♦17♦ Çulpando a Uriel
Una nueva carta había llegado al manicomio, María la sostenía con gran nerviosismo, su contenido se resumía en que el pueblo estaba enfadado y debían entregar al culpable rápido o ellos mismo invadirán el castillo; gotas de sudor estaban en su frente y el aliento agitado era muy evidente.
″¿Debería entregar a Jorge, o puedo culpar a Uriel?″ la mujer se preguntaba.
Parecía que el trato con Eliza no había dado los frutos que ella esperaba, estaba tan perdida en lo más recóndito de sus pensamientos que no se percató de que una enfermera a su oficina entraba.
—Señora buenos días, ¿Puedo contarle algo? es de suma importancia y creo que debería saberlo —confesó cordialmente mientras tomaba asiento la enfermera Beatriz.
—¡Oh! Claro puedes contarme, pero puedes hacerlo rápido, necesito terminar unas cosas —espondió la mujer quien trataba de tranquilizar su mano temblorosa.
—Hoy en la mañana cuando realizaba la entrega del desayuno para los inquilinos del piso dos, al entrar, encontré a Uriel en el suelo, estaba atado con uno de los listones de Susan y su vista estaba perdida, me pareció extraño ya que el enfermero Marqués afirma que le dio su medicamento en la tarde, creo que ya no le está funcionando, lo peor de todo fue cuando quise preguntar qué estaba pasando y ninguno de los tres me prestó atención —informo cada detalle la joven enfermera quien no paraba de mirar con cierta extrañeza la mano de María.
La mujer llevó una mano a su frente en señal de vergüenza.
—Solo incrementa la dosis, ¡¿para estas cosas me haces perder el tiempo?! —alegó la mujer enojada. —En unos minutos subiré a ver qué pasa —agregó para intentar ablandar la situación.
—Pero, señora no cree que es mejor investigar que tiene el paciente, ustedes siempre quiere arreglar todo con un incremento de dosis, ¿No se supone que nosotros debemos de ayudarlos? —cuestionó alarmada la joven.
—Cuando tu seas la jefa de este lugar, intenta ayudar a todos los que quieras, pero en este momento, ¿Quién es tu jefa? ¿A quien debes obedecer? ¡Incrementa la dosis! y por favor ¡Sal de aquí! —indignada exclamó la mujer quien no podía creer que una de sus trabajadoras la estuviera retando.
La enfermera Beatríz salio molesta de la habitación hasta llegar al centro del vestíbulo. La enferma se encontraba indignada, aquella plática no había dado los resultados que ella esperaba, tratando de olvidar lo ocurrido, Beatríz decidió seguir con su tarea de repartir desayunos confiando un poco en que su jefa solucionaría el problema.
En el piso dos, Uriel lloraba suplicando perdón a sus compañeros.
—¡Yo no quise! ¡Fue la sombra! ¡Fue la sombra! —repetía consecutivamente como plegaria, el joven tenía miedo que alguno de ellos fuera capaz de lastimarlo.
—Tranquilo deja te ayudo —comentó Susan, quien con mucho cuidado cortaba el listón con el que lo habían amarrado, asimismo trataba de calmar al joven desesperado.
—Yo no quiero lastimar, mi intención no era lastimar, yo nunca quise...
Susan llevó ambas manos al rostro del joven mientras masajeaba constantemente sus mejillas.
—Ya te dije que no importa, ahora cálmate por favor, necesito hacerte unas preguntas, tienes que decirme la verdad por que de eso depende lo que te pase, ¿Entendido? —explicó con toda la precisión posible la joven.
Susan quería ganar confianza del chico debido a que después de lo ocurrido en la mañana sabía que le quedaba poco tiempo para que la enfermera le hiciera llegar el rumor a la jefa María.
—¿Qué es lo que ves? ¿Que sombra? ¿Tú estuviste el día del asesinato?— preguntaba Susan lo más paciente posible.
—¡Esto es inútil!, ¡Es esquizofrénico, obvio no vio nada!
—exclamó en oposición Jorge, quien miraba a ambos con total desagrado.
—¿No eres tú mismo el que dice que dejemos de llevarnos por lo las apariencias? —enfrentó la joven indignada.
—¡Es esquizofrénico! ¡Está medicado! ¿Que esperas que te diga? —alegó nuevamente el hombre.
—¡Yo no estoy loco! ¡Yo la veía como ella lo apuñalaba y luego se reía! —los ojos de Uriel se abrían conforme contaba las cosas.
—¿Como sabes que fue apuñalado? ¿Tú estuviste ahí?
—cuestionó alarmado Jorge sacudiendo de los hombros al joven.
La desesperación se notaba sobre el rostro pálido del joven, esto comenzaba a incomodar a Jorge, de pronto en su memoria el hombre recordó que el día del fallecimiento, el cuarto dos del piso cinco se encontraba totalmente vacío, al principio, aquello le parecía algo inofensivo pero al escuchar las palabras del joven, su instinto se alarmó por completo.
—¿Tu lo mataste no es así? —interrogó fríamente Jorge.
—Yo, yo...
—¿Quien mato a quién? —interrumpió María desde la puerta donde observaba a cada uno de los pacientes.
Los tres se quedaron perplejos buscando entre las miradas de sus compañeros que alguien tuviera el valor de contestar, el cuarto se tornó frío, el tiempo parecía haberse detenido y ninguno podía tener respuesta alguna de la pregunta.
—¿Podrían decirme que pasa? —nuevamente preguntó la mujer esperado la mínima palabra.
Los tres chicos trataban de formular una respuesta coherente a lo acontecido, pero ninguno de ellos se animaba a hablar, no porque tuvieran miedo, es solo que querían ellos mismos investigar por su cuenta, si en los enfermeros nunca confiaban cuanto menos en la jefa de todos ellos.
—¿No me dirán de qué estaban hablando? bien entonces creo que debo hacer que hablen a mi manera —afirmó de forma engreída la mujer.
—Para empezar, Susan hoy no podrás subir, ¡Si! ya me dijeron que tienes algo que me pertenece, jamás creí que una joven tan noble como tu fuera una ladrona —agregó soberbiamente la mujer.
Los ojos de la joven se perdieron en el aura pues las últimas palabras no le habían gustado del todo a Karen.
—¡Ja! Hasta que te dignas a mirarme, tiene mucho tiempo que nosotras no nos cruzamos y Uriel, creó que no te es suficiente el medicamento, ya me dijeron que sigues teniendo ataques, ¿Que te parece una descarga como la vez anterior? podría funcionar para que te tranquilicen, pero Jorge tu no te quedas atrás ¿Qué pensaría la pequeña Sofía si le contamos que su gran amigo está acogiendo a la persona que asesinó al recepcionista? recuerda cuánto lo quería —comentaba poco a poco señalando a uno por uno con alto desprecio en sus ojos.
Karen estaba dispuesta a herir a la mujer sin importar las consecuencias, pero Jorge trataba de tranquilizar la situación, Uriel solo lloraba y golpeaba su cabeza una y otra vez esperando que ese momento solo fuera alguna de sus tantas alucinaciones que tiene al día.
—Suficiente Llevenselo —gritó María a los demás enfermeros que aguardaban afuera del cuarto.
Quienes después se preparaban para tomar de los brazos a Uriel, el joven solo suplicaba a sus compañeros que no permitieran dicho acto.
—¡Déjalo ya! ¡Ya! —gritaba Karen quien sujetaba con fuerza uno de sus brazos.
Jorge observaba aquella escena apretando su mano tan fuerte que las uñas comenzaban a dejar marcas en su palma, buscando un lugar para poder sacar la adrenalina que recorría su cuerpo, sabía que cualquier cosa que hiciera podría causarle el castigo en la zona roja.
—Depresión Mató al chico del vestíbulo, Uriel lo vio
—eran las únicas palabras que en ese momento se le ocurrieron para salvar al joven.
