♦25♦ Pastel, Espejos y Amor
Después de dos días en luto descansar, el castillo nuevamente sus puertas abrió de par en par, es increíble el nuevo ambiente que se siente en las paredes opacas del lugar.
La tristeza recorre todas las escaleras anunciando la llegada del nuevo líder a cargo del lugar, el cual no ha parado de mandar y sobre todos los comensales su mano firme imponer, es horrible en lo que se ha convertido el manicomio sin piedad. Todo el mundo juraría que no podría empeorar pero de ese sujeto cualquier cosa podemos esperar.
—¡Prohibido el pastel para Karen!, ¡Prohibido la salida a los internos! —ordenaba el hombre a cualquiera que por su despacho pasara sin avisar.
Sofia miraba confundida a su padre, al parecer la nueva ley le imponía a la pequeña tener que estar todo el día con su progenitor, esto lo hacia con el propósito de que una conexión llegaran a formar, pero la pequeña solo con desagregado lo podía mirar.
—Te daré mas pastel a ti, ¿No es bonito? —cuestionó Marqués buscando aprobación en la niña.
—No es bonito si se lo quitas a alguien mas —respondió Sofia recordando toda la educación que había adquirido de Jorge donde los valores y el amor nunca le faltaron.
Un gesto repulsivo libero la cara del hombre, ″paciencia, paciencia″ pensó, no podía ganarse el amor que por casi 4 años se perdió.
—Te dejare las dos rebanadas de pastel, espero puedas comprender que papá hace todo por tu bien —reprendió el hombre. —Ahora subiré, tengo que presentarme con el joven del piso cuatro, espero si agradarle a él —agrego Marques en forma de despedida.
Sofia espero paciente a que el enfermero saliera de la habitación. No estaba dispuesta a quedarse sola así que con mucho cuidado la pequeña se bajo del escritorio donde estaba sentada y tomó las dos rebanas de pastel para subir tranquilamente las escaleras.
Una vez estando en la puerta del piso uno donde su madre se encontraba toco varias veces esperando una respuesta.
—Mi niña, recuerda que ahora todas las puertas tienen llave —anunció desde adentro su madre.
La pequeña dudosa siguió intentando. Tras no conseguirlo Sofia se rindió sentándose afuera de la habitación.
Una... Dos... Tres.. Cucharadas de pastel llegaron a su paladar esperando complacer con su exquisita mezcla de leche con miel. A la pequeña nada le favoreció y triste recordaba lo que le sucedió, tendría ahora que estar siempre con su papá jugando y riendo haciendo creer que siempre fueron unidos como el lápiz y papel.
Cansada de todo eso la pequeña decidió liberar sus pensamientos, se dispuso a caminar por todos los pasillos recordando un poco sus inicios de niñez.
La pequeña se miraba a ella misma como una tierna bebe recordaba como en el piso tres empezó a caminar y poco a poco en el cinco jugaba, también recordó cuando el secreto del piso siete descubrió.
Recordaba cada aventura que Jorge le contaba sus increíbles anécdotas de como sus frutos en el huerto solía cuidar.
Unas voces interrumpieron los recuerdos y la caminata de Sofia que sin darse cuenta sus pequeñas pisadas la habían llevado hacia el piso cuatro. Muy atenta la pequeña se detuvo en una puerta observando lo que sucedía dentro de ella.
Una mesa pequeña adornaba el lugar a cada extremo una silla se podía admirar en una de estas sentado estaba el enfermero Marqués en la otra un joven que Sofia jamas había visto.
El joven era flaco de aspecto pálido y sonrisa grande, sus ojos se asemejaban a dos pequeñas canicas, portaba una sudadera de color negro junto con unos pantalones azules. Sofia admiraba con cuidado ya que ese joven le recordaba mucho a Karen.
—¡Ella la mato! ¡ella lo confeso!, ¡Deben hacer algo ella esta loca! —el joven no paraba de pronunciar acusaciones contra alguien.
A este se le miraba muy nervioso y asustado al hablar
—Ella es una buena chica, ¿Estas seguro en realidad? —cuestionaba el enfermero Marqués
Sofia trataba de pegarse más a la puerta para escuchar mejor de quien se trataba su discusión.
—¡Te acabo de contar que mató a alguien! ¿Cómo puede ser una niña buena? —explicaba a la defensiva el joven
Su discusión seguía por varios minutos en los que Sofia trataba de buscar sus propias conclusiones para poder acertar de quien tanto hablaban en ese lugar.
