Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

20 - Nuevos amigos

Sin ninguna razón precisa, terminaron en la coctelería más antigua de Madrid, el famoso Museo Chicote. Apenas cruzaron la puerta, el grupo sintió el ambiente chic y algo canalla que emanaba de la decoración art déco, con su elegante barra iluminada y las paredes llenas de historia. Aquel lugar había sido testigo de décadas de historias, y ese día sería escenario de algo importante: la primera reunión oficial de un grupo de chicos algo perdidos, cargados con poderes que no comprendían del todo.

Tras la charla con Karkyshian, Adrián había acudido a su cita en el Retiro, donde se reunieron en un rincón escondido, rodeados de árboles y con las ardillas como sus únicas espectadoras. Hablaron largo y tendido. Adrián había sido el primero en romper el hielo, explicando los poderes de Carlota y los suyos, mientras que Lucas, sentado rígido, parecía incómodo. Para tranquilizar a todos, Adrián aclaró que el poder de Carlota no funcionaba del todo bien con ellos, lo que relajó un poco el ambiente.

Gwen, con los ojos algo hinchados de cansancio, tomó la palabra para hablar por su grupo. La noche había sido dura para todos.

—Taylor está estable, pero aún no ha despertado —dijo, con su acento marcado—. Los médicos sospechan de una sobredosis, pero no... no fue eso. Aun así, estará unas semanas en observación.

Luego, hablando de sus poderes, se cruzó de brazos antes de continuar:

—Yo puedo leer la mente, pero no puedo hacerlo tan fácilmente con vosotros... algo parecido a lo que le pasa a Carlota —dijo, con inseguridad, como si le costase pronunciar el nombre—. Lucas, en particular, ha aprendido a levantar barreras mentales tan potentes que no puedo atravesarlas.

Gwen y Lucas cruzaron una mirada de complicidad.

—Lucas puede crear ilusiones, como las espadas que visteis anoche. Pero no son reales —añadió Gwen—, si las tocas, desaparecen. Y Taylor... bueno, parece que vuela, como todos vimos. No sabía nada de su poder. Tampoco del de Kaya —añadió, mirándola y dándole paso a hablar.

—Mi poder es la proyección astral —continuó Kaya.

Por el otro lado del círculo, Jon tomó la palabra para su grupo:

—Yo tengo una inteligencia mejorada, Adam es resistente al fuego, Esmeralda puede curar y Álex... Álex te convence de hacer lo que quiere —dijo Jon, con una sonrisa pícara.

Esmeralda intervino con su habitual tono tranquilo:

—Mi poder de curación no funciona tan bien con vosotros, como les pasa a Carlota y Gwen. A veces no puedo sanar a Jon, Adam o Álex, y con Taylor... lo que esos seres le hicieron no es algo normal.

Álex se encogió de hombros:

—Mi poder funcionaba bien con ellos al principio, pero también aprendieron a bloquearme.

Después de todas las explicaciones, Adrián consideró sugerir una pequeña demostración de poderes, pero notó que todos estaban agotados. Habló brevemente sobre Karkyshian, pero no hubo muchas preguntas. El cansancio y la confusión eran evidentes.

Finalmente, Álex, en su estilo característico, decidió cambiar el ambiente:

—¿Qué os parece si vamos a tomar algo? Necesitamos desconectar.

Y así fue como, horas más tarde, acabaron en la coctelería, escuchando música relajada y bebiendo bajo las luces suaves del local. Gwen, Kaya y Lucas se excusaron antes de entrar, diciendo que iban a ver a Taylor. Carlota se relajó al instante.

Sentada frente a él, Carlota levantó su copa de martini y, en un tono desenfadado, rompió el silencio:

—Bueno, ya que todos somos una especie de héroes con súper poderes... ¿quiénes sois en realidad? ¿Qué hay detrás de Álex, Jon, Esmeralda y Adam?

Álex fue el primero en hablar, con su típica sonrisa pícara:

—Verás, Carlota, Jon y yo somos amigos desde que éramos críos... y es un capullo —bromeó.

—Gilipollas —replicó Jon, sin perder el ritmo.

