Capítulo 34
Narra Richard
—Padre... Tienes que despertar.
Mis ojos me pesan, intento abrirlos pero ya no tengo fuerzas. El dolor invade en cada una de mis extremidades y siento una ligera molestia en mi espalda, me encuentro en el incómodo suelo de este calabozo y ni siquiera tenemos colchones ni mucho menos almohadas.
—¿Por qué? ¿Qué ocurre, hijo? —la sequedad en mi garganta es un tormento, tengo demasiada sed.
Adam toca mi hombro y lo sacude, haciéndome incomodar aún más.
—Ya basta, joder. ¡¿Acaso no vez que estoy agonizando?! —le grito enojado y abro mis ojos rápidamente encontrándome con su mirada, él permanece a mi lado y al parecer está temblando del miedo —Yo... Lo siento, no debí gritarte así.
—He escuchado a-algo —tartamudea y señala la reja frente a nosotros, que tristemente nos impide la libertad.
Me levanto lentamente del suelo y apoyo mi espalda contra la pared.
—¿Qué has escuchado?
El aguarda silencio por un momento y se muerde el labio, tiene múltiples moretones en su rostro y enormes ojeras se forman bajo sus ojos, nuestras prendas están repletas de suciedad y hasta apestamos, ahora olemos igual que este mísero lugar.
—Yo no sé si fue un sueño, o solo lo imaginé —dice moviendo la cabeza con miedo —. Creo que estoy volviéndome loco, y creo que escuché la voz de una chica, pero... pero, ya no y creo que enloquecí, padre. ¡Estoy volviéndome loco!
Negué con la cabeza con rapidez y me acerqué a él, lo rodeé con mis brazos y lo atraje hacia mí envolviéndolo en un abrazo.
—No es así, hijo. Tu estas bien, solo ha sido un sueño —le dije mientras las lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas.
Él me abrazó débilmente, sus brazos y piernas han adelgazado anormalmente, tiene heridas en su cuerpo por las veces que intentó escapar por su cuenta y yo, yo no hice nada para proteger a mi pequeño. Lo dejé solo y no le di apoyo suficiente, me siento fatal como padre, soy un asco y verlo así es una derrota, no puedo hacer nada para sacarnos de este lugar... Estamos muriendo lentamente.
—¿Cuándo saldremos de aquí? —pregunta y se aparta de mi lado, luego se recuesta contra la pared dejándose caer en el suelo lleno de nuestros vómitos por falta de comida.
—No lo sé —respondí, lo cierto es que no hay escapatoria de este lugar.
Hemos soportado mucho tiempo aquí, nos hemos desgastado con el tiempo. Mi barba ha crecido llegándome casi hasta el pecho y he perdido fuerza muscular, algo que sin duda no es normal en nuestra especie. No somos humanos, pero requerimos de comida y nutrientes, por eso hemos durado todo este tiempo vivos y ahora, ya no somos capaces de controlar nuestras habilidades.
Nos alimentan solo con tres manzanas diarias, o algunas veces solo nos dan agua para sobrevivir en este lugar, pocas veces nos permitieron salir de este calabozo pero solo fue con la intención de hacernos trabajar. Mientras el resto de esclavos viven en sus cabañas, nosotros reposamos en esta cárcel.
—La palabra libertad ya no existe —murmuré para mí mismo y me quedé allí dejando pasar todos estos pensamientos que me carcomen hasta el alma.
—Padre, escucho algo —Adam se levanta del suelo y asoma su cabeza por el espacio entre las rejas.
Tal vez mis oídos están comenzando a fallar, por que realmente no asimilo los ruidos. Pasos retumban en el lugar, pero estos se escuchan lejanos.
Me asomo por la reja y solo logro detallar las múltiples basuras, ratas muertas y en descomposición que están en el suelo junto con los restos de comida que el guardia ha desperdiciado a propósito para reducir nuestras porciones de comida.
Maldito infeliz.
Los pasos se aproximan, pero sé que no es buena señal.
—No Adam, deja de hacer eso —le digo y retrocedo unos cuantos pasos alejándome de la reja.
—¿Hacer qué? —pregunta confundido aún observando hacia el pasillo.
—No hay esperanza, nadie va a venir a rescatarnos, basta hijo. De seguro es ese guardia, es hora de nuestro desayuno.
Adam golpeó la reja y me miró de reojo, sé que me guarda rencor. Todo este tiempo ha intentado luchar contra los guardias con esos absurdos pensamientos de que lograremos escapar, pero no es así, él me odia por mis pensamientos pesimistas y por mis faltas de intentarlo una vez más.
—Algo malo sucede y lo presiento en mi interior, hace rato escuché explosiones, gritos y demás y... El guardia aún no nos ha traído comida y ya debe de ser medio día o incluso más tarde —dijo con el ceño fruncido.
