45 - Puente al pasado
Carlota salió de la Escuela de Diseño, cansada después de un largo día de trabajo en su proyecto final. El aire fresco de la tarde acariciaba su rostro, pero su mente estaba atrapada entre telas y cortes, perdida en pensamientos que no lograba ordenar. Fue entonces cuando se chocó con alguien.
—¡Lo siento! —exclamó, levantando la vista, solo para encontrarse con los ojos de Lucas. Un nudo se formó en su estómago al reconocerlo. No se sorprendió demasiado de verlo allí; después de todo, él solía rondar el centro de la ciudad y, si no recordaba mal, había una tienda de rarezas cerca que le encantaba.
—Hola, Carlota —dijo Lucas, sonriendo como si fuera lo más natural del mundo. Su expresión reflejaba algo de alivio, como si hubiera estado esperando este momento. Carlota lo observó con cautela. Conociéndolo, nada de lo que hacía era casual. Siempre había algo más, algo que nunca era tan simple como parecía—. ¿Sales ahora de clase?
Carlota asintió sin ganas de entrar en detalles.
—¿Tendrías unos minutos? Podríamos ponernos un poco al día, ¿no crees?
—No, no creo —respondió ella, con una sonrisa que no alcanzó a ocultar la incomodidad. Intentó esquivarle, acelerando el paso, pero Lucas no lo permitió.
—Vamos, te invito a un café.
Carlota lo miró con desconfianza. No quería más líos, no más historias que revivieran lo que tanto había intentado enterrar.
—¿A qué viene esto, Lucas? —preguntó, sin poder evitar un leve tono de irritación.
—Solo quiero hablar —contestó él, encogiéndose de hombros, pero sus manos estaban en el aire, tensas, como si intentara controlar algo. Carlota lo sabía. Lucas tenía miedo. Algo no cuadraba.
Ella suspiró, resignada.
—Bueno, pues yo no quiero hablar.
Se apartó, pero notó cómo él la seguía, no dispuesto a rendirse.
—Espera, Carlota... —la agarró del brazo, con una fuerza que no esperaba. Sus ojos, normalmente tan seguros, ahora parecían suplicantes—. Dame tan solo unos minutos, por favor.
Carlota se quedó quieta, mirándolo fijamente. No era necesario preguntar más. Conocía esa desesperación. Y, aunque su cabeza le decía que se apartara de él, la curiosidad la empujaba a ceder.
—Cinco minutos. Nada más —dijo con firmeza.
El café más cercano era una panadería de la cadena Granier. Se sentaron en una mesa, las tazas de café entre ellos. Carlota se sintió incómoda, preparada para cualquier cosa que pudiera suceder. Sabía que Lucas tenía el poder de trastocar su mundo, y no estaba dispuesta a que eso ocurriera de nuevo.
Entonces vio la camiseta que llevaba. Un regalo de cumpleaños, de otro tiempo, de otra vida. La misma que él había usado cuando todo terminó, cuando las promesas se rompieron.
—Verás, desde que sé todo lo que ha pasado realmente... no puedo dejar de pensar si tus poderes tuvieron algo que ver en cómo fueron las cosas. Yo, por entonces, no había desarrollado los míos, pero tal vez tú...
—Sí —dijo ella, interrumpiéndolo—. Yo los desarrollé mientras estaba contigo. Me sentía confusa por lo que notaba cuando estábamos juntos, pero no sabía qué estaba pasando. Ahora entiendo que tú fuiste la primera persona a la que leí los sentimientos. Pero ya no funciona igual. Tal vez solo es que, una vez que desarrollamos nuestro poder, nos volvemos más inmunes al de los demás.
Lucas tragó saliva, visiblemente incómodo. Carlota lo miró con frialdad, notando su incomodidad. No sabía si él sentía lo mismo, pero no le importaba.
—¿Y... sabías...? —Lucas no parecía poder encontrar las palabras correctas.
