Capítulo 13 «A punta de pistola»
Clare
Yo sabía que era tonta, pero no tanto. Todavía no sé cómo pude creer que había cambiado. ¡Pero si es obvio! Sigue siendo el mismo imbécil y mujeriego de hace diez años atrás. ¡Qué ingenua he sido! Muchos optan por caer en el alcohol para olvidar a las personas, sin saber que a veces eso nos hace verlos y pensarlos doble. Abuela siempre me ha dicho que eso solo empeora todo porque al estar bajo el efecto de alcohol, todo lo que se diga, es cierto. ¿Lo más gracioso? No puedo beber. La única y primera vez que lo intenté, casi termino en la cárcel.
Sonreí al recordar ese día. Creo que estaba en segundo o tercer año de la universidad. No recuerdo muy bien. Me pasé de copas en el bar y golpeé a una chica porque estaba hablando justamente de Luke Smith. Aun estando a kilómetros de distancia, en el otro extremo del mundo, ese nombre me perseguía. Ella decía que le iba de maravilla en Londres y cuando él regresara caería rendido a sus pies. Al ser trabajadora en TecnoLena, podía saber todo sobre la vida de los Smith.
Casi termino con toda su melena en mi mano. Suerte que los chicos del bar de Will me ayudaron y me sacaron a tomar aire. Solo por ayudarme esa noche, le di una bonificación por el mal rato que les hice pasar y una donación generosa al bar de William Jones. Mencioné que "era" una trabajadora del TecnoLena, ¿cierto?
La resaca del día siguiente nadie me la quitó. Ni siquiera pude levantarme de la cama. Suerte que era un sábado. Hasta con eso era responsable, o eso creo. Le conté lo ocurrido con esa chiquilla a mi padre y a John. Ambos me dieron una buena reprimenda, pero a esa nunca más la vi en la empresa. O al menos el tiempo que hice mis prácticas ahí.
Cuando mi abuela se enteró de los ocurrido, se escandalizó y me dijo hasta del mal que me iba a morir por lo irresponsable que había sido. Ella presentó una demanda, pero Nicky dijo que se encargaría. Nunca más supe de esa mujer y yo jamás toqué otra bebida alcohólica que no fuera vino bajo en alcohol.
Ahora estoy en mi balcón removiendo el líquido rojo en la copa mientras me dejo embelesar por las estrellas a las dos de la mañana en mi camisón de dormir. Después de escuchar la barbaridad que había dicho Luke, salí del invernadero. Damon me interceptó. Me habló de la información que había recopilado sobre Brandon y me despedí rápidamente. Encontré a mis amigas riendo con Victoria. Todas al instante se preocuparon al ver mis ojos rojos.
—Voy a matarlo —protesta Nicky—. No sé lo que hizo, pero con verte en ese estado es suficiente.
—Ya déjenlo. Vicky...
—No te preocupes —interviene la pelirroja, con voz dulce—. Me alegro que hayas podido venir esta noche.
—Eres mi amiga, Victoria. No me lo perdería por nada. —Sorbo mi nariz—. Chicos, en cuanto puedan, reúnanse con Damon. Tiene información que darles.
—Nosotras nos encargamos de todo, tranquila —murmura Alex, mientras me abraza.
—Discúlpame, Victoria, de verdad.
—Pues irte tranquila —insiste la pelirroja.
—Muchas felicidades. No había podido decírtelo.
—¿A dónde vas a ir? —pregunta Alex, cuando doy un paso.
—A perder la cabeza. Si ven a Jackob díganle que me fui. Si les doy un mensaje para él, dudo que se lo den.
—Puedes apostar por ello —añade la asiática, con sorna.
—Nos vemos. —Me despedí y salí de la fiesta a buscar un taxi.
La vibración de mi móvil corta mis pensamientos. Ni lo miré. Sabía que era Luke. Tenía mensajes de texto y de voz tanto de él como de Jackob. Estaba indispuesta para ambos.
El cerrojo de mi puerta principal se dispara y dejo la copa en el suelo con prontitud. Alguien intenta entrar. Me acerco con lentitud al gabinete cerca de la puerta y saco la Glock dorada de su interior.
El cerrojo finalmente cede y la puerta se abre sin hacer ruido. Toda la estancia está oscura y en completo silencio. Cierra la puerta aun dándome la espalda. Dejo que se aleje de mí a unos pocos pasos y enciendo la luz del departamento. El individuo levanta las manos al escuchar el chasquido del seguro de la Glock.
—Muy bien, Smith. ¿Me puedes explicar cómo sabes abrir una puerta con ganzúas?
