♦15♦ Un encuentro emotivo
Extrañar a alguien es el peor sentimiento que una persona puede tener, Susan lo sabía, toda su estancia en el castillo era envuelto en este pequeño sentir, día y noche junto con Karen se preguntaba si algún día podría volver a mirar el rostro de la persona que alguna vez amó.
Lo único que le preocupaba es que el sujeto que tanto extrañaba solo la viera a ella como algo efímero. Karen no consiguió dormir esa noche, sentada en la esquina de la habitación pensaba en lo cerca que estaba de poder verlo.
Jorge se despertó, su sueño era tan ligero que incluso una pluma puede ponerle fin.
—¿Sigues despierta pequeña? —preguntó el hombre dispuesto a entablar con ella una conversación.
Karen lo miró con una cascada en sus ojos era la primera vez en mucho tiempo que lloraba tanto, Jorge se acercó a ella y la cubrió con un manta.
—Esta noche es muy fría, debes cobijarte, no quiero que te enfermes, recuerda que en este lugar a nadie le importa tu bienestar —ambos se miraron y Karen se recostó en sus brazos, tenía tanta suerte que un amigo se preocupara por ella.
—¡Ah! ¡Dolor! ¡Mi mente! —Uriel volteo su cuerpo mientras gritaba.
Sus manos trataban de calmar el dolor de su cabeza, su mirada buscaba frenéticamente.
—¡la sombra!— gritó señalando por todos lados, queriendo atrapar como cazador furtivo a su presa.
Jorge trató de calmarlo usando su fuerza pero sin lastimarlo, Uriel empujó a Jorge lanzándolo a la cama, aquel joven corría por todo el cuarto.
—¡La sombra! ¡Ella, ella lo mató! —titubeo Uriel señalando a la nada.
Karen se abalanzo encima de él.
—¡Debes quedarte quieto! —mando la joven.
Después con fuerza tomó un listón de su cabello con el cual Susan solía peinarse y amarró las manos de Uriel.
—¡Por favor! ¡metal no! —vociferó el joven moviendo su cabeza de un lado a otro, Karen solo podía mirarlo incrédula.
—Jorge, ¿Qué le pasa? —preguntó la joven mientras sostenía al joven de sus pies.
Jorge no entendía lo que estaba pasando, como método de defensa solo logró plantar en la cabeza de Uriel un puñetazo de tal magnitud que lo dejó inconsciente.
—Debemos llamar a los enfermeros —comentó Karen, quien estaba agitada por el momento.
—Ellos fueron los que lo pusieron de esta manera, no podemos fiarnos de ninguno —aclaró el hombre.
Ambos procedieron a colocar el cuerpo en su esquina de la habitación, con la esperanza de que si este despertaré no recordara nada de lo anterior.
—Tenemos que dormir ya —exclamó el hombre.
Karen afirmó con su cabeza levantando la manta en el piso y dirigiéndose a la cama, Jorge se recostó en el otro extremo de la cama, ambos se taparon con sus respectivas mantas para poder pasar el resto de la noche, querían que fuera lo más común para no levantar sospechas.
A la mañana siguiente el joven Ruben despertó gracias a los pequeños ruidos que la brisa hacía en la ventana, asombrado por ser el primero en ponerse de pie, se tomó un momento para admirar a Lucía.
″¡Eres muy poco para ella!″ una voz en su mente exclamó, quizás la voz de la humillación, la que nos aconseja a todos que no somos capaces, que no podemos hacer algo o que no valemos nada, a esa voz se le considera la baja autoestima o el inicio de la depresión.
Ruben sentía una cálida brisa en su piel, el sol nunca le gusto, pero verlo de vez en cuando era algo que le atraía.
Eliza fue la segunda en despertarse.
—Buenos días —saludó educadamente Ruben.
La joven le devolvió una sonrisa pero se desvaneció rápido de su rostro cuando recordó que aún le quedaba algo por hacer.
