Capítulo 15 «Confesiones»
Clare
Al levantarme, sacudo mi cabeza creyendo que lo ocurrido había sido un sueño, pero cuando veo el arma en la encimera, suspiro. Que Luke entrara en mi casa como un ladrón me da mucha gracia, y verle la cara cuando le apunté fue digno del momento. Unos toques en la puerta rompen mis pensamientos.
—Buenos días —habla Nicky con voz cantarina, y mis amigas se abren paso en el apartamento.
—Muy bien, ¿qué pasó? —pregunta Lissa, mientras deja unas bolsas en la encimera. Aprieto los labios—. Clare, que dejes tu Glock a la vista solo puede significar una cosa. ¿Quién fue el tonto que intentó entrar en tu casa?
—Si les cuento no me creerían —susurro, dejando el arma en su sitio.
—A ese perro con otro hueso. Dispara ya —insiste Alex, y todas se acomodan alrededor de la encimera, subiendo y bajando las cejas.
—Fue... Fue Luke.
Las cejas de mis amigas se disparan hacia arriba al mismo tiempo, en señal de sorpresa.
—¿Estás de broma, cierto? —inquiere Nicky, con sorna.
—¿Tengo cara de estar bromeando? —contesto, sirviéndome una taza de café.
—No estas bromeando —censura Victoria, un poco más seria.
Pasaron unos segundos y todas comenzamos a reír.
—¿Luke? ¿En serio? —Nicky apenas puede hablar por la risa.
—Desearía haberle visto la cara —añade Alex, entre carcajadas.
—No lo conozco, pero creo que verte con un arma en la mano debe de haberlo asustado —añade Lis, sonriendo.
—Anoche fue una odisea. Cuando se fue de mi casa y me puse a pensar en la alocada situación, casi no paré de reírme. Eso sin contar que todo ocurrió como a las dos de la madrugada.
—¿Qué hacía él a esa hora en tu puerta?
—Pregunta incorrecta, Lissa —interviene Alex con sorna—. Estoy segura que si Clare hubiera sabido que estaba en su puerta, nunca habría sacado el arma. La pregunta es, ¿por qué sacaste la Glock de su cajón sin necesidad?
Fue imposible no reír a carcajadas. Todo esto es un chiste para mí.
—Abrió la puerta de mi casa con ganzúas.
—Ahora sí que lo he escuchado todo —comenta la asiática, tamborileando sus dedos sobre la encimera—. Smith abriendo puertas.
—Yo tampoco me lo creería si no hubiera pasado en mis narices. —Me recuesto a la isleta con la cadera y el café en la mano—. ¿Ustedes que hacen tan temprano por aquí?
—Pasamos por Chick-fil-A, y compramos dedos de pollo. ¿Te sumas? —contesta Alex, curvando sus labios en una amplia sonrisa mostrando su perfecta dentadura blanca. Mis ojos se abren y relamo mis labios.
—Pero como tú ya estás tomando café, nosotras nos vamos a otro lado —alude Vicky, intentando llevarse las bolsas con mis Nuggets, pero mis palabras detienen su acción:
—Dudo que pases esa puerta antes que te lance toda mi cubertería en tu dirección, pelirroja. Y sabes que tengo muy buena puntería —amenazo, y todas reímos.
—Tú y tu humor negro de las mañanas asusta un poco —comenta Lis con sorna. Tocan a la puerta y todas miran en esa dirección. Esta es mi oportunidad—. Clare, están tocando tu... ¡Oye, agárrenla!
—¡Son mías! —grito, sonriendo con la bolsa en las manos pegada al pecho mientras corro por el pasillo hasta mi habitación. Yo había tocado la madera de los cajones bajo la encimera como distracción.
Dos horas después estamos de camino a la zona de South Lake, la casa de los Smith. Alex viene conmigo. Lissa quiso tener la experiencia en el brillante Lamborghini rosa fucsia de Nicky, y Victoria nos siguió en su moto, cortesía de mi padre. Cada vez que podía, me quedaba en casa de la abuela o con John, y no pasaba nada, pero Luke está ahora en el área y eso me pone un poco nerviosa.
