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Capítulo 19 «¿Amigos?»

Clare

Todos reíamos en la cocina, pero mi mente se había quedado en la caseta. Con él. El muro alrededor de mi corazón creado en su contra, se quebró un poco con un simple gesto. Pude sentirlo cuando se acercó en la cocina. Reía con Jackob, pero Luke llenaba mis pensamientos. Después que mi prometido se despidiera, nos quedamos en la cocina charlando. Pero él no apareció y la cara de Archie señalaba preocupación.

—¿Dónde está, Archie? —inquiero, para que todos notaran que faltaba un pollito.

—No lo sé. Mencionó que quería tomar un poco de aire.

—Llámalo, necesitamos saber qué haremos ahora.

Esa frase sale de mí más como una orden que como petición. Adams se retiró de la cocina con teléfono en mano.

—No responde. Me manda a su buzón —contesta al regresar, un poco asustado.

—Maldición —murmuro—. Damon, ¿podrás localizarlo?

—Voy a intentarlo.

Nos ponemos en movimiento para ir a la caseta, pero John pregunta:

—¿A dónde van?

—Luke no levanta el teléfono —contesta Lis.

—¿Pero en qué está pensando ese muchacho? Prescott está ahí afuera.

—Oye, oye —musito cerca de él—, vamos a encontrarlo.

—Él aún no sabe la gravedad del asunto —añade la asiática—. Archie solo le explicó por arriba.

Al llegar a la caseta, Damon enciende todo el equipo y un mapa online se abre en la pantalla central. Escribe algunos controles de búsqueda, pero no logra localizarlo.

—Lo siento, Clare —se disculpa—. Tiene su teléfono apagado.

—Búsquenlo por las cámaras de tráfico —inquiere Alex.

—Estoy en ello—contesta Archie, y varias imágenes del Jaguar aparecen en pantalla.

—Está dando vueltas sin sentido —opina su padre, y muerdo el interior de mi mejilla.

—Al parecer, salió de la ciudad —explica Damon, mostrándonos la cámara.

«En serio, Luke, ¿cómo puedes ser tan descuidado?», pienso, mirando las fotografías, y el mapa trazado con puntos rojos con la ruta de Smith.

—Según eso, fue hace más de una hora —insiste Nicky—. ¿A dónde va?

—¿Qué fue lo que te dijo exactamente? —insisto, con el corazón en la boca.

—Solo dijo que quería estar solo y respirar.

«¿Dónde estás, Smith? ¿A dónde vas?», frunzo el ceño al ver la salida, y los recuerdos vienen a mi mente. «Debe estar ahí». Con rapidez, agarro mi cazadora.

—¿A dónde vas? —inquiere John, preocupado.

—A encontrarlo. Si no tengo noticias de él, les llamo —contesto, saliendo por la puerta.

—Clare, espera —espeta Nicky, pero ya estoy en mi auto.

Intento avanzar lo más rápido que puedo. Debe estar ahí. Es el único lugar alejado donde nadie podría encontrarlo: el lago. Donde todo comenzó y también terminó. Mis nudillos están blancos por lo fuerte que aprieto el volante. Excedo el límite de velocidad y zigzagueo entre los automóviles. Ya trataré después con la multa.

Llego en una hora y media. Entro con mucha suavidad, aunque él no podría sentir el motor de esta belleza. Aparco un poco alejada, para darle espacio, y me quedo un rato mirándolo desde mi asiento. Se encuentra sentado en el borde del puente mirando hacia el horizonte. Salgo y me recuesto en el capó. Cruzo las piernas por los tobillos, y suspiro por lo bajo.

Los sauces llorones bailan al son del viento. El olor a pino y hierba recién cortada aún flota en el ambiente. Me quito las zapatillas converse, y hundo mis pies en la suave hierva mientras tomo mi teléfono para llamar a los chicos.

Dime que lo encontraste —insiste el padre, preocupado.

—Lo tengo frente a mí. —Escucho algunos suspiros en la otra línea—. Él está bien. Necesita un rato a solas. Damon...

Aquí estoy.

—Deja de rastrear mi llamada. Estamos bien, y en un lugar seguro.

Sus carcajadas no demoraron en llegar.

Está bien. Cualquier cosa nos avisas —añade el aludido.

Espera, Clare. ¿Cómo supiste dónde estaba? —inquiere Alex, con curiosidad.

—Seguí mi instinto. —Termino la llamada antes que siguieran las preguntas, y coloco el móvil en el asiento del chofer.

Lentamente me acerco a él y hablamos durante un rato. Todo iba bien hasta que hizo esa pregunta a la que no sabía cómo responder.

—¿Por qué? ¿Por qué me buscarías? Ya no soy nada tuyo y los chicos con el tiempo me hubieran encontrado o yo hubiera regresado a casa. ¿Por qué te importo lo suficiente como para recorrer la ciudad en mi búsqueda?

