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5 - Amigos con poderes

A las nueve y media, cuando las últimas tiendas echaban el cierre, Álex salió del trabajo intentando disimular la sonrisa que se le dibujaba en la cara. Había tenido un día genial. Unas palabras aquí, otras allá, y había conseguido que su jefe le dejase investigar oficialmente el artículo que quería.

Sabía bien cómo lo había logrado. Álex tenía un poder especial: podía manipular a la gente con sus palabras.

Se dio cuenta de su don por casualidad. Al principio, cuando la gente empezaba a confesarle sus secretos más oscuros con tanta facilidad, pensó que simplemente era un tipo con mucha labia. Un Don Juan, un ladrón de verdades ajenas. Eso le permitió destapar los trapos sucios de la gente, sobre todo de las élites. Se había hecho famoso escribiendo artículos sobre amores prohibidos, escándalos sociales y ruinas económicas.

Su carrera había despegado, y todo parecía ir de maravilla. Los grandes periódicos se lo disputaban: El Mundo, El País, ABC. Con el tiempo, empezó a cubrir historias más interesantes para él: la policía había notado su tremenda habilidad para investigar, y lo llamaban para los casos más difíciles. Así se convirtió en un periodista de renombre, trabajando codo a codo con la policía y escribiendo sobre los casos más complicados.

Pero una noche, cenando con sus tres mejores amigos, descubrió la verdad. O quizá, la fantasía detrás de la realidad.

Jon, su amigo de toda la vida, era el verdadero Don Juan. Con sus pómulos marcados, barba de tres días, ese tupé moderno y unos ojos verdes felinos, siempre tenía una chica diferente. Soltero por elección, orgulloso y siempre presente cuando lo necesitabas. No solía hablar mucho de sus conquistas, pero esa noche estaba de buen humor y decidió bromear sobre sus técnicas de ligue. Adam y Esmeralda, la pareja perfecta, le seguían el juego, diciendo que ellos también habían tenido su época de ligar mucho cuando estaban solteros.

Álex, que siempre había sido el eterno compañero del chico guapo, nunca había sido tan bueno en esas cosas, así que, con una sonrisa, les dijo:

—Oh, venga, vamos, decidme cuáles son vuestros superpoderes.

Las respuestas que obtuvo lo dejaron sin palabras. Y no solo a él, todos quedaron sorprendidos por lo que estaban diciendo.

Jon fue el primero en hablar, ya que Álex había fijado su mirada en él al hacer la pregunta.

—La inteligencia. Desde hace tiempo puedo entender todo sin esfuerzo, sin pensar. Puedo calcular el tiempo exacto que voy a tardar en llegar a un sitio, considerando todas las variables. Y puedo comprender las teorías más complejas sin apenas estudiarlas.

—Yo soy inmune al fuego —dijo Adam, con tranquilidad.

—Y yo puedo sanar a la gente —añadió Esmeralda, sonriendo.

El silencio que se instaló después fue de esos que casi se pueden tocar, como si fueran una cosa física. Se extendió de uno a otro, serpenteando por la mesa, adueñándose del salón del piso compartido por los tres amigos.

Hablaron durante horas. Y hablaron más. Fue así como Álex descubrió realmente su poder: cuando daba una orden, unos lazos invisibles se extendían alrededor de la otra persona, empujándola a decir o hacer lo que él quisiera.

Aquello le dio miedo, pero también le reconfortó saber que no estaba solo.

Jon le sugirió probar a hacer la misma pregunta a más personas, al azar. Por si acaso estaban rodeados de gente como ellos. Álex lo hizo: preguntó a compañeros de trabajo, otros amigos e incluso a su familia. Pero nadie más dijo nada fuera de lo común, ni una sola palabra que indicase algo extraño.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su poder era menos efectivo con sus amigos, quienes, con el tiempo, aprendieron a no obedecerle. Y así, los cuatro amigos se unieron aún más, gracias a ese secreto compartido.

Álex caminaba rápido, intentando llegar a tiempo al bar donde había quedado con sus amigos, cerca de Sol. Sorteó la marea de turistas que subía por Preciados, cargados de bolsas y cámaras. Esquivó los vendedores ambulantes y a los que se hacían pasar por estatuas por unas monedas. Cruzó la plaza de Sol, cuidando de no chocar con un Bob Esponja gigante, y dejó atrás el kilómetro cero, adentrándose más allá del Museo del Jamón.

Por fin llegó. Los demás ya estaban en la cervecería alemana centenaria de la Plaza de Santa Ana, en el Barrio de las Letras, donde los tres amigos compartían piso.

—¿A cuánta gente has manipulado hoy? —le preguntó Jon mientras apagaba su cigarro en el cenicero.

Jon y Álex habían sido amigos desde siempre. Habían compartido recreos en el colegio, secretos sobre sus primeros amores, borracheras de despecho y fiestas hasta el amanecer. Juntos, eran un equipo imbatible: Jon, con su cara de modelo y aire de chico malo, y Álex, con su agudo sentido del humor y su estilo despreocupado.

—Vaya amigo estás hecho —dijo Álex, dejándose caer en la silla junto a Adam.

—Sí, sí, cariño, pero, ¿a cuánta gente? —se burló Esmeralda, con su sonrisa en forma de corazón.

Adam, que vivía con Jon y Álex, era la pieza que faltaba en el grupo. Serio, calmado, siempre equilibraba las cosas. Y Esmeralda, su novia, era pura dulzura.

—A mi jefe —Álex se rió junto a los demás—. He conseguido que me deje investigar sobre la Reina de los Renegados.

—¿De verdad crees que existe? —preguntó Adam, curioso—. ¿Es real?

Álex reflexionó por un momento. La Reina de los Renegados se había convertido en una especie de leyenda urbana en Madrid. Decían que era una chica de apenas veinte años que lideraba una extraña banda. Solo aparecía por las noches, cuando alguien tenía problemas. Ella y sus compañeros habían salvado a mucha gente de situaciones difíciles. Nunca daba su nombre, solo decía que era la Reina de los Renegados. Nadie sabía quién era, y algunos pensaban que era una simple invención, que las personas que afirmaban haber sido ayudadas por ella estaban demasiado colocadas para recordar qué había pasado realmente.

Pero Álex tenía una corazonada. Sentía que esa chica no solo era real, sino que ocultaba algo más.

—Sí, creo que existe. Pero no solo eso. ¿No os habéis planteado que podría ser como nosotros? Esa chica debe tener algún tipo de poder. Si no, ¿cómo siempre consigue salvar la situación? ¿Cómo nadie ha logrado descubrir quién es? ¿Cómo puede moverse por la ciudad sin ser detectada? —dijo, moviendo las manos para enfatizar su punto.

—¿Y piensas ser tan jodidamente cabrón de destaparla en un puto artículo? —Jon sonrió de medio lado.

Álex conocía bien a su amigo. Esa era su manera de hablar, siempre con tacos.

—No. No voy a exponerla si tiene poderes, ni tampoco su identidad. Quiero conocerla, que me cuente su historia. Quiero que la gente sepa que es real. Que sepan que tienen una guardiana por las noches. Es una heroína en las calles de Madrid, y su historia merece ser contada.

—Ten cuidado, corazón, no sabes si también será peligrosa —le advirtió Esmeralda.

Álex se quedó pensativo unos segundos. Luego, Adam llamó al camarero y pidieron la comida. Como Álex había llegado el último, se entretuvo mirando la carta mientras los demás hacían sus pedidos.

No se dio cuenta de la sombra que estaba apoyada en una esquina, observándolos durante toda la cena. Ni de cómo le brillaban los ojos, llenos de furia, antes de marcharse apresuradamente.

Nota de la autora:

Álex, Jon, Esmeralda y Adam, los cinco amigos con poderes... la gran pregunta es: ¿serán amigos o enemigos de Carlota y Adrián? ¡Estoy ansiosa por leer vuestras teorías y especulaciones! 

¿Qué opináis de esa tal Reina de los Renegados?

Por el momento, tenemos los siguientes poderes: empatía (Carlota), visiones del futuro (Adrián), lectura de mente (Gwen), ilusionista (Lucas), proyección astral (Kaya), inteligencia (Jon), persuasión (Álex), sanación (Esmeralda) e inmunidad al fuego (Adam). Si solo pudieses elegir uno de estos poderes para ti... ¿cuál elegirías?

Por último, os dejo por aquí unas imágenes de estos cuatro amigos con poderes:

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