Entre las bromas, se fue desvelando la dinámica del grupo. Jon, a pesar de su fachada despreocupada, era claramente el líder. Esmeralda, tranquila y sensata, equilibraba las decisiones con su toque de sensatez. Álex, siempre bromista, aportaba la energía, mientras que Adam, callado pero cálido, completaba el cuadro.

Un par de copas más tarde, Jon miró su vaso vacío y dijo:

—Necesito un cigarro. ¿Qué os parece si nos vamos a otro sitio? —dijo, mirando a Adrián y Carlota—. Y ya es hora de que nos contéis vuestros trapos sucios.

Adrián miró a Carlota, encontrándose con sus ojos llenos de dudas. Sabía que pronto tendrían que abrirse de verdad.

Cuando salieron a la Gran Vía, el cielo comenzó a llorar lentamente, gota a gota, como si sintiera el peso del corazón de Carlota. Ella se preguntó si la lluvia se había adaptado a su estado de ánimo. No había nada que le gustase menos que hablar de sí misma, de su pasado y de quién era. Aquellos cuatro amigos, que tal vez algún día serían parte de su vida, querían conocer cada rincón de su historia, llena de escollos y sombras.

Por suerte, Adrián rompió el silencio y comenzó a hablar con entusiasmo sobre el surf y el mar. Sus ojos brillaban mientras se sumergía en anécdotas, y Carlota notó cómo conectó de inmediato con Adam. Los dos se adelantaron unos pasos, inmersos en una conversación animada sobre deportes. Esto llevó a Álex y Jon a recordar su infancia en artes marciales, discutiendo sobre historias del pasado y chismes de aquellos que una vez habían sido importantes en sus vidas. Agradecida, Carlota vio que la posibilidad de tener que abrirse sobre su vida se desvanecía, y dejó escapar un suspiro de alivio.

—Siempre terminan así —dijo Esmeralda, sonriendo y acercándose a su lado. Eran las que iban más atrás—. Hablan de cosas del pasado; tienen mucha historia esos dos.

Carlota sonrió, sin saber bien qué añadir.

—Ya veo, ya.

El cielo relampagueó, y un escalofrío recorrió su espalda. La tormenta se avecinaba, amenazando con desatar su furia.

—No has compartido nada sobre ti.

La voz de Esmeralda sonó suave, como si supiese que el tema era delicado y que Carlota intentaba evitarlo.

Decidió optar por lo sencillo.

—Pinto, estudio diseño, vivo con mi madre. No tengo hermanos —respondió, aunque antes se sintió como si tuviese tres—. No hay mucho que contar, la verdad.

—¿Vosotros ya os conocíais, no?

Así que eso era lo que realmente querían saber: sus secretos, como había mencionado Jon.

—Sí —dejó que pasaran unos segundos mientras su mente buscaba la respuesta—. Taylor y yo éramos muy buenas amigas antes. Luego cambió y perdí el lazo con toda su familia.

Guardó silencio sobre su relación con Lucas, como si solo lo conociera como el novio de Gwen, ignorando que había sido su pareja primero.

Esmeralda pareció querer seguir preguntando, como si estuviese segura de que había algo más oculto. Sin embargo, Jon se giró y exclamó:

—¡Aquí! No os perdáis —y desapareció tras una puerta negra.

Ellas lo siguieron justo cuando la lluvia arreciaba. Antes de que la puerta se cerrara, un trueno resonó, y al destello de la luz, Carlota vio a Adrián esperándola al otro lado, haciendo que algo cálido se removiera en su interior.

Al entrar en el local, Carlota supo de inmediato que ese no era su lugar. Había dejado atrás hace tiempo la vida de vagar de discoteca en discoteca. Cuando era más joven, lo hacía por inercia, dejándose llevar por la corriente. Pero al crecer, todo eso había quedado atrás. La música estridente la fatigaba; la gente bailando como si estuvieran en una subasta le resultaba desconcertante, y las copas de garrafón le dejaban un sabor amargo en la boca. Se había convertido en una persona que prefería cervezas en mano, noches de conversaciones interminables en bares pequeños y locuras en casas de amigos.

