♦10♦ Los caballos se mueven despues
″Los caballos son muy difíciles de mover, pero si planeas bien la jugada, puedes llegar a ganar″
Los gritos eran desesperantes, trasladar a los inquilinos que habitaban del piso cuatro hacia el siete era tarea mortal.
Uriel se encontraba en un trance, no quería aceptar lo que había hecho, bueno, creía que había hecho… ya que no estaba seguro de que si lo elaboró, un sonido en la puerta lo alerto de inmediato.
—Tienes que salir ya —el enfermero ordenó.
Uriel abrió la puerta y en sus ojos se miraba dolor.
—Yo no fui —fueron las palabras que sus labios pronunciaron.
el enfermero solo le mostró una mueca de desconcierto ya que no sabia de que estaba hablando.
Poco a poco en en su brazo inyecto Olanzapina, no querían arriesgarse a un ataque mientras era llevado hacia abajo, los ojos de Uriel cambiaron totalmente, su mente se había desconectado, el enfermero lo tomó del brazo y lo bajo con mucho cuidado.
Por otro lado Jorge esperaba en su habitación, en realidad no opuso resistencia por bajar, el problema radicaba en que nadie tenía el valor de subir por él. Unos cuantos minutos pasaron, entre tanta pelea que los enfermeros tuvieron por fin enviaron a la más joven a hacer el trabajo.
—Te llevare abajo… —con miedo la joven enfermera musitó.
Jorge solo se río y del brazo la tomó.
—Por favor no me lastimes —la joven Beatríz aun asustada comentó.
—Yo no lastimo a nadie — anunció Jorge tratando de calmar lo temblorosa que estaba la joven.
Juntos bajaron sin ningún esfuerzo.
Con Susan fue pan comido, la jefa María ya tenía todo bajo control rápidamente a su puerta se dirigió.
— Susan, abre —feliz anunció.
Ella abrió la puerta algo extrañada, todavía era muy temprano para la hora del pastel pero al ver que una rebana le traían no podía negarse a tan sabroso sabor.
Al poco tiempo la joven cayó dormida en la pequeña silla donde estaba sentada. María la transportó a su nueva habitación, el problema no era pedirle a Susan que bajara sino la reacción que Karen pudiera tener.
Cuando los tres estuvieron listos y la habitación ya estaba recogida poco a poco llevaron sus cosas para acomodarlos, Primero posaron a Susan en la gran cama, ella aún dormida se encontraba, luego dejaron a Uriel en la esquina de la habitación hincado, no querían que se enterase de que fue trasladado, por ultimo Jorge entro un poco desconcertado, él no entendía por qué era el único que no habían sedado.
La verdad era que a él también lo tenían que haber inyectado pero a la joven enfermera mucho miedo le había dado. Una vez estuvieron los tres listos en el piso dos la habitación fue cerrada hasta con un candado.
—Ahora sí, ¿Quienes estarán a cargo de ellos y quienes de los de abajo? —preguntó María, todos los enfermeros se pelean y unos a otros las piedritas se rodaban, nadie quería hacerse cargo de los habitantes del piso dos.
Tenían tan malos juicios que solo pensar en cuidarlos a todos juntos les erizaba la piel, al final del debate, solo dos personas aceptaron junto con María la difícil tarea, una de ellas era la enfermera Beatríz quien se había dado cuenta que Jorge no era tan malo.
—Muy bien ya esta acordado —replico Maria. —Ahora a su trabajo todos— concluyo.
El tiempo pasó y Susan fue la primera que despertó, la atmósfera a su alrededor era diferente, esa cama no era frondosa, tampoco se sentía acogedora, sus ojos se abrieron algo desubicadas pues los peluches y el color rosa no estaban presentes.
—¿Qué pasó?, ¿Que hago aquí? —preguntó Susan un poco asustada mientras se levantaba para poder visualizar su entorno.
Una cosa tenía seguro, eso no se parecía en nada a donde minutos antes se encontraba, para empezar la pequeña mesa de vidrio no estaba, la gran ventana no tenía adornos, el color rosa de la pared había desaparecido, poco a poco en su mente empezó a elaborar una lista de las cosas que observaba, el piso se miraba dañado, la puerta estaba llena de golpes y tenía el seguro roto, un pequeño salto dio cuando se percató que en la esquina del cuarto un joven miraba solo a la esquina del mismo, su boca estaba lista para formular una palabra pero antes de poder pronunciarla.
—No le hables, esta sedado, además es peligroso —añadió Jorge desde el extremo de la puerta.
Susan se sorprendió ya que no había notado su presencia pero cuando lo observo rápidamente corrió para abrazarlo.
Sus cuerpos se unieron, sus corazones palpitaban rápidamente y sus almas se tocaban. Ellos dos tenían un lazo especial, eran dos amigos. En su interior los dos estaban dispuestos a morir el uno por el otro.
—¿Qué pasó? ¿Por qué estamos todos aquí? —volvió a cuestionar pero ahora en dirección a Jorge.
El hombre la miró y acarició su cabello, eran tantas cosas que debía explicarle, pero no entendía muy bien cuáles eran las palabras para poder contar de forma tranquila la historia. Jorge pensó y pensó pero solo una solución su mente formuló.
—Karen necesito hablar contigo, Susan no podría entender lo que tengo que contar —explico con cuidsdo el hombre.
Antes de que pudiera defenderse o tomar la palabra Susan sus ojos perdidos ya se posaban, Karen entendía que para tener que llamarla algo malo pasaba.
Jorge observó sus ojos, manos y risa cuidadosamente, quería asegurarse que no fuera una mala jugada, cuando estuvo convencido de que Karen era quien escuchaba su boca un suspiro de alivio soltó.
—Alguien mató de una forma bastante peculiar al administrador del vestíbulo, la gente pide justicia, somos los primeros señalados, al parecer nos han juntado para Investigarnos —contaba pausadamente Jorge el relato, quería mostrar un poco de respeto por la víctima y a su vez prepararse para la postura que tomaría Karen.
Como era de esperarse el silencio se escuchó por un segundo, ella no decía nada pero sus manos no paraban de moverse temblorosas.
—¿Como lo sabes? ¿Quien te lo dijo? —pregunto alarmada la joven.
—Lo comento la enfermera que me trajo, además yo vi el cuerpo con mis ojos —explico Jorge.
—¿No fuiste tú, verdad?, ¡Por favor asegúrame que no fuiste! —entre susurros sus labios secos preguntaron.
Esto último no le preocupaba en lo absoluto a Karen, pero Susan se pondría muy mal si se enterara.
Negando con la cabeza el hombre siguió con su historia
—Sofi lo encontró, estaba desangrado y tenia puñaladas en su abdomen —agregó al final mientras recordaba lo que paso.
—¡Justo el día que bajaste, un cuerpo apareció! — respiró hondo Karen mientras ponía su mano en la cabeza en señal de vergüenza.
Karen observaba con delicadeza cada pieza del cuarto, a diferencia de Susan para ella se miraba más acogedor que el de antes, un suspiro se escuchó cuando notó al mismo tipo en la esquina.
—Ja, Poner a Uriel, Susan y a ti en una misma habitación, no son tontos, quieren que nos hagamos pedazos —afirmó burlona Karen.
Aunque la conversación los dos querían seguir, prefirieron guardar respeto al trato que Susan y Karen habían acordado, en el día solo Susan puede estar y la noche Karen dominara, además no tardaban en servir la comida y realmente a Karen nunca le gustaban las visitas.
El tiempo pasó y Uriel nunca respondió, no se sabía cuántas dosis le habían aplicado con exactitud pero en aquella esquina no había señales de movimiento.
Al poco rato María entró a la pieza junto con los enfermeros a cargo, cada uno una bandeja de alimentos traía, como siempre a Susan la más grande le pertenecía. Acomodaron a los inquilinos de tal manera que todos los alimentos y ellos se acoplaron al espacio.
No hubo ninguna cruza de palabras, todos comieron con suma calma, incluso Uriel, al parecer su medicamento ya estaba pasando. Una vez terminando todo lo que había, María dio señal para que se llevasen los platos.
—Escuche que el temido del piso siete ese día bajó —exclamó María para iniciar una conversación.
La pieza estuvo en silencio por unos minutos.
—Saben que ustedes dos son un peligro y abominación —agregó con odio mirando a Jorge y Uriel para provocar a alguno.
Nuevamente hubo un silencio, al parecer nadie estaba dispuesto a pelear.
—Algún día tenía que pasar, espero que al maldito lo hagan pagar, ¿No crees Uriel? —cuestionó poniendo presión en los hombros del joven.
María sabía perfectamente lo que estaba haciendo, le gustaba demostrar que ellos eran parte de su juego.
—Yo no fui —fue lo único que Uriel podía contar en su defensa.
El joven quería convencerse que él nunca sería capaz de tal acto.
—Nadie dijo que tu fueras ¿O si?, pero piensen ¿quien de los tres tiene ropa limpia hoy? —cuestionó Maria apuntando a Uriel.
El joven en su mente seguía repitiendo las mismas palabras.
″Yo no fui″ ″Yo no lo hice″ se repetía.
—Además ¿Quien es el mas enfermo de aquí? —volvió a cuestionar la mujer
—Podrías dejarlo lo estas alterando —en defensa comentó Jorge.
Uriel comenzó a perderse nuevamente entre sus pensamientos ya que en toda la noche la sombras lo culpaban. «¡Tú perdiste la razón! ¡Tú nos dejaste salir!» como cánticos celestiales en su oído susurraban otras voces para que se entregara.
—No estaría nervioso si no hubiera echo nada —agrego Maria presionando aun mas a Uriel.
El joven volvió a perder la razón y se abalanzó encima de María.
—¡Ayuda!, ¡por favor! —gritaba exageradamente.
Los enfermeros intervinieron de inmediato inyectando nuevamente el medicamento en su brazo,
—Rápido, llevenlo al área prohibida —Ordeno la mujer
—Espera no puedes, por favor —intervino Susan tratando de con venderla de cambiar su decisión.
Un listón color rojo con negro posaron en su muñeca y con ayuda de más enfermeros pusieron en Uriel una camisa de fuerza mientras lo subían al Área Prohibida o, como ellos les llamaban, el Área Roja.
Todo esto era observado mediante los ojos de Jorge y Susan, la última se escondió en Karen pero su mirada no quiso cambiar, no quería que María la notara.
—Creo que ya encontramos al culpable —anunció María mientras arreglaba su cabello y acomodaba su bata.
Jorge no podía creer que esa escena fuera admirada por sus ojos, el conocía a Uriel y aunque podría ser un poco desubicado nunca se había atrevido a atacar de esa forma.
Por otra parte un recuerdo de ese día le llegó, analizando que aquel chico el día del homicidio no estaba en su habitación.
La mujer notó el pesar de Jorge y una sonrisa en su rostro se le dibujó, el primer paso estaba elaborado, hacer creer que Uriel era lo peor.
«¡Poco a poco acabaré con todos!» María en su mente pensó mientras cerraba la puerta retirándose lentamente.
—¿Pero que fue eso? —preguntó Susan esta vez aterrada.
Jorge no quería mencionar palabra, él nunca fue de los hombres que solo acusaban sin pruebas, él quería estar completamente seguro que su intuición tenía razón.
—Nada, solo un ataque —fue lo mejor que se le ocurrió para evadir la pregunta.
—¿Que es el Área prohibida? —cuestionó Susan.
Jorge sentía un frío recorrer su propia piel, solo una vez había estado en ese lugar, era oscuro y lleno de muchos artículos para torturar o como les gustaba llamarlo ″Sanar″ a los locos, un solo día le bastó para desear morirse haya dentro, su pulsera miró por un momento recordando que quien use el listón rojo era malo pero si le agregamos el negro seria lo peor del castillo Mart.
—No puedo y no quiero hablar de eso —expresó con lamento Jorge.
Susan no muy convencida de lo anterior decidió que buscaría las respuesta por su cuenta, por primera vez el trato con Karen estaba dispuesta a romper para salir esa noche a buscar respuestas por su propia cuenta.
Y una vez más el silencio fue la atracción principal, Susan jugueteaba con los pocos peluches que le habían bajado, Jorge solo la miraba con una sonrisa, sabía que la única razón por la cual no explotaba era para proteger a sus dos niñas: Susan y Sofi, pero también pensaba que no era correcto dejar a Uriel en ese repulsivo lugar, debía esperar a que Susan durmiera para él poder su jugada hacer.
Los peones querían salir para proteger a los caballos, mientras tanto los caballos querían salir para buscar respuestas, una cosa era segura, ese día la luna no descansaría, y muchos secretos guardarían
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