Vislumbramos dos camiones blancos por el lateral derecho, así que aparcamos cerca del contén.
—No sabía que fuera tanto equipo —comenta Nicky, con desconfianza mientras caminamos por el sendero—. Henry me va a escuchar.
—Alex, estamos por aquí —grita Archie, desde adentro.
Entramos a la simple casa blanca de dos plantas de los empleados de John Smith. Todo está listo dentro de la estancia. Sus paredes están cubiertas por 5 televisores de 72 pulgadas y dos servidores grandes a la derecha. Archie despidió a los chicos de la mudanza y cierra la puerta.
—El cielo mismo ha bajado a la tierra —dice Damon, emocionado, mientras truena sus dedos—. No veo la hora de comenzar.
—¿Todo bien, Archie?
—Todo en orden, Clare. Danos una hora, y tendremos en poco tiempo ojos por todo el mundo desde cámaras de seguridad de las casas y condominios, hasta la de los carros.
—Les trajimos algo de comer. —Alex le entrega una bolsa con hamburguesas y sodas.
—Gracias, chicas —dice Damon, con una amplia sonrisa.
—Tenemos que cuidar a nuestros muchachos ¿no? —añade Victoria—. ¿Dónde está Rick?
—Tuvo un percance, pero ya viene de camino —contesta Archie.
—Cuando tengas todo listo, nos avisas, Damon.
Después de un leve asentimiento de cabeza, salgo a tomar un poco de aire. Las muchachas se quedan adentro ayudando. Esos son muchos cables a mi entender.
—¿Estás bien? —murmura una voz a mi lado.
—Claro, Archie.
—Luke quiere hablar contigo. —Mis hombros se tensan al instante.
—¿No sabes que quiere? —pregunto.
—Algo referente a Mía.
—¿Le pasó algo a mi abuela? —inquiero asustada, y tomo mi teléfono, pero él me detiene agarrando mi muñeca.
—No lo creo. Si hubiera sido algo grave, te hubiera llamado él personalmente. Dijo que cuando llegaras lo buscaras.
Asiento y me encamino a la casa principal. Encuentro al heredero Smith en la cocina, sentado en un taburete mirando por la ventana de cristal, metido en sus pensamientos. Viste unos pantalones cortos blancos y una sudadera roja fina. Frunzo el ceño cuando noto las zapatillas Converse. Creí que había sido un capricho de cuando salíamos en la secundaria para impresionarme ya que yo usaba el mismo tipo de zapatos.
—Archie dijo que me buscabas —digo con suavidad, sentándome a su lado—. ¿Algo pasa con la abuela?
—Mía está triste —contesta, casi en un susurro—. Pasé toda la mañana con ella. Dice que te extraña mucho.
—Lo sé. El equipo me ha absorbido casi por completo. No salía de una operación y me llamaban para entrar en otro operativo. Ahora que voy a estar un tiempo en la ciudad, pensaba quedarme con ella.
—Clare, vas a casarte en tres meses. Eso implica que tu vida va a rondar en torno a tu trabajo y a Jackob —su tono de voz suena un poco triste al decir el nombre de mi prometido.
—Ni él ni nadie me quitará mi libertad. Él lo sabe y lo acepta. Mi trabajo lo llevo bastante bien. Vivimos una temporada juntos y sabe cómo me muevo. Entre él y yo todo está bien claro. No se mete en mi vida, yo no lo hago en la suya.
—¿Cómo lo haces, Clare? Es que no entiendo.
—No comprendo tu pregunta.
—Se supone que cuando amas a una persona te complementas con ella. Quieres estar presente en cada uno de sus planes y que te ayude a realizar los tuyos. Unen sus vidas y la rediseñan para convivir los dos. ¿Cómo pretendes querer casarte con él y seguir como si no lo tuvieras de compañero? Ni siquiera sabe el contenido de las operaciones a las que te arriesgas.
De él se puede esperar cualquier cosa, pero un pensamiento tan profundo como ese me deja sin palabras. Es como si hubiera sufrido demasiado, además de nuestra historia.
Todas las parejas y relaciones son distintas, Luke. No quiero que sepa sobre mi verdadero trabajo para protegerlo.
—¿Dónde quedamos los chicos y yo, Clare?
Frunzo los labios en una línea fina. Luke está entrando en terreno cubierto de minas. No quiero que sufra por mi partida, así que haré lo mejor por él y por mí.
—Luke —Coloco mi mano encima de la suya. Una fuerte carga eléctrica atraviesa mi cuerpo, pero me concentro en lo que él necesita y no en lo que siento—, sé que no terminamos bien pero... —Dudo en seguir mi discurso cuando noto como su ceño se frunce—, puedes hablar conmigo si lo necesitas. A veces el punto de vista femenino ayuda a aclarar.
—Lo intenté, Clare. Incluso estuve en una relación. —Dejo de respirar por un instante. Logré cambiar el rumbo de la conversación—. Duró casi un año. Ella y yo nos llevábamos de maravilla, pero podía sentir que algo faltaba.
—¿Cómo se llamaba? —inquiero con curiosidad.
—Stella. Fue una de las modelos que contratamos para darle propaganda a la empresa en Londres. También estudió conmigo en la universidad.
«Modelo y chica londinense. ¿Por qué pensé que sería diferente? Sus gustos aún no han cambiado con el paso del tiempo», me sermoneo en mi cabeza.
—Íbamos muy bien, pero llegó un punto donde no podíamos congeniar en nada. No sé en qué momento se derrumbó todo.
—¿Hace cuánto de eso?
Sus ojos azules chocan con los míos. Analiza mis rasgos y toma su tiempo para pensar su respuesta.
—Cerca de seis años. Después de eso no estuve con ninguna más.
«Vaya, esta chica lo dejó devastado», pienso, asombrada.
—Pero nada, la vida sigue.
Se suelta de mi agarre y me reacomodo en mi asiento. No sé en qué momento me acerqué tanto a él.
—Lo más importante ahora es mi padre, recuperar ese dinero y encontrar a Brandon Ascot. Por favor, visita a Mía.
—Tienen que venir urgente —interviene Archie, con voz agitada.
—¿Qué ocurre? —preguntamos al unísono, mientras le seguimos hacia la caseta con paso rápido.
—Es Brandon —contesta, y esta vez corremos hasta el lugar de operaciones. Todo está a oscuras.
—Dime que lo encontraste —ordeno, y coloco mis manos en el cabezal de la silla de Damon.
—Dalo por hecho —Mis labios se curvan en una sonrisa por la respuesta de mi amigo—, pero se mueve muy rápido.
—¿A qué te refieres?
—El lunes estaba en Kentucky, Luke. En la madrugada del martes ya estaba en Pensilvania.
—¿Qué rayos hace en Pensilvania? —pregunta Nicky, con curiosidad.
—Eso no es todo. Hoy en la mañana estaba en Rhode Island —explica nuestro informático, mostrando varias cámaras en la pantalla a la izquierda y vemos a Brandon disfrazado de... ¿un sin techo?
—Esto no tiene sentido —murmuro, mirando fijamente la enorme pantalla—. ¿Por qué se está moviendo tan rápido? ¿Y con esa ropa?
—El video que ves ahora fue filmado a las 9 de la mañana —contesta Alex—. Al mediodía, ya no se encontraba ahí.
—¿A dónde se dirigió?
—Le perdimos después de eso —contesta Bill—. Lo siento mu...
—¡Lo encontré! —interrumpe Archie.
Escribe algo con rapidez en el teclado, y en la segunda pantalla de la derecha aparece entrando en un motel sencillo en Spokane.