Eliza se puso rápidamente de pie buscando por su lado de la cama, la llave, al encontrarla una sonrisa volvió a asomarse, esta vez no quería subir sola, tenía miedo de volver a salir lastimada, ya que aun no entendía el carácter de la chica de arriba.
—Ven, debemos ir arriba —comentó Eliza mientras agarraba a Ruben de su brazo.
El joven solo la siguió sin oponerse, en su mente vio una oportunidad para poder interactuar con alguien.
Ambos subieron nuevamente hacia el piso de arriba donde esta vez, por respeto, tocaron la puerta. Jorge les abrió la puerta con una sonrisa y Ruben solo lo miro asustado.
—¿Ahora que paso? la última vez que viniste creí que ya no volverías, eres una chica muy testaruda he
—comentó Jorge mientras señalaba a Eliza.
—¿La última vez? —cuestionó Ruben sorprendido.
Eliza solo ignoró la pregunta y se aproximo a entrar en la habitación pasando a Jorge.
—Susan, Susan despierta, ya tengo la llave —Eliza movía de un lado a otro a la joven que se encontraba aún dormida en la cama.
Susan despertó mirándola con los ojos entrecerrados.
—¿Llave? —cuestionó Susan.
Solo falto decir eso para que de inmediato sus ojos cambiaran, Eliza sorprendida se movió un poco atrás una parte de esa chica aun le causaba algo de miedo.
—¡Damela! —exclamó Karen mientras arrebataba la llave de su mano.
Jorge entró al cuarto junto con Rubén y ambos miraron a las chicas algo confundidos, Karen abrazo a Jorge y eso bastó para que el hombre entendiera lo que estaba pasando, por su parte Rubén no paraba de mirar atónito al joven que estaba reposando en la esquina.
—¿Y ese quien es? —cuestiono Ruben señalando a Uriel.
Karen y Jorge se miraron esperando que alguno de los dos diera una respuesta.
—Se llama Uriel, y tiene esquizofrenia —aclaró Karen al chico.
Rubén lo miró con más detenimiento buscando encontrar algo que lo hiciera peligroso.
—¿Y por que esta tirado en el suelo? —cuestionó el joven arqueando una ceja.
Eliza se percató de lo incómodo del momento y aunque ella también sentía curiosidad prefirió tomar de la mano a Rubén para salir los dos del lugar.
—Regresemos abajo, no te recomendaría hablar con ellos —explicó Eliza.
—¿Por qué no?,no eres tu la que ya ha venido muchas veces, Lucía tiene razón ¿Por que te dejan salir siempre? ¿De verdad te trajeron a la fuerza? ¿O solo eres parte de ellos? —empezó a gritar por todo el pasillo Ruben encarando a Eliza y señalándole de manera repulsiva y grosera.
Eliza jamás pensó que Rubén tuviera esa reacción para ella, un lágrima se dejó mirar por uno de sus ojos, la joven pensaba que quizás él sería su único amigo del lugar, todo eso lo concluyó por que era la persona quien primero le hablo y con quien compartía miradas.
—¿Que me ves ahora? ¿Por qué estás llorando? —gritó nuevamente Ruben.
Eliza se molesto por la reacción tan impulsiva que estaba teniendo el joven.
—Sabes por que puedo salir, fácil, por que no estoy loca, como toda la bola de personas que viven aquí, María me dejará salir si logró encontrar al safado que mató al joven del vestíbulo, por eso mismo subo constantemente y me salgo a la hora que yo quiero, ¡Soy la única normal! —respondió enojada la joven.
Ante tal confesión el joven retrocedió unos pasos.
—Tu nos estas cazando, nos traicionaste —confirmó espantado Ruben tratando de moderar su respiración y el sonido de sus palabras.
Ruben no podía controlar la situación o bueno no se sentía capaz de hacerlo, sentía que era la peor persona del mundo y que se merecía ser usado por las demás personas, las lágrimas comenzaron a salir, dejando como única salida la de huir y así fué, el joven salió corriendo en busca de un consuelo, ya sea humano o en el cielo.
