Clare
—¿Qué crees?
—Definitivamente quieres opacar a Victoria esta noche. Estás preciosa —alega Alex, y sonríe.
Esta vez me decanté por un vestido gris perla ajustado a mi cuerpo, y el escote en mi espalda llega hasta casi la mitad de ella. Por delante cae en ondas, pero no es muy sugerente. Un maquillaje sencillo combinado con unos rizos que caen desde mi alta coleta. Voy a necesitar un corte. Al terminar la noche voy a terminar soltándolo por el peso.
—Eso depende de quién te está mirando esta noche. Estoy completamente segura que Victoria deslumbrará, pero Jackob tendrá solo ojos para ti.
«Jackob y alguien más», pienso, mientras muerdo mi labio inferior.
—Ponte estos. —Alex me alcanza unos zapatos plateados de aguja.
—¿Quieres que me rompa el cuello esta noche? —comento con sorna, y ella pone los ojos en blanco.
—Oh, por favor. Cuando fuimos a Inglaterra sabías perfectamente manejarte en unos más altos que estos.
—Eso fue pura suerte. ¿Recuerdas la vez que fuimos a la India?
—Ni me recuerdes eso. Ese sultán nos tenía como locas —añade, divertida—. Victoria por poco le estampa una estatua en la cabeza si seguía preguntándole por su tatuaje.
—No me digas que no te divertiste, Alex. —Ambas reímos y ella niega con la cabeza.
—¿Cómo hicimos tanto en tan poco tiempo?
—Porque somos buenos, Kingsman. Cada uno realiza su rol de manera excelente.
—Uy, sí, como no —rebate con ironía—. Ni me acuerdes de lo que tuve que hacer en ese viaje. —Fue imposible no reír a carcajadas al recordar esa aventura—. No te rías. Ese tipo de baile no es nada fácil
—No te hagas la difícil. Te movías un poco y tus caderas hacían el resto. Eres suertuda. Trabajo pasé yo que nunca logré encontrarle ni pies ni cabeza a aquello.
—Y con tu sari turquesa lo dudo grandemente.
—Mejor pongámonos en camino o vamos a llegar tarde. —Mi teléfono comienza a sonar, y mi amiga resopla—. Hola, novato. Ya bajamos.
Una hora después estamos delante del enorme portón de la casa de los Wells en South Lake. Instantáneamente la verja es abierta y Jackob entra a la casa colonial iluminada. Yo creí que solo serían amistades y amigos cercanos. Ingenua de mí. Conociendo a Dorothea, invitó a media ciudad. Subimos los peldaños de la casa, y Alex se adelanta a reunirse con los chicos en el interior.
—Clare, hablé con Malcom en la tarde.
—¿Qué te dijo?
—Que era una mala idea, que podía conseguir una mejor chica, y una que al menos me llegara al mentón.
—¿Con mentón se refiere a que soy bajita? Si ese es el caso, no sé si sentirme halagada o tomarlo como un cumplido. Tu tío me odia desde el día en que le lancé ese café a su costoso y horrible traje.
—Lo que diga él no me interesa. Solamente le avisé de lo que pasará.
—Entonces no le hagamos caso a lo que dice ese viejo loco. Entremos.
Un casto beso en los labios y nos adentramos en la casa.
—Al fin llegaron —exclama la pelirroja al abrazarme—. Hola, Jackob —añade con sonrisa falsa. Mis amigas no lo soportan, pero son "agradables" con él... a su manera.
Su vestido blanco se ajusta hasta la cintura y luego cae hasta el suelo. La suave tela brilla con la mínima luz y el contraste con los rizos rojos sobre su espalda desnuda es fantástico. Un maquillaje sencillo como siempre, y unos pendientes de diamantes hacen juego con un pequeño colgante. Ah, y su pulsera de cuero no puede faltar. Amo esa pulsera.
—Pasen. Estamos en el jardín de atrás, cerca del invernadero —explica Victoria, y le seguimos hasta llegar al jardín trasero.
Calculo que más de cien personas hablan de forma animosa. Eso, sin contar los curiosos dentro del invernadero. Una enorme carpa blanca se alza en el medio, mientras la suave música inunda el ambiente. Bajo con lentitud el porche y busco con la vista a mis amigos. Encontrarlos no fue tan difícil al ver el enorme grupo cerca de la carpa. Trago en seco cuando comienza la comezón en mi nuca. Gimo por lo bajo al ver que mi esperanza de no verlo se ha desvanecido.
En el camino a mis amigos, una cabeza se gira y dos iris azules chocan con los míos. En mi torpeza, casi me tuerzo el tobillo.
—¿Estás bien? —inquiere Jackob, preocupado.
—Sí, tranquilo. A veces no me adapto a caminar con estos zapatos en la hierba.
—Yo no te dejaré caer, Clare.
—Gracias.
Seguimos nuestro camino, y trato por todos los medios que la mirada fija de Luke sobre mí no me desequilibre.
«Esto va a ser incómodo, pero debo aguantar. Todo por Victoria. Esto es por mi amiga, y ella no merece que su fiesta de compromiso sea arruinada por unos tontos sentimientos que me tienen con taquicardia y dolor de cabeza», pienso, mientras me acerco al grupo.
—Me encanta tu vestido.
—Cuando quieras, Lissa —contesto, evitando a toda costa a Luke.
—Stuart, al fin llegas —interviene John, y palmea la espalda de mi prometido—. Necesito que me acompañes. Debo presentarte a unas personas.
