♦11♦ Una noche para cuatro
La pequeña Sofi fue la primera en despertar, tenía una gran misión que realizar, advertirle a su amigo que lo quieren inculpar de algo que estaba segura él no era el criminal.
Cuidadosamente de la cama bajó mientras ponía una almohada a un costado de su madre, eso era suficiente para estar segura que nunca notarían su ausencia, sigilosa y con cautela a la puerta se dirigió pero antes de poder abrirla un susurro escuchó.
—¿Dónde vas? —con voz baja Eliza cuestionó mirando a la pequeña con preocupación, Sofia se sentía atrapada, no podía mentir.
—Tengo que avisarle a Jorge —con su dulce voz explicó mientras rezaba en su mente que la dejaran partir.
Una mirada se cruzó entre las dos, Eliza tenía tanta curiosidad por conocer a los demás que vio aquella escena como una oportunidad.
—Yo voy contigo, así tu mamá no se preocupara —susurró mientras se ponía de pie para acompañar a la pequeña.
Tal fue su asombro cuando miró como Sofia el seguro de aquella puerta abrió, las dos siguieron su camino hacia el piso dos, Sofia guiaba a Eliza pues era la primera vez que salía de la habitación.
Justo arriba de ellas alguien también se preparaba, Rubén acomodaba cada una de sus cosas, no es que tuviera muchas solo un viejo libro que siempre cargaba, Karen lo miraba un poco angustiada, sentía que se estaba arriesgando mucho.
—No deberías ir —le dijo la joven. —por lo menos déjame ir contigo —agregó firmemente Karen.
Ella nunca había visitado esa sección pero sabía los peligros que conllevaba llegar ahí. El hombre la miró debatiendo en su mente la decisión una parte le mostraba que Karen una buena ayuda seria pero otra no quería exponer a la pequeña Susan que dentro de Karen dormía, las reglas eran claras y no quería incumplir ninguna, jamás pondría a Susan en peligro, por lo cual opto que sería más coherente que hiciera él solo el viaje.
Antes de poder contestar a Karen un golpe se escuchó en su puerta.
♦♦♦
En otro lado del castillo una crueldad sucedía, dos enfermeros juraban un bien hacerle a Uriel el cual se encontraba aún despierto con los ojos abiertos y el miedo en su mirada, su piel estaba marcada por distintos tipos de moretones, en su cabeza una pequeña diadema de metal se posaba con una punta en cada costado de ella, aquella diadema estaba conectada a una máquina que de instrumento medicinal no tenía nada.
El cuerpo de Uriel inmóvil estaba por distintas cuerdas que lo ajustaban, presionándolo incómodamente en una sola posición, se supone que para este procedimiento el paciente debe estar sedado y bajo vigilancia de un experto, pero ellos no parecían que quisieran curarlo, cualquiera que juzgara diría que lo están torturando.
Además el sitio tenía una pinta muy desagradable, no parecía estar esterilizado, tampoco que habían tomado las medidas necesarias, ese lugar emitía un olor putrefacto e incluso se podía mirar a las ratas juguetear por los largos pasillos de todo el lugar. Uriel solo podía mirarlos con confusión era la primera vez que se encontraba ahí, una parte de él decía que no se lo merecía, él era bueno y eso bien lo sabía pero las voces no se detenían y la sombra que veía un gesto de satisfacción ponía, todos deseaban que el joven muriera o bueno eso era lo que las voces le gritaban.
—¡Estamos listos para el procedimiento! —una voz familiar gritó dando orden de encender lo que sea que fuese el aparato.
Una corriente eléctrica pasó hasta la cabeza del joven causando en su sien un gran dolor, jadeos y gritos de sus labios salían, su cuerpo se movía asimilando la forma que hacen los peces tras salir del mar, los hombres subían la potencia y la mente del muchacho pareciese que se reiniciaba una y otra vez, mas gritos se escuchaban por la habitación, los hombres presentes solo observaban felices lo que pasaba mientras apuntaban en sus libretas las conclusiones dadas.
♦♦♦
—¿Qué hacen aquí? —Asustado preguntó Jorge mientras observaba a Eliza y Sofia en la puerta.
Rápidamente las dejo entrar mientras miraba por los pasillos del lugar esperando en Dios que nadie las haya visto pasar. Sofia sonrió mientras abrazaba a su amigo, Karen miraba a Eliza con un gesto de desaprobación.
—Tenemos que advertirte de algo — formuló la pequeña
Jorge no sabía que contestar a esto, pero entendía que debía escuchar para de esa manera lo más pronto posible se fueran del lugar.
—Hola, soy Eliza —la joven mencionó a los dos mientras intentaba estrechar la mano con alguno.
Karen la miró y rápidamente a la cama volvió, — ¿Qué le pasa? — ingenua Eliza preguntó.
Jorge miró a Karen pero no la culpó, él sabía que no podía obligarla a dar un saludo o bienvenida.
—Ella es Susan, de día te trata mejor — comentó la pequeña Sofi.
Quien solo había tenido interacción con Susan y no entendía por qué le cambiaban el nombre en la noche, al escuchar esto Karen se enojó y como si fuera poco a Susan expulsó de su interior.
—¡En las noches odio estar aquí! — aterrada la joven muy fuerte gritó.
Todos en el cuarto guardaron silencio al presenciar como los ojos cambiaron su color, en cuestión de minutos Karen regresó con una sonrisa que demostró a todos en la pieza, Sofia solo se rio pero a Eliza nada de eso chistoso le pareció. Jorge decidió cortar de una vez la plática entre todos.
—Pequeña ¿Qué tienes que decirme?, tengo algo muy importante que hacer y no puedo tenerte toda la noche aquí, recuerda que tu madre se puede preocupar. —anunció Jorge a la pequeña con la voz más dulce que podían tener.
— Mucho gusto soy Jorge, y no deberías estar compartiendo habitación con lo peor del castillo —advirtió a Eliza con un tono bastante seco, ya no quería tener que cuidar a otra joven más.
—Ruben piensa que tu lastimaste al joven que encontré, no quería que te culparan y por eso tuve que venir, ella no me dejaba salir sola y por eso la traje hasta aquí
— explicó cuidadosamente Sofia.
La pequeña no quería que la culparan solo a ella, por eso también involucró a Eliza.
Un gesto de desaprobación inundó el rostro de Jorge, no podía creer que lo culpara aquella persona que también quería bajar para ayudar Sofia.
Su respiración agitada cambió y volvió a pensar lo que había pasado aquella noche, no entendía el por qué la puerta no abrió.
″ ¿Si solo era una estrategia y la puerta nunca se atoró? ¿y si tal vez solo quería culparlo a él?″ pensó el hombre analizando todo.
—Ya nos vamos —comentó Eliza con miedo en su interior.
Ella sentía que era una mala idea permanecer en ese sitio además Jorge no le era de confianza.
Los pensamientos de Jorge cesaron y una sonrisa a Sofia le regaló.
—Muchas gracias mi niña, pero debes volver —explicó a la pequeña con gran admiración.
Llas dos se despidieron. Eliza quería correr. La pequeña Sofia todavía el tiempo se tomó para un abrazo dar a su gran amigo, después su tarea deberían finalizar volviendo en paz a su habitación.
Cuando Jorge se percató de que ya no estaban a la vista las dos, procedió a su rescate seguir.
—No le habrás a nadie, en este punto ya no se que piensen de mi —ordenó Jorge o Karen.
—No lo haré por obedecerte, yo odio las visitas —comento Karen tras cerrar la puerta con llave.
Jorge caminó cuidadosamente por las escaleras en dirección hacia arriba, el último piso, donde se suponía nadie debía entrar, solamente tenían acceso las pocas personas que escoltaban a los pacientes con cinta roja.
La respiración agitada de Jorge se escuchaba en todas las paredes, tal vez el silencio hacia que retumbaran pero eso causaba mucho miedo y un corazón agitado en Jorge, sus manos sudorosas querían escapar del cuerpo que las llevaba, uno de sus pies tenía el deseo de cobrar vida y correr en otra dirección pero su mente la cabeza de su ser tenía algo muy en claro, a los amigos tenemos que proteger.
Poco a poco subía y subía los suspiros se volvieron jadeos irritantes y las pequeñas gotas de sudor en un mar ya se podían observar. Pese a todos sus males logró encontrar la puerta ¡Precaución NO pasar!, un último suspiro salió de su boca, escabullirse fue fácil pero su sorpresa fue enorme cuando no encontró rastro de algún ser vivo en ese lugar.
Veinte minutos antes:
Lucia estaba desesperada, la almohada a su lado solo comprobaba dos cosas: no tenía cuidado de su hija y su sueño era muy pesado pues en realidad quien se dio cuenta que la pequeña Sofía faltaba fue Ruben cuando abrió los ojos y tampoco vio a Eliza.
—Seguro se fueron juntas, ya regresaran —como consuelo Ruben le dijo.
—¿Cómo puedo ser tan tonta? —se preguntaba Lucia gritando mientras revolvía la habitación esperando encontrar una pista de su paradero.
Un golpe en la puerta se escuchó, la luna pudo iluminar la cara del enfermero que esa noche venía a su lujuria calmar, pero su sorpresa fue grata cuando se enteró que dos personas le faltaban. Un golpe en seco en el rostro de la chica soltó.
—¡Eres una inepta! ¡Eres lo peor! No puedes cuidar a tu hija —grito con enojo el enfermero sobre Lucia.
Golpe tras golpe le daba aquel hombre como castigo por su falta. Ruben no resistió y se abalanzó sobre él.
—¡Esas no son formas de tratar a una mujer! —Exclamaba Rubén buscando golpear su rostro.
El aura del lugar cambio completamente cuando Eliza y Sofi se asomaron a la puerta.
—¿Pero qué pasa? — la pequeña Sofi cuestionó con miedo.
Eliza trataba de entender lo que sucedía y al mismo tiempo entraba para levantar a Lucia del suelo.
″¡Me daba miedo estar halla arriba cuando aquí es peor!″ en su mente la joven pensó.
El enfermero miró con enojo a Sofía y estaba dispuesto a darle algo más que un regaño.
—Yo que tú no lo haría, fuimos con el señor de arriba y no creo que le guste que lastimes a Sofía —indicó en defensa Eliza tras notar lo que estaba dispuesto a hacer.
El enfermero Marqués solo la miró y apartando su vista de la pequeña se volvió a Lucia.
—Tal parece que todos le tienen miedo, ahora entiendo por qué es el único que puede salir en las noches —agregó Eliza.
Al escuchar las palabras de Eliza Marqués se quedo pensando por un momento, llegando a una conclusión, que no le agradó.
— Tengo que irme y tu vendrás conmigo —fueron las palabras que formuló después de tomar a Lucia del brazo, no habría que ser un genio para deducir a donde se dirigían esos dos.
La pequeña Sofi miraba como su madre salía del cuarto, pareciera que no le importaba lo que a su pequeña le podría haber pasado. Sus ojos se llenaron de lágrimas, esto lo notó Rubén quien abrazo a la pequeña sin decir palabra alguna.
— ¿Que no se supone que una madre protege a su hija? —cuestionó con coraje Eliza mirando a Rubén que seguía abrazando a la niña.
—No cuando tienes Estocolmo —aclaró el Joven con enojo.
Ambos esperaron a que Sofía se calmara y juntos durmieron los tres en la misma cama.
♦♦♦
El dolor de Uriel era insoportable, sus músculos ya no resistían la presión.
—¡Tenemos que irnos! —Lucia alarmada gritó mientras sostenía el brazo de un enfermero.
Todos miraron lo que acontecía con cara de ingenuidad.
—¿Qué haces aquí Lucia? —preguntó María con asombro, pues estaba observando a la joven que por mucho tiempo odió.
—Jorge viene, Sofía nos dijo —alertó el enfermero Marqués.
Todo el mundo se asustó y un alboroto en la sala causó.
— ¿Cómo puede dar terror alguien a quien se supone saben controlar?— pregunto Lucia al ver lo alarmados que todos estaban.
—la verdad es que a Jorge nunca lo hemos controlado, incluso las pruebas se las tuvimos que quitar, por qué los toques lo hacían más fuerte de lo habitual— explico el enfermero Marqués
—¡Es encerio! ¿Y eso se debe a? —admirada cuestiono la joven.
—Todo se debe a su tipo de sistema,no solo era muy fuerte si no que se supo normalizar. Por eso mismo no lo podemos enfrentar —explico nuevamente Marques.
Como un rayo todo de ahí quitaron bajando a Uriel en la cama ya sedado.
Al ver el cuarto vacío Jorge se asustó pero no pensaba rendirse, regresaría al día siguiente para investigar qué era lo que había pasado.
Bajo las escaleras apurado consiguiendo volver al cuarto sin que nadie lo viera, o eso él pensó, en su rostro la sorpresa lo iluminó cuando se percató de que Uriel ya estaba ahí en la cama.
—Lo acaban de traer —explico Karen. —Parece que no reacciona— agrego preocupada.
—Demos le tiempo, menos mal ya esta aquí —indico el hombre.
Karen se sitúo en el otro extremo de la cama y nuevamente se perdió en sus adorados dibujos.
Jorge por su parte quiso leer un poco, esa noche había sido muy dura para él. Las dudas lo invadían y solo por esa noche quería estar en paz.
Así que sentado en la esquina de la habitación el hombre saco su pequeño libro de cuentos: imaginaba un futuro mejor dónde él pudiera salir del castillo. De repente una última sonrisa al rostro de Jorge llegó tras el recuerdo de su hija que tiempo atrás en el pueblo compartía con él su felicidad.
Mientras tanto María enojada mandaba a los enfermeros a guardar todas las cosas utilizadas anteriormente, su rostro se enfureció cuando captaron a Lucia con el enfermero.
—Llévate ya a tu Zorra —dijó con odio María —o bueno ve a revolcarte como siempre y luego la llevas a su habitación —agregó con furia.
Lucia se indigno y no quería saber nada, por primera vez del enfermero se soltó.
—Subiré yo sola —agregó molesta la joven.
Mientras se dirigía a su habitación, el enfermo quiso correr atrás de ella pero todo fue en vano no sabia con que pretexto acercarse.
Pasaron minutos cuando en el gran castillo Mart ya todos estaban en sus camas en silencio.
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