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♦14♦ Susan o Karen ¿Quien sera?

El sol apenas estaba llegando a su lugar en el cielo cuando el enfermero Marqués paseaba tranquilamente por los pasillos del piso cuatro, uno de los pisos más calmados del castillo, nadie tenía la dicha de salir de ese lugar, todos los pacientes estaban privados de su libertad, algunos por cuenta propia como acumulación y ansiedad, pero había uno en especial que no podía salir solo por el capricho de la jefa, se trata del paciente 45.

El enfermero estaba nervioso, se percibía en su respirar y en cómo sus manos comenzaron a sudar, llevaba otra ropa y su rostro cubierto, todo era por seguridad pues no tenía idea de lo que podría haber detrás de aquella puerta a la que sólo María tenía acceso. Las llaves en sus bolsillos sonaban cual campanas tintineantes esperando con ansias la hora de su actuación.

Miró ansioso la puerta y empezó a abrir, tal fue su sorpresa al encontrar un chico dormido en la vieja cama, no parecía algo peligroso y muy calmado le hablo para poder sacarlo de ahí, a partir de ese momento su trabajo fue fácil, sacar al joven de su cuarto y llevarlo a pasear un rato en las afueras del castillo siguiendo las indicaciones de María, la cual no quería que deambulara por los pasillos, de este modo sería más fácil convencer al joven de que nunca salió, también la mujer quería evitar que interactuara con los demás.

Eliza estaba impaciente, quería ir ya a investigar, los nervios la carcomía sin pensar, ayer el enfermero enfrente de los demás le había indicado que podía ir a ″revisión″ una vez que el sol estuviera en su punto.

Todos los de la habitación notaron algo raro en ella, y no entendían por que solo la nueva podía salir tan fácil.

—No te parece extraño que tengas que salir siempre
—comentó con sospecha Lucía quien se encontraba más recuperada y reposando en la cama-

— Ya te dije que me sacaran a revisión —intentó defenderse Eliza.

— Mis revisiones las hacen aquí mismo —atacó nuevamente Lucia.

—Disculpa yo no te pregunte el por que de tu sangrado de ayer, ¿Tú podrías no meterte en mi vida por favor?
—cuestionó la joven a la defensiva.

Lucía bajo la mirada y una diminuta lágrima delató su dolor, prefería dejar por la paz la plática.

Rubén no paraba de mirar a Lucía recordando lo que había pasado ayer, los gritos de dolor eran insoportables, la imagen viva de cómo la enfermera curaba a la joven venía a su mente una y otra vez, no podía creer que alguien fuera tan animal para dejar a una mujer en esas condiciones.

—¿Ya estas mejor? —preguntó el joven con una sonrisa.

—Sí, gracias —respondió la joven dando vuelta a su cuerpo para mirar a la pared.

La vergüenza que sentía lucia era evidente, no quería que la vieran como alguien débil ella, debía demostrar que era una mujer fuerte, otro grave error ya que todos en nuestras vidas merecemos un poco de compasión.

El sol por fin a su punto llegó, anunciando la salida de Eliza, la cual solo espero unos segundos para decir adiós al cuarto, esta vez no se llevó a Sofía pues la pequeña quería quedarse a cuidar a su madre.

Eliza subió las escaleras hasta el piso cuatro, donde sigilosamente se escabulló por las diversas habitaciones ¿Pero como saber cual era la correcta? fácil la única que estaba abierta.

Entrando poco a poco la desilusión llegó a los ojos de Eliza, en el cuarto solo estaba una vieja cama, un espejo y cajas, un poco confundida, a las cajas se dirigió esperando encontrar algo interesante, pero solo hallo hojas de papel que no anunciaban nada, en la cama, un viejo diario reposaba, Eliza no espero y en segundos lo abrió, pero solo encontró dos hojas donde lo más interesante eran preguntas tan tontas como ¿Quien soy? Y ¿Donde estoy? un suspiro decepcionante salió de su boca.

—Parece que esta persona tampoco sabe su ubicación —enojada salió de la habitación, tanto fue su espera y tan grande su decepción.

—No me quedaré sin nada de información, si tanto es su unión, hablaré con Susan sobre esta situación —dijo para sí misma la joven.

Eliza bajo hasta el piso dos donde se encontraban los demás, la puerta cerrada con candado encontró, poco a poco desenvolvió las llaves que le fueron entregadas, ya que las tenia muy bien guardadas, abrió aquella puerta y miro su interior percatandose de que todos dormía en la habitación.

—¡Que solo saben dormir! —exclamó con único propósito de despertar a todos.

De un pequeño salto Susan se puso rápidamente de pie.

—¡Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? ¡Ayuda! —gritó frenéticamente Susan tratando de despertar a Jorge y Uriel.

Eliza la tomó de los hombros tratando de tranquilizarla, con fuerza la saco de la habitación, fue tan fácil controlarla, Eliza no podía creer que una persona tan débil fuera considerada peligrosa.

Susan se movía frenéticamente causando una molestia en Eliza quien ya estaba irritada por la anterior decepción.

—¡Callate! necesito hablar contigo —dijo la joven dando una cachetada a su rostro.

Susan le miró con su mano sobre su rostro.
—Tú no sabes con quién te metes, le hablare a Karen y ella te hará polvo —bufo molesta la joven.

Eliza solo podía mirar a una niña malcriada, no podía tomar en serio su amenaza.

—Necesito saber ¿Quien es la persona que llegó contigo aquí? es todo, dime y te podrás ir a jugar con tus animalitos al país de nunca jamás —con burla comentó  Eliza mientras movía sus manos.

Susan la miro por unos momentos y la furia invadió cada parte de ella misma, sus manos comenzaron a sudar, sus ojos cambiaban y su vista se perdía, su risa cada vez se hacia mas grande, en cuestión de segundos una patada en el rostro Eliza recibió, fue tanta la fuerza que la nariz le sangró.

—¡Vuelves a gritarle a Susan, y morirás! ¿Quien te crees que eres para tratarnos así? —un nuevo golpe en su rostro se precipitó antes de que Eliza pudiera responder.

—¡Karen basta! —gritó Jorge corriendo para levantar a Eliza.

Karen respiraba agitada y en sus ojos las lágrimas brotaban, ella no quería hacerle daño a nadie pero tampoco soportaba que se metieran con su otra parte.

Jorge levanto a Eliza y la colocó en la cama, tomando un trapo viejo detuvo el sangrado de su nariz, Eliza no podía creer lo que había pasado.

—Perdón, no quería ser grosera —entre sollozos comento Eliza.

Karen no menciono ninguna palabra, pero sus ojos lo decían todo.

—No debes ser grosera con las personas y menos si están en este piso, ¿Qué era lo que esperabas? ¿Qué buscas? ¿Quieres morir? —cuestionó el hombre.

—Solo quería saber ¿Por qué no hay registros de ella? Y ¿Quién llegó con ella? —comentó la joven más calmada y con un poco de miedo.

—No hay registros de Susan, por que ella no existe —Bufo Karen molesta.

Sus palabras extrañaron aun mas a Eliza.

—Estas equivocada si hay registros de Susan, de quien no hay registros es de ti —explicó la joven enojada.

Las palabras de Eliza alteraron mucho a Karen, quien ya la miraba con odio.

Jorge solo trataba de calmarla.
—¿Para que necesitas eso? —cuestionó nuevamente el hombre.

—Estoy buscando al culpable de la muerte del joven de recepción, y mi principal sospechosa es ella, bien si no me quieren decir, entonces ahora mismo le diré a Maria, que esta loca no solo me rompió la cara sino que ella mató al joven —amenazó con poder la joven.

Karen se alteró a tal grado que tuvo que pegarle a un mueble de la habitación, por un momento Jorge se apartó y llevó a Karen consigo afuera.

Eliza solo observo como los dos discutían al respecto, después el hombre saco una pluma y papel de su bolsillo para que la joven pudiera escribir.

Recargada en la paren Karen escribía de forma brusca y bastante molesta por todo.

Al poco rato ambos volvieron a entrar, un papel fue entregado a Eliza.

Yo no maté a nadie, no me gusta lastimar a la gente pero tampoco soporto que la gente me lastime a mi, en cuanto a la persona es un joven pero yo no puedo verlo, desde que llegamos nos separaron y él nunca ha salido de su habitación, no puedo ayudarte lo siento.

