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14 - ¿Dónde está Taylor?

Kaya estaba concentrada en su cuarto, tecleando con fervor. Su historia no iba mal; era un poco autobiográfica, especialmente en la parte en la que narraba cómo una chica se mudaba a la vibrante ciudad de Madrid. Como madrileña de adopción, sabía muy bien lo que significaba enfrentarse a las transitadas calles de la capital.

Recordó cuando, a los seis años, su familia dejó Gotinga, el pequeño pueblo alemán donde había crecido, para mudarse a Madrid debido al trabajo de su padre. A pesar de su corta edad, la impresión que le causó el cambio se quedó grabada en su memoria. Había cambiado la tranquilidad de las casitas familiares por los altos edificios de la gran ciudad.

La joven Kaya experimentó un rechazo inmediato hacia Madrid, sintiéndose fuera de lugar. Odiaba las voces estridentes que llenaban el aire y el cielo gris, cubierto de contaminación. Cada rayo de sol era un recordatorio de su incomodidad, haciéndola sentir como si se derritiera en una lenta tortura. Lloró durante semanas, suplicando volver a su hogar, donde conocía a todos y el aire fresco siempre la abrazaba. Incluso propuso ir a vivir con sus tíos, pero nadie le prestó atención.

Con el tiempo, Kaya fue creciendo y, sorprendentemente, la vida madrileña dejó de parecerle extraña. Aprendió a disfrutar del verano, dejando que el sol dorara su piel en la piscina del chalet, luciendo un bronceado que en su ciudad natal jamás habría conseguido.

Se adaptó al tono elevado de las conversaciones, dominando una lengua que antes le era ajena, y perdió el acento que a veces aún dejaban escapar sus hermanas. Como un camaleón, se transformó, vistiéndose con shorts y camisetas de tirantes en verano, y abrigos de moda en invierno que marcaban las tendencias de un tal Amancio Ortega, quien parecía tener la mitad de las tiendas de la ciudad. Asistió a un colegio de monjas donde aprendió no solo a saltarse clases, sino también a apreciar el encanto de sus pretendientes españoles.

Se dejó llevar por las luces brillantes de una ciudad interminable. Visitó su centro histórico, exploró sus torres y descubrió los millones de centros comerciales que la rodeaban. Sus amigas le revelaron los secretos de Madrid, y, como si fuera una nativa, observó los edificios desde el tejado del Círculo de Bellas Artes. Compró libros de segunda mano en la cuesta de Moyano, disfrutó de atardeceres en el Templo de Debod y paseó por la Plaza de Oriente.

Se sumergió en las luces nocturnas de Madrid, huyó de la policía en medio de un botellón y bailó al ritmo de reguetón, ese género que tanto aborrecía, pero que llenaba las discotecas. Se empapó de cultura en El Prado, se sintió pija y elegante en Serrano y se americanizó en el Hard Rock Café.

Quizás toda esa vida llena de aprendizajes sobre una cultura que no era la suya, pero que poco a poco se fue infiltrando en su piel pálida, avivó su pasión por escribir y dejar plasmado todo lo que veía. Así, tal vez, había llegado a ese momento, sentada en su escritorio, tecleando con ansias para terminar un nuevo capítulo de la historia que había pensado, soñado y fantaseado miles de veces.

En esas disquisiciones mentales andaba la joven Kaya cuando un ruido desconocido la sacó de su ensimismamiento. Al principio lo ignoró, pensando que era un pájaro un poco torpe chocando contra el cristal del salón. Sin embargo, cuando el sonido se tornó insistente y molesto, no tuvo más remedio que levantarse para investigar quién o qué era el autor de tan irritante infortunio.

Para su sorpresa, el ruido no provenía del salón de abajo, sino de la habitación de Gwen. Alguien lanzaba piedras a su ventana.

"Seguro que es el imbécil de Lucas", pensó Kaya, aunque juraría que su hermana estaba con él en esos momentos. No le extrañó no haber prestado mucha atención, ya que tendía a abstraerse durante las conversaciones que no le interesaban. Sin embargo, al asomarse, se encontró con que los lanzadores de piedrecitas eran una pareja de jóvenes: un chico y una chica.

Entornando un poco sus ojos azules, pudo distinguir que la chica era Carlota. ¡Carlota! ¡Lanzando piedras a la ventana de Gwen! ¿Qué estaba ocurriendo?

—Kaya —dijo con alivio la joven morena que la miraba desde el suelo.

