♦2♦ Piso Dos
Cada día es una pesadilla de la que me
despierto cuando duermo
En el piso dos un joven de nombre Rubén mira con asombro por la ventana, este chico siempre ha tenido un gusto por observar las flores marchitas que decoran el jardin.
Todos los días a la misma hora esta puntual, es algo que lo tranquiliza ya que sabe perfectamente que de su vida nada puede cambiar. Desde esa noche en la cual llegó a este horrible lugar. Rubén
Ruben lleva diez años en este lugar desde que le fue arrebatado de las manos a mamá, por un padre ambicioso que solía todos los días embriagarse.
Solo bastaba una oferta de dinero para a su pequeño cambiar.
El pequeño poco a poco se convirtió en lo que ahora es un joven tranquilo que tiene que vivir ligado a una enfermedad llamada depresión.
El joven es tan delgado que si lo vieses en persona sentirás que con un simple rose su cuerpo se podría quebrar, su rostro tiene un peculiar color, es tan pálido como la nieve que cae en el frío invierno, sus ojos grandes son de color tan oscuro que hasta la misma noche se puede perder en ellos, también podemos observar que posee unas grandes ojeras dando a entender que no suele dormir bien, pero eso no es del todo verdad unas veces al sueño le gusta llegar pero otras su cama es la única compañía que puede esperar.
Su boca seca nos dicta que Ruben no suele comer bien. Incluso en este instante su plato de comida aún reposa en la pequeña mesa de cristal esperando impaciente a que alguien la quiera probar.
Ruben mira por la ventana buscando encontrar entre los escombros del castillo alguna cosa que lo animara, había pasado varios minutos sin que algo nuevo aconteciera.
Lo que este joven no sabe es que justo ese día algo muy peculiar iba a pasar. Ruben vio por la ventana a dos hombres entrar por aquel portón, extrañado con atención los miró, una mueca de horror en su rostro apareció cuando vio que cargaban en sus brazos a una bella joven.
—Hace mucho que no había visto a nadie nuevo llegar —con mucha intriga anunció Ruben. —Pobre… no sabe lo que le espera en este lugar —mencionó, recordando lo que había vivido en su pasado.
Tristeza, enojo e impotencia son las emociones que Ruben sentía al recordar tantos años en soledad.
De la nada una pequeña sonrisa se diviso en su rostro al recordar que no fue del todo malo su estancia ahí, pues él tenía una amiga con la cual solía jugar. Su amiga fantasma le solía llamar ya que siempre burlaba a los doctores para poderlo visitar, eran tantas charlas las que juntos podían conmemorar, hasta que un día ella sin decir palabra lo dejó de visitar agravando en él más su débil estado mental.
Un golpe en la puerta retumbo, sacando a Ruben de sus pensamientos amargos.
—Vengo a retirar la comida —la enfermera Beatríz anunció. —por favor ¿Puedo pasar? —cuestionó con paciencia.
La puerta se abrió enseguida y la mujer decepcionada el plato de sopa que aun se encontraba lleno recogió.
—Otra vez no comiste —regaño cerrando la puerta con mucho dolor.
Enseguida gemidos, gritos y sonidos diversos se escucharon. Ruben intento ignorar aunque en su ser causo un malestar.
El joven se quedo quieto por un momento nuevamente su mente se perdió entre lo que había visto hace rato
″¿Por que la traerán?, ¿ella también pertenece aquí?″ Eran preguntas que su mente maquinaba.
Un fuerte golpe se oyó retumbar, lo que causó enojo en el joven. Todos los días en el piso de arriba los golpes gritos y gemidos eran tan evidentes.
Tratando de no tomar importancia al ruido, Ruben comenzó a mirar nuevamente por la ventan. Hasta que un pequeño lloriqueo proveniente del piso de abajo se escuchó, esto causo una reacción alarmante en Ruben.
Rápidamente se puso de pie, sin pensar en consecuencias a la puerta se dirigió, por desgracia algo inusual ocurrido, la puerta no respondía.
—¡Sofía! —desesperado el joven gritó,recordando a la pequeña que vivía en el castillo.
La desesperación lo invadió y en un momento de adrenalina la puerta trato de romper, por desgracia la fuerza emitida no fue suficiente, la puerta seguía en su lugar, causando una enorme ola de agonía.
Para su salvación segundo después unos rápidos pasos el joven pudo percibir.
—¡Ya voy no te preocupes! —un voz grave en el pasillo comentó.
Un breve silencio invadió la habitación , solo se podía escuchar como el joven solloza en espera de que nada a Sofía le pasara.
Al poco rato el mismo hombre regresó dando un golpe brusco en la puerta: todo para intentar abrirla.
Por desgracia esta puerta nunca abrió, Ruben lloraba tanto que sus ojos ya se encontraban rojos.
Aunque solo habían pasado minutos, para Ruben el tiempo había sido eterno.
—¿Donde esta? —preguntó con desesperación.
—Ya está arriba. —aquella voz le contestó.
Causando paz en Ruben, quién dio un golpe a la pared, para poder sacar su frustración por no ser él quien fuera a su ayuda.
Un escalofrío repentino recorrió la piel de Ruben tras percatarse que ya conocía la voz del hombre que estaba detrás de la puerta.
Por desgracia no podía sentir empatía por él, ya que este vivía en el piso siete, «El peor de todos».
Tanto médicos como enfermeras todos rumoraban
«¡Uno de los peores! ¡Es lo más peligroso!» a todos les comentaban.
Por tal motivo Ruben se convenció de no volver a mencionar palabra. Un silencio se presentó, el hombre comenzó a sentirse incomodo ya que no hubo respuesta de su lado así que en menos de dos minutos se fue.
Ante tal acto Ruben comenzó a llorar, sus lágrimas recorrían cada contorno de su rostro.
Para un joven con depresión esa pequeña charla le causaba mucho mal, las preguntas en su mente comenzaron a llegar.
″¿Por qué no pude abrir la puerta?, ¿De verdad será muy malo el hombre? pero si dicen que él es lo peor ¿Que rayos soy yo? y ¿Por qué me ayudó?″ las preguntas impregnaron tan profundo que poco a poco sus dudas se convirtieron en insultos para él mismo.
″¡Eres tan estúpido! ¡Eres lo peor!″ pensaba repitidiendose las mismas palabras.
En el vacío de su corazón Ruben se sentía tan miserable, creía que todo lo que había vivido era por su culpa y lo merecía.
Para muchos esto puede ser una exageración ¿Quien llora por un encuentro?, pero cuando una enfermedad como la depresión te consume por completo es como un fuego abrazador que poco a poco va destruyendo todo tu interior hasta llegar a tu alma.
Era tanta la presión y el odio que recorría cada centímetro en el cuerpo de Ruben que comenzó a tirar toda cosa que tenía a su paso: incluyendo la pequeña mesa de vidrio que estaba en la habitación.
Segado por el dolor y la duda Ruben tomo la mesa y la arrojo al piso causando que esta se rompiera dejando pedazos pequeños.
El golpe fue tan fuerte que el propio suelo retumbó.
—¡Por favor deja de golpear el techo —suplico una voz proveniente de abajo.
—Lo vas a tirar —agrego la misma voz en tono asustado.
Rubén se tranquilizó por un momento, esa voz era desconocida para él: nunca la había escuchado en todo el tiempo que ha estado en este lugar.
Buscando una respuesta rápida su mente recordó a la joven que los hombres cargaban.
—¡¿Y tú quién eres para mandarme?! —contesto abrumado Ruben.
Al sentirse culpable por haber causado tanto escandalo Ruben tomo una escoba que se encontraba alado de su cama junto con un recogedor.
Cuidadosamente barrio los vidrios quebrados que estaban tirados por todo el cuarto. Después se dispuso a acomodar las cosas que había tirado en sus arranques de irá.
—¡Todo es tu culpa!, ¡siempre haces todo mal! —se reprendía constantemente el joven.
Perdido en sus pensamientos, Ruben no se había percato que al momento de su acomodo estaba haciendo mucho ruido, incluso mas que el anterior.
Decepcionado por el mismo, el joven se coloco nuevamente en la ventana estaba cansado de que su enojo y frustración siempre lo traicionaran.
Lágrimas nuevamente comenzaron a salir de sus ojos, los pensamientos y el poco amor que se tenia era suficiente para que volviera a recaer.
En todo el trascurso de su amarga vida nunca pasaba nada interesante, algo que volviera a encender la poca chispa de su existencia, el tiempo era tan monótono, el silencio siempre estaba presente.
Las plegarias de los enfermeros por que saliera un rato eran las mismas de todos los días, el desayuno, la merienda y estar en la ventana ya era algo normal.
Ruben sentía que nunca saldría de su soledad, ya no le importaba estar vivo o cada día despertar.
Nuevamente sus pensamientos se lo llevaron, parece que solo han pasado minutos, pero en realidad la noche ya esta apunto de llegar.
Ruben se recostó en su cama mirando al techo, posteriormente admiro la pulcera verde que hace años colocaron en su mano, en la descripción de esta se leía algo que lo había dejado marcado por varios años depresión P-34
Dos palabras que se leen tan fácil pero que conllevan mucho peso a la hora de actuar.
Sus ojos comenzaron a cerrarse, dando señal de lo cansado que se sentia cuando menos lo espero en cuestión de segundos en un profundo sueño cayó dejando todo lo anterior en el olvido.
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