Unos rayos de esperanza se posan sobre sus ojos azules.

¿Cómo respondo a eso? Sinceramente, él me hizo pensar. ¿Por qué lo buscaría? Soy su niñera. Él está bastante grande como para cuidarse solo, pero la última pregunta fue la que me dejó sin habla. ¿Por qué me importa? Esa puede tener muchas respuestas, pero puede que ninguna sea la acertada o la que queramos escuchar los dos. ¿Me importa porque fuimos algo? ¿Porque es parte de mi equipo? ¿Me importa Luke porque me hirió, y aún así lo perdoné? ¿Me importa porque aún lo amo? Dios, son demasiadas respuestas en forma de preguntas, y de todas las respuestas existentes, dije la que más nos convendría, o eso pienso.

—No entiendo tus preguntas, Luke. Ver a John triste nunca ha estado en mi lista. Lo sabes bien. Además, lo hice porque eres mi amigo.

Baja su cabeza y regresa su rostro hacia adelante. Me levanto de mi lugar y lo empujo al lago.

—¿Te volviste loca? —protesta, cuando sale a flote—. Esto está congelado.

Mueve su cabeza para sacar el cabello castaño que cubre sus ojos, pero al estar mojado se le hace imposible, por lo que resopla. Su grito de dolor me pone en alerta.

—¿Qué ocurre?

—Creo que algo... —Se hunde.

—¿Luke? Luke, por favor, no juegues de esa forma que no es gracioso —espeto, pero no le veo emerger—. ¿Luke? ¡Luke! Maldita sea.

Me lanzo al lago y busco como puedo. El aire comienza a faltarme, por lo que debo salir a la superficie.

—¡Luke! —espeto, histérica, cuando siento sus manos en mi cintura y me gira hacia él.

—Te atrapé.

—¿Tú eres tonto o barres la arena de la playa?

—Vamos, Hanz, solo fue un chiste.

Me deja ir y comienzo a golpearle con los puños en el pecho.

—¿Sabes lo preocupada que estaba?

No me detengo en mi actuar hasta que atrapa mis muñecas, enviando sensaciones fuertes por todo mi cuerpo.

—¿Preocupada por qué?

Sonríe, y aparecen esos malditos hoyuelos que me encantan. Está sonriendo de verdad. Resoplo, y deja ir mis manos.

—Hierba mala nunca muere. Eso me dijiste tú cuando estábamos en la secundaria, ¿o no te acuerdas?

—Eres un idiota —rebato, quitando el pelo empapado de la cara.

—Vamos, Hanz. Dudo que algo pueda pasarle a una persona tan...tan...

—¿Arrogante? —finalizo, y sonrío.

«Prefiero que seamos amigos antes que perderlo por completo», pienso.

—No me arruines el momento, por favor —añade, divertido—. Tan...

—¿Insufrible?

—Calla, Hanz, que me quitas la inspiración. Ya la encontré. A una persona tan ... importante e imprescindible para esta sociedad.

—¿Qué? ¿Y a ti quién te dijo que eras importante o imprescindible?

—Auch, eso hiere mi orgullo.

Me acerco y aparto el pelo mojado de su frente. Sus ojos azules me observan cargados de deseo, y aparto mi mano cuando veo que quiero seguir perfilando su rostro con mis dedos.

—Lo siento. Las viejas costumbres son difíciles de quitar.

Siento como el calor sube a mis mejillas. «Concéntrate, Clare. No tienes dieciocho años», pienso.

—Ya te digo yo —comenta divertido, y de momento comienza a mirar a otro lado.

«¿Qué le pasa? ¿Tendré algo en la cara?». Abro mis ojos al recordar. «Oh, mierda. Mi camisa», pienso. Mi camisa es blanca y se pone transparente cuando está mojada.

—Creo que será mejor que salgamos —comenta sin mirarme, y río a carcajadas.

—¿Te estás enrojeciendo, Smith? —comento, divertida, al notar la tonalidad rosada en su rostro.

—¿Qué? —Finalmente me mira—. No, claro que no.

—Yo pensaba. Entonces no hay problema si hago esto.

Comienzo a desabotonar mi camisa. Sonrío de soslayo cuando mira hacia otro lado, y le veo tragar en seco.

—Listo, camisa afuera, y esto también. —Lanzo la ropa empapada al puente. Mierda. Él tenía razón. El agua está fría—. Tu turno.

—No voy a quitarme la ropa —espeta, aún sin mirarme.

—¿Te da vergüenza? —comento con ironía, y resopla antes de mirarme una vez más—. Oh, vamos. Estamos entre amigos.

La última palabra me dolió, pero es lo mejor para ambos, ¿o para mí?

