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31 - El 27


El autobús número veintisiete partía desde Plaza de Castilla y recorría una de las arterias principales de Madrid, el Paseo de la Castellana. Adrián se subió en silencio en el inicio de la línea. Era inusual encontrarlo casi vacío, pero a media mañana de un lunes, cuando la ciudad estaba ya entregada al trabajo, no tuvo que luchar por un asiento. Se acomodó al fondo, con una buena vista.

Como solía hacer después de una visión, pegó la frente al frío cristal, mientras observaba Madrid a través de las gotas que se deslizaban por la ventana. El Parque del Canal de Isabel II, el Estadio del Santiago Bernabéu, Nuevos Ministerios, la Escuela de Industriales. No estaba allí por gusto, ni siquiera lo había planeado. Pero, aquella mañana, al despertarse, había tenido una de esas agotadoras visiones y se había asustado mucho. Tras ver de nuevo a esos tipos, Syloh e Illyia, había decidido que tenía que volver a hablar con Karkashian.

Había sacado de su escondite la extraña pluma que Karkyshian le dio la última vez. Solo había tenido que trazar la hora en el aire, para que apareciesen unos trazos brillantes indicando: autobús número veintisiete. Adrián se alegró de haberlo hecho lejos de su compañero de habitación.

A la altura de Cibeles, Karkyshian subió al autobús. Sin decir una palabra, recorrió el pasillo y se sentó a su lado. Con lentitud, se quitó el sombrero, y Adrián notó, una vez más, que no tenía un solo rastro de cabello.

—Joven Piscis —hizo una breve pausa—. Me has llamado.

Adrián asintió, saltándose la formalidad del saludo.

—He tenido una visión.

—¿Solo una?

—Una que me ha dado miedo.

Karkyshian sonrió con un aire lobuno y miró hacia afuera, observando la calle a través del vidrio. Tras unos segundos, preguntó:

—Cuéntame, ¿qué sucedía en tu visión?

Adrián cerró los ojos, recordando la visión.

—Vi a aquellos dos tipos, Syloh e Illyia de nuevo. Creo que planean atacarnos otra vez.

—¿Reconociste algo que nos pudiese dar alguna pista de cómo adelantarnos? —A Adrián le reconfortó el hecho de que usara el plural, como si también formara parte de aquello.

—No exactamente... No estaban solos; había otro chico con ellos. Solo le vi de espaldas. Era pelirrojo y llevaba una coleta. ¿Sabes quién podría ser?

—No me dice mucho —contestó Karkyshian.

A Adrián no se le escapó que usó un tono más extraño de lo habitual. Parecía que ocultaba algo, que sí que sabía quién era el chico de la coleta.

—¿Cuáles eran los dos caminos de tu visión? —Karkyshian fue directo al grano.

Adrián no se sorprendió de que supiera exactamente cómo funcionaba su poder.

—Fue extraño, porque no intervenía; normalmente siempre intervengo en esas visiones.

—¿Cuáles eran los dos caminos? —repitió Karkyshian, firme.

Adrián suspiró. Karkyshian no estaba dispuesto a contar nada, pero exigía que todo ocurriera a su ritmo.

—En la primera opción, el chico les daba la mano, como sellando un trato. Luego vi a Syloh e Illyia forzar una puerta en medio de la noche. No pude reconocer la casa, solo veía las manos de Syloh forzando la cerradura con un conjuro... ¿Es eso posible?

—Desde luego que sí. ¿Y la otra opción?

—El chico no les daba la mano. Después vi el pomo de la misma puerta, pero sin nadie. Todo estaba tranquilo.

Karkyshian asintió, observando la distancia, y después dijo:

—Ese chico de la coleta parece estar en medio de una decisión. Quizá seas tú quien le empuje a un lado u otro.

—Pero yo no aparecía en esa visión

—Que no aparecieses no quiere decir que no participases de alguna manera.

—No te entiendo.