—Sí, intuía que me habías engañado, pero no sabía que era con Gwen. Lo sentí. Como sentía todo lo que pasaba entre nosotros. Y, a veces, lo pagaba contigo. —La verdad salió más cruda de lo que esperaba, pero ya no podía guardársela.
Lucas se quedó en silencio, su rostro reflejaba el dolor de lo irremediable. Carlota suspiró profundamente, sintiendo el peso de todo lo que había callado durante tanto tiempo.
—Pero... Carlota, fue eso... No puedo evitar preguntarme si todo... ¿hubiese sido distinto? Contigo todo era tan diferente...
—¿Qué me estás diciendo?
—Que lo siento, supongo. Yo te dejé porque éramos de mundos distintos. Porque creía que lo éramos. Porque no encajábamos. Tú con tus vestidos de Cenicienta y yo con mis camisas de perroflauta. Siempre me atacabas, siempre discutíamos. ¿Quién hubiese dado un duro por nosotros? Yo no lo di, no creí que funcionaría. Me rendí. Me equivoqué. No conocía toda la historia. No sabía por lo que estabas pasando.
—Y, ¿ahora?
—Ahora te pido otra oportunidad.
Carlota sintió demasiadas cosas a la vez. Era cierto que quizás todo hubiese sido distinto, pero también era cierto que no estaban hechos el uno para el otro. Por fin, lo sabía. Estaba segura. Lo que la había hundido tanto tiempo en un pozo oscuro no había sido Lucas, sino su poder. No se había vuelto loca de amor como había temido. Era más fuerte de lo que pensaba.
Carlota miró a Lucas. Después de tanto tiempo, se le hacía algo extraño tenerle de nuevo de frente.
—No seas cerdo, Lucas. Ahora estás con Gwen, ¿no? Fue tu elección. Tuya, joder. Solo tuya. Y lo ocultaste, te callaste —su tono sonaba rabioso y vio su propio dedo apuntando al rostro de Lucas.
—Pero...
—No hay peros que valgan, Lucas. Lo hecho, hecho está. Pero me parece increíble que hayas pensado siquiera en hacerlo otra vez. Pobre Gwen, ¿ni siquiera te importa?
—¿Te... te preocupas por ella? ¿No la odias?
Carlota se echó a reír de manera amarga.
—No te creas motivo suficiente para hacerme odiar a alguien. Lucas, me costó horrores olvidarte. Superar aquello. Pero lo hice —su voz se había vuelto un susurro de la emoción y Lucas tenía el rostro contraído por el dolor—. Olvídate de mí, Lucas, esto no tiene sentido. Jamás lo tuvo.
Se levantó, dándole la espalda a su pasado. Lo había enterrado, finalmente. Y aunque aún dolía, ya no era suficiente para volver a caer en su trampa.
Lucas la observó alejarse, pero esta vez, algo dentro de él sabía que no podía volver atrás. El daño ya estaba hecho.
Dos años atrás
¿Por qué es tan frío? Fue lo primero que pensé cuando le vi saltar los escalones del metro de dos en dos, como siempre hacía con sus largas piernas y su casi metro noventa. Como si fuese un gigante en un mundo que se le antojaba pequeño. Aquella tarde de finales de verano que nos separó para siempre, él llevaba una de sus acostumbradas camisas de cuadros, fiel a su estilo. Pero, debajo, llevaba la camiseta que yo le regalé. Nunca supe si había sido un acierto, pero él me hacía el favor de dejarla ver de vez en cuando y siempre me aseguraba que le gustaba mucho. Quizás lo aseguraba con demasiado énfasis, pero yo se lo agradecía.
En aquellos momentos jamás pensé que, algún día, utilizaría aquella camiseta como un objeto puente. Como algo que intentase de alguna manera restablecer el vínculo que aquel día se iba a cortar para siempre entre nosotros dos.
Fue frío su saludo y fue frío su caminar. También eran heladas sus respuestas a cualquier conversación que intenté sacar de camino al parque al que quería llevarle para pasar un rato juntos y tranquilos. Quería decirle que creía que debíamos seguir intentándolo, que la última vez me había equivocado. A pesar de que lo único que caían eran las hojas de los árboles, sentí como si copos de nieve me rodeasen y la humedad se me calase en los huesos.
Me comencé a temer lo peor, pero me aferré al estúpido hecho de que llevaba aquella camiseta. ¿Para qué se iba a poner aquello precisamente para alejarse de mi vida? ¿Qué mensaje retorcido era aquel?
Nos sentamos en el primer sitio que encontramos: una mesa de ajedrez con bancos. Uno frente al otro. El otro frente al uno. Ojos oscuros frente a ojos aún más oscuros.
—Quiero intentarlo —intenté sonar convincente, pero volvió a pasar aquello, aquello que no lograba entender y que en los últimos meses me acosaba de vez en cuando. Aquel que se convertiría en mi vida.
—Creo que sería un error —contestó él, mientras yo intentaba recuperar el aliento.
Sentimientos encontrados. Me llegaban... cosas, aquella vez más intensamente que nunca. No lo entendía. Era como si Lucas se hubiese introducido en mi pecho. Estaba segura de que era él y de que todo lo que notaba en mi interior no eran mis propios sentimientos. ¿Por qué iba yo a sentir vergüenza? ¿O miedo? ¿Qué tenía yo acaso que ocultar con tanto afán? ¿Qué me iba a despertar esa quemazón extraña?
Él hablaba, decía algo de que nos estábamos desgastando luchando el uno por el otro. Decía palabras huecas que nada tenían que ver con la capa más interna de sus sentimientos, aquella que me llegaba con la fuerza de una ola. La más interna, porque la externa solo se preocupaba de la sensación de no ser descubierto, del peligro de la mentira.
—¿Quién? —le interrumpí mirándole de pronto. Esos ojos ya no me parecieron tan maravillosos como antes.
—¿Qué?
—¿Quién es? ¿La conozco?
Su sentimiento principal era el miedo. Yo no entendía qué me estaba ocurriendo, ni siquiera me paré a pensar si acaso tenía sentido.
—Te estás equivocando, Carlota. No hay nadie más.
Mentiras, todo mentiras.
—¿Entonces por qué tienes miedo de ser descubierto? ¡Sé lo que sientes! —exclamé sin pensar.
Lucas no respondió nada, tan solo se apoyó en las manos, mirando hacia abajo.
—Quizás podamos volver a intentarlo, a pesar de todo —dije, más calmada.
Entonces, él levantó por fin la mirada. Sus ojos me lo dijeron todo. La negación de sus sentimientos también. Se me empañaron los ojos en lágrimas y me levanté, después de aquello no tenía sentido seguir ahí. No iba a suplicarle a alguien que ya no quería ser suplicado.
Eché a andar, pero él me llamó:
—Carlota, quiero que sepas que me importas muchísimo.
Le miré de nuevo y, en un susurro ahogado, acerté a decir:
—Pero no lo suficiente.
Me volví a girar y eché a andar. Quería alejarme de él y olvidarle. Aún así, me paré una vez más y le miré desde lo lejos. Seguía quieto en la misma postura. Con los brazos a medio camino entre erguidos en señal de excusa e inertes. Me miraba compungido, pero nada había que sentir ya.
Me alejé de él y de su nube de sentimientos sin preocuparme siquiera de la explosión que mi poder había tenido aquella tarde.
Nota de la autora 📝:
¿Alguien más intuía que esto iba a pasar con Lucas? Pero vamos a aplaudir la actitud de Carlota, que le ha frenado y le ha parado los pies 👏👏👏👏
Aprovecho para comentaros que estoy a puntito de subir la portada, sinopsis y personajes de mi novela para el Open Novella Contest. Si tenéis un ratito y os apetece pasaros a leerla :) Será una historia de fantasía también, ambientada en Londres. Aunque en un Londres un poco especial y terrorífico... ¡espero que os guste!
Crispy World
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