—¿Carlota? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué lanzas piedras a la ventana de Gwen?

Carlota se sonrojó, algo avergonzada.

—¿De Gwen? ¿No era esta tu habitación?

—Hace siglos que no. Cambiamos las habitaciones. No me entraban las cosas en la pequeña... —murmuró, recordando el desorden que la había llevado a esa decisión—. Pero, ¿qué haces aquí?

Carlota miró al chico de bucles dorados que la acompañaba, y su expresión se tornó seria.

—Tenemos que hablar contigo. Es sobre Taylor —respondió él.

Kaya frunció el ceño. No entendía a Taylor; siempre estaba metida en problemas. Con un suspiro, descendió las escaleras hasta el primer piso y dejó pasar a la extraña pareja. Una vez acomodados en el salón, el chico tomó la palabra. Carlota parecía confusa, como si el sofá donde tantas veces había estado se convirtiese en un lugar desconocido.

—Kaya, me llamo Adrián. Un placer conocerte.

—Al grano —le interrumpió ella, impaciente por saber qué había hecho que Carlota se preocupase de nuevo por Taylor.

Adrián se pasó una mano por los rizos mientras parecía decidir cómo abordar la situación.

—Verás, tenemos algo que contarte...

Carlota puso una mano en el brazo de Adrián.

—No la siento, Adrián.

—¿Sentirme? —preguntó Kaya, sintiéndose perdida.

—No mientas Adrián, cuéntale todo. Es igual que nosotros —dijo Carlota, mirándola con ojos entrecerrados.

—¿Estás segura? —preguntó él.

Kaya la miró, intentando comprender. Carlota extendió la mano y cogió la suya. Kaya sintió un calambre recorrerle el brazo.

—Chispas —dijo Adrián.

—Estoy segura —respondió Carlota, apretando la mano de Kaya.

—Está bien, Kaya... a ver por dónde empiezo... 

—Te dije que al grano —repitió ella, inquieta.

—Somos personas muy especiales —dijo Adrián, y Kaya entrecerró los ojos—. Tenemos... un don.

Kaya miró a Adrián sin comprender. ¿También tenían poderes?

—Yo tengo visiones del futuro. Así es como supe que Carlota era como yo. Y ella tiene el poder de la empatía; puede notar los sentimientos de la gente...

—Sé lo que es la empatía —dijo, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

—...que no sea como nosotros... o como tú.

—Tampoco puedo notar tus sentimientos, no sin esforzarme —intervino Carlota—. Lo que quiere decir que tú también eres especial.

Toda la reacción de Kaya fue un pestañeo. Como si no le acabasen de soltar la noticia más extravagante que había escuchado en su vida, como si no la hubiesen acabado de acusar de ser distinta. Como, si en el fondo, no lo fuese. Como si no tuviese nada que ocultar.

A Kaya le gustaba el misterio, y decidió jugar con él. No iba a confesar de inmediato. Se fiaba de Carlota y sospechaba que no hubiese acudido a esa casa a menos que fuese estrictamente necesario. Pero no podía evitar preguntarse si todo aquello era parte de una pesada broma. Así que, en lugar de negar o afirmar la acusación, optó por el silencio.

—¿Qué le pasa a Taylor? —preguntó Kaya, enfocándose en la verdadera razón de que esa Carlota de ojos llenos de miedo, estuviese en ese salón de nuevo.

Aunque sus ojos azules miraban directamente a la que fue su cuarta hermana durante casi toda su vida, fue Adrián quien contestó:

—He tenido una visión sobre ella. Carlota y yo corríamos en su busca para salvarla. Ella la ha identificado por el tatuaje de su muñeca.

—Del signo Tauro... —dijo Kaya, sintiendo que su estómago se encogía—. ¿Salvarla de qué?

—De morir en manos de un ser muy extraño —respondió Carlota, mirando a Kaya, quien empalideció al instante.

—Y hoy es el día —añadió Adrián—. Tenemos que encontrarla; está anocheciendo y probablemente el peligro se acerca.

Kaya se puso en marcha, con la energía propia de su juventud. Subió como un torbellino a la habitación de Taylor. Cada vez que entraba, una extraña sensación de soledad la invadía. Un vistazo a Carlota le confirmó que ella sentía algo parecido.

El cuarto de Taylor era austero, con pocas cosas personales, como si nada le interesase. Rebuscó alguna nota, invitación o señal que diera pistas sobre el paradero de su hermana, pero no encontró nada.

