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Capítulo 20 «Abuela cotilla»

Luke

Al igual que Clare, desearía regresar a la preparatoria, pero para cambiar todo. Bueno, en realidad...solo algunas cosas. Comenzaría una amistad de verdad, sin nada de apuestas. A estas alturas es posible que estuviéramos casados. ¡Qué estoy diciendo! ¿Casado? ¿Desde cuándo comencé a pensar en asentar cabeza? Aunque voy a ser honesto. Con ella desearía casarme, y mucho más.

Cuando me lanzó al agua y comenzamos a reír, mi mente se transportó a la primera vez que la traje a este lugar. Las risas y la buena sintonía entre ambos. Y varios años después intento evitar mirarla como una mujer. Debo reírme de mí mismo al ver la manera en que lo "intento". No puedo conquistarla alejándola, pues lo hago de otra manera: siendo su amigo. Es lo que necesita ahora. De esa manera puedo acercarme, y el imbécil de Stuart no podrá hacer nada. O al menos, espero que funcione. Cada vez está más lejos de mí.

Cuando la toqué en el agua mi mundo se detuvo. Respirar se me hizo difícil, y apartar la mirada de esos malditos ojos grises mucho más difícil. Tuve que alejarme y romper la conexión que teníamos. Verla en ropa interior me dieron ganas de mandar todo a la mierda y hacerla mía ahí mismo. En sus ojos vi que ella lucha por lo mismo que yo.

Mientras me cambio de ropa, respiro con profundidad por la tienda de campaña formada en mis bóxers. Una vez más calmado y tranquilizado, me cambio y salimos del lugar. Al encender el teléfono, llamadas y mensajes de mi padre y los chicos inundan la pantalla. Llamo a papá y le dije que les avisara a los chicos que estaba bien. Acompañaría a Clare a casa de Mía, y de paso hablaría un poco con esa abuela cotilla.

—Muchas gracias por acompañarme —insiste ella, una vez entramos en el garaje y caminamos hacia la puerta de la cocina.

—No es nada. Para eso están los amigos.

El olor a tocino inunda la cocina de Mía. Una cabellera rubia y hebras plateadas se mueven con libertad por la cocina. La canción "Save the last dance for me" de Michael Bublé llena en el ambiente. Mía se ve bastante emocionada. Yo me recuesto al marco de la puerta a observar como esta mujer de casi 60 años se mueve con tanta agilidad. Se escucha desafinada, pero sus facciones delatan lo mucho que disfruta la letra de esa canción.

Miro a Clare y ella también está recostada al marco de la puerta a mi lado. Sonríe como yo al ver a su abuela en ese estado de felicidad, pero sus ojos reflejan algo más. ¿Añoranza será? Mía y Clare siempre fueron muy unidas. ¿Qué habrá pasado?

—No se queden ahí, y vengan a bailar conmigo —nos invita.

—Lo siento, Abu, pero sabes que tengo dos pies izquierdos —declara Clare, negando con la cabeza

«¿Dos pies izquierdos? No me hagas reír», analizo, estupefacto. «Parecías una profesional el día que bailaste desmelenada en el bar»

—¿Y tú, querido? —insiste Mía sonriente.

—Haré lo mejor que pueda.

Me acerco, intentando llevar el ritmo de la canción y el desenfrenado compás de ella al mismo tiempo. Damos muchas vueltas y reímos hasta que la canción termina y comienza una canción lenta de los Backstreets Boys: "I Want it that Way".

—Abu, ¿cuál es el motivo de tanta alegría?

—No sé, mi niña. Hoy me levanté contenta. ¿Ya comieron?

Negamos con la cabeza al unísono.

—Qué bue... ¡Ay, Dios! Se quema el tocino.

—Abu, voy a darme un baño. ¿Crees que pueda quedarme contigo esta noche?

—Esa fue una pregunta retórica, ¿verdad? —protesta Mía, sacando el cocino listo del horno.

—Ahora regreso.

Clare sube las escaleras, y escucho una puerta cerrarse.

—Muy bien, muchacho. Buen movimiento.

—¿De qué hablas?

—¿Desaparecer por más de una hora y que Clare te encontrara? Eso fue muy inteligente —comenta con cierta burla.

—Voy a dejar bien claro no fue planificado. Me sentía muy impotente en la tarde, aunque salió mejor de lo que pensé. —Frunzo el ceño, confundido—. Espera. ¿Cómo lo supiste?

Deja el tocino en un plato, me acerca unos huevos revueltos en otro plato, y se sienta frente a mí.

—Un mago nunca revela sus secretos —alude, con sorna—. Dios, que ganas que ese muchacho desaparezca de la vida de mi nieta.