—En la vida, desgraciadamente, no es solo de nuestra responsabilidad lo que hacemos de manera directa. Hay muchos matices, muchas sutilezas, Adrián. De hecho, el influir de manera indirecta en los humanos es parte de lo que vosotros sois —Adrián quiso preguntarle qué quería decir con eso, pero le daba miedo interrumpirle la única vez que parecía dispuesto a decir más de dos frases seguidas—. Una conversación, un gesto, incluso una película o un libro pueden influir en la toma de decisiones. Ese chico de la coleta que has descrito parece que tiene que tomar una decisión. Quizás seas tú quien le empuje a ir a un lado o a otro.

—Ni siquiera le conozco.

—¿Acaso no has tenido visiones de otras personas que no conoces?

Adrián calló. Sabía que Karkyshian conocía la respuesta.

—¿Entonces no es uno de ellos? —preguntó Adrián.

—¿Cómo Syloh e Illyia te refieres? —Adrián asintió—. No hay nadie como ellos... Pero sí, podría ser de su... especie.

—¿Especie?

Karkyshian se giró y le miró directamente a los ojos.

—Como te he dicho hace un rato, Adrián, hay muchos matices en la vida. Ese chico podría ser de la misma naturaleza que Syloh e Illyia, pero eso no quiere decir que sea tan malo como ellos. Al igual que un humano puede ser bueno o puede ser terriblemente despiadado. No somos lo que nos dictan los genes, somos lo que elegimos ser. Somos lo que nuestras decisiones nos llevan a convertirnos.

Adrián asintió.

—Creo que esto es todo por hoy, joven Piscis —dijo Karkyshian levantándose a pulsar el botón de la siguiente parada.

Adrián pensó en preguntarle algo más, pero había tantas dudas en aquella historia que no sabía por dónde empezar. Así, cuando Karkyshian ya se estaba poniendo en pie, acertó a proponerle una cosa:

—Karkyshian, espera. ¿Crees que podríamos vernos más a menudo? —dijo, con la voz llena de sinceridad—. Nos vendría bien tu consejo. A todos.

Karkyshian pareció debatir internamente. Por fin, asintió con una sonrisa tenue.

—No debería ayudarte, Adrián. Pero como he dicho antes, hay muchos matices en la vida, y creo que por una vez puedo saltarme las normas. Nos podemos ver más a menudo, te citaré en poco tiempo, permanece atento.

Karkyshian ya estaba a punto de bajarse y Adrián le gritó:

—¿Por qué hoy aquí?

Pero no obtuvo respuesta, Karkyshian se había perdido entre el tumulto de la gente. El autobús había llegado hasta Atocha y Adrián se bajó en la siguiente parada.

Cruzó al otro lado de la calle y esperó pacientemente a que el autobús número veintisiete pasase en el otro sentido para volver a la residencia.

Kaya regresaba todas las tardes al metro de Plaza de Castilla después de clases. Esa tarde de finales de noviembre, el calor era inusual, tanto que le hizo detenerse para quitarse el abrigo. Dejó su mochila entre las piernas para liberarse del grueso tejido gris. Desde la churrería cercana, el aroma a churros fritos y chocolate caliente se colaba en el aire, intensificando el calor alrededor.

Justo entonces, sintió un tirón en la mochila que casi la hace caer. Sorprendida, miró a su alrededor. ¿Qué estaba ocurriendo? Entre los transeúntes, uno de los mendigos cerca de la churrería había aprovechado el descuido para arrebatársela. A Kaya le palpitaba el corazón, y, aunque temía decir algo, miró a su alrededor en busca de ayuda. Sin embargo, la noche ya reinaba en esa tarde de noviembre, y nadie parecía notar el altercado.

—¿Tienes algún problema? —la voz llegó a sus espaldas.

No necesitó girarse para identificar ese tono profundo y rasgado: Gerard. Su alta estatura y sus músculos marcados contrastaban con la figura del hombre, a quien empujó de inmediato para recuperar la mochila. El ladrón se alejó a toda prisa.

—Tú otra vez —comentó Kaya, tomando la mochila que Gerard le devolvía.

—¿Así es como me das las gracias?

—Estaba todo controlado —respondió Kaya, ajustando la correa en su hombro—, no necesitaba tu ayuda.

—Claro... no lo parecía —él se encogió de hombros mientras la seguía.

Kaya se apresuró, sin querer que él notara el ligero rubor en sus mejillas.

—Vi que empezaste a seguirme en Instagram —le dijo Gerard sin más.

Kaya sintió el calor de la vergüenza.

—Eso fue un error.

—Pues a mí me alegró ver la notificación. ¿Vas hacia arriba? Te acompaño un poco, no vaya a ser que el tipo ese vuelva.

Kaya miró hacia la churrería, donde el ladrón les lanzaba una mirada de malas pulgas desde lejos.

—Gracias... —murmuró Kaya al fin.

Le lanzó una mirada de reojo a Gerard. Esa camiseta tan fina como la última vez dejaba adivinar sus tatuajes en el torso y los brazos. La camisa verde con símbolos antiguos colgaba abierta hasta la mitad de su pecho. Algo en él le parecía peligroso, pero también... intrigante.

Por un rato caminaron en silencio. Gerard tampoco parecía del tipo hablador.

—Oye, ¿qué haces...? —empezó a decir Kaya, girándose para mirarlo, pero él también parecía que iba a decir algo, y ambos se chocaron.

Gerard la sostuvo por las muñecas. La mirada de Kaya se hundió en sus ojos verdes. El contacto era intenso, casi eléctrico. Apenas se atrevía a respirar.

—Lo siento —dijo.

—¿El qué? —preguntó él, sin soltarle aún las muñecas. Kaya sentía su piel cálida en los puntos donde se rozaban.

—No sé... —murmuró, sin poder apartar la mirada.

Gerard la soltó y miró hacia el horizonte, como si algo invisible le distrajera. Kaya pudo ver cómo tragaba saliva, su expresión era más sombría de lo normal.

—Yo me quedo aquí —dijo al fin.

—¿Qué línea coges? —preguntó Kaya al detenerse frente al intercambiador de Plaza de Castilla.

—Ninguna. He quedado aquí con mi... con una amiga.

Kaya notó que sus hombros se tensaron. Una amiga. Qué bien, y ella preguntando. Sintió que su cara ardía y miró al suelo.

—Pues, bueno... ya nos veremos.

—Claro —respondió él con un leve gesto de cabeza.

Kaya se giró, dispuesta a no volver a pensar en el chico de los ojos verdes y la camisa abierta. Qué equivocada estaba.

Nota de la autora 📝:

¡Feliz Navidad! 🎄🎅🎁

¿Qué os ha traído Papá Noel? ¡Espero que muchas sorpresas! Y también que estéis pasando muy bien estas fiestas 😘

Por mi parte, no quería dejar de publicar en un día como hoy, aunque sé que habrá poca gente por aquí. Peeero, por si acaso sois como yo, que no soy mucho de navidades, os quería dejar este capítulo nuevo y muy interesante 🧐

Vamos a comentar algunas cosillas...

1. ¿Qué os han parecido las pequeñas revelaciones de Karkyshian?

2. ¿Qué pensáis de esa extraña visión de Adrián? Aquí me encantaría leer vuestras teorías.

3. ¿Alguien más piensa que Adrián debería empezar a sospechar de que Karkyshian siempre le llame por su signo del zodiaco? Ay, si fuese Jon el que hablase con él...

4. ¿Queréis más de Kaya y Gerard?

Para acabar esta nota, que me está quedando un poco larga, os dejo un pequeño recopilatorio de imágenes que he preparado para Instagram (seguidme allí, que estoy publicando mucho contenido de Signos! Soy crispy_world también) sobre la opinión de nuestros personajes sobre las Navidades:

Contadme, ¿con cuál de todos os sentís más identificados respecto a las Navidades?

Crispy World




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