—Dejenlo —ordenó con una sonrisa la enfermera Maria.
—¿Y que hacía esquizofrenia afuera? —cuestionó la mujer incrédula de la explicación.
—La puerta estaba abierta —agregó el joven tirado en el piso.
—¡La puerta! —exclamó arrogante la mujer. —¿Quien te dio tu medicina ese día en la tarde? —preguntó buscando la lógica en lo que le decían.
—No se, ¡yo no se! —gritó desconsolado buscando que lo dejaran postrarse en su tan preciada esquina.
Las palabras de aquel hombre no sonaban nada congruentes pero podrían tener algún sentido.
″Mañana preguntare quien fue la que le dio sus medicamentos a Uriel ese día″ pensó la mujer.
Toda la historia sonaba tan rara e incongruente, pero en este punto las cosas ya no podían ponerse peor para ella, todo esto mezclado con que debía apurarse a encontrar al culpable, a si que la mujer no quería desperdiciar dicha oportunidad que se le había puesto como anillo al dedo.
—Bien te creo, mañana deberás traer a Ruben, lo prepararemos para llevarlo con el pueblo —comentó la mujer con una sonrisa.
Jorge movió su cabeza en señal de que afirmaba dicha orden.
Una vez terminada su discusión, María se aproximó a la salida en donde cerró la puerta con llave, procurando que ninguno de los tres pudiera salir por lo menos ese día.
—No quiero que nadie abra la puerta, tengo que hablar primero con el joven del piso cuatro, y veremos cómo soluciono mis cosas, ¿entendido? —ordenó la mujer a los enfermeros que la acompañaban.
En el interior se la habitación las tres personas se miraban una a otra buscando quien dijera la primera palabra.
—¿Si llevaras a Ruben? —preguntó Karen incrédula.
—Claro que no, solo necesitaba tiempo, creo que lo correcto sería ir mañana y hablar con ellos, debemos hacer algo o sino uno de nosotros morirá —explicó el hombre con lo poco de calma que le quedaba.
Una risa burlona salió de los labios de la joven.
—¿Hablar con ellos? ¿Con quienes crees que estás tratando? no somos un equipo, nadie te hará caso, incluso, te apuesto que cada uno vendería al otro sin pensarlo —afirmó Karen en una forma bastante arrogante.
El hombre miró firmemente a la joven.
—No somos amigos, pero si no quieres que esa mujer haga lo que quiera con nosotros debemos por lo menos intentar ganarle —explico Jorge.
Karen negaba con la cabeza tras escuchar la explicación que daba el hombre.
—Esto no saldrá como tu piensas, por eso mañana mientras tu armas tu jueguito de niños, yo iré nuevamente arriba a donde pertenezco, no creas que no se que todo esto lo haces por Sofía —comentó la joven que no sentía ningún tipo de inquietud por lo que fuese a pasar.
—Como quieras, y claro que lo hago por ella, ¿por quien más metería las manos al fuego en este lugar? —contestó el hombre molesto por la declaración anterior.
Ambos decidieron quedarse callados, ese día sería el más largo de sus vidas, empezando por que una vez más Susan no podría mirar los ojos de la persona que recién la conoció.
Los tres se quedaron nuevamente cada uno en su lugar, las palabras no salían, pero sus pensamientos colapsados estaban.
El hombre se sentía culpable por lo que anteriormente había declarado, sin embargo sabía que obviamente no sería capaz de entregar a un joven.
—Primero me entrego yo —afirmó el sujeto, ya había pasado por el odio del pueblo y no le importaría morir en el lugar donde alguna vez fue feliz.
Aunque su afirmación fue obstruida por el recuerdo de la pequeña que aún lo necesita.
—con él estará a salvo, se ve que la quiere —confesó pensando en el joven Ruben y en cómo ese día hasta quería romper la puerta para ir en busca de ella.
El día pasó nuevamente como la lluvia al caer, la comida llegó, luego la merienda y en un abrir y cerrar de ojos, la noche ya estaba presente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro