♦8♦ Juntemos piezas
Nadie sabe la hora, nadie mira el lugar.
Ella solo llega cuando tiene que llegar
Muerte, dolor y agonía. Son las palabras perfectas para describir este crudo momento que acontecía en el castillo.
Un cuerpo inerte reposaba en el primer piso, sola una pequeña sábana blanca cubría su delicada piel, horas atrás alguien había maltratado y apuñalado incontables veces sin piedad a ese pobre joven.
Dereck estaba en una pocisión de miedo, en su cuerpo rígido no se percibía la paz.
La prensa tenia repleto el lugar, los micrófonos, cámaras y luces se miraban por todo el marchito jardín. Parecía un gran festival, y eso era algo inusual ya que tenía décadas que nadie visitaba el castillo Mart, incluso del mapa borrados ya estaban, su ubicación ya nadie recordaba.
Pero los dichos tienen mucha razón, no todo puede vivir entre la oscuridad, no puedes tapar el brillar del gran sol solo con tu pulgar, mucho menos una muerte puedes esconder si eres el único que decide callar.
Una madre se encontraba en las grandes puertas del castillo, se le podía ver destrozada llorando lágrimas inmensas, su corazón palpitaba rápido, sus manos temblaban por la noticia. Ese día una parte de su alma fue arrebatada, solo una madre que pierde a un hijo puede entender el dolor obtenido.
—¡Son unos Monstruos! —exclamo enojada la mujer al ver a su tan preciado hijo salir del lugar envuelto en una manta.
No sé si la palabra monstruos fuera la correcta, pues si de ellos podemos hablar ese joven no se quedaba atrás, los siete pisos se lo pueden contar. ¿Pero qué culpa tiene aquella mujer? ella nunca estuvo enterada de lo que realmente su hijo realizaba, por eso mismo como un angelito lo miraba, pensando que su pequeño de culpa no tenía nada.
Dos hombres llevaban cargando el cuerpo, debían traerlo con cuidado pues el pueblo entero quería observarlo y darle una despedida, al igual que enterrar sus restos y darles el respeto que el cadáver merecía, el cuerpo fue retirado y por fin todos los presentes se despidieron del lugar, la multitud de poco a poco se desvaneció del mismo modo en que las cámaras y luces daban su corte final.
En la entrada del lugar se podía apreciar a dos enfermeros, uno de ellos era la jefa mayor.
Los dos se quedaron inspeccionando una carta que la madre del joven les había dejado. En la cual parecía que una amenaza les había llegado, según lo estipulado tenían que encontrar al culpable en menos de un mes y hacerlo pagar por su error de lo contrario el lugar debían cerrar y todo el pueblo se encargaría de en una noche eliminar a todos los inquilinos que viven en castillo Mart.
La ultima linea dejo atónitos a los dos en ella se podía leer.
¿Quién extrañaría a unos locos? .
Una preocupación inmensa se miro en el rostro de ambos, ellos no podían permitir que acabaran de esta manera con sus experimentos. Tanto la jefa como su ayudante tenía sus razones personales.
—¿Que haremos? —preguntó el enfermero más joven con la niña en brazos.
El enfermero Marques se sentía culpable por que él había dado el aviso esta mañana.
″Mejor solo hubiéramos ocultado el cadáver″ pensó nervioso el joven.
La enfermera Maria se quedo un momento en silencio apoyando el dedo con su barbilla para planear mejor su estrategia.
Ella no podía perder tan fácil su hermosa familia ya mucho le había costado secuestrar y comprar a todos sus adorados, en especial tenía dos personas que de alguna forma llenaban su vida y ocupaban un lugar familiar en ella.
″¡los demás no me interesan!″ afirmó en su mente con el único pensamiento de sus dos favoritos.
Y aunque eso fuera verdad, tampoco quería que alguien lo notara, era un secreto que solo ella guardaba.
Pasaron minutos hasta que por fin una idea ilumino su mente, era una estrategia que debía planear mejor: aunque para ser una premisa era muy buena.
—Mis queridos ayudantes, hemos pasado por un mal momento, mi pésame para todos, Dereck también era un gran amigo, pero debemos continuar. ¡Encontraremos al culpable y lo pagara!— comentó María con una excelente combinación de palabras entre dolor, odio y rencor.
El discurso cayó como anillo al dedo a todos sus oidores quienes se encontraban lamentando la muerte de su compañero.
María se jacto al darse cuenta que todos le creían, aunque eso era una obvio era la jefa.
—¿Pero cómo haremos eso? —una joven cocinera preguntó.
—¿Conoces las peleas de perros? —entusiasmada María contestó. —Ellos solos se acabaran. —agregó mientras con su dedo indicaba la señal para que todos regresaran a su labor.
El enfermero a su lado estaba nervioso mientras miraba el discurso de María, sus ojos solo podían fijarse en la niña que cargaba.
La pequeña había estado presente en toda la ceremonia miraba con cuidado todo lo que pasaba.
—Debes subir ya con tu madre —ordeno el enfermero Marqués.
—Esta bien —respondió la pequeña moviendo su cabeza de forma afirmativa.
El enfermo no podía concentrarse más, su mente imaginaba el peor plan que Maria podía tener.
Marqués estaba asustado a pesar de que al principio todo había sido un engaño, empezaba a tener un pequeño aprecio por la joven del piso tres, y tenia miedo que la lastimaran.
María al notar lo pensativo que Marqués estaba lo miró y un beso delicado en su boca le plantó. Ellos dos tenían una relación desde tiempo atrás.
Después de aquel beso el joven enfermero la miró esbozando un señal insatisfactoria.
—No dejes que la lastimen —imploro el joven.
Después de estas palabras la risa de María en el vestíbulo escucho.
—¿No me digas que empiezas a encariñarte con ella? —reia la mujer. —Yo no la lastimare, ellos se encargaran solos de hacerlo.
—Una joven sin amor propio compitiendo con el psicópata del piso siete — con burla añadió.
A la jefa nunca le había caído bien Lucia pero ¿Qué culpa la joven tenía?
Maria saco un cigarrillo que tenia guardado en la bolsa de su bata junto con un encendedor. Caminó para ordenar a todos mientras encendía el cigarro.
—Quiero en el piso uno a la nueva. Ruben y Lucia —añadió con una risa la mujer.
Estaba disfrutando el horror que su amante tenía en el rostro.
—Y en el piso dos a Susan, Uriel, y Jorge —ordenó con un tono de suma importancia.
Maria indicaba como debían mover a todos los inquilinos del castillo algunos eran grupos de tres mientras que otros llegaban hasta de siete personas en una misma habitación.
—No quiero que toquen a... Bueno ustedes ya saben, a él no me lo toca nadie —concluyo la mujer
—¿Y todo esto para qué? —pregunto confundida la enfermera Beatríz.
—Solo quiero ver quienes ya están listos para convivir entre si —respondió amablemente Maria cyf.
Solo pasaron unas cuantas horas cuando las cosas ya habían cambiado.
Para poder mover a los pacientes mas peligroso tuvieron que cedarlos otros simplemente fueron arrastrados, mientras que los mas dosiles eran llevados por su voluntad.
El castillo parecía haberse mudado montones de cosas estaban por todos lados, nunca habían tenido a tanta gente en un solo cuarto.
La pequeña Sofia preguntaba asustada con quien ella iría pero en tanto apuro nadie le respondía, hasta que su padre en un descuido la coloco junto con Lucia.
Todos los pacientes confundidos estaban y ese era el objetivo principal de Maria, jugar con los peones para proteger a la Reina.
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