♦20♦ cuatro contra ocho
El sol, un nuevo día anunció, María se encontraba en su despacho dando vueltas y vueltas por todo el cuarto.
—¡Ese maldito cree que puede hacer todo lo que se le venga en gana! —expresó con voz fuerte la mujer. —¡Y yo tengo que pagar los platos rotos! —nuevamente comentó dando un golpe en la mesa.
—¡Necesito al enfermero Marqués aquí! ¡Ahora! Tiene prohibido volver a subir —indicó la mujer a una de las jóvenes de limpieza.
Durante el tiempo que esto pasaba, Lucía retiraba las vendas manchadas del rostro de Eliza, al parecer la rápida curación que los jóvenes le hicieron había dado resultado, primero tuvieron que remover todos los vidrios para continuar a lavar la herida completa, por último, la enfermera Beatríz aplicó una pomada y aconsejó a sus compañeros que le colocaran un vendaje limpio para evitar que se pegue a la herida.
—¿Ya estas mejor? No puedo creer que Marqués te hiciera esto —comentó Lucía, sus ojos reflejaban decepción, todos apostarían que ese hombre era capaz de eso y más.
—Si, el dolor paso, pero tenemos que ir a ver a Jorge
—añadió preocupada la joven.
— Él estará bien, es fuerte, no creo que el animal de Marqués le ganara —expresó Rubén lavando su herida antes de que Lucía le colocara el nuevo vendaje.
—Listo, tu cortada ya no sangró y parece que está mejor —comentó Lucía dando por terminado el trabajo.
Eliza sonrió en agradecimiento a Lucía y ambas se miraron profundamente, al parecer las dos habían encontrado una persona para desahogarse.
Rubén solo las observaba orgulloso de Lucía.
″Ella aún es la mujer que un día alegraba el castillo″ pensó el joven con admiración.
♦♦♦
María caminaba apresurada con el corazón roto, la noticia a sus oídos ya había llegado, Eliza se encontraba herida y había contado todo a Beatríz, el silencio la consumía por completo, ¿Cómo explicaría todo esto? Sus ojos cristalinos estaban, en menos de un mes su tan preciado castillo se derrumbaba.
″Nunca me habían causado tanto mal los internos de este lugar ″ pensó la mujer.
—¡Estoy cansada! quiero a todos los de el cuarto dos en una sola habitación, de esta manera espero que puedas observarlos mejor Beatríz —indicó la mujer con la poca compostura que podía expresar, era difícil para ella quedarse tranquila.
—Sí señora, ahora mismo iré por Susan y bajaré a Jorge —agregó Beatríz quien trataba de seguir el paso apresurado de la mujer.
—¡No!, Jorge está muerto solo baja a Susan, yo le daré la noticia después —exclamó la mujer dirigiéndose a su despacho.
—¡¿Como puede ser posible eso?! ¡Deberían castigar al culpable como lo hicieron con el pobre de Uriel! o ¿solo por que es Marqués lo dejara hacer lo que quiera?
—indignada rezongo la joven esperando una respuesta congruente de María.
—Eso no es asunto tuyo, ¡ahora déjame en paz!
—intervino la mujer dirigiéndose a su despacho.
María no quería tomar una decisión, estaba cansada de todo lo que pasaba, aunque la principal culpable era ella por dejar que su amante tuviera tanta libertad dentro del castillo.
La mujer solo quería llenar la soledad que le dejó el amor de su vida algunos años atrás cuando se fugó con una bella joven dejando a María. Desde entonces, su único pasatiempo era atender en el castillo a dos personas que alguna vez amó, pero eso se volvía monótono, ella necesitaba sazón en su vida, solo por esa razón buscaba al enfermero Marqués para refugiar su pasión.
La enfermera Beatríz subió indignada al piso dos buscando el cuerpo de Jorge, fue tan grande su sorpresa e impotencia cuando se percató que el piso estaba limpio, no quedaba ningún rastro de vidrio roto o sangre.
—¡Ella no tiene vergüenza! ¡Es la peor! —expresó la joven con molesta mientras tomaba el libro que por años Jorge guardaba con tanto anhelo.
La joven continuó subiendo las escaleras para poder encontrar a Susan a quien no dudó en explicar todo lo sucedido y sus ligeras sospechas que tenía contra Marqués así como el encubrimiento de María.
Ambas bajaron al piso uno donde se reunieron con todos los demás. Estando todos dentro de la pequeña habitación, los cuatro se miraban uno a uno sin mencionar nada.
—¿Ahora que paso? —preguntó Rubén alterado por ver tanta gente encerrada en un solo cuarto.
—¡Han acabado con la vida de Jorge! —respondió con impotencia Susan llorando por lo sucedido y abrazando a su jirafa de felpa.
—¡¿Qué?! ¡¿Es encerio?! —preguntó Eliza aterrada por lo que había escuchado.
—¿De que otra maldita forma me hubieran cambiado con ustedes? ¡Ustedes me odian! —explicó alterada Susan mirando con odio a todos.
La pequeña Sofía miraba asombrada a todos los que adentro se encontraban, hace dos días que ella no había soltado palabras, pues su cerebro trataba de procesar la información necesaria.
—Él es bueno, la gente buena se va al cielo, ya está con su hija ¿No les alegra que por fin se encontró con ella?
—cuestionó la pequeña en dirección a la Joven, procediendo a ponerse de pie para abrazarla.
Las palabras de la pequeña resonaron en toda la habitación, en cada uno de ellos causó una impresión diferente. Rubén solo la miro sin decir palabra, Lucía trataba de perder su vista para evitar responder.
Susan lloraba tratando de verle el lado bueno a todo el asunto.
Susan tomó a la pequeña en sus brazos sintiendo una gran paz al momento de abrazarla, el legado de Jorge era protegerla y ahora Susan le juraba con su vista al cielo que ella lo haría.
—Sofía tiene razón quizás de alguna forma está por fin descansando —dijo amablemente Eliza tomando en sus brazos a la niña que había comenzado a llorar junto con Susan.
Un estruendo en la puerta se escuchó dejando ver a la joven Beatríz quien venía a verificar que todo estuviera en su lugar.
—Voy a ser franca con ustedes, la jefa no tiene el más mínimo interés en levantar papeles contra el asesinato de Jorge, es hasta capaz de seguir administrando sus papeles y llevar su acta de defunción arriba junto con los archivos perdidos —explicó la joven cuidadosamente observando a todos los del cuarto.
—¿Archivos perdidos?,¿Cómo es eso? —cuestionaron Lucía y Eliza.
—¿Son los que se encuentran en el vestíbulo? —preguntó ansiosa Eliza.
—No puedo decirte donde están, de echo no debí decir nada de esto —Menciono la enfermera antes de salir de la habitación.
Todos los jóvenes se quedaron perplejos.
—Solo viene a decirnos eso y se marcha, ¿Como puede ser tan mala! —pregunto Eliza molesta.
—Tal vez nos quiere ayudar pero no quiere que los demás se den cuenta —explico Ruben dudoso ante la molestia de Eliza.
—¿Y como espera que los encontremos?, ¿Alguien tiene idea de donde están? —cuestiono Eliza ante la suposición de Ruben,
Rápidamente Susan saco una hoja y una pluma de su jirafa de felpa, al parecer Karen había decidido salir.
Todos miraban atónitos cómo la joven buscaba recargarse en la puerta para poder escribir mejor, cuando término le entrego el papel a Eliza dejando nuevamente a Susan con ellos.
No, esos están llenos de mentiras, los archivos perdidos se encuentran arriba en el piso ocho. Por cierto odio estar aquí y no soy amiga de ninguna de ustedes.
Se podía leer en la nota.
—Gracias Karen —Eliza la miro con un gesto de agradecimiento.
—¿Por que no hablas? ¿Que no se supone que ya estaba hablando? —cuestionó Ruben quien aun no entendía del todo el comportamiento de Susan.
—Luego te explico —comento Eliza y Ruben. — ¿Pero tú cómo lo sabes? — preguntó la joven con la mirada fija en los ojos de Susan.
Susan se apresuró a sacar otro papel del peluche y nuevamente Karen comenzó a escribir.
Jorge me platico de ellos, él siempre era castigado con estar en el área prohibida, incluso me pidió que si algún día esto pasaba, serían mi única salida.
Una lágrima dejó salir su ojo por la profunda tristeza que sentía Susan en su interior.
—¿Por qué tus ojos cambian? —cuestionó Lucia confundida por ver la diferencia notoria entre ambas.
—¿Podrían dejar de preguntarle cosas sin sentido?, creí que ustedes ya habían convivido con ella —expreso Eliza irritada por la confusión de los jóvenes.
—Somos dos que vivimos en una, ¿Alguna vez alguien te ha explicado del trastorno de identidad disociativa? básicamente nosotros actuamos, hablamos y tomamos decisión cada una por su cuenta —explicó entre risas Susan.
—¿No puede salir siempre tu? —cuestionó Ruben a quien le había parecido siniestra la forma de ser de Karen.
—Yo no soy valiente, en estos momentos estoy muy dolida —contestó amablemente la joven.
Rubén observaba cuidadosamente los ojos de Susan esperando que estos se tornaran del negro que temía, aun el joven ni entendía como se podía distorsionar un cuerpo de esa manera.
—¿Entonces tu estas loca? —cuestionó el joven.
—¿Ya te diste cuenta que es este lugar? ¡oh! que sorpresa encontraste a una persona sin cordura
—comentó Susan con los ojos bien abiertos inspeccionando al joven que tenía frente a ella.
Después de analizar un rato, Eliza pensó una idea un poco rebuscada para descubrir si sus padres de verdad habían muerto como lo decían los archivos del vestíbulo, ahora solo le quedaba convencer a sus compañeros.
—¡Estoy cansada de todo esto! todos ustedes están aquí por la fuerza, los han golpeado, pisoteado y de más, solo por querer evitar la fatiga de salir, yo opino que busquemos la forma de irnos de aquí —gritó molesta la joven tratando de alentar a sus compañeros.
—Podemos buscar en los archivos que dijo Beatríz
—agregó entusiasmada Eliza.
—¿Qué pretenden que subamos por ellos? ¡Están todos locos! si claro vamos arriba a donde nos electrocutan y nos mantienen sedados con inyecciones letales. ¿Quien dice yo? —comentó sarcásticamente Lucía tratando de intimidar a los demás.
—¿Y tu como sabes lo que les hacen arriba? —cuestionó Ruben indicando.
—Marqués me lo dijo —contesto Lucia nerviosa tratando de mantenerse tranquila.
—Es la única manera, o ¿prefieres seguir en este basurero? — explicó Eliza ante la oposición de la joven.
—No es una mala idea, pero no podremos ir todos, recuerden que ya nos tienen más vigilados —agregó Ruben con un suspiró.
—¿Para que? ¿Qué ganamos con ir allí? —cuestionó nuevamente Lucía.
—Podremos de alguna forma defendernos con los documentos que dicen que guardan, además saber su propósito de tenernos en este lugar o bueno por lo menos a ustedes ¿Por que las trajeron aquí? —explicó ilusionado Rubén encontrando algo bueno en todo.
—¿Eso se significa que saldré de este lugar? —preguntó Eliza emocionada, por un momento la imagen de sus padres se formó en su memoria.
—Quizás tú sí, pero a nosotros nos ayudará para poder vivir en mejores condiciones —explicó Susan sonriendo.
—¿Que a ti no te daba miedo la noche? —pregunto Eliza extrañada.
—Y quien dijo que yo iría, Karen esta encantada por acompañarlos —respondió Susan sonriendo.
Después de seguir debatiendo un buen rato Rubén, Eliza y Karen acordaron que una vez servida la merienda, los tres subieron a buscar los archivos, todo esto a pesar de los comentarios negativos de Lucía.
Nadie sabía lo que les esperaba, lo único que ellos querían era que sus vidas en paz ya estuvieran, quizás esos archivos serían su boleto de salida.
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