Vida y Muerte:
¡¡UNA BATALLA PARA DESTROZAR SU VIDA CON INTENCIONES ASESINAS FINALMENTE RESUELTA!!
El rey de los fantasmas que emergió del abismo para brillar junto a su compañero como un sol y una estrella.
Y la antigua pretor de Roma que se convirtió en la cazadora definitiva tras canalizar el poder de Apolo y el resto de soldados a su cargo.
Dos monstruos atados con una cadena de acero como animales, ahora se disponían a clavar sus garras en el corazón del otro.
Con gran determinación, ambos soltaron un bramido y se lanzaron a la carga frontalmente al tiempo que proferían un mismo grito de guerra:
—¡¡TE MATARÉ!!
El campo de batalla explotó en un huracán de luz y sombras conforme ambos oponentes, convertidos en nada más que borrones fugaces, se movían de un lado a otro a toda velocidad, lanzando golpes, patadas, tajos y estocadas tan rápido como sus magullados cuerpos semidivinos lo permitían.
Reyna apretaba los dientes, lentamente siendo consumido por la monumental presión a la que estaba sometiendo a su cuerpo. Decenas de cortes sangrantes comenzaron a aparecer sobre su piel, tiñendo sus brazos, pecho y rostro de un bello rojo carmesí.
Nico comenzó a reír con genuina euforia, sintiéndose más vivo que nunca aún teniendo un pie sobre las Puertas de la Muerte.
—Qu...
—¡Se mueven tan rápido que no puedo verlos!—se asombró el público.
—Pero Nico está siendo presionado por un pequeño margen—comprendió Hazel—. Está manejando la velocidad bestial de Reyna con habilidad y capacidad de percepción.
"El ritmo de los ataques de Nico ha aumentado. Está leyendo los movimientos de Reyna como un libro abierto. El que haya sido capaz de evolucionar todavía más desde que vino aquí es terrorífico"—pensaba Percy, ensimismado—. "Sin embargo... la magia del inframundo siempre ha desgastado a Nico de sobremanera. A este paso, no la alcanzará..."
El hijo de Hades trazó un arco con su espada. Reyna le esquivó agachándose con una gran sonrisa en el rostro.
"Nico le está haciendo frente con todo el cuerpo ya cubierto de heridas"—analizó el hijo de Poseidón—. "Y la energía de Reyna no tiene fin. No importa cuan lejos pueda leer sus movimientos, si su cuerpo no puede seguir el ritmo de la batalla, no tiene oportunidad"
La cazadora dejó ir un bestial puñetazo que Nico trató de esquivar con un quiebro, no obstante, fue demasiado lento, y su hombro izquierdo estalló en un géiser de sangre y carne destrozada.
—¡¡SE DESCUIDÓ!!—gritó Heimdall—. ¡¡SE LE VE EL HUESO!!
Reyna rugió como un animal salvaje.
—¡¿Eso es todo?!—preguntó, tirando con violencia de la cadena que le unía con su oponente—. ¡¡Y eso que finalmente habías conseguido seguirme el ritmo!!
Nico gritó de dolor cuando la hija de Belona lo atrajo hacia así, arrancándolo del suelo mientras preparaba su puño para el golpe de gracia.
—¡¿Te duele?! ¡¿Estás sufriendo?! ¡¿Hasta aquí llegas?! ¡¿Ya se ha acabado?!
Nico, con los ojos cerrados y el cuerpo a punto de estallar, comenzó a perder contacto con la realidad.
"Maldición..."
Estoy a punto de morir...
A mí; alguien a quien se le fue arrebatado de su país, arrebatado de su tiempo, arrebatado de su familia, arrebatado de su felicidad, arrebatado de su inocencia...
Se sintió una vez más en un coma sombrío, como le pasaba al excederse en el uso de sus poderes. Su estructura molecular se estaba cayendo a pedazos, convirtiéndose lentamente en nada más que sombras, a punto de hacerse uno con el Érebo, la oscuridad primordial.
Los dioses, por el afán de divertirse, de competir y ganar a costa de las vidas de los mortales, pretenden arrebatarme mi propia vida...
Pero que...
¡¡¡INTERESANTE!!!
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, se aferró a las cadenas que envolvían su brazo, asió su espada con determinación y se impulsó hacia delante con todas sus fuerzas mientras apuntaba su arma.
¡¡Si crees poder hacerlo, me gustaría verte intentar!!
Con esta espada, yo...
¡¡VOY A RECUPERAR MUCHO MÁS DE LO QUE ME FUE ARREBATADO!!
Reyna abrió los ojos de par en par, con la vista fija en el luminiscente proyectil que volaba directo hacia ella.
"¡Increíble!"—pensó Percy—. "Esa postura es... ¡¡un ataque cruzado!!"
Haciendo rechinar sus dientes por el esfuerzo, la cazadora de Artemisa alzó su brazo izquierdo justo a tiempo para desviar la espada de su rival. Su extremidad fue atravesada de extremo a extremo, enterrándose la hoja estigia profundamente en su hombro.
Nico, a cambio, recibió un brutal puñetazo que lo mandó a volar tras una gran explosión.
Ambos oponentes retrocedieron. Reyna sangraba a chorros, sin dar signos de detenerse.
"Mi pisada fue demasiado ligera"—maldijo—. "¡No pude acabar con él!"
Se rio entre dientes.
—No puede ser, ¿todavía puedes balancear una espada?
Abrió los ojos como platos. Nico lentamente se reincorporó, sosteniendo su arma con firmeza. El lado izquierdo de su rostro había desaparecido, reventado hasta convertirse en una sangrante calavera llena de músculo desgarrado y carne aplastada.
Reyna comenzó a reír sin poder contenerse.
—¡¿Qué demonios es este chico?!
"Will... dame más poder"—pidió Nico—. "Ya he utilizado toda la tragedia en mi vida para impulsarme... ¡¡Ahora ayúdame a usar también lo bueno que me ha sido dado!!"
Su espada comenzó a relucir con mayor intensidad, creando un resplandor morado tan segador que obligó a los espectadores a apartar la mirada. La hoja del arma siguió creciendo, más aguda y vibrante conforme la poderosa voz del hijo de Apolo se hacía más y más fuerte, inundada de desesperación, energía y sentimiento.
La sangre que salía a chorros de la cabeza de Nico fue remplazada de golpe por una llamarada que manaba desde su boca, calcinando su carne hasta convertir el lado izquierdo de su rostro en una calavera de rugiente fuego negro.
¡GANAR!
¡¡QUIERO GANAR!!
TODO LO QUE HEMOS HECHO...
¡¡¡NO TIENE NINGÚN SENTIDO SI NO PUEDO GANAR!!
Puede que Nico fuese hijo de Hades, puede que hubiese sufrido un dolor y una pena indecibles. Se sentía a gusto en la oscuridad. Sin embargo, eso no significaba que no pudiese elegir la alternativa.
Nico ardía intensamente al luchar contra Reyna, al esquivar sus puñetazos y dar estocadas a su cuerpo. Había en él una ferocidad, una fuerza y una furia que podía abrasar la galaxia cuando combatía por aquellos que le importaban.
Y ahora lo estaba utilizando para luchar por sí mismo.
Incluso en las zonas más oscuras de su vida, había luz. Como las plantas del jardín de Perséfone. Como la ingenuidad y lealtad de los trogloditas. Como un sol y una estrella en el vacío infinito del espacio.
Y no había luz más brillante que Nico di Angelo.
Ambos monstruos se prepararon para dar lo mejor de sí en un último asalto. Los espectadores se mantenían al borde de sus asientos, sudando profusamente en un tenso silencio que amenazaba con romperse al menor estímulo.
La expresión en el rostro de Reyna se tornó confusa, conforme las fuerzas le abandonaban momentáneamente, obligándole a apoyar una rodilla en el suelo. Su sentido de la orientación se volvió loco y, aturdida, perdió la noción de quién era u dónde estaba.
—¿Qué...?
Las cazadoras saltaron de sus lugares.
—¡¡¿Reyna?!!
—Ha perdido demasiada sangre—comprendió Hylla—. Y el poder que Belona le ha otorgado ha frito todos sus sistemas... ¡¡El siguiente ataque será el decisivo!!
Nico se abalanzó gritando como un poseso, un demonio salido del averno, un muerto en vida con el único propósito de matar.
Su espada luminosa trazó un arco descendente, y, al mismo tiempo, Reyna respondió con un rugido igual de intenso y cargado de intención asesina mientras lanzaba el que sería su último puñetazo.
Puño contra espada, vida contra muerte, luz y oscuridad. Múltiples fuerzas se preparaban para entrechocarse y estallar en un último empuje de magnitudes nunca antes vistas...
"Niccolò"
El hijo de Hades se detuvo en seco. Se encontraba solo, rodeado por un luminoso y exuberante campo lleno de flores. Mansiones y palacios se alzaban a la distancia, risas y cantos llenaban el aire, junto con una docena de agradables olores de todo tipo.
Nico bajó su espada, desconcertado.
—¿Ah?
"¿Qué es esto...?"—se preguntó—. "Puedo ver... y no hay dolor..."
Sus ojos se fijaron en una única figura que le miraba desde la distancia. Un rostro que apenas y recordaba, que añoraba sin pensar en él, que sólo había conocido una vez por breves instantes.
—M-mamma...?
—Ciao, caro figliuolo—saludó Maria di Angelo—. È passato molto tempo.
Nico abrió los ojos de par en par. La última vez que había visto a su madre había sido tras su segunda caída al Tártaro, sólo durante un instante, y únicamente un diminuta fracción de quién fue, un rastro de su esencia. Si ella estaba allí ahora...
—Estoy en el Elíseo...
—Va tutto bene adesso, figlio mio—le sonrió alegre la mujer—. Puoi ritornare attraverso la porta che è stata aperta solo per te, ma puoi anche restare, nessuno te lo terrà contro.
—Rimanere?
—Puoi restare e riposare. Niente più dolore o sofferenza. Possiamo essere di nuovo una famiglia.
Nico miró a su espalda. El camino de sangre, muerte y destrucción por el que había venido. Más allá de los deprimentes Asfódelos y los terribles Campos de Castigo, Thanatos lo esperaba, resguardando las Puertas de la Muerte, abiertas de par en par sólo para él.
—Niccolò...
El chico bajó la mirada.
—Lo siento...—murmuró—. Non è ancora il mio momento. Ci incontreremo ancora e saremo una famiglia, ho tante cose da dirvi... ma non ora. Ma un giorno...
Su madre asintió lentamente con la cabeza, una débil sonrisa tiraba de sus labios, sus ojos rebosaban de orgullo, como si jamás hubiese esperado otra respuesta. Aún recordaba lo que le había dicho ella la última vez que se vieron, y él había cumplido, había sido feliz, no por ella, Bianca o Hades, sino por él mismo.
Nico, tras una ultima mirada, le volvió la espalda y se encamino hacia donde la Muerte le aguardaba.
Con el primer paso que dio, sus ojos fueron desgarrados. Un paso más, sus costillas se partieron. Siguió avanzando, y su brazo se quebró. Con cada paso, un nuevo golpe, una nueva herida y un nuevo corte aparecían en su cuerpo.
—Grazie per essere venuto a trovarmi. Fino a quando ci incontreremo di nuovo, cara madre.
La espada de Nico goteaba cubierta de sangre. Su cuerpo había sido atravesado de extremo a extremo, y su corazón aún palpitante se retorcía bajo el férreo puño de Reyna Ramírez-Arellano.
Hylla gritó de emoción, mientras que Hazel observaba desconsolada el campo de batalla.
—N-no puede ser...
Pero aún tras eso, como si la muerte fuese un inconveniente menor, el Rey de los Fantasmas, con los ojos en blanco y el cuerpo manchado de rojo, alzó su espada una última vez, arrancando gritos de horror a todos los espectadores.
—¡¿Qué demonios...?!
Reyna trató de defenderse, pero fue incapaz. La fuerza divina que había estado usando había destrozado su cuerpo al completo.
"Mi brazo... ¡¿no lo puedo levantar?!"
La hoja estigia del hijo de Hades se hundió en su carne en medio de un grito de guerra. Sangre cubrió el cielo, y tras unos instantes todo acabó.
Poniendo absolutamente todo lo que le quedaba en ello, Reyna consiguió por fin mover el brazo, usando su mano para detener el ataque final de su adversario antes de que este la matase.
La espada de Nico se le resbaló de la mano y cayó al suelo con gran estrépito. Reyna se quedó arrodillada en el campo de batalla, sola, abrazando el cuerpo sin vida de su hermano.
—Estuvo demasiado cerca...—sonrió, casi sin vida—. Eres el mejor hombre que existe, Nico di Angelo...
Los reflectores se encendieron una vez más de golpe, centrándose en la figura del dios Heimdall.
—¡¡LA GRAN BATALLA PARA HACERSE CON EL TÍTULO DEL HÉROE MÁS GRANDE!! EL NOVENO COMBATE DE LA PRIMERA RONDA... ¡¡TIENE COMO GANADORA A LA REPRESENTANTE DE BELONA!! ¡¡REYNA ÁVILA RAMÍREZ-ARELLANO!!
LA CUCHILLA DEL REY FANTASMA ALCANZA EL CORAZÓN DE LA CAZADORA MÁS FUERTE...
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