—Tienes razón, pero eso no es relevante, estos hombres nos dejan aguantar hambre a propósito.
Adam suspiró y se volteó con brusquedad hacia mí.
—Confía en mis palabras, escucho algo, gritos, explosiones y justo ahora escuché la voz de una chica, no estoy enloqueciendo —apretó sus puños a sus lados y noté como su rostro se enrojecía.
En ese momento, escuché lo que parecían ser pasos, estos se aproximaban lentamente por el pasillo.
—¿Hay a-alguien aquí? —se escucha una voz femenina y su voz hace eco por todo el lugar.
Adam y yo compartimos miradas confusas y nos quedamos allí perplejos sin como reaccionar, por alguna extraña razón, esa voz se me hace familiar.
Rápidamente me asomo por la rejilla y observo al final del pasillo en donde logro ver las escalas que llevan hacia las fabricas de arriba, en ese preciso momento detallo una silueta femenina que avanza por el pasillo desorientada y asustada.
—Padre ¿ves eso?
No le respondí a mi hijo y solo me centré en esa chica, la fuerte luz que cuelga del techo no me permite apreciar su rostro.
—¿Richard? ¿Nancy? —pregunta ella —. ¿Adam? ¿Están aquí?
Mi corazón se acelera en cuestión de segundos y no se me es necesario observar su rostro para saber de quien se trata. ¿Acaso estoy imaginando?
—¡Tania! —grita Adam de repente y comienza a llorar mientras golpea la reja —. ¡Estamos aquí!
La chica corre hacia nosotros y se detiene al vernos, su cabello castaño claro cae sobre sus hombros y sus prendas se encuentran repletas de suciedad, las lágrimas recorren sus mejillas y ella cubre su boca por el asombro al vernos.
—Mi pequeña, has regresado —le digo sollozando.
Mi hijo se encuentra perplejo ante la situación. Tania se acerca a mí y toma mi mano con delicadeza, ella no para de llorar y se arrodilla en el suelo descontrolando su llanto.
—Lo siento, lo siento mucho.
Niego con la cabeza y limpio las lágrimas que caen por mis mejillas.
—No es tu culpa mi pequeña, no te disculpes por algo que no hiciste —me acuclillo quedando frente a frente, quiero abrazarla pero la reja nos lo impide.
Adam se acerca a nosotros y sostiene también la mano de Tania mientras comienza a llorar.
—¿Cómo has llegado aquí? —le pregunto confundido.
Mi corazón ya se siente tranquilo al ver que está bien, tiene algunos rasguños en su rostro y sus bellos ojos grises irradian esa belleza que nunca dejé de apreciar en el transcurso de los años, yo la cuidé desde que era niña y ahora, es toda una mujer llena de valentía.
—Cuando logré escapar me topé con más Homoelementals, les dije sobre lo que estaba sucediendo y vine a rescatarlos —ella limpió sus lágrimas y se centró en Adam, ella le sonrío con ternura y pasó su brazo por la rejilla para luego acariciar el rostro de mi hijo —. Te ha crecido bigote, Adam.
Ella se ríe de la felicidad y mi hijo le sonríe.
—Gracias por volver a por nosotros —la sonrisa de Adam aún no se borra de su rostro.
Tania asiente y se levanta del suelo con rapidez mientras traga saliva, sus manos tiemblan y de inmediato sé que algo malo ocurre.
—Debemos darnos prisa —ella toma el candado y comienza a jalar de él intentando abrir la reja —. Hay una guerra allá afuera y debemos salir de esta plantación lo antes posible.
—¿Guerra? —pregunta Adam confundido.
—Esperen un momento, buscaré algo para liberarlos —dice y comienzan a correr por el pasillo alejándose de nosotros, la veo subir las escaleras y es allí cuando la pierdo de vista.
—Te dije que lograríamos escapar —Adam se acerca a mí y los dos nos abrazamos, ambos sollozamos por que al fin... lograremos escapar.
Tania regresó con una barra de metal en sus manos y comenzó a golpear el candado, el estruendoso sonido me hizo sobresaltar ya que me encuentro débil como para soportar fuertes ruidos, es posible que mi audición se haya estado desgastando con el tiempo que llevo aquí.
El candado se rompió al cuarto golpe y la rejilla se abrió por si sola provocando un chirrido no muy agradable.
Adam y yo salimos de la celda y de inmediato Tania corrió hacia nosotros y nos abrazó a ambos.
"El amor era perfecto, salvo por algunos detalles de distancia, de circunstancias y de tiempos. Pero nada importaba. Nada era mas importante que el amor y la promesa del reencuentro"
—Juan Ardini.
Solo quedan dos capítulos y el épilogo
¿Están listos para presenciar el desenlace de esta historia?
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