando se lo conté, por poco Roy tiene un accidente. Ella había manipulado el sistema del auto. Casi recibe una demanda de Elon Musk cuando escuchó del sabotaje a uno de sus Teslas.
—¿Ella hizo eso? —comento, con admiración—. Aunque no sé por qué me asombro. Es capaz de eso y mucho más. —Sonrío y la separo un poco de mí.
—Si no es porque a Roy le tocaba revisión de su auto, yo fuera viuda antes de haberme casado.
—Eso no tiene sentido, Alex. Solo tienes 28 años, eres muy joven. Además, estamos en un siglo donde puedes elegir con quién casarte o no.
Su silencio comienza a preocuparme. Ella siempre ha sido una chica obediente a lo que dicen sus padres. Tomar una decisión contraria a los deseos de ellos, es difícil para ella, pero es talentosa e independiente. «A esto es a lo que se refería Mía cuando hablamos sobre Alex», pienso.
—Ellos no lo ven así.
—¿Qué va a pasar con Archie?
—No sé —indica, con voz quebrada—. Le quiero demasiado, pero mi madre no lo aprueba.
—¿Sarah no lo aprueba? No conozco mejor chico que Archie. ¿Por qué no puedes negarte?
—Mi trabajo en el museo como restauradora no me alcanza. Dependo de ellos, y el dinero que nos entregan por los operativos está en inversiones.
—Tengo una idea. Múdate entonces.
—Ahora el que está loco eres tú. ¿A dónde voy a mudarme y con qué lo pagaría?
—Pues fácil. Yo tengo un departamento vacío en el centro de la ciudad, y a papá le hace falta ayuda en la empresa. Soluciones hay.
—¿En tu empresa? ¿Dónde encajaría yo? Es más, no. No puedo hacer eso —insiste, resuelta.
—Claro que sí puedes. En el área de nanotecnología necesitamos a personas como tú. Sé que la química era tu vida en la secundaria. Y estamos haciendo pruebas para posibles fármacos que puedan curar con rapidez las heridas de choques o accidentes en carreras en los circuitos o en el tráfico.
—No puedo hacerlo, Luke. Nunca los he desobedecido.
—Porque siempre has hecho lo correcto para todos, pero ese compromiso va a ser un error para toda tu vida. Tu felicidad está en juego, y hay cosas que no son negociables.
—¿En verdad harías eso por mí?
—Puedes apostar por eso, Alex. Haría eso y mucho más. No lo dudes.
—Oigan, ustedes dos —interrumpe Clare, desde la puerta—. Tengo una niña de nueve años chillando porque quiere que su tío Luke y su tía Alex vayan con ella a comprar helado.
—Yo te aconsejo que nos movamos —habla Alex más animada—. Amber puede volverse muy insistente cuando de helados y dulces se refiere.
—Los veo en la entrada principal.
Clare me mira como si supiera lo que hablamos. Gesticula un gracias y yo asiento con la cabeza.
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