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29 - El reencuentro

Adrián se obligó a responder, aunque lo único que deseaba era ignorarlo o, en el fondo, soltarle un puñetazo. Otra vez se rompía la magia del momento, como ella solía decir. Esta vez, por culpa de Lucas.

—Demasiadas cosas. ¿Qué tal, Lucas? —le dio una palmada en el hombro, tan falsa que casi sentía el peso de su propia hipocresía.

—Bien, ¿tú? —respondió Lucas, con una inseguridad evidente, y, en un reflejo, giró la vista hacia Carlota—. ¿Y... y tú, Carlota?

Adrián la miró de reojo y vio el desconcierto en su rostro, una mezcla de sorpresa y nervios. Carlota era tan transparente... Tardó unos segundos en responder, como si necesitara armarse de valor.

—Bien... esto... —desvió la mirada un instante, ese gesto que hacía siempre para darse fuerzas—. Bien, Lucas.

Su nombre salió de sus labios con una tirantez casi visible, como si no quisiera pronunciarlo nunca más. No preguntó nada, y quedaron en un incómodo silencio en medio del salón. Las risas del otro lado de la habitación parecían burlarse de ellos. Gwen, desde el rincón, observaba con su severa mirada fija en los tres.

Finalmente, fue Lucas quien rompió el silencio.

—Vamos, cuéntame. ¿Qué tal el diseño? Ya debes de estar acabando.

Adrián notó que Lucas giraba el cuerpo, casi excluyéndolo de la conversación. Aun así, se quedó donde estaba; el intercambio rápido de miradas con Carlota había sido claro: "Tú te quedas".

Por si fuera poco, Carlota conectó con sus sentimientos e hizo algo que hasta entonces no había hecho: transmitirle los suyos. No dijo nada, se lo guardó todo. Pero se maravilló ante el avance de Carlota y también ante sus sensaciones; no eran para nada lo que esperaba. Adrián siempre había dudado de si Carlota seguía sintiendo algo por Lucas, pero lo que ella sentía en aquellos momentos era incomodidad y ganas de evitar situaciones embarazosas.

—Estoy acabando, sí —respondió Carlota, con firmeza—. Este año preparo mi proyecto de fin de carrera. ¿Y la Física? Graduado ya, ¿no? Me acuerdo de lo ilusionado que estabas.

—¡Sí! —respondió Lucas, con una sonrisa algo exagerada—. ¿Recuerdas la última asignatura, Física del Estado Sólido? Esa que me costaba tanto...

Adrián no intervino, simplemente los dejó hablar. Nada tenía que decir sobre aquellos tiempos que no había compartido con ellos, nada sobre recuerdos que no había vivido ni anécdotas que no eran suyas. Les permitió tensar y destensar la cuerda: ese tira y afloja de quienes no saben cómo comportarse ante alguien que en otro tiempo fue su mundo entero.

Carlota y Lucas lanzaron preguntas tímidas, incómodas, y Adrián escuchó las respuestas huidizas, esquivas. Observó a Carlota, le devolvió sus sonrisas, y respondió cuando la conversación de viejos conocidos lo requería. Juntos, los tres rozaron temas peliagudos, bordearon tormentas, esquivaron pozos de mentiras.

Cuando los temas de conversación se acabaron, Lucas se rodeó de un aura de inseguridad. Giró el cuello para asegurarse de que Adrián seguía allí y, al verlo, torció el gesto casi imperceptiblemente. Quería hablar con Carlota a solas, pero él no iba a irse a menos que Carlota lo indicara. Como ella no dijo nada, Adrián se mantuvo firme, y Lucas movió las manos en el aire.

—Yo... esto... ¿quizás...?

Carlota lo miró con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

—En fin, me alegro de verte, Carlota.

Dudó, con las manos suspendidas en el aire, como si intentara atrapar una oportunidad que se escapaba. ¿Qué quería de Carlota?

Finalmente, Lucas se dio la vuelta y se alejó, no sin antes lanzarle a Adrián una mirada cargada de resentimiento. Se acercó a Gwen, quien le recibió con una caricia en la nariz. Volvieron a bailar como si nada hubiera ocurrido, como si Lucas no hubiera intentado, por un instante, tender un puente hacia quien había sido su mundo.

Adrián vio la mirada perdida de Carlota, que seguía los pasos del baile lento de Gwen y Lucas.

—Toma —dijo, tendiéndole su vaso. Carlota se había bebido el suyo a lo largo de la conversación con Lucas, pero él apenas lo había tocado—. Presiento que lo necesitas, ¿sabes?

Carlota hizo un amago de risa y aceptó el vaso.

—Al final vas a conseguir emborracharme.

—Sí, pero me temo que no lo que quiero —dijo él, con la cabeza ladeada. No quería presionarla, así que, con rapidez, añadió—: Al menos, no por hoy...

Ella lo miró fijamente, pero no dijo nada. Ni una sola palabra.