—Por más que quiera odiarlo, no puedo, Mía. Jackob parece un buen muchacho y todos los odian. Yo, que destrocé la vida de Clare, me aman.

—Oye, no te confundas —rebate, sonriendo, señalándome con el dedo índice—. Querer y amar son dos cosas muy distintas

—Pero no cambia el hecho que los chicos aborrezcan a Jackob, a pesar de no haber hecho nada.

—A mí ese muchacho nunca me ha dado buena espina.

—¿Y yo sí?

—A ti te conozco desde que estás en pañales, Luke, así que no puedes engañarme. Por tanto, eso no cuenta.

—Ugh, Mía, me hiciste crear una imagen en mi cabeza de la cual nunca me olvidaré.

—Ay, no seas infantil. ¿Sabes la cantidad de veces que debí ayudar a Lena a cambiarte los pañ...?

—Por favor, no sigas —interrumpo, levantando la palma de la mano—. Creo que no podré dormir esta noche.

—¿Cómo te sientes?

—¿Te refieres a mis amigos o con el equipo en general?

—Como lo prefieras, dulzura. —Coloca los codos sobre la isleta y su cabeza en la palma de las manos.

—A veces me siento un extraño entre ellos. Han sido muchos años que hemos estado separados.

—Han pasado por mucho, pero han sabido sobrellevarlo. Por Dios, ya tienen 28 años. Damon y Nikole no paran de pelear como dos niños de secundaria. Alex sigue siendo tan dulce como siempre, pero su vida ya está planificada por sus padres. Si no es porque John, Liam, Dorothea y yo hacemos fuerza, a estas alturas ya estuviera casada casi por obligación.

—¿Y eso por qué, Mía? Aún es joven y se graduó hace poco de la universidad.

—Ellos siempre han sido así. Pero es Alex la que debe de elegir. ¿Cómo te fue con Bill?

—¿El rubito?

Ella parpadea ante mi pregunta, confundida.

—Pues sí. Creo que estamos hablando del mismo.

—Sabes que no tengo muy buena historia con él, pero, al ver cómo se comporta con Victoria, me relajé un poco. Ellos trabajan muy bien en equipo.

—Clare ha hecho un buen trabajo con ellos. A veces desearía que fuera la chica de dieciocho años que siempre estaba sonriente y no le importaba lo que el mundo pensara de ella. Ahora, lleva la empresa de Liam, un equipo de locos trabajando de encubierto, y para colmo está punto de casarse.

—Por encima de mi cadáver —murmuro.

—¿Dijiste algo, cariño? —pregunta extrañada.

—Que debo irme a casa —contesto, y curvo mis labios en una sonrisa amplia.

—Pamplinas. Ojo de loca no se equivoca.

Sonrío ante sus palabras sin sentido para mí. Pero estamos hablando de Mía Hamilton. Sus frases alocadas siempre cobran sentido en el momento que menos te esperas.

—Ya estoy lista, Abu —interviene Clare, utilizando un chándal y una camiseta de tirantes color rosa ya desgastado.

—¿Listos para comer bacon, huevitos revueltos y galletas saladas?

Ambos asentimos, y frunzo el ceño.

—¿No hay chocolate? —protesto.

—Luke, esto es algo para comer. No estamos desayunando —protesta Clare, y resoplo.

—Clare, no seas así —me defiende Mía, y sonrío con amplitud—. Si el muchacho quiere chocolate, pues le damos chocolate.

—¡Pero abuela!

—Usted chito —replica la señora ante la protesta de Clare—. Usted era peor en la secundaria.

—Espera. ¿Cómo? —inquiero, y la mirada trazadora de Clare sale a relucir al instante.

—Oh, sí, muchacho. Clare...

—No te atreverías, abuela. ¿verdad? —amenaza Hanz, y una sonrisa socarrona aparece en los labios de Mía Hamilton.

—Perece mentira que no me conozcas, mi niña.

—Oh, Dios. Voy a odiar esto.

—No tienes que quedarte. ¿Verdad, Luke? —pregunta Hamilton, y yo asiento con curiosidad.

—Abuela, debería darte vergüenza —protesta ella una vez, haciendo un puchero, y cruzando los brazos en el pecho.

—Clare, por Dios. —Resopla Mía, y sonrío con amplitud—. Vergüenza ajena me daban todos ustedes cuando chiquillos, y ahora también de grandes.

—Abuela, no, por favor —suplica Hanz, pero Mía la ignora.

—Como decía, Luke, esta niña era peor que un mapache hambriento en la madrugada.


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