Inspirada por la visión del ordenador, se sentó en el escritorio y abrió el correo, revisando los mensajes con ansiedad. Entre promociones, encontró algo que despertó su interés: MatíasA te ha mencionado en Twitter. Matías era el rollo de Taylor. El mensaje era de hace unas horas.

Con el corazón en un puño, pinchó sobre el titular. El mensaje se abrió y mostró la notificación de Twitter. MatíasA había escrito: 

Noche de fiesta en casa. 

Después, mencionaba una lista de personas que acudirían.

La casa de Matías estaba en Cibeles, si no se equivocaba.

—¡Lo tengo! —dijo ella, eufórica—. Está en casa de Matías, su novio —se quedó pensativa—. O algo por el estilo. Pero dejadme comprobarlo.

Kaya cerró los ojos, sintiendo cómo su cuerpo temblaba y se alejaba de él, como un envoltorio que no necesitaba en esos instantes. Se fue lejos.

Taylor estaba sentada en el desgastado sofá amarillo de la casa de Matías, atrapada entre dos chicas que, con sonrisas coquetas, intentaban ligarse a su novio. La risa de ellas era un eco distante en su mente. Matías, con su encantadora sonrisa, se dejaba halagar, y aunque el efecto de las pastillas y el alcohol distorsionaba su percepción, Taylor estaba casi segura de que esa situación no tenía buena pinta. Suspirando, se levantó para servirse otra copa del elixir de la alegría.

El alcohol empezaba a hacer efecto, y una punzada de náuseas subió por su garganta. Contó hasta tres, conteniendo el impulso de vomitar, y decidió que lo mejor era moverse al baño. No quería ser el centro de atención en medio de la fiesta. Pero cuando fue a abrir la puerta, una voz desde dentro clamó:

—¡Ocupado!

Se apoyó en la pared, respirando profundamente. El pasillo estaba en penumbras, solo iluminado por las risas que llegaban del salón. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras su mirada se deslizaba hacia una sombra en el extremo del pasillo. Había alguien allí, un par de ojos azules que le resultaban extrañamente familiares, pero desaparecieron antes de que pudiera concentrarse.

La puerta del baño se abrió de golpe y salió uno de los mejores amigos de Matías, acompañado de una chica con mejillas sonrojadas. Taylor ignoró la sombra que había visto y entró al baño. Se miró en el espejo y sintió un escalofrío al ver su rostro demacrado y los ojos ahumados que la hacían parecer más distante de lo que realmente era.

Respiró hondo, aferrándose al lavabo hasta que el baño dejó de dar vueltas. Cuando finalmente se sintió un poco más estable, salió. En el salón, la escena había cambiado: Matías se había acomodado en su antiguo lugar, disfrutando de la compañía de las dos chicas. Una punzada de celos la atravesó al verlo guiñarle un ojo a una de ellas.

—Chicos, son las nueve y media —anunció Matías—. Id tirando, quiero llegar al concierto que hay antes de la fiesta.

Las protestas comenzaron a surgir, pero Matías mantuvo su decisión firme.

—¿Por qué tanta insistencia en ir al concierto? —preguntó Taylor, bajando las escaleras junto a él.

—Mi primo es el batería —respondió con un encogimiento de hombros.

Taylor asintió, aunque el primo de Matías no le caía bien. Su estilo perroflauta y sus comentarios fuera de lugar siempre le resultaban incómodos, pero no podía negar que tocaba la batería como un dios.

Taylor no podía sacudirse la sensación de que algo extraño estaba por suceder.

Nota de la autora:

Voy a comenzar esta nota diciendo que, aunque Taylor es mi personaje favorito,  me encanta Kaya: su energía, su modo de pensar y su manera de afrontar las cosas. Ojalá ser un poco como ella ♊️

Continúo diciendo que estoy muy contenta de que estos capítulos de Halloween estén cayendo en la semana de Halloween. Prometo que no lo he hecho a propósito jajaja Eso sí, durarán un poquito más de esta semana 🎃👻

Por cierto... ¿os vais a disfrazar? Yo iré de 🧛‍♀️

Finalmente, ya que conocemos seis de los signos del zodiaco, he hecho una pequeña recopilación en esta imagen, para que tengamos presente qué signo es cada uno ♈️♓️♑️♌️♉️♊️

Si te ha gustado el capítulo... ¡no olvides votar y comentar!

Muchas gracias por leer :)

Crispy World

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