—No ha ido tan mal, ¿no? —añadió Adrián.

—Solo quería quitármelo de encima.

—Lo sé —contestó Adrián, envolviéndole la mano del vaso con la suya e inclinándose a beber él del vaso de Carlota—. Lo he sentido, ¿sabes?

—Lo sé. Llevaba tiempo queriendo probarlo y me ha salido casi solo. Habrá sido la presión. Quería comunicarme contigo sin que él lo supiese. No quería que pensaras que... me importa de alguna manera que no es —respondió ella a su vez—. ¿Qué te ha parecido?

—Un grandísimo avance. Y... —añadió con el dedo en alto— me ha gustado.

—¿Ah, sí?

—Sí... —respondió él, esforzándose en poner su cara de interesante—. Se me ocurren muchas aplicaciones que darle...

Ella abrió los ojos en señal de sorpresa. Normalmente, él no le lanzaba indirectas como las de aquella noche. Quizás era el alcohol o la presencia amenazadora de Lucas. Pero, a pesar de que era plenamente consciente de que esa noche no podía tenerla, Adrián la quería más que nunca. Carlota se había convertido en un todo para él y le volvía loco no poder besarla.

—Espérame aquí —le dijo ella de pronto.

Adrián vio que Carlota se alejaba e intercambiaba unas palabras con Esmeralda. Esta la miraba sorprendida, pero a la vez contenta, y asentía con la cabeza. Después le hizo unas señas y le sonrió.

Acto seguido, Carlota volvió a su lado, le cogió de un brazo y se lo llevó fuera de aquel salón. Subieron unas escaleras y atravesaron un par de puertas de aquella casa enorme. Pasaron por una habitación y atravesaron una última puerta que daba a una terraza. Adrián no tenía ni idea de por qué le había llevado hasta allí, pero era consciente de que Carlota se había tomado dos copas cargadas muy deprisa y que, probablemente, no estaba actuando con coherencia.

A sus pies se extendía el césped de la casa y, más allá, la piscina tapada con una lona. En aquel pueblo lejos de la urbe, la contaminación no era tan enorme y se podían ver multitud de estrellas. Incluso, si uno se fijaba bien, se podía percibir el cinturón de la Vía Láctea.

—¿Qué hacemos aquí, Carlota?

—Necesitaba salir de ahí abajo.

—¿Demasiada presión?

—Demasiada gente.

—Esta fiesta, o lo que quiera que sea esto, se trataba de relacionarse con toda esa gente. Para estar nosotros solos bajo un cielo estrellado no hace falta montar todo esto, ¿sabes?

—¿No te parece que me he relacionado lo suficiente por hoy?

Él asintió. No quería discutir y tampoco se iba a quejar de estar a solas con ella.

—Hace frío aquí —comentó él.

—Pues abrázame —dijo ella en tono bajo, sin mirarlo a la cara.

Adrián se moría de ganas de abrazarla, pero sabía que aquel día no era el día. Aquel momento no se había perdido porque ni siquiera había existido. Ella estaba borracha y confundida, no sabía lo que quería. Cogió una manta que había en una silla y la cubrió.

—Hoy no, algún día.

—Siempre es algún día.

Porque, cuando tú estás bien, siempre dices que no, quiso decirle. En cambio, extendió el brazo y señaló al cielo.

—¿Ves esa estrella que brilla tanto en el firmamento?

Ella aún le mantuvo la mirada unos segundos más y después se giró en la dirección que marcaba el brazo de Adrián.

—Dicen que se llama Lucero —añadió Adrián.

—¿Quién lo dice?

—Lo decía mi abuelo. Que siempre se veía, en todos los sitios. Decía que la mirase cuando tuviese miedo y estuviese solo. Cuando llegué a Madrid, la miraba mucho; me recordaba a mi hogar. Él tenía razón, se veía igual que en casa.

Ella guardó silencio, y él continuó.

—Últimamente la miro mucho de nuevo. Todo esto, los poderes, el estar en peligro... todo lo que está pasando me asusta mucho a veces.

—A mí también.

Adrián asintió, y se quedaron un rato en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos.

—Quizás deberíamos volver abajo, Carlota.

Ella le lanzó una última larga mirada antes de asentir y suspirar.

Taylor se moría de ganas de tomar alguna copa, pero Esmeralda y Gwen la tenían bien controlada. Llevaba en la mano el vaso sin alcohol que Adrián le había preparado a Kaya.

—Esme, vamos, solo una —dijo, acercándose a ella.

—Estás tomando medicación.

—¿Y por qué no me curas de una vez? Esa es tu cosa, ¿no? Lo tuyo. Tu poder.

Esmeralda suspiró.

—Ya te lo he explicado, Taylor. No puedo hacer más de lo que he hecho, mi poder no es perfecto. Sinceramente, no sé por qué con vosotros no funciona del todo, quizás ocurra como con Carlota, Gwen y Álex. O quizás, te hicieron algo que escapa a mi poder. Lo siento, Taylor.