—¿Clare? —pregunta, nervioso, y se gira con lentitud hasta quedar frente a mí—. ¿Qué haces con un arma?
—Todo el que tenga licencia de conducir puede tener una de estas hermosas en Texas. Repito. ¿Qué haces en mi casa a las dos de la mañana entrando a hurtadillas?
—¿Tienes licencia para eso? —pregunta, señalando con la cabeza el arma en mis manos.
«¿Este es tonto o se lo hace?», pienso.
—Dudo que pueda hablar con esa cosa apuntándome a la cabeza. ¿Quieres bajarla? —dice, con dudas, y yo sonrío.
Parece un niño horrorizado mirándome de esa manera con esos hermosos ojos azules. Deja escapar una bocanada de aire cuando coloco el seguro en la pistola y bajo el arma.
—Hablemos en el balcón. La noche es hermosa.
Dejo a mi niña dorada en la encimera, y camino hasta el balcón con Luke detrás de mí. Estaba tan abstraída con todo lo ocurrido, que ni había sentido la comezón en mi cuello. A lo mejor si le hubiera prestado atención a ese pequeño detalle lo hubiera hecho sufrir un poquito más. Sonrío internamente por mi mente malévola. Extiendo los brazos y los apoyo en la barandilla. Él hace lo mismo. La frialdad de la madrugada siempre me ayuda a pensar.
—¿Cómo sabes abrir una puerta?
—Se hacerlo desde que tenía 15 años. Cuando salía de fiesta, llegaba muy tarde a mi casa.
—¿Para qué hacerlo si tenías un departamento? —inquiero con curiosidad—. Ni me respondas a eso. Siguiente pregunta. ¿Por qué entraste a hurtadillas a mi casa?
—Quería saber que estabas bien —murmura, y deja caer sus hombros.
—¿No podrías haber tocado a la puerta y ya?
—No sería tan divertido.
Sonríe con ternura y aparecen los hoyuelos. Esos pequeños diablillos en su rostro aún lo hacen ver como alguien noble.
—¿Qué haces en mi casa a estas horas, Luke?
—Estaba preocupado.
—¿Por mí? —rezongo, con ironía, y dejo escapar una carcajada—. Puedo cuidarme sola. No necesito niñera.
—Sí, sí, claro, pero es la verdad. Estaba preocupado. Las chicas dijeron que era posible que te levantaras con resaca y me asusté. Tú no eres una chica de beber.
—Y no lo soy —añado molesta conmigo misma—. A penas me he tomado una copa de vino. —Señalo con el mentón la copa que aún está medio llena—. Aunque eso es suficiente como para darme dolor de cabeza.
—¿Por qué te fuiste? —pregunta, y resoplo.
No puedo decirle que escuché la conversación porque eso es de mala educación. Pero, tampoco puedo parecer como si nada hubiera pasado, ¿o sí?
—Me sentía un poco mal. Solo eso —miento, esperando que me crea.
—Estabas llorando. —Su mano toca mi mejilla, enviando electricidad por todo mi cuerpo y gira mi rostro con suavidad para verle—. Tus ojos aún están un poco enrojecidos.
Me aparto de su cálido roce. No quiero que vea como me hace sentir.
—Es el vino. Soy como Alex, no aguanto mucho el alcohol —atajo una vez más—. «¿Desde cuándo soy tan mentirosa? Bueno, si lo tengo frente a mí, debo hacerlo»
—No mientas. —Agarra mi brazo y me atrae hacia él, acortando nuestra cercanía al colocar su mano en la parte baja de mi espalda—. Te conozco muy bien, Clare Hanz.
Mi cuerpo tiembla por la frialdad de la noche y abro los ojos. ¡Mi camisón! Estoy en el camisón de dormir con Luke en la misma habitación. Es como andar semidesnuda. No quería que terminara el momento, pero la conversación que escuché a hurtadillas vino a mi mente.
—Tienes que irte. Ya es muy tarde.
Me alejo de su tacto y camino en dirección a la puerta.
—Mañana pueden mudar su equipo a mi casa —añade, cuando pasa por mi lado y se detiene en el pasillo.
—Gracias por brindarnos tu casa. Significa mucho para el equipo.
—¿Y para ti? —Da dos pasos y trago en seco al sentir su colonia—. ¿Significa algo para ti?
—Buenas noches, Luke —Es lo único que puedo tartamudear.
—Buenas noches, Pitufina. —Abro mis ojos como plato al escucharlo y se retira con los hombros caídos.
Cierro la puerta con suavidad y me recuesto a ella. Coloco la mano encima de mi pecho, cerca de mi acelerado corazón.
—Un día de estos voy a perder la cabeza con tanto tira y afloja de tu parte, Smith.
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