—¿Washington? ¿Qué hace en Washington D.C? —pregunta Vicky.
—Si antes creía que esto era raro, Brandon ahora me da miedo —añade Archie.
—Se mueve con rapidez entre estados. Alguien debe estar ayudando —finalizo—. Está en un motel bastante apartado. No quiere llamar la atención.
—Nosotros vamos hacia allá —anuncia Victoria.
—Chicos, pero...
—Vicky tiene razón —refuta Bill—. Si nosotros estamos en carretera podemos seguirlo con mayor facilidad.
—Ustedes nos avisan cuando intente moverse. Estaremos en contacto —secunda Rick, adentrándose en la estancia.
—Muy bien. Tengan sus teléfonos a la mano. Necesito tenerlos localizados.
—Salimos en 30 minutos —ordena Rick.
—Mucho cuidado —murmuro con tristeza, en el oído de la pelirroja cuando me abraza.
—Ese es mi segundo nombre —añade con sorna y se separa—. Chicos, ustedes deciden —le habla a su prometido y al oficial Richardson.
—Tú y Bill vayan en el auto —contesta el oficial—. Yo llevo la camioneta con la moto por si necesitamos desplazarnos con agilidad en lugares estrechos.
—Bill, vayan a mi casa y díganle a la Abu que le entregue las gemelas
—¿Estás segura? —inquiere el rubito, anonadado.
—Mejor tres que una. Apúrense. Tengan cuidado en la carretera, por favor. Brandon es bueno, pero nunca se llega conocer completamente a una persona, y no sabemos lo que trama.
—No te preocupes, jefa. Vamos a estar bien —finaliza Rick, sonriendo de soslayo y salen de la casa.
—Esto no me está gustando —añade Lis, preocupada.
—Está huyendo —comenta Nicky.
—Si vas a huir, desplázate por el país, no en estados tan cercanos entre ellos. Mucho menos cerca del lugar donde pueden agarrarte por fraude financiero —comenta Alex—. Luke, ayúdame a colgar este mapa en la pared. Algo aquí no cuadra. Archie revisa transacciones pequeñas a su nombre o personas conocidas de Brandon.
Tres horas después, seguimos pendiente a las cámaras. Mi vista ya comienza a pesar, y Nicky tuvo que cerrar los ojos. Es demasiada claridad proviniendo de las pantallas en un lugar tan cerrado. Damon y Archie están atentos a cualquier movimiento.
Bill me había llamado que ya estaban en carretera. Posiblemente les costaría unas 12 horas llegar hasta Spokane. Alex sigue mirando el mapa con el ceño fruncido. Me levanto de la silla para colocarme a su lado. Su cabeza trabaja con rapidez, así como en la secundaria.
—¿En qué piensas? —inquiero
—Solo analizando. —Gruñe cuando su teléfono vibra en el bolsillo y cuelga la llamada.
—¿Llegaste a alguna conclusión?
—Aún nada.
Su dedo índice descansa en su mejilla, mientras el dedo del medio y el pulgar sostienen su mentón. Su codo descansa en la palma de la mano derecha.
—Algo aquí no encaja. ¿Por qué hace esto?
—Para no llamar la atención.
Niega con la cabeza ante mi alegación.
—No lo creo, Clare. Una cosa es pasar desapercibido y otra muy distinta vestirse de esa manera para que no lo reconozcan. Él se mueve cada dos días, así que nos da un margen de tiempo. No se moverá de Washington por lo menos hasta mañana.
Gruñe de nuevo al sentir su teléfono, pero no deja de mirar el mapa. Había puesto un hilo negro conductor de acuerdo con la información que Damon nos había dado.
—No lo sé, Alex. Brandon es muy inteligente. Estoy completamente segura que él sabe que estamos detrás de su pista —opino, mientras estrujo mis ojos con los dedos.
—Clare, necesitan descansar —habla Luke cerca de nosotros.
Coloca sus manos en mis hombros, apretándolos con suavidad, dándome un ligero masaje. Debo reunir todas las fuerzas posibles para que no escuche el gemido de placer que me provoca. ¡Maldito Luke Smith! Sabe perfectamente que adoro el masaje en los hombros y conoce como me gusta.
—Los chicos están agotados.
De soslayo noto que Lissa se estruja los ojos, Nicky apoya la cabeza en sus brazos cruzados encima de la mesa. Archie se aprieta su sien, y Damon... está jugando Minecraft en el teléfono. Niego con la cabeza y sonrío al ver su gran devoción al trabajo. Con el dolor de mi alma, alejo las asombrosas manos de Luke para acercarme al equipo.
—Mejor descansemos. Alex dice que posiblemente Brandon no se mueva hasta mañana y... —El rugido de un estómago corta mis palabras—, al parecer alguien tiene hambre. —Todos me miran con rostros cansados—. Vayan y tomen un respiro. Yo me quedo vigilando.
Cada uno de ellos estira sus brazos y mueven su cabeza de un lado para el otro.
—En la casa tienen hamburguesas para que recarguen baterías, y en el refrigerador hay cervezas, sodas y jugos naturales —añade Luke, y todos salen disparados hacia la casa principal.
—Abandonada en el frente por una hamburguesa —digo, recostándome a la mesa con una sonrisa de soslayo sin separar los labios.
—He conocido a personas que matan por menos. —Luke se coloca detrás de mí y continúa el masaje—. Tú también necesitas comer —murmura cerca de mi oído con voz sensual.
—Yo estoy bien —susurro mientras cierro los ojos—. Gracias por ayudarnos.
Sus manos ahora bajan hasta mi espalda haciendo una leve presión y fue inevitable no gemir.
—Es lo menos que puedo hacer. Primero que todo, son mis amigos, y segundo, la empresa de mi padre es la que está en juego.
—A veces desearía volver a la secundaria —murmuro, cuando sus fuertes manos llegan a mi cintura y bajan a mis caderas—. O a la universidad.
—¿Por qué?
—No responsabilidades, nada de trabajos y cero dolores de cabeza.
—Eso lo dudo grandemente. Solamente Damon atrae las tres cosas que dijiste. —Ambos sonreímos—. Cuando estaba en Londres, yo no tenía responsabilidades. Las chicas con las que me acostaba hacían mis trabajos de la universidad y no me daban dolor de cabeza —sentencia, y mi sonrisa se esfuma al instante.
«Luke, definitivamente no piensas para nada. Con la buena vibra que teníamos y suelta eso. Si es que su parte imbécil siempre sale a flote»
—Cuando conocí a Stella eso cambió. Era rebelde y siempre me llevaba la contraria. Un día me lanzó un batido en la cara, solo por decirle que era una borde conmigo todo el tiempo.
«No la conozco y esa chica ya me cae bien. Se lo tenía merecido», pienso relajando mis músculos una vez más.
—Después de eso, me declaró la guerra en la universidad. —Escucho una sonrisa proveniente de él, y la calidez de su aliento llega a mi cuello, aumentando sensaciones que no deberían recorrer mi cuerpo—. Fueron tiempos duros. Creo que estaba en mi tercer año.
—Al menos alguien te hizo entender que no eras invencible o tan increíble como pensabas —comento, con desdén y una pizca de sarcasmo.
—Es verdad. Stella me hizo poner los pies en la tierra y cuando estábamos juntos sentía que llegaba al cielo.
Esa es mi señal para salir de aquí.
—Voy a comer algo. ¿Puedes quedarte a vigilar? —digo sin mirarle, y me separo.
—Yo me quedo —contesta, como si le hubiera confundido mi reacción.
—Avísanos si notas algo —ordeno con voz robótica, y salgo de allí con las manos cerradas—. Soy idiota. Sus palabras me descontrolan. ¿A qué estás jugando, Luke Smith?
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