Posdata: No me gusta hablar con las personas por eso te escribo esto, además yo si existo deja de mentir.

Eliza leyó extrañada cada palabra que estaba en el papel y se percató que de verdad eran dos personas completamente diferentes con las que estaba tratando.

—¿Por que no te gusta hablar? —pregunto curiosa.

Karen realizo un gesto de negación y luego levanto su sedo en señal de silencio.

—Solo habla con quien quiere, y no todos tienen ese privilegió —contesto Jorge. —No encontraras nada respecto al joven de la habitación dos del piso cuatro, él no puede salir y menos nosotros podemos entrar —agrego el hombre.

—Pero hoy salió de su habitación —contestó la joven extrañada.

Los ojos de Karen se iluminaron, por un momento, después de mucho tiempo volvería a ver a la persona que tanto quería rápidamente la joven arrebato el papel de las manos de Eliza para escribir.

Llevame era la única palabra que se podía leer en el papel. 

Aunque al principio la joven lo dudo termino por aceptar ya que era lo menos que podía hacer por el mal momento.

Mientras tanto, el enfermero Marqués llegaba con el joven para volverlo a encerrar en dicha habitación, su trabajo había terminado, un suspiro salió de su boca, ahora estaba dispuesto a bajar un rato con su amor.

Satisfecho y alegremente el hombre llego al piso uno pero antes de que pudiera llegar a la puerta una mano lo jalo.

—Puedes dejarla descansar un día, ayer la lastimaste —comentó la joven enfermera quien lo detenía.

Un gruñido salió de su boca.
—Eso no es tu asunto, ahora largo de aquí —comentó con arrogancia aquel hombre.

—Bien, si no es mi asunto, le diré a María que lastimaste a Lucía tanto que ahora debemos llamar a un ginecólogo y explicar por qué una de nuestras pacientes tiene un desgarre —sonrió la enfermera mientras lo miraba de manera retadora. —No puedo creer que no puedas lubricar bien, me das asco —comentó la joven.

El hombre solo la miro con desprecio, pero era tan cobarde que no quería meterse en problemas, así que siguió con su rutina diaria dejando ese día descansar a Lucía.

Karen y Eliza subieron en busca del joven al piso cuatro, pero fue grande su desilusión cuando se percataron de que la puerta estaba cerrada, sus intentos fueron en vano esta nunca se abrió, a lo lejos dos enfermeros venían, así que las jóvenes decidieron esconderse.

—Es hora de que él sepa la verdad. —declaró con voz suave el enfermero más joven de ellos.

—De ninguna manera estás loco. —replicó alarmado el otro sujeto. Ambos subieron al siguiente piso sin notar la presencia de las chicas.

Karen miraba a Eliza un poco desilusionada, sin decir palabra, bajó a su habitación dejándola sola.

Eliza se sentía mal por no cumplir su palabra, tenía que hablar con María para conseguir la llave de ese cuarto, poco a poco bajo en dirección a la oficina de la mujer, pero antes de llegar, se Tropezó con el enfermero Marqués.

″¡esto será más fácil!″ pensó la joven.

—Necesito la llave del piso cuatro —comentó sin titubear.

El enfermero Marques venía molesto y no quería discutir con nadie, sin pensarlo le soltó la llave, lo que puede hacer un impulso de enojo si no lo sabes sobrellevar.

Eliza estaba encantada y no dudo dos veces en volver a subir para entregar la llave, pero sus intenciones fueron intervenidas cuando se percató de que ya había perdido la hora de su desayuno y no solo eso, la enfermera estaba enojada por que no volvió a su cuarto a la hora acordada.

No sabia como lo había logrado, pero Karen, la confianza de Eliza ya había ganado, solo era esperar el momento perfecto para poder encontrar al verdadero criminal.

Karen entraba a su habitación desilusionada por lo que paso, ella en verdad quería volverse a encontrar con la persona que algún día quiso de verdad. Al llegar a su habitación Jorge la abrazo, su rostro lo decía todo no había logrado su objetivo.

—Tranquila pequeña, el día llegará —contestó el hombre mientras tomaba su mano para que volviera al cuarto.

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