♦5♦ Piso cinco
″Tú no eres yo, nunca podrías ser yo, vivimos juntos, estamos juntos y a los dos nos llaman locos, la única diferencia es que yo si existo y a ti solo te imagino″
En el medio de la incertidumbre podemos observar a un joven pelear contra su propio ser. Su ropa esta rasgada como las paredes de la habitación, las cosas quebradas adornan el lugar.
Su cuarto es demasiado peculiar ya que parece que un tornado lo visito.
Uriel esta hincado: con su mirada perdida en la esquina de la pared, su cara pálida se puede ver, sus manos son largas y en su muñeca se puede leer la razón por la cual esta perdido en él.
Esquizofrenia p-28
En comparación de las demás habitaciones la de Uriel está tapada en su totalidad, solo un espejo adorna un poco el cuarto.
Este joven se abraza a sí mismo buscando un muestra de cariño ya que haya dentro no puede tener compañía.
Está totalmente prohibido subir al piso cinco: los trastornos que están aquí empiezan a ser los mas defencivos. En su brazo lo podemos ver cuando el color rojo se hace presente todos deben correr.
Poco a poco la cerradura se abrió anunciando la entrada de alguien a la habitación.
—Es hora de tu medicina —una joven enfermera demandó.
Uriel confundido la miró, la enfermera muy paciente caminó hacia él con una inyección en la mano, al ver esto una gran alteración en el joven sucedió mostrando un gesto de desaprobación.
—¡No! ya no —imploro el joven.
La enfermera comenzó a tranquilizar a Uriel, tratando de acariciar su cabeza, el miedo que sentía el joven no se comparaba a la pesadilla que estaba teniendo la enfermera.
Poco a poco lo tranquilizo y cuidadosamente su brazo tomo para inyectar la sustancia de la jeringa.
La sustancia en esta debía frenar todo tipo de conducta violenta en Uriel.
Una sonrisa coloco la joven enfermera, después salio del lugar, la puerta muy bien debía cerrar, esas eran las reglas del lugar.
Un rato paso en el cual Uriel estaba en paz, pero todo cambio cuando un ataque llego por sorpresa.
El sudor de su frente se sentía frio, poco a poco las voces comenzaron a sonar.
Uriel comenzó a voltear bruscamente, movientodse por todos lados. El miedo llegó a su ser las sombras comenzaron a burlarse sin piedad.
—¡No se supone que para eso era mi medicina! —alarmado el joven gritó.
Con ambas manos sus oídos intentaba tapar, no es que haya mucho ruido en realidad es solo que las voces no se quieren callar, unas le gritan que se debe matar, otras susurran que libres quieren estar. Poco a poco sus piernas pierden el equilibrio y se postran en el frío suelo del lugar.
Las sombras que mira alrededor de él se burlan cantando una canción. Parece todo un espectáculo al que nadie le gustaría admirar.
— ¡Cállense ya! —gritaba Uriel con furia.
Las paredes tranquilas se habían tornado borrosas: las sombras no están dispuestas a dejarlo y menos a callar.
En un círculo todas se burlaban de él algunas portaban grandes y afilados dientes, otras solo tenían enormes ojos.
— ¡Que se callen ya! —Uriel gritaba sin parar.
Una sombra en especial a el joven quería controlar, este gritaba expresando su odio a todos. Pedía ayuda y a su cuerpo comenzó a rasguñar dejando marcas horribles en su pecho.
Uriel no se percató de en que momento perdió el control de su cuerpo.
♦♦♦
Segundos, minutos tal vez hasta horas pasaron cuando Uriel recobro su conciencia.
El joven observa sus manos percatándose de que estas están manchadas junto con su ropa de un liquido rojo carmesí, una sensación nada agradable.
Uriel alza su mirada desconcertado buscando identificar en que lugar se encuentra. Lo puede percibir es el piso dos.
A lo lejos se escucha una risa parece que de una mujer.
″Ya no por favor″ piensa uriel tratando de controlar sus alucinaciones.
—No lo puede creer ¿Dónde estoy? ¡este no es mi cuarto! —expone el hombre aterrado.
Un reloj en el piso de arriba comienza a sonar anunciando la hora de cenar: eso lo termina de despertar.
Uriel mira sus manos otra vez. Un breve recuerdo llega a su mente, una persona tirada es lo único que recuerda.
Un dolor en su cabeza comienza.
—Esto no puede ser —asustado comenta el joven.
Poco Poco comienza a caminar para dirigirse a su habitación, su mente vagaba, no lo podía creer.
Intentó limpiarse aquel líquido que ensuciaban sus manos por desgracia no lo logro y solo mancho mas su vestimenta.
″Piso cinco″ ″Piso cinco″ repetía constantemente en su mente: todo esto para no perderse.
Subiendo cada escalón una mirada de arrepentimiento se miraba en su interior. La cabeza le pesaba, los ojos lloraban no tenia idea de lo que pasaba pero culpable se sentía.
—¡Yo no fui! ¡Yo no fui! —exclamaba con tristeza mientras seguía subiendo.
El número cinco al final del gran pasillo alegro un poco el rostro de Uriel quien rápidamente a su cuarto llegó.
Uriel cerró la puerta tratando de ignorar las enormes manchas que su uniforme vestía. Solo se coloco en el rincón de esta.
— Nada de esto es real —se repetía continuamente idealizando que solo había sido un ataque normal.
—Mañana, todo estará bien, ¡Todo estará bien! —nervioso se consolaba.
Mientras repetía sus plegarias Uriel noto una pequeña sombra que estaba descansando en su cama, esa sombra no se le hacía familiar y por alguna razón es la que se miraba más real.
La puerta sonó una vez mas.
—Uriel puedo pasar —preguntó la enfermera Beatríz quien tenia que inyectarle su nueva dosis para dormir.
—¡¿Qué diablos hace ella aquí?! —alarmada gritó, soltando lo que traía en sus manos.
El contenido de la jeringa se regó por todo el piso de el cuarto.
—¿Por qué estas manchado de.... —su pregunta interrumpió al percatarse de una total escena de terror.
—Tienes que bañarte —aclaro Beatríz.
Rápidamente la joven busco las cubetas de agua que se guardaban en la habitación de alado, las cuales eran para limpiar el pasillo.
—Dame tu ropa sucia —mando nuevamente la joven.
Uriel solo entregó su ropa manchada, Beatríz tomó la muda y después tomó a la niña que yacía dormida en la cama.
El ruido de la puerta al cerrar se escuchó. Uriel lloro amargamente: dejando caer poco a poco el agua de la cubeta en su cuerpo.
Beatríz bajo desesperada rápidamente por todos los pisos en dirección al primero.
El miedo invadía su cuerpo, la desesperación no la dejaba seguir.
Todos los pacientes dormidos ya están. Beatríz llevo a la pequeña a su habitación, esta es muy amplia puesto que todos los trabajadores del castillo duermen ahí.
Por alguna razón una cama sobraba, así que la joven coloco cuidadosamente a la niña en ese lugar.
″Mañana se la entregaré a su irresponsable padre″ con furio Beatríz pensó.
Son las 11:45 de la noche y ya nadie puede salir, es otra de las reglas principales que todos deben respetar.
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