Eliza se tranquilizo, no podía dejar que la vieran llorar y tampoco entendía el dolor que sentía en su pecho.
″Solo es un loco mas″ en su mente se tranquilizaba tratando de olvidar lo que pasaba.
♦♦♦
Mientras todo el alboroto pasaba, en el cuarto dos del piso dos Karen y Susan discutían sentadas en la cama con la pluma y papel de siempre.
Debes verlo tu, tu eres la persona mas linda que
conozco, él jamás te haría daño.
Escribió Karen en un papel, cuando Susan lo leyó una sonrisa dibujó en su rostro.
—No, debes verlo tu, si es peligroso podremos defendernos —explicó Karen al aire.
No, tu debes verlo, él no es peligroso, yo si, además tu eres la principal.
—No, yo no soy la principal, recuerda tu me dijiste que yo era el recuerdo —respondió Susan tratando de animar a Karen.
Eliza dice que según si tienen registros tuyos, ahora estoy confundida.
Susan leía el papel nuevamente, pasaron horas discutiendo cada una defendiendo su propia postura, Jorge las miraba entre risas.
—Chicas, se les olvido lo mas importante, no importa quien lo vea, lo importante es que lo verán —mencionó el hombre abrazando a la joven. —las amará, al principio le costará entender, pero después las amara —concluyó el joven dando un pequeño beso en la frente a la joven.
Susan miró por un momento las cosas que habían traído de ella, un chaleco amarillo se asomaba entre su ropa.
—Bien, Karen tu entraras primero, él debe aceptar primero lo más peligroso de mi, para después conocer la parte más bondadosa de mi, tomaré ese chaleco. Guardaremos las llaves la pluma y el papel ahí, también llevaremos los dibujos, eso nos ayudará por si él no nos quiere —mencionó Susan secando una pequeña lágrima que había brotado de su ojo tras decir lo último.
—Solo ten cuidado —exclamo Jorge un poco preocupado. —Y Karen no debes creer todo lo que Eliza dice, a ella le falta mucho por comprender. —agrego el hombre.
Dando un último abrazo a Jorge, Susan se dispuso a salir de la habitación. El pasillo estaba en silencio, solo se apreciaba el latir de su corazón. Subió las escaleras poco a poco fijándose de que no pasara nadie, no era seguro que los enfermeros la vieran rondando por los pasillos. Una vez llegando a la puerta su respiración se agito, el corazón latía muy fuerte, sentía como cada parte de su cuerpo se funcionaba sacando adrenalina.
—Karen te toca, por favor —demando Susan temblando por lo nerviosa que estaba.
Los ojos de Susan cambiaron a su vista perdida. Karen se admiraba de lo que tenía enfrente, pero antes de poder abrir la puerta sintió un pequeño toque en su hombro, un escalofrío recorrió su piel sentía su final venir.
—¿Tu le darás de comer el día de hoy? —preguntó un enfermero alto y delgado que pasaba por ahí. —Es que me tengo que ir temprano, una emergencia paso en el pueblo y necesitan ayuda —comentó el joven quien sostenía una pequeña bandeja solo con un plato de sopa.
Karen lo miro profundamente la joven odiaba hablar y no podía responder. rápidamente sus ojos y manos comenzaron a cambiar Susan salio para enfrentar dulcemente la situación.
—Si, yo le serviré hoy —convencida comentó la joven, tomando la bandeja se comida.
El muchacho sonrió y se despidió cordialmente dejando la bandeja de comida en sus manos.
Karen volvió a tomar el control del suceso y un suspiro salió de su boca.
″Que asco, solo le sirven sopa, luego le traigo pastel″ pensó la joven.
Dejando la bandeja en cuarto de alado. Poco tiempo después Karen ya estaba preparada para entrar. Saco las llaves de su bolsillo y con mucha calma logro abrir el picaporte para así recorrer la puerta y poco a poco entrar sin hacer mucho ruido. Una vez estando en el interior de la habitación posteriormente cerró la puerta de golpe guardando el secreto en su interior.
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