La pequeña perdió su concentración al sentir una mano que en su hombro se poso, asustada la niña volteo para percatarse de quién estaba a su alrededor.
♦♦♦
—Tenemos que hacer algo, no podemos quedarnos de brazos cruzados —alegaba Eliza quien ya estaba recuperada de su rostro.
—No entiendo tu afán por querer salir —comentaba Ruben.
Ambos jóvenes llevaban mas de una hora discutiendo la misma situación. Eliza quería seguir buscando pistas sobre el primer asesinato además buscaba venganza por la trágica experiencia de Ruben.
El joven por su parte quería dejar las cosas como estaban, al principio pensó en venganza o en avanzar pero poco a poco sus miedos e inseguridades crecieron hasta hacer creer al chico que no era capaz de realizar tal acto y peor aun no era lo suficiente fuerte para lograr abandonar el dictamen al que había sido sometido.
—Podrías dejar las cosas como están, no entiendo tu necedad repentina por querer seguir investigando —expresó de forma negativa el joven buscando que su compañera dejara de compartir sus ideas.
—No es necedad, solo piensa de alguna manera todo tiene conexión desde la primera muerte hasta el homicidio de la jefa. Todo ¡todo! lo planeo él.
Él quería el cargo —anuncio desesperada la joven que toda la noche había buscado recabar teorías e ideas.
—Aun que así fuere, ¡no podemos salir! —replico Ruben buscando nuevamente que la chica abandonara su idea
—Debe haber otro camino, por dios es un castillo esto tiene que tener pasadizos secretos o alguna tubería grande —alarmada la joven procedió a buscar en toda la habitación lo mencionado
—¿¡Por que diablos quieres seguir con las cosas!?, No puedes solo conformarte con lo que tenemos. —Interpuso Lucia al notar tanta curiosidad en la joven
—!Lo que tenemos!, ¿Que tenemos?, comida fría una cama para cuatro un hombre que nos dispara y baños con agua fría, si claro estamos en la gloria —vociferó Eliza enojada al notar tanta negatividad de parte de sus compañeros.
—¿Que te pasa? —preguntó tranquilo el joven aparentando que de verdad le importaba lo que la chica tenía que decir.
Eliza rápidamente se soltó a llorar recordando todas las cosas que estaban pasando. En todo ese tiempo en el que había estado dentro del castillo la joven se planteaba a si misma que no seria para siempre, buscaba engañar a su cerebro de que algún día saldría incluso todas las noches descansaba pensando que en la mañana siguiente despertaría en lo que era su cómodo hogar. No soportaba la idea de que sus padres murieran y tampoco quería aceptar que se estaba convirtiendo en lo que en su pulsera estaba escrito.
Las horas que pasaban se habían vuelto días y los días semanas, temía que las semanas se convirtieran en años y que los años en décadas. Torpemente sentía que si lograba resolver el primer asesinato podría deducir cual fue la razón de su llegada al castillo ya que para Eliza una coincidencia no podría existir.
Sus ojos comenzaron a llorar y su corazón palpitaba tan rápido anunciado lo agitada que estaba, creo que muchos llamamos a esto un golpe de realidad.
Eliza no dijo nada y rápidamente se puso de pie mirando fijamente a sus dos compañeros.
—Por eso nunca han logrado salir, son tan negativos y tan ordinarios que no me extraña que terminaran de este modo— el impulso del momento no permitió que Eliza pensara sus palabras.
—Adelante busca pasadizos y pistas ve y enfrenta a Marqués. Será súper fácil llevar tu cuerpo a cremar
—anunció Lucia tratando de formar una riña
—Pueden calmarse, se supone que todos estamos del mismo lado, no podemos discutir así por que si —exclamó el joven.
—Otra vez tu, aquí no hay lados todos estamos caminando por nuestra propia cuenta cada quien se rasca con sus propias uñas y no tenemos que deber nada a nadie —comentó Lucia en un tono engreído.
En su pensamiento consideraba que ser la pareja del jefe seria una buena manera de liberarse, además miraba a sus compañeros como unas simples ratas algo no tan alejado a lo que su pareja pensaba.
—Estoy cansada de tu arrogancia, ¡hicimos muchas cosas por ti! ¡te protegimos! ¡te ayudamos!, ¡Jorge murió por tu culpa!. ¡Y tu solo has estado arruinando la vida de Ruben ! —exclamo Eliza jalando de los cabellos a Lucia.
Ambas jóvenes peleaban en el piso no había una razón aparente para que ambas llegaran a los golpes sin embargo cuando guardas en tu interior tanta rabia la simple caída de una pluma puede hacerte explotar.
Ruben las miraba gritando a cada una que pararan, el joven no podía hacer nada puesto que su mano seguía en recuperación.
De pronto una de las jóvenes impactó su espalda en el gran espejo que decoraba el lugar causando una leve grieta en el.
—¡Esperen por favor! Miren esto —anuncio asombrado el joven quien se percato de lo hueco que estaba el interior del espejo.
Ambas jóvenes se posicionaron de pie cada una mirándose con odio, Ruben quebraba los vidrios del espejo poco a poco golpeandolo con la suela de su zapato dejando al descubierto una especia de cuarto pequeño al otro lado del espejo.
—¿Todos los cuartos tiene un espejo? —preguntó sorprendida Eliza.
—El mio si contaba con uno —respondió Ruben
—Puedo decir que es lo único que teníamos en común
—agrego lucia admirando el espejo quebrado.
La joven Eliza comenzó a retirar las piezas quebradas hasta que formar un hueco de su tamaño y lista se coloco lista para pasar por adentro de este.
—No sabes que hay detrás de ahí, no puedes solo pasar como si nada —interpuso Lucia quien interrumpió su camino.
—Entonces vamos —aconsejó la joven
Lucia pensó por un momento lo que debería hacer, salir del lugar era desobedecer el plan que tenía con su pareja pero de lo contrario no podría espiar lo que tramaba Eliza.
Al final ambos jóvenes accedieron ante las plegarias de Eliza y quebrando un poco mas el espejo para facilitar el acceso a Ruben,
Una vez estando del otro lado solo se podía observar el gran espejo como una ventana en la que se podía admirar todo lo que pasaba del otro lado, el cuarto estaba completamente oscuro solo portaba tres sillas en su interior y una pequeña puerta al costado.
—¿Qué es eso? —preguntó Lucia.
—Alguien nos ha estado vigilando —afirmó Ruben quien seguía maravillado por lo descubierto.
—Eso quiere decir que lo saben todo —anunció Eliza recordando todas las platicas que había tenido con los jóvenes.
—No solo eso, esto quiero decir que ellos si sabían quien no estaba en su lugar el día del homicidio...
♦♦♦
La pequeña Sofia se percato que la enfermera Beatríz la había atrapado en su acto de espía, antes de que pudiera disculparse la joven enfermera realizó un gesto de silencio en dirección a la niña después la tomo de su mano para llevarla al otro extremo del pasillo.
—¿Que fue lo que dijeron? —cuestionó amablemente Beatríz.
—Están culpando a una chica, dicen que ella la mato —contesto la pequeña sin medir la gravedad de sus palabras.
Una angustia se percibió en el rostro de la joven que trataba de aparentar no haber entendido lo que la pequeña le decía.
Pasaron unos minutos y el joven regreso a su habitación mientras que el hombre se dirigió a las escaleras.
—¿Que es lo que harás? —preguntó nerviosa Beatríz
—Él ha confesa, el protocolo es el mismo —informo sonriente el enfermero Marquez.
—¡No puedes llevarla al pueblo ella esta enferma!, ¡No pueden hacer justicia si ella no sabia lo que estaba haciendo! —vocifero en defensa la joven
—¡Eso ya lose!, por eso sera llevara al piso ocho —exclamó el hombre ante la mujer que se había interpuesto en su camino
—¡No puedes!, la harán trizas arriba —defendió nuevamente la Joven.
La pequeña solo miraba asustada aquel enfrentamiento tratando de encontrar el nombre de quien estaban hablando.
—No es mi problema quería jugar a ser de riesgo, que sea bienvenida a la zona prohibida —volvió a exclamar el hombre jalando del brazo a Beatríz para sacarla del camino.
—Hoy en la noche quiero que vengan por ella, ¡Es una orden! —vocifero el hombre procediendo a tomar la pequeña mano de su hija. —Ya te acabaste el pastel bien, vamos abajo por helado tu no tienes nada que hacer en este sitio. —anuncio el enfermero Marqués a su pequeña niña.
Beatríz se quedo un momento en donde estaba, la rabia invadía un poco su corazón puesto que seguía creyendo que ese lugar debía curar y ayudar a los pacientes no solo tratarlos como animales.
Como ultimo recurso opto por hablar con Karen pero está no solo se negó a salir de la habitación sino que incómodamente le pedía que se fuera.
♦♦♦
Karen se encontraba en la habitación vieja junto al joven por quien se había estado arriesgando todo este tiempo, el silencio era lo único evidente en la habitación la joven sabia perfectamente lo que estaba apunto de pasar a si que rápidamente reviso todo lo que tenia a su alrededor.
La joven recordaba los dibujos con los que había llegado, ahora entendía mejor el por que de las imágenes.
″Esto le ayudara, él podrá descifrarlo él lo sabrá″ se repetía a si misma una y otra vez observando al joven.
Este no formulaba ninguna pregunta se miraba asustado y sin ganas, su cuerpo escuálido reposaba en su cama junto con una libreta y una pluma, el único recurso que tenia para desahogarse.
Susan lo miraba y poco a poco lágrimas brotaban de su interior un ultimo recurso su mano tomo para expresar en papel el sentir de su corazón.
Después dejo el papel junto a los dibujos en su escondiste, ahora entendía por que ellos nunca debieron estar juntos.
El joven la observaba buscando que ella le dijera algo pareciese que por primera vez Susan tenia una conexión verdadera con él sin necesidad de que Karen interviniera entre ellos. Era buena idea el echo de querer defenderse pero tal vez si al principio se hubiera presentado como lo que eran hubieran tenido una mejor interacción.
—Perdón —con ojos llorosos Susan comentó
El joven la miro nuevamente se notaba lo confundido que estaba ¿Pero como no estarlo? Primero se te presenta alguien como una persona bastante salvaje y después en sus ojos admiras la belleza y el arte.
Aquel joven no dijo nada solo una sonrisa le dedico esto fue suficiente para que Susan se convenciera que estaba lista para mostrarle su verdadero yo.
el reloj colocado en la pared era el único ruido que se percibía en la habitación, Karen sentía que su ser ya había muerto pues con cada tic tac se anunciaba que estaba mas cerca de su perdición.
Como era de esperarse todo termino. Interrumpieron en en el cuarto dos enfermeros dispuestos a cargar a la joven quien no opuso resistencia, solo le dedico una tierna sonrisa a su compañero.
Su sorpresa fue tan grande al admirar como el joven se interponía entre el enfermero y ella tratando de protegerla.
—Por favor, tanto tú como yo sabemos lo que está pasando, ahora solo quédate quieto, esto no tiene nada que ver contigo. —aseguró uno de los enfermeros en dirección al joven mientras sacaba a Susan de la habitación.
Karen luchaba en el interior pero Susan retenía toda adrenalina que esta pudiera generar quería evitar dañar a las personas nuevamente.
—No se la lleven por favor —suplico el joven.
Pero los hombres hicieron caso omiso y cerraron la puerta nuevamente dejando al joven nuevamente en soledad.
♦♦♦
Eliza, Ruben y Lucia se encontraban inspeccionando la pequeña habitación, la oscuridad les impedía tener una visión completa del lugar.
—No estamos haciendo nada con quedarnos aquí —comentó Eliza quien seguía buscando indicios en aquella habitación.
—Tienes razón aquí solo hay tres sillas, al parecer nosotros eramos su diversión —expresó Ruben recordando todos los ataques de rabia que había tenido por culpa de muchos enfermeros.
—¿Pero cuanto tiempo lleva esto aquí? —preguntó Lucia confundida, recordando todas las veces que marqués la engañaba para que posara justo frente al espejo.
—Lo suficiente como para escuchar todas las platicas que teníamos. —respondió Ruben intranquilo.
Eliza seguía mirando cada espacio de la pieza, posteriormente la pequeña puerta capto su atención.
Al principio pensó lo obvio que se trataba de una salida hacia el vestíbulo pero después de meditarlo un poco la apariencia de la puerta no se le hacia familiar a ninguna que estuviera ahí.
La curiosidad la venció nuevamente y cuidadosamente la puerta abrió.
—¡Ruben! ¡Lucia! ¡tienen que ver esto! —exclamó Eliza mientras admiraba otro cuarto totalmente igual al anterior al parecer ese lugar era una especie de escondite donde los enfermeros podían pasar de un lugar a otro.
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