—Lo que digas, tía.

Se alejó; sabía que no iba a conseguir nada por allí. Decidió intentarlo con Kaya.

—Enana.

—No lo intentes, Tay. Luego me cae una bronca.

—Hay que joderse —respondió Taylor—. ¿Qué estás viendo tan atentamente? —dijo, quitándole el móvil de las manos a su hermana pequeña.

—Dame eso, Taylor.

—A ver, a ver... —Taylor vio la foto de un chico de cabellos rojos. Era un perfil de Instagram.

—Dame eso, Taylor —repitió Kaya, que estaba enrojeciendo de vergüenza y parecía enfadada.

—¿Es tu novio? —Taylor se dio cuenta de que no le tenía añadido a su red de amigos—. Entiendo... es tu amor platónico.

Kaya se acercó a ella bruscamente y le intentó quitar el móvil, pero ella decidió hacer uso de su poder y flotar por el aire, de manera que no llegase.

—¿Qué te parece si le sigo? —le preguntó, sacándole la lengua desde las alturas.

El resto las miraba divertidos y asombrados. Era la primera vez que veían a Taylor hacer uso de su poder. Ella aprovechó para mirarles a todos con asco desde las alturas. Kaya le hizo señas con los ojos: le indicaba su vaso.

Taylor bajó rápidamente y, después de decirles al resto que dejasen de mirarla tan fijamente, hizo un rápido intercambio con Kaya. La copa por el móvil.

—Gracias, enana. Sabía que podría contar contigo. ¡Ah! Y está bueno, a por él.

Kaya no le respondió y se alejó. Le daba igual; Taylor ya tenía lo que quería. Solo le faltaba una cosa... Buscó a Jon en la habitación, pero no le encontró. Supuso que estaría fuera. Se escabulló al porche y encontró su figura solitaria. Antes de acercarse a él, le dio un trago a la copa que le supo a gloria.

—¿Otro encuentro en una fría noche, Taylor?

—¿Tampoco te dejan fumar dentro?

—A Esme no le gusta que fume —se encogió de hombros—. No querrás más, ¿no? —su mirada era excitante. El monstruo de los ojos verdes.

—¿Más de qué?

Su sonrisa lo dijo todo. Sin embargo, su respuesta fue:

—Tabaco. Como el otro día. ¿Qué llevas ahí?

Jon extendió la mano y le cogió la copa. Acercó su nariz y comentó:

—No parece suave, ¿cómo la has conseguido?

—Trucos de hermana mayor.

Jon sonrió y se bebió la copa de Taylor de un trago. Hizo gestos una vez acabó, debido a la cantidad de alcohol que había consumido de golpe.

—¿Qué coño haces?

—No puedes tomar de eso, tienes medicación. Esme lleva diciéndolo toda la noche.

—O sea que ya no puedo contar contigo tampoco.

—No nos conocemos apenas. No sé por qué pensabas que podías contar conmigo.

—Parecías diferente.

Jon volvió a sonreír con esos labios que parecían cincelados en su cara por el mejor escultor. Se acercó el cigarro a esos labios y, después, aguantando el humo en sus pulmones, cogió a Taylor con sus manos por la cintura y la atrajo hacia él. Sin delicadeza, sin ninguna mirada interrogante. Con toda la seguridad del mundo, cubrió la boca de Taylor con esos mismos labios, abiertos completamente.

Cuando se separó, Taylor echó el humo de sus pulmones.

—Pensé que querías más tabaco.

Ella no supo qué responder. Jon era muy atractivo y era el típico chico con el que podía jugar, porque sabía que le iba a dar igual.

—En noches como esta, suelo acabar tirándome a chicas como tú.

Taylor sintió que el calor invadía su cuerpo, a pesar del frío que hacía en aquel pueblo, alejado del calor de Madrid. No era una frase ni bonita ni romántica, pero a ella le resultaba excitante.

Le cogió el cigarro a Jon de los labios y lo tiró al suelo. Mientras lo pisaba con los tacones, dijo:

—Esto me sobra.

Le miró fijamente entonces y se lanzó a su boca. Su lengua la recibió de buena gana.

Nota de la autora 📝:

Creo que este es uno de los capítulos con mas salseo hasta ahora... ¿no?

Por un lado, ese encuentro entre Carlota y Lucas... ¿Qué os ha parecido? ¿Y ese avance de Carlota con sus poderes? 💪

Por otro lado... hemos tenido otro momento de Carlota y Adrián, otro de esos que no les salen bien... ¿llegarán algún día a entenderse?

Y, finalmente, el momentazo de Taylor y Jon ♉️🔥♏️ ¿Alguien que ya sea fan de estos dos?

No te olvides de votar y comentar si te ha gustado el capítulo. Además, si te está gustando el libro te pido que me ayudes a llegar a más gente compartiéndolo con otros lectores que conozcas. 

¡Muchas gracias de antemano!

Crispy World

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