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42 - Atracción por lo prohibido

Cuando Carlota escuchó a Jon decir esas palabras, supo que estaban llegando a la parte peligrosa del juego. Adam y Esmeralda fueron los primeros en beber. Luego, y sospechosamente coordinados, Gwen y Lucas. Carlota dudó. No tenía claro si se había llegado a enamorar de Lucas o si se estaba enamorando de Adrián. Pero, cuando vio que este último sí bebía, decidió aprovechar la oportunidad de dejar en duda a Lucas y beber ella también.

Vio que Lucas apretaba la mandíbula y que Adrián parecía desconcertado y vulnerable. Carlota maldijo su impulsividad: debería haberlo pensado mejor; tal vez le hiciese daño a Adrián en vez de a Lucas. Entonces, una pregunta martilleó su mente: ¿de quién se había enamorado Adrián?

Le volvió a tocar el turno a Álex, quien intentó volver a las risas diciendo:

—Yo nunca he pensado en serio que me gusta una canción de Justin Bieber.

El grupo estalló en carcajadas, sobre todo cuando Álex se giró lentamente y miró a Jon, quien le devolvió una mirada fulminante. Después, bebió:

—¿Qué? Tiene alguna decente —gruñó.

Le tocó el turno a Carlota. Estaba de mal humor con el juego, sobre todo desde el "yo nunca me he enamorado", y además comenzaba a estar algo borracha. Por eso, no pensó con claridad cuando dijo:

—Yo nunca he sido infiel a mi pareja.

Clavó su mirada en la de Lucas. Él apretó aún más la mandíbula. Estaba a punto de estallar y ella lo sabía, pero quería que lo reconociera de una vez por todas. Que lo reconociera allí, delante de todos.

Sin quitarle la vista de encima, Lucas bebió. Carlota sintió náuseas en su garganta e hizo esfuerzos astronómicos para que no se le notase.

—Eh... es mi turno, ¿no? —dijo Adrián, rompiendo el silencio que se había adueñado del salón y que se podía cortar con un cuchillo—. Yo nunca he jugado al strip póker.

Jon y Taylor bebieron.

Le tocó el turno a Kaya. Se limitó a decir que ella nunca había hecho el pino con una mano. Nadie bebió. Luego, le tocó el turno a Taylor, que acababa de terminarse su copa de un trago y se tambaleaba ligeramente. Mientras se rellenaba el vaso, ante la severa mirada de Esmeralda, dijo:

—Yo nunca me he acostado con nadie.

Inmediatamente le entró un ataque de risa.

—Pero, ¿qué digo? —y se bebió un buen trago de su vaso y, después, les miró.

Bebieron uno a uno, menos Kaya, que se puso roja como un tomate.

—Pero mira que eres lela en todos los sentidos —le dijo Taylor, mirándola con desprecio.

Kaya, que normalmente tenía palabras para todo, abrió la boca sin saber qué decir. Empujada por el mal humor que estaba acumulando con ese jueguecito, fue Carlota quien ladró la primera respuesta que le vino a la cabeza. Pensar antes de hablar no era su prioridad aquella noche.

—Y tú, mira que eres zorra —le dijo a Taylor.

Taylor encajó el golpe de la que había sido su mejor amiga en otra vida con cierta elegancia. Si en algo le afectaron las palabras de Carlota, no dejó que el resto lo notase.

—¿Zorra, yo? A ver si tú me ganas —sonrió y dijo—: Yo nunca me he acostado con más de uno de esta habitación.

Carlota ni siquiera había besado a Adrián. Pero no quería darle a Lucas el placer de saberlo, sobre todo porque él bebió con una sonrisa despreciable de oreja a oreja. Sin saber qué estaba haciendo, bebió ella también y, después, se fue corriendo a salir por una puerta. Escuchó que Kaya salía por la otra.

Carlota escuchó que las puertas de la casa se abrían. Había salido a la terraza que daba al jardín delantero, el que daba a la calle. Necesitaba respirar aire frío y que eso la calmase por dentro. Muchos sentimientos encontrados habían ido surgiendo con ese estúpido juego y no se encontraba demasiado bien. Primero, la confesión del arrepentimiento de Taylor. ¿Para qué? ¿Para acabar convirtiéndose en una zorra al final como siempre? Y, después, tener que aguantar a Lucas y Gwen.

Vio que quien había salido fuera era Adrián. Carlota se sorprendió de su aspecto. Parecía molesto y nunca antes le había visto molesto con ella. Debía de haberlo sabido, Adrián tendría un límite. Mas pronto que tarde, tendría que tomar una decisión respecto a él.

—¿Estás bien? —preguntó Adrián, apretando la mandíbula.

No la miró a los ojos. La ira que había invadido a Carlota se deshizo al ver a aquel chico, claramente dolido y molesto, haciendo el esfuerzo de preocuparse por ella. Se sintió entonces una mierda, y el odio se vio sustituido por desesperación. ¿Por qué ella tenía que ser como era? A veces, le gustaría ser cualquier otra persona. Siempre se equivocaba, siempre metía la pata.

—Estás enfadado, lo entiendo.

—Estoy bien, Carlota. Pero conmigo no te has acostado.

Carlota asintió, enrojeció y miró al suelo. Adrián continuó:

—Entiendo que todo esto es complicado para ti. Y que necesites vengarte. Pero duele que te usen así, ¿sabes? —Carlota volvió a asentir—. Pero no pasa nada —dijo, cabizbajo—. Es solo que...

—¿Qué?

—Me pregunto si algún día lo superarás —dijo, con un hilo de voz.

Una vez más, Carlota asintió.

—No siento nada por Lucas, Adrián.

—A veces no lo parece.

—Lo sé. Me hicieron mucho daño, los dos. Y jamás se han dignado a darme explicaciones. Ni siquiera hasta esta noche Lucas había sido capaz de admitir lo que había ocurrido. No siento nada por él, pero eso no quita que me hizo daño y que me supere tener que estar precisamente con los dos.

—Claro —se limitó a contestar Adrián, aún cabizbajo.

No dijo nada más y Carlota se sintió fatal.

—¿Por qué sigues viniendo a mí? —le preguntó ella, al final, con cierto tono de desesperación—. ¿Por qué, sino paro de cagarla? ¿No te cansas de esperarme?

A pesar de lo molesto que Adrián había estado unos minutos atrás, parecía haberse relajado. Se movió hasta situarse de frente a la barandilla del porche, y apoyó los brazos sobre ella, jugando con el vaso que se deslizaba de una de sus manos a la otra. Aún con todas las circunstancias que les rodeaban, Carlota observó el movimiento, hipnotizándose una vez más por las manos de Adrián.

—Supongo que porque soy tu amigo, ¿sabes?

Ella dejó escapar un largo suspiro y se situó justo a su lado, en la misma postura. Le miró de reojo.

—Supongo que solo eres mi amigo, ¿no?

Él se limitó a encogerse de hombros y a perder la mirada en la oscuridad. Carlota le notó dubitativo.

—¿Hay algo más que quieras preguntarme?

—No... es solo que... bueno, no sé, ¿qué veías en ese tipo? —preguntó Adrián, girándose y señalando con la cabeza la figura lejana de Lucas tras el cristal. Ella se giró a su vez y ambos apoyaron la espalda en la barandilla—. Ni siquiera parece agradable o simpático. Y tampoco me parece el típico chico súper guapo, como Jon, por ejemplo.

Carlota asintió una vez más, dándole la razón mientras se mordía el labio.

—El peligro —contestó.

—¿Cómo?

—La sensación de peligro que tenía siempre que estaba con él. Creo que era adicta a eso. No sabía por qué lo sentía así, tal vez es Lucas el que hace que la gente tenga esa sensación, tal vez sea su manera de ser. La oscuridad que esconde detrás de palabras dulces y de chico inseguro. O, tal vez era yo, que en alguna parte de mí, sentía que aquello no estaba bien, que no iba a salir bien parada.

—Y...¿eso te gustaba? ¿Las inseguridades? ¿El miedo? —dijo, mirándola con cara de no entender nada.

—Ya te lo he dicho, era adicta a esa sensación, al subidón de adrenalina que tenía cuando le veía, como si cada vez pudiese ser la última, como si hubiese que vivir cada instante al límite. No estaba enamorada —dijo rotundamente y sin pensar, y entonces tuvo su respuesta a la duda que le había surgido jugando al yo nunca—, pero creía estarlo. Supongo que era como una droga, algo malo que te hace sentir viva unas horas y a lo que vuelves por seguir sintiendo eso un poco más.

Miró a Adrián y vio que tenía cara de desconcierto y pesar. No le bastó mucho esfuerzo para estudiar sus sentimientos y ver qué sentía algo parecido a los celos.

—No te preocupes por mí, no estoy loca. Creo que todas las chicas tenemos que pasar por nuestro chico malo para darnos cuenta de que no merece la pena. Te sientes viva la mitad del tiempo y una mierda la otra mitad.

Él asintió, pero no parecía demasiado conforme.

—Además, créeme, últimamente —añadió ella, irguiéndose para entrar en la casa—, he conocido a una nueva persona, que me hace sentir viva a todas horas, con subidón de adrenalina incluido, pero sin ningún bajón. Con estabilidad. 

Se mordió el labio y vio que a él se le iluminaba un poco la cara.

—Es un afortunado.

—Yo diría que la afortunada soy yo —contestó ella, mirándole con fijeza antes de girarse por completo y entrar a la casa.

Nota de la autora 📝:

Sabíamos que este juego no iba a terminar bien... todos lo sabíamos! Siempre pasa lo mismo con estas cosas, ¿os ha pasado alguna vez?

Por otro lado, ha dado lugar a otro de esos momentos de Carlota y Adrián que tanto nos gustan... y esta vez, al parecer de la autora, sí que han dado un importante paso adelante... 🤫🤫🤫 

Eso sí, la fiesta en casa de las hermanas aún no ha terminado, la finalizaremos el miércoles que viene!

Crispy World

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