—John, ¿debe ser ahora? —inquiere, aún con nuestros dedos entrelazados.
—No te lo dijera si no fuera importante —rebate, enarcando una ceja.
—Nos vemos en un instante, Clare. —Besa mi sien, y prácticamente es alejado de nosotros a la fuerza.
—Dios, al fin se fue —murmura Damon, aliviado.
—Si quieres dilo cuando esté más cerca, Lautner —alega la asiática, con ironía.
—¿Y a ti quién te preguntó, Nikole?
«Aquí vamos de nuevo», anuncia la cara de todos mis amigos.
—Por Dios, paren de discutir —interviene Archie. Sabe que no van a detenerse a menos que alguien lo haga por ellos dos—. Están peor que cuando viajamos a la India el año pasado.
—¿Fueron a la India? —pregunta Luke, con asombro.
—No quieres saber —dijimos todos al unísono, y resoplamos.
—Ese viaje es un tema tabú entre nosotros, Luke —explica Alex.
—Ok, nada de preguntar. —Smith levanta sus manos en señal de rendición.
—Chicos, sé que les dije que me dieran noticias esta noche, pero...
—Tranquila, Clare —interviene Damon y truena los dedos—. Desde casa de Archie entré a la base de datos.
—¿Entonces? —insiste Lissa, esperanzada.
—Pues que Brandon Ascot...
—Buenas noches a todos —interrumpe Dorothea desde el centro de la carpa—. Les doy la bienvenida.
—Hablamos luego —ordeno—. Acerquémonos y dejemos el trabajo para más tarde.
—Esta noche es especial para muchos. Primeramente, quería decirles que adelantamos el baile de primavera casi un mes. No estaba de ganas para preparar otra exuberante fiesta. —Todos los presentes comienzan a reír—. A la pobre Meg la tengo desquiciada, y quiere desaparecer cada vez que quiero realizar uno de mis locos eventos. —El rubor comienza a subir al rostro de la chica detrás de Dorothea—. Esa es la primera noticia de la noche. La segunda... es mejor que mi amada hija Victoria les comente.
Aplausos y silbidos le siguen a la pelirroja en cuestión, mientras se acerca con paso imponente y seguro.
—Muchas gracias, mamá. —El silencio reina en el jardín cuando ella toma el micrófono—. Primeramente, muchas gracias a todos por estar reunidos esta noche. En especial a mi equipo. —Nosotros, como siempre, hicimos ruido entre aplausos y silbidos. Solo un poquito de ruido—. Ya ven lo especial que son. —No pudimos evitar reír a carcajadas—. Muy bien, yo... —Toma una larga bocanada y añade con voz temblorosa—. Perdona, Billy, pero no puedo hacer esto sin ti, cariño.
Su prometido llega a su lado y besa su mejilla para calmarla. El esmoquin le queda de maravilla. Conociendo a mi abuela, algo tuvo que ver.
—Muy bien, en esta noche tan especial, queremos anunciar nuestro compromiso.
La pareja da un leve salto en el lugar cuando escuchan los fuegos artificiales a sus espaldas.
—Te apuesto 50 que fue Dorothea —declara Archie, con sorna.
—Yo 100 a que la idea fue de Mía —rebate Damon, y chasquea la lengua.
—Vayan entregando el dinero, muchachos, porque no fueron ninguna de las dos —finaliza Nikole, extendiendo su mano hacia ellos.
—¿Tú siempre tienes que arruinarlo todo? —protesta Damon, frustrado.
—Por Dios, paren de una vez —protesta Lissa—. Ustedes me dan dolor de cabeza.
La música comienza a sonar, dando paso al brindis y el catering. Estoy famélica y por la manera en que Lissa y Nicky pasan la lengua por sus labios, están igual o peor que yo. Después de haber comido y estar tan llenos como para una semana, llegó el momento del baile. Archie ofreció su brazo. Alex lo tomó encantada y con una sonrisa en los labios. Típico. Ese par están predestinados. Por problemas de comunicación entre la asiática y nuestro amigo informático, Tyler sacó a Nikole a la pista, y Damon a Lissa.
¿Y yo? Pues sentada esperando a que mi prometido haga aparición. Después de dos canciones no hay señales de Jackob, y comienzo a preocuparme porque tampoco he visto a Luke. Esto me pinta muy mal, así que decido buscarlos por el jardín, pero no obtengo ningún resultado.
Al entrar en la casa y tampoco encontrarlos, me dirijo al último lugar: el invernadero. Definitivamente estos zapatos no son nada prácticos en el césped. El alivio llega a mi cuerpo cuando me adentro en el espacioso lugar.
El invernadero puede ser enorme y escalofriante en la noche. Pero durante el día es una maravilla a la vista. Dorothea ha hecho un excelente trabajo. Mi nuca comienza a erizarse cuando escucho una discusión. Frunzo el ceño cuando veo a Jackob y Luke hablando en privado. Definitivamente esto no es nada bueno.
—Aléjate de ella, Smith. Te lo advierto. Es la última vez que te lo digo.
—¿Y eso por qué? ¿Acaso tienes miedo que te la quite? —añade Luke, con sorna, y gruño por lo bajo—. Puedo tenerla cuando quiera. Y tú ni nadie podrá impedirlo.
«Fuiste un imbécil en la secundaria, Luke Smith, y al parecer, lo serás el resto de tu vida», pienso con rabia, mientras salgo del invernadero.
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