Los cuatro amigos, en cambio, parecían estar en su salsa. Se adueñaron de la pista de baile, mientras Carlota se excusaba para ir al baño, intentando ganar tiempo. Esmeralda la acompañó, asegurando que las chicas siempre van de dos en dos. Temió que viniera para hacerle más preguntas, pero no fue el caso. Adrián le lanzó una mirada suplicante mientras se iban; él tampoco parecía cómodo en ese lugar.

Al pasar al baño, se dio cuenta de que las copas se le habían subido un poco.

Salió más tambaleante de lo que había entrado y se unió al círculo que habían formado los demás. Jon y Álex charlaban con dos chicas, mientras Adam comenzó a bailar con Esmeralda al ritmo de un reguetón que a Carlota le sonaba como una única canción con estrofas que se repetían cada año.Adrián y Carlota se miraron, indecisos. Finalmente, ella le tomó de los hombros y se acercó a su oreja. La música retumbaba a su alrededor, pero la proximidad con Adrián hacía que lo único que Carlota podía escuchar era el latido acelerado de su corazón.

—No pareces entusiasmado tú tampoco —le dijo ella, su voz casi ahogada por el ruido.

—Yo soy más de bares pequeños —respondió él, manteniendo su cabeza cerca de la de ella. Su mano, cálida y firme, se posó suavemente en su espalda—. Aunque reconozco que esto de hablar pegados tiene sus ventajas.

Carlota sonrió, disfrutando de ese momento íntimo. No se sentía incómoda, pero la vergüenza de la noche anterior la invadía como una sombra. Había esperado que Adrián la besara, pero él había desviado la situación, dejándola expuesta y vulnerable. Ahora él conocía su pasado y sabía lo rota que estaba.

Sin embargo, no quería separarse de él. Se armó de valor y propuso, con una chispa de desafío:

—¿Quieres bailar?

Él se apartó, con una ligera risa nerviosa.

—No bailo, ¿sabes? —dijo, aunque no con brusquedad. Su inseguridad era palpable—. Pero si quieres, te invito a una copa y nos quedamos en la barra.

—No debería beber más por hoy, pero aceptaré.

Carlota avanzó hacia la barra. Movida por un impulso que no comprendía del todo, extendió la mano sin mirar atrás, buscando la de Adrián. Sus dedos se entrelazaron. Su mano era robusta y cálida, como una promesa que le llenaba de seguridad. Al llegar a la barra, ella se apoyó con un lado del cuerpo, sintiendo la fría superficie de la barra contra su piel, mientras él daba el último paso hacia ella.

En un movimiento casi como una caricia, Carlota soltó su mano lentamente, mientras él la miraba fijamente con esos ojos del color de las avellanas. Ojalá Carlota pudiese saber qué sentía; desearía que su poder funcionara igual que con las demás personas que la invadían sin permiso.

Pidieron las copas y se quedaron allí, observando a la gente pasar, dejando que los segundos se escurriesen como el líquido dorado en sus vasos.

—Parecen majos, ¿no? —dijo Adrián, señalando con la cabeza a Jon, Álex, Adam y Esmeralda.

Carlota asintió y dio un sorbo a su copa, disfrutando del sabor afrutado que la hacía sentir un poco más ligera. Se dio cuenta de que, en ese momento, sus prioridades no eran las que deberían ser. No le preocupaba lo que realmente importaba: su pertenencia a un grupo con poderes, el ominoso pronóstico de un hombre calvo que les advertía de seres malvados, o su reencuentro con el pasado lleno de recuerdos dolorosos. En aquel instante, todo eso había quedado en segundo plano frente a algo mucho más valioso: Adrián.

Antes de hablar, dio un trago más, buscando valor y queriendo olvidar la vergüenza que la ahogaba.

—Adrián, yo... Ayer...

—Carlota, no pasa nada.

—No quería decir lo que dije. Estaba confusa. Soy un desastre, aunque ya debes saberlo. Ver a Lucas, Gwen y Taylor me abrumó. No debí dar por hecho nada. Ni que te guste, ni que me quisieses besar. Yo... —hablaba en voz alta para no tener que susurrarle todo al oído. Sin embargo, él se acercó a su oreja, colocando su mano en su cintura.

—Quería hacerlo.

Carlota enmudeció. Adrián continuó hablando al oído:

—Y creía que había sido claro con la respuesta que te di. Quería besarte. Quiero besarte. Y, ¿sabes una cosa? Te besaré. Pero no hoy. Me da igual que lo sepas, Carlota —hizo una pausa mientras su mano recorría la espalda de ella, sintiendo cómo su piel se erizaba a su paso—. Me da igual que sepas que me vuelves loco. Pero para mí, todo esto también pasa muy deprisa... pero me gustas, ya te lo dije ayer.

—Tú a mí... —quiso decirle que también le gustaba, pero las palabras se le ataron en la boca.

—No te preocupes, Carlota. Lo sé y también lo entiendo —se inclinó aún más hacia ella—. Espero que algún día encontremos nuestro momento. Además... ¿te recuerdo que tengo visiones? Algunas son muy interesantes...

Carlota se echó a reír, dejando que la tensión se disipara. Le quitó la copa de la mano y la dejó en la barra. Él la miró sorprendido, sus cejas alzadas en una expresión divertida.

—Sácame de aquí, estoy harta de esta fiesta y de este sitio —le dijo, acercándose a su oreja y poniendo la mano en su nuca. Sintió cómo se erizaban los vellos de sus brazos.

Él obedeció. En menos de una canción, habían pasado por el ropero y se dirigían afuera. Carlota se dio cuenta de que Adrián no salía de su cabeza, que lo sentía en cada poro de su piel, como si estuviese embriagada de él.

Afuera, la tormenta se había desatado. Diluviaba, y Adrián colocó su abrigo sobre sus cabezas, envolviéndolos en una burbuja de calidez.

—No ha sido muy buena idea salir de ahí, ¿no? —dijo él, riéndose, mientras las gotas de lluvia caían con fuerza.

Ella se escapó de debajo del abrigo.

—¿Ah, no? —extendió los brazos hacia los lados y alzó el rostro hacia el cielo, sintiendo cómo las gotas frías la despejaban.

La sensación de la lluvia en su cara la revitalizó, llenándola de energía. Cuando volvió a bajar el rostro, vio que Adrián la miraba, ensimismado. De nuevo, sus ojos se encontraron, magnéticos, como un torbellino de sensaciones que les recorría en espiral.

—Carlota, llueve mucho... —dijo él, acercándose a ella, su voz casi un susurro entre el estruendo de la tormenta.

Ella le esquivó, desafiándolo con la mirada. Sabía que estaba actuando de manera incoherente, pero debido a las copas de más no le importaba demasiado.

—Te va a costar cogerme —dijo ella, riendo.

—Créeme que ya me había dado cuenta —contestó Adrián y una sutil ironía impregnó su voz.

—Vamos al bus —dijo ella, antes de echar a correr por Gran Vía hacia Castellana, seguida de Adrián.

Carlota se sintió viva y libre, olvidando todos los problemas. Mientras el cielo lloraba, el mundo dormía y los locos daban tumbos en ese desfile de discotecas, ella escapaba de todo con Adrián. Se sentía capaz de estar así toda la noche, sin dormir, dejando atrás el pasado.

Corrieron hasta que encontraron refugio bajo la marquesina de un autobús. En la carrera, Carlota se desprendió de los miedos y fantasmas del pasado. Al menos, por esa noche.

Nota de la autora:

¡Buenos días! Con este capítulo entramos en una serie de capítulos en los que veremos muchas dinámicas entre los personajes, muchas fiestas y momentos tanto divertidos como tensos... También avanzaremos con el misterio de sus poderes, la Reina de los Renegados, etc 

¡Espero que os haya gustado este primer acercamiento entre los personajes! ¿Creéis que conseguirán ser amigos?

Y la gran pregunta es... ¿cuánto tiempo tardarán Carlota y Adrián en encontrar su momento?

¡Si te ha gustado el capítulo no te olvides de votar y comentar!

PD: la canción de este capítulo fue la que me sirvió de inspiración total para ese momento final de Adrián y Carlota. En su día, me obsesioné con esa canción de Carly y ese álbum en general. ¿Vosotros escribís o leéis con música?

Crispy World

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro