Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2Formando nuevas conexiones

Al cruzar el umbral de mi primera clase a las 8:00 am, el aire fresco del aula me rodeó, al igual que el sutil aroma a madera y tinta, ese perfume característico de los pupitres, que me transportó a un lugar familiar. El espacio era fascinante, rebosante de luz natural que se filtraba a raudales por amplios ventanales en las paredes blancas.

Sobre nosotros, un techo majestuosamente alto realzaba la grandeza del lugar, generando una sensación de amplitud que invitaba a soñar sin restricciones. Sin duda, era un entorno donde imaginaba que se llevarían a cabo debates capaces de desafiar y expandir mi visión del universo.

En el centro del aula, un gran escritorio ocupaba el lugar del profesor. Su presencia era una mezcla de intimidación y fascinación. Su cabello y barba, de un marrón chocolate, le otorgaban un aire descuidado pero significativo. Además de lucir a la perfección una chaqueta de fieltro gris que le daba un toque intrigante. Con voz profunda y pausada, me hizo un gesto con la mano para que tomara asiento, a la vez que los demás estudiantes seguían llegando.

Mientras evaluaba dónde ubicarme, tomé un momento para absorber el ambiente que se presagiaba. El bullicio del lugar me envolvía en una mezcla de nervios y expectativa. Al acomodarme en la butaca, solté un profundo suspiro, sintiendo cómo mi pecho se aliviaba ligeramente.

Pero pronto, la realidad de la situación me golpeó: me encontraba rodeada de desconocidos, y aunque deseaba entablar una conversación, la idea de dar ese primer paso me resultaba abrumadora. Así que opté por buscar refugio en mi lugar seguro: mi celular, a la espera de que las redes sociales me brindaran un escape momentáneo.

No obstante, no tardó en interrumpirme una voz curiosa.

—¡Ey, ¿es ese un Galaxy Z Flip5?! —preguntó una chica de ojos grandes y cabello rizado, acercándose a mí con una sonrisa amigable.

La sorpresa me hizo parpadear dos veces.

—Ehm... sí —respondí, sintiendo que mis mejillas se sonrojaban mientras una mezcla de confusión y curiosidad me invadía.

—¡Genial! —exclamó, haciendo un gesto hacia el teléfono que parecía casi bailar en sus manos. Mis labios esbozaron una sonrisa tímida, y la incomodidad inicial empezó a transformarse en una ligera apertura hacia lo desconocido—. He deseado comprarme uno así desde hace meses, pero tengo miedo de lo que dicen sobre la fragilidad de la pantalla y la poca durabilidad de la batería.

—Te entiendo, de verdad. Yo también estuve en tu lugar y por eso me tomé mi tiempo para decidirme. Fue como un salto de fe, ¿sabes? —dije, notando cómo se relajaba mi postura a medida que hablaba, sintiendo que la conversación se convertía en un refugio—. Quisiera poder darte alguna garantía para que estés más tranquila, pero la verdad es que solo llevo unas semanas con él y, hasta ahora, todo ha ido genial. Pero si alguna vez surge algo, prometo que te lo haré saber, ¿vale? Eh...

—Otto, soy Otto —respondió, tendiéndome su mano con jovialidad.

—Bonito nombre, es un placer, el mío es Zohar —afirmé, sosteniendo su mano con firmeza, pero también con suavidad, como si intentara transmitir un poco de mi propia vulnerabilidad.

Su energía amistosa era contagiosa. Hablaba apasionadamente de su interés por la ética y cómo se relacionaba con la vida moderna, y yo asentía con entusiasmo, sintiendo que podría compartir ideas con ella durante todo el cuatrimestre. Así pasamos lo que parecieron ser unos breves minutos hasta que el maestro nos interrumpió.

—Bien, ahora que ya están todos, me presento —enunció el sonriente, al mismo tiempo que abría los brazos en un gesto acogedor—. "Soy el Dr. Alejo Montalvo, su instructor de filosofía 1, y es un honor para mí encontrarme aquí con ustedes.

Se inclinó ligeramente hacia adelante, como si quisiera compartir un secreto importante.

—Como cada año les digo a mis alumnos: 'Una vida que no se examina no merece ser vivida.' —levantó una ceja, dejando sentir la gravedad de la cita—. Es una frase muy famosa de Sócrates que nos anima a cuestionar y reflexionar nuestras propias creencias y las del mundo que nos rodea.

Este se desplazó un poco por el aula, gesticulando con las manos para expresar su pasión por el tema.

—La filosofía, chicos, no se trata solo de aprender teorías; es mucho más que eso. Se trata de desarrollar una manera de pensar crítica y autónoma. —al decirlo se detuvo, mirando a cada uno de nosotros, tratando de crear conexión—. No teman a las dudas y a las preguntas difíciles; son el motor del conocimiento y la sabiduría.

Al finalizar con un gesto decisivo, levantó la mano como si nos estuviera invitando a una aventura intelectual.

—Ahora, para conocernos mejor, les pido que, al mencionar sus nombres, se presenten brevemente, compartiendo su edad y de dónde son.

«¡Mierda, lo que temía!»

—Zo... Zohar Arrieta —logro pronunciar, tras varios intentos fallidos. A decir verdad, no me molestó; sé que mi nombre es inusual aquí. Mi madre lo eligió después de ver una serie hebrea llena de clichés y vampiros en su adolescencia, y sigo lidiando con las consecuencias de esa elección.

—Buenos días —dije con voz un tanto temblorosa, lanzando una rápida mirada a mi alrededor—. Mi nombre es Zohar, tengo dieciocho años y soy de Santo Domingo, Distrito Nacional.

Al finalizar, sentí que mis piernas tambaleaban, y traté de disimularlo mientras me sentaba, acomodando mi cabello detrás de las orejas.

A medida que avanzaba la clase y observaba a los demás estudiantes concentrados, comprendí que muchos compartíamos un mismo deseo: encontrar nuestro lugar en una realidad que a menudo se siente confusa y caótica.

Sin embargo, no todos estaban en la misma sintonía. Más al fondo, una chica de piel clara, con curvas envidiablemente equilibradas y una corta melena castaña clara, destacaba por su mirada avellana y su actitud desafiante. Su nombre era Valeria, y contemplaba la clase con un desdén palpable. Pude notar cómo su mirada crítica se posaba sobre el profesor, evidenciando su desaprobación con cada gesto.

Ella se cruzó de brazos y susurró algo al chico que estaba a su lado, provocando risas que sonaban sarcásticas. Sentí que su energía chocaba con la mía y, aunque no la conocía, mi intuición me dijo que sería difícil encontrar un terreno común. Por otro lado, me sentí aún más motivada a actuar con amabilidad si en algún momento llegáramos a interactuar, recordando lo que siempre le digo a mis amigos sobre la importancia de ver la luz en cada situación.

Al finalizar la jornada, Otto y yo nos dimos cuenta de que compartíamos otras asignaturas en común, pero como faltaba una hora para que comenzara la siguiente, decidimos aprovechar el tiempo y dirigirnos a la cafetería en busca de refrigerios.

Justo al llegar, mi teléfono vibró en el bolsillo; era un mensaje de Elena preguntando en el chat grupal dónde estábamos, ya que ella también había salido de clases. Con una sonrisa, compartí nuestra ubicación y, en cuestión de minutos, comencé a ver cómo llegaban uno tras otro, excepto Kael, de quien no teníamos idea de su paradero.

—¡Hola, chicos! —exclamé entusiasta—. Les presento a Otto, ella es mi compañera de carrera.

Una pequeña risa se escapó de mi boca al ver la expresión de sorpresa de Samir, que tenía los ojos abiertos como platos, incapaz de procesar lo que veía.

—Zohar, ¿cómo es posible que en la primera materia ya hayas hecho una amiga? —cuestiono con sus cejas levantadas casi al límite de su frente.

Con un gesto divertido, los señalé y dije:

—Otto, ellos son mis inseparables amigos.

—¡Es un gusto! —afirmó ella, sonrojándose levemente mientras saludaba a todos con un rápido movimiento de su mano.

—Igualmente, Otto —respondió Hannah, sonriendo con calidez al sentarse a su lado—. Déjame confesarte que me encanta tu chaqueta de mezclilla; tienes que decirme dónde la conseguiste.

Me giré al ver cómo Samir cruzaba los brazos, su expresión era un cómico reproche.

—Ey, ¿qué estás haciendo, ice diva? ¡Ahí es donde me iba a instalar yo! —dijo, entrecerrando los ojos en un gesto de frustración fingida.

—Olvídalo, bad boy attempt —replicó Hannah, riendo mientras le lanzaba una mirada juguetona—. El asiento es de quien llega primero; ¿o tiene tu nombre marcado en él? Porque no lo veo.

Al escucharla, Samir frunció el ceño y, aunque sabía que esta vez tenía razón, se encogió de hombros y se sentó en el extremo opuesto de la mesa, envuelto en un silencio cómico.

—Otto, te damos oficialmente la bienvenida a nuestro muy disfuncional pero encantador grupo —comentó Elena, intentando romper el hielo mientras se acomodaba en su silla.

Todos nos reímos ante la ocurrencia de Elena, y pronto comenzamos a ponernos al día sobre nuestras experiencias.

—A mí me ha ido fenomenal —dijo Aislin, decorando sus palabras con un pequeño baile mientras destapaba su lata de Coca-Cola—. La maestra de introducción a la lingüística es un genio en la materia. Estoy ansiosa por aprender todo lo que pueda de ella.

—¡Qué bueno! Me alegro por ti. Tristemente, yo no puedo decir lo mismo —admitió Samir, soltando un suspiro con hastió—. Mi profesora de fundamentos de la administración parece un poco desequilibrada. —Articuló esto girando su dedo en la sien, enfatizando sus palabras—. Tenían que verla: caminó de un lado a otro durante toda la clase y ha dejado un millón de tareas que no sé cuándo terminaré.

—Vaya, qué mala suerte. Mi maestra de introducción a la gestión de recursos humanos ha sido muy amena. Se pasó toda la clase hablándonos sobre los temas que vamos a tratar durante el cuatrimestre y mostrándonos cuál será su formato de evaluación —afirmó Edward, con voz llena de entusiasmo, sintiéndose afortunado de tener una buena tutora.

—¿Y a ustedes cómo les fue? —indagó Aislin, mirándonos a Otto y a mí con curiosidad, ansiosa por conocer hasta el más mínimo detalle.

—La verdad es que me encantó la dinámica del profesor; aunque parece relajado, su sabiduría se hace evidente —comento Otto, un poco distraída mientras luchaba por abrir una galleta Oreo.

—¿Y tú qué opinas, Zohar? —preguntó Elena, inquieta al percibir mi silencio.

—La clase fue interesante y el profesor tiene una forma de explicar que realmente atrapa —respondí, tratando de restarle importancia a mi verdadera impresión.

—Sí, además de tener un cuerpo impresionante, unos ojos que deslumbran y una apariencia que bien podría pasar por la de alguien de treinta años o menos. Lo cual me sorprendió, porque esperaba encontrándome con señores caminando con bastón —agregó Otto, cubriéndose la boca mientras soltaba una carcajeada.

—Ay que envidia, ojalá Dios me mande uno así —manifestó Hannah, elevando la cabeza y mordiéndose los labios en señal de súplica.

—Si yo fuera tú, bajaría de esa nube, Ice Diva. Porque, aunque te lo enviara, sería en vano; él no estaría dispuesto a arruinar su vida por ti —declaró Samir con un tono perspicaz que parecía ocultar algo más.

—¿Uju? ¿Y por qué no, bad boy attempt? ¿Acaso crees que yo no valdría la pena? —cuestionó la rubia con una seriedad poco habitual en ella, lo que hizo que todos contuviéramos la respiración, esperando ansiosos la respuesta.

—¿Qué? ¿De dónde sacas eso? No fue lo que quise decir —expresó Samir, ajustando su postura, visiblemente turbado.

—Entonces, ¿qué quisiste decir? —preguntó Hannah, entrelazando sus manos y ladeando la cabeza con intriga.

—Muchachos, no creo que sea necesario profundizar en este tema. Entiendo que lo que Samir quiere decir es que, en general, resulta complicado para cualquier persona arriesgar su carrera por involucrarse románticamente con un estudiante. No se trata de la valía de la persona en cuestión, sino más bien de la ética profesional del profesor.

Sin embargo, la vida es impredecible y, si llegara a cruzarse con alguien como tú, Hannah, estoy seguro de que le presentarías un dilema muy difícil de resolver —argumentó Edward, eligiendo cuidadosamente sus palabras para mantener una posición neutral.

Al finalizar, ambos le asintieron con la cabeza, evidenciando que estaban satisfechos con su intervención. Lo cual fue apreciado por su novia Elena, quien, acariciándole la mano, le regaló una sonrisa cómplice que no solo comunicaba que lo había hecho bien, sino que también expresaba la profunda admiración que sentía por él.

A la velocidad de la luz, Otto cambió de tema por uno más amigable, sintiéndose culpable por haber causado esa disyuntiva. Sin embargo, lo que no sabía era que esas situaciones son parte de nuestra cotidianidad, algo a lo que, con el tiempo estoy segura, ella también se acostumbrara.

Mientras el bullicio de la cafetería se entrelazaba con nuestras risas, nos dimos cuenta de que había llegado el momento de regresar a nuestros respectivos salones, pero en ese instante, Kael apareció, junto a Valeria, la chica de vibra enigmática que había captado mi atención en la clase anterior. Se acercó con pasos decididos y una chispa de sorpresa iluminando su rostro.

—Ey chicos, ¿se van tan pronto? —preguntó él, boquiabierto, con ambas manos extendidas en el aire como si intentara detener el tiempo.

—Sí, si no te has dado cuenta, ya casi es hora de entrar a clases —respondí, extrañada por verlos juntos.

—Sí, pero todavía faltan unos cinco minutos. Quédense para que les presente a mi nueva y encantadora amiga Valeria, de la facultad de Filosofía —dijo, señalándola con un gesto dramático, como si destapara un cofre del tesoro.

—Me encantaría quedarme, pero debo ir al baño y considerando la hora, probablemente habrá más personas —expliqué con una ligera mueca de incomodidad cruzando mi rostro—. Por lo que, lamentablemente, no podré quedarme. No obstante, confío en que tendremos otra oportunidad para coincidir más adelante —concluí, intentando conseguir una sonrisa genuina, aunque no logre evitar que se viera algo forzada.

—Sí, como pertenecemos a la misma carrera, tendremos muchas oportunidades para hablar más adelante. Así que, si te parece, te acompaño al baño, Zohar —dijo Otto, levantándose de su silla ligeramente apenada.

—Espérenme, también voy con ustedes —declaró Aislin, recogiendo rápidamente sus libros de la mesa.

—¡Ay! Pero no me digan que también se van ustedes —inquirió Valeria, dirigiéndose a Elena, Edward, Hannah y Samir con un tono burlón, cruzando los brazos con desdén, como si su presencia fuera un imán para la atención—. Porque voy a terminar creyendo que todos son unos aguafiestas.

Su comentario generó desconcierto entre todos. Algunos lograron disimularlo mejor que otros, pero yo no pude evitar pensar que no era necesario ser grosera cuando ya teníamos la intención de marcharnos.

—Dicho de esa forma, me quedo unos minutos. Puedo ser muchas cosas, nena, pero jamás aburrido —afirmó Samir, invitándola a sentarse, gesticulando hacia el asiento vacío junto a él.

—Sí, yo también me quedo —añadió Hannah, revisando la hora en su celular con indiferencia.

—Supongo que podemos quedarnos un momento —opinó Elena, mirando a Edward con un tono de duda.

—Perfecto —declaró Kael, sentándose animado, brillando por la energía que emanaba de su actitud despreocupada—. Bueno, chicas, nos vemos a la salida entonces —propuso amablemente a Aislin y a mí.

—Claro —respondí, esbozando una sonrisa mientras un ligero escalofrío me recorría la espalda al darme cuenta de que Valeria me observaba con ojos inquisitivos. Su mirada era un misterio, y esa sensación se instaló en mi pecho, haciéndome sentir fuera de lugar.

A lo largo de mis otras materias, no pude evitar preguntarme por qué su presencia de ella me incomodaba tanto y por qué dolía sentir que, por primera vez, Kael nos había dejado de lado por ella. Pues estoy completamente segura de que mis sentimientos por él quedaron enterrados el año pasado.

Ups, creo que eso era algo que aún no les había compartido, ¿verdad?

En realidad, no hay mucho que contar. Hace un año, Kael y yo solíamos pasar muchas tardes juntos, ya que la casa de mis abuelos está cerca de la suya y como compartíamos el gusto por el mismo estilo de música, nos sumergíamos durante horas en la creación y escucha de canciones que, probablemente, nunca llegarán a ver la luz del sol.

Sin embargo, con el tiempo, me di cuenta de que, para él, yo solo era una especie de hermanita pequeña por la que nunca se sentiría atraído. Así que, con el propósito de preservar nuestra amistad y evitar complicaciones innecesarias, decidí olvidar mis sentimientos.

Aunque al evocar esos recuerdos, la herida se reabrió. Por lo que, decidí irme sin ellos a la salida. Necesitaba un espacio para pensar y afortunadamente, en el camino a casa, una sensación de alivio me envolvió. La agotadora jornada se desvanecía con cada paso hacia la entrada.

La familiaridad del hogar, el cálido aroma de la cena y el suave murmullo de mi madre en la cocina me recibieron como un abrazo reconfortante. Sin pensarlo, me quité los zapatos y cerré la puerta, dejando atrás el caos del día.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro