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♦12♦ Uno o dos al frente

Una nueva mañana alumbraba los pasillos del castillo, todos los enfermeros en el vestíbulo se movían apurados pues estos se habían despertado más temprano de lo habitual. María no quería perder el tiempo, solo le quedaban veintiocho días para encontrar al culpable y aunque al principio solo pensó en inculpar a Uriel sabía que Jorge no lo permitiría, de hecho no permitiría que se llevara a nadie, su cabeza le dolía ya de tanto pensar era mucho esfuerzo lo que tenía que realizar.

-¿Agotada madam? -el enfermero le preguntó mientras le daba un pañuelo para limpiarse el sudor de la frente.

María no dijo nada y siguió dando órdenes a todos.
″Ya se me ocurrirá algo″ pensó de una forma muy modesta, no quería reconocer que necesitaba ayuda.

En el primer piso ya el ruido se escuchaba, Eliza trenzaba el cabello de Sofia.

-Me gusta tu cabello es muy sedoso -comentaba Eliza mientras lo acariciaba.

-Gracias, tu cabello también es bonito, tu eres bonita -respondió la pequeña sonriente, un solo día pasó para ya haber unión entre esas dos.

Al ver esa escena Lucia se molestó, no podía creer que una completa extraña estuviera recibiendo más amor de su hija que ella, un gesto de tristeza invadió su cara por más que quisiera ocultarlo.

-Solo trata de ser más unida a ella -expresó Ruben. -Ayer tú eras la que debió acompañarla -complemento mientras la miraba a los ojos.

Lucia no dijo nada, no quería iniciar una discusión, ella sentía que por el simple hecho de ser su madre Sofia debía amarla, pero que equivocada estaba.

Pasos apresurados se escucharon en el exterior, ya era hora del desayuno, la puerta se abrió y los enfermeros pasaron para dejarles su comida en la cama, además tres de ellos traían seis cubetas con agua, dos jabones y seis franelas.

-Terminando sus alimentos es hora del baño, las mujeres se quedaran aquí y Ruben pasara a la habitación de alado -explicó cuidadosamente uno de los enfermeros.

Los chicos comieron los alimentos, a ellos les servían sopa y un trozo de pan, no tenían idea que a los de arriba les daban pastel.

Ruben ya empezaba a comer, parece que la compañía le estaba haciendo un poco bien.

Al poco tiempo los alimentos se fueron acabando y plato por plato se recogieron, el joven se fue a ducharse en la otra habitación mientras las chicas cerraban la puerta para poder desnudarse, la pequeña Sofi brincaba por toda la habitación jugando con su jícara. Eliza no quería ser descortés pero no dejaba de mirar las marcas en la piel de Lucia, su cuerpo era muy hermoso pero tenía quemaduras, golpes e incluso habían cicatrices muy profundas.

-La primera vez que me bañaron me lastimaron -comentó Eliza algo asustada con el propósito de que Lucia le contara algo.

-Mi primera vez fue con mucho cuidado -respondió Lucia sonriente al recordarlo.

Ante tal respuesta la joven no tuvo otra opción.

-¿Por qué te lastima? -pregunto Eliza.

Lucia solo movió la cabeza de un lado a otro y siguió mojándose con la poca agua que le quedaba. Eliza quería formular otra pregunta pero un golpe en seco sonó en la puerta.

-Eliza, cuando estés lista quiero que salgas, necesito hablar contigo -exclamó María desde el otro lado de la puerta.

Un rato paso y las tres mujeres ya se encontraban limpias con su uniforme nuevo. Eliza salió con miedo. Tenía que ir como se lo habían ordenado.

La mujer le realizó señas para que la siguiera hasta el piso de abajo, pronto las dos se encontraron en su despacho donde María tomó asiento en la silla del gran escritorio y señaló para que Eliza hiciera lo mismo.

-A sí que ¿Te gusta estar aquí? -preguntó con burla María.

La joven negó con la cabeza solo había pasado tres días en ese lugar, pero se sentía como toda una eternidad.

-Bien, seré honesta contigo, el premio que estamos dando a quien encuentre al culpable de todo esto es su libertad, -explicó la mujer de manera breve y prepotente.

Eliza se asombro ante tal confesión.
″¿Como sera eso posible? En su mente se preguntaba.

Maria la miro con atención sabia que una propuesta de ese nivel nunca sería rechazada.

-¿Es para todos la propuesta? -con voz temblorosa pregunto la joven.

-Si, pero te la dije primero a ti para dejar que sacaras ventaja -respondió orgullosa la mujer.

-Acepto - con alegría esbozo.

Eliza no tenía nada que perder aunque se había encariñado un poco con Sofia eso no se comparaba en nada con volver a ver a su familia.

El trato se cerró y María le entregó a la joven una copia de todas las llaves del lugar inclusive de la sección prohibida. La mujer sabía perfectamente lo que hacía, movía su primer peón.

Después de despedirse Eliza subió rápidamente, debía encontrar la manera de irse lo más rápido posible.

La joven pensó y pensó y aunque al principio no le pareció del todo bueno sabía que quien fuera el culpable estaría en el piso dos, por algo eran los peores.

Cuando llego a la puerta de aquella habitación un pequeño cosquilleo paso por sus manos no quería entrar con reclamos, eso no era prudente y más si con un asesino estaba dispuesta a hablar tenía que ser más inteligente para encontrar la verdad.

La joven abrió la puerta de manera muy sigilosa en la habitación, dos de ellos dormían todavía, Jorge estaba reposando en el suelo mientras un libro leía, al notar la presencia de Eliza el hombre guardó el libro.

-¿Qué haces aquí? -cuestionó el hombre en voz baja.

-Solo quiero hablar contigo -respondió la joven, aquel hombre se levantó del piso y le indicó que salieron un momento al pasillo.

-¿Quiero saber por qué Ruben te culpa a ti? -Preguntó Eliza señalando al gran hombre.

Jorge no entendía del todo por qué una joven lo cuestionada de esa forma pero quería evitar que Susan se despertara así que prosiguió a contestar las preguntas, era algo normal que en ese momento nadie confiara en los demás.

- Bien, te explicaré. Desde que llegue a este lugar en el piso siete he permanecido, ese es mi hogar y nunca bajo de ahí, pero ese día fue la primera vez en mucho tiempo que salí -El hombre se defendía poco a poco mientras narraba todo su dia.

Eliza miraba cada movimiento que su boca realizaba, quería tener en su mente el recuerdo de las expresiones que el hombre tenía.

″Para inculpar a alguien primero debo hacer que él acepte que es culpable″ pensó la joven para sí misma.

-¿Y por qué Justamente saliste ese día? -cuestionó incrédula Eliza.

El hombre se echó a reír, esa era una pregunta demasiado absurda.

-Solo fue coincidencia, te pregunto yo ¿Por qué llegaste justo ese día? -cuestionó el hombre mientras levantaba una ceja.

-¡Yo no llegue, ellos me trajeron a la fuerza! -en defensa contesto la Joven. -Además tu eres el grande y terrible del piso siete, todos hablan de ti como lo peor del mundo -enfurecida atacó Eliza.

El hombre suspiró con tranquilidad.

-Nadie me conoce, solo creen lo que quieren creer -contestó Jorge dispuesto a volver a la habitación.

-Si nadie te conoce, ¿Por qué todos te tienen miedo? - preguntó Eliza interponiéndose entre la puerta y Jorge.

-Porque asesine a alguien -agregó el hombre.

El miedo empezaba a brotar por el cuerpo de Eliza, no quería que ese hombre le hiciera nada, solo podía mirar sus grandes manos que eran capaces de romper un cuello. La joven no podía dejar la plática, quería conocer la verdad, armó su corazón de valor.

-Eso solo prueba que lo que dice Ruben es verdad -alarmada comento la joven.

-Solo te guiarás por lo que los demás digan -vocifero enfurecido el hombre

-Me guiaré, por la verdad ¿Que excusa tenía una persona tan malévola como tu para acabar con una inocente vida? -fríamente exclamó Eliza,

Ante esas palabras el hombre la miró con paciencia y amor una lágrima caía poco a poco se su rostro al recordar el por que de su acto, no la culpaba de que lo viera como lo peor, un suspiro se escuchó en la boca del hombre.

-Hace mucho tiempo un joven granjero cultivaba frutos para el pueblo, todos lo aclamaban por que servía las mejores fresas del lugar. En sus pequeñas tierras su hija siempre salía a jugar corriendo entre las flores, ella lo hacía tan feliz todas las noches, historias le contaba para dormir. Pero un día de mi vista se perdió, no lograba encontrarla por ningún lado, busque entre las lejanías del pueblo desesperado, hasta que un grito me avisó, corrí todo lo que pude pero cuando llegue al lugar mi pequeña llorando estaba, su ropa manchada me mostraba y de sus piernitas sangre corría -un silencio corto se asomó en este punto de la historia, Eliza miró al hombre el cual se encontraba llorando mientras sacaba un pequeño libro de cuentos de su bolsa.

-¡Monstruo! ¡Eres lo peor! el pueblo entero me gritaba, ¡¿Pero quien era el monstruo en verdad?! ¡¿Aquel imbécil que una niña se atrevió a lastimar o yo que lo único que hice fue justicia para mi pequeña?! -Gritó con furia el hombre mientras golpeaba la pared con gran dolor en su corazón.

Las lágrimas seguían brotando. Su rostro estaba empapado. Eliza solo bajo la mirada un sentimiento de culpa estaba quebrando su interior.

-¿Por qué no lo contaste? ¡Debiste habérselos dicho!
-Exclamó Eliza.

-No era necesario, mi pequeña murió en mis brazos y yo ya no tenía ninguna razón para querer estar en ese maldito pueblo, por eso te puedo decir con franqueza que ese día baje por que escuche gritar a Sofi y no dudaría en protegerla, con los niños no- agregó Jorge un poco más calmado.

Eliza saco una pañoleta de la pequeña bolsa que portaba en el uniforme limpio la cual le ofreció para que se pudiera limpiar.

Eliza se encontraba confundida, no podía entender como una persona con un aspecto tan grande y tosco tuviera en su interior un alma tan frágil y llena de sentimientos, el impulso de aquel momento la empujo a que lo abrazara.

-Eres un gran hombre -dijo Eliza mientras veía como las lágrimas de Jorge volvían a brotar de sus ojos.

-Solo dos personas saben esta historia -confesó el hombre antes de secarse y volver a su pose de grande y malo.

La platica que había tenido con Jorge le había dejado en claro que no podía inculpar al hombre y menos ahora que le había compartido su triste historia, al poco rato ambos se despidieron.

El hombre volvió a su habitación y Eliza sonrío mientras continuaba por el pasillo. Debía buscar al culpable como María se lo había ordenado, ese era su único boleto que tenia de salida, como no podía inculpar a Jorge la joven pensó en la siguiente persona que fuera capaz de cometer un acto tan aberrante y esa es Karen.

″Ella es la segunda mas rara, no parece que se lleve bien con nadie, no la extrañaran″ Fue lo que pensó la joven.

Pero su tarea no era nada fácil debía ganarse su confianza para poder encontrar pruebas suficientes para sustentar su teoría, no podría hacerlo sola, era hora de pedir ayuda.

Al verse sin los medios para seguir con su investigación Eliza regresó a la habitación donde estaban los demás, se encontraban tan perdidos en sus cosas que no notaron la llegada de la joven.

El día siguió su rumbo, Eliza seguía perdida en sus pensamientos

″Ella sería incapaz de matar a alguien″ pensó la joven observando a Lucia. ″mientras que él dice que no sale mucho ″ seguía pensando pero ahora observando a Ruben.

Aunque tenia todas las intenciones de actuar rápido Eliza no quería despertar sospechas en sus compañeros. sabía que no era prudente seguir con su investigación, debía esperar por lo menos un día para realizar su siguiente jugada.

″¿Como me acercare a Susan″ se preguntaba Eliza impaciente.

Tenia tantas personas a quien investigar que todo se estaba volviendo tedioso para ella.

De pronto una risa se escucho sacando a Eliza de sus pensamientos, era la pequeña sofia que jugaba.

″Ella será de mucha ayuda″ pensó la joven mientras sonreía en su dirección.



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