—Tú lo quisiste.

Se saca su polo gris y los vaqueros. Lanza las prendas mojadas hacia el puente, quedándose en bóxer oscuros. Joder, sigue tan bueno como lo recuerdo. Me retracto. Los músculos de sus brazos y pecho están mucho más definidos que antes.

—¡Clare, tus lentes! —espeta, preocupado, con los ojos bien abiertos.

—Tranquilo. Me operé hace tres años.

—Ah, no lo sabía.

Nos quedamos en un delicioso silencio hasta que habla vez más.

—¿Cómo te va con tu papá?

—Todo bien, y el pequeño Max crece por día. Tienes que verlo. Es tan mala cabeza como su padre.

—E imagino que cabezota como su hermana.

—Eso sí —confirmo, sonriendo, cuando los recuerdos de las travesuras del pequeño Max vienen a mi mente—. A terco no hay quien le gane a ese enano.

—¿Y en la empresa?

—Todo de maravilla. Mi padre dejó su puesto en el banco y decidió dedicarse a lleno en empresas de construcción. Liam quiere expandirse a Europa, y Emma no. Ya sabes que para que esos dos estén de acuerdo es una locura.

—Pitufina, yo... —Calla instantáneamente al ver su fallo.

—Adelante, no me molesta —musito.

Mi piel se eriza al escuchar el sobrenombre, pero para él es solo por el agua fría.

—Clare, yo...En verdad... Quería decirte que...

—Por Dios Santo, Luke, deja de divagar tanto.

—Espero recuperar a mi amiga —espeta, y frunzo el ceño.

Su frase me dolió más de lo que pensé.

—Tu amiga nunca se fue. Siempre voy a estar cuando lo necesites, Luke.

Asiente, y nada hacia mí.

—Muchas gracias —dice, y comienzo a reír.

—Luke, para. Luke...por favor... detente.

Sabe que mi punto débil son las cosquillas. Intento girar mi cuerpo para alejarme, pero solo consigo que aumente.

—Cómo quieres que me detenga si sé que te encantan.

—No... por favor, detente. —Intento separarme, pero es imposible.

Cuando logro alejarme, él se detiene, pero me acerca por la cintura. Unos centímetros más y nuestras narices chocarían. Mi pulso comienza a subir al instante, al mismo tiempo que la celeridad de mi respiración. Una mano se aferra a mi cintura mientras la otra se agarra del puente.

Electricidad recorre mi cuerpo con ese sencillo toque. La indecisión me golpea. No sé dónde poner mis manos porque él me agarra para yo estar a flote. Al final, las coloco en sus brazos. Con las cosquillas, su pelo volvió a ocultar sus ojos, y con mis dedos lo aparto una vez más.

«Clare, piensa en Jackob. Piensa en él», pero mi mundo se detiene cuando le miro directamente a sus ojos azules más claros de lo usual y pupilas dilatadas.

Sus labios están entreabiertos, y su pecho sube y baja a la misma velocidad que el mío. Traga en seco cuando se acerca a mí. Los mismos sentimientos, la misma conexión de ahora la tuvimos en la mañana. Jackob me hace sentir segura mentalmente, pero mi cuerpo le extraña, así como aquello que me hacía sentir cuando estaba entre sus brazos. Demasiado para mi gusto.

—Es mejor que salgamos. —Él rompe la conexión y me deja ir—. Ya está anocheciendo, y todos deben de estar preocupados

—Tienes razón —musito, apenada, mientras me ayuda a salir por el puente.

Recoge sus prendas y camina delante de mí. Su cuerpo sigue cincelado como en la secundaria. Los músculos se contraen al caminar, y su duro trasero sigue viéndose tan sexy como... «Clare, por Dios, contrólate. Deja de mirar el lindo y trabajado trasero de Luke». Niego con la cabeza y recojo mis pertenencias empapadas.

—¿Tienes ropa para cambiarte? —pregunta, mientras abre su maletero.

—Hoy pensaba quedarme con la abuela.

—Ahora regreso.

Saca una mochila y se esconde detrás de un frondoso árbol. Resoplo, un poco ofendida. Tampoco es que nunca le hubiera visto desnudo.

—Mi abuela después de esta me mata —susurro, y aprovecho a cambiarme. Me había metido al lago con el juego de lencería rojo que me había regalado hace un mes—. Una vez más lo estreno metida en un lago. Al menos ya sabemos si no se maltratará con el agua. —Sonrío por la ironía de eso.

Cuando vinimos por primera vez a este lugar, ese día también estrenaba un conjunto, pero era negro.

Déjate de recuerdos, Clare. Ahora son amigos. —Hago un gesto de inconformidad—. Ugh, que fea se escucha esa palabra para describir lo que pasa entre nosotros.


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