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Pelea de animales:


Un torneo en el cual 32 héroes pelean y donde uno sólo se alzará sobre los demás.

El primer hechicero entre los mortales dedicado a estudiar las runas en siglos, el elfo Hearthstone, miraba silenciosamente el campo de batalla desde la soledad de su habitación de espera. Era consciente de que el final del combate estaba cerca, podía sentirlo, su turno se avecinaba, pero al mismo tiempo, notaba que algo no iba del todo bien, como si el universo mismo estuviese tratando de advertirle a través de las runas que tuviese cuidado.

Se enfrentaría a algo malvado y antiguo, de eso podía estar seguro.

"Me pregunto, Samirah"—se decía a sí mismo, mientras admiraba cómo los combatientes se despedazaban en la arena—. "¿Tendré la fuerza para sobreponerme a ello tal y como tú lo estás haciendo ahora?"







El estadio se encontraba en un silencio total, los espectadores no podían hacer más que mirar con horror y admiración como el brazo derecho de Percy había sido arrancado de un poderoso tirón por una leona adulta.

El animal rugió, con las fauces manchadas de sangre fresca. El tejido semidivino caía y humedecía el suelo bajo sus patas, mientras que el hijo de Poseidón se balanceaba débilmente, aturdido e incrédulo.

—Guau...—murmuraban los campistas griegos, mientras los einherjar estallaban en carcajadas y vítores.

—E... ¡¡¡ESE FUE UN MOVIMIENTO INCREÍBLE!!!—celebró Heimdall—. ¡¡¡UTILIZANDO SU PODER DE TRANSFORMACIÓN PROPIO DE UNA HIJA DE LOKI, LA VALQUIRIA SAMIRAH DESTROZÓ EL BRAZO DE PERCY DE UN MORDISCO!!!

Amir Fadlan sonrió satisfecho, aunque un poco pálido, y se mostró orgulloso de su esposa.

—Ese no fue un simple mordisco—aseguró.


En la Edad Media, el califa, el Gran Rey Bagdad, envió a un embajador hacia norte, lo que hoy es Rusia, para que investigase más sobre los vikingos y estableciese rutas comerciales con ellos.

El nombre de ese embajador era Ahmed ibn-Fadlan ibn-al Abbas.


—Cuando Samirah se transforma, no está usando el poder de Loki como otros puedan llegar a creer—dijo Amir—. Ella toma ese poder y lo hace propio. Y lo utiliza para abrazar la parte de su familia, de quién es, que verdaderamente le produce orgullo.


"Al-Abbas" significa "Del León"


—Esa es la rama del clan de Samirah—concluyó el joven—. Esa es la familia por la cual pelea.

La leona gruñía mientras caminaba cautelosamente alrededor de su enemigo, esperando el momento idóneo para atacar. Su pelaje manchado de rojo no sólo estaba cubierto por la sangre de su oponente, sino también de la suya propia.

Cada una de las heridas que había sufrido en la batalla se reflejaban sobre su fuerte cuerpo. Incluso habiéndose salvado casi totalmente del último ataque del semidiós, la hoja de la Anaklusmos aún había conseguido abrirle una desagradable herida en el costado, la cual le impedía moverse con comodidad.

Y aún así, se mantenía indomable y lista para volver a luchar.

—La sangre de mis ancestros sigue rugiendo hasta hoy en día—dijo la bestia, con voz perfectamente humana—. ¡¡Esta es la forma de mi familia que se sobrepone a toda adversidad!!

Las valquirias en las gradas festejaron con mayor ímpetu.

—¡¡Así se hace!!

—¡¡Eso es Sam!!

Percy seguía retrocediendo torpemente y con la mirada desenfocada.

—PERSEUS JACKSON ESTÁ ACORRALADO ¡¿SERÁ QUE LA BATALLA YA HA LLEGADO A SU FIN?!

Percy se veía a sí mismo hundiéndose en la oscuridad, quedándose sin aire y sin luz que le permitiese distinguir arriba de abajo.

"¿Así es como moriré algún día?"—se preguntaba—. "¿Ahogado, no en agua, sino en mi propia sangre...?"

Muy a la distancia, era capaz de escuchar débilmente la voz de Samirah hablarle directamente:

—Esta ha sido una gran batalla—decía—. Si la muerte fuese real en este torneo, con gusto guiaría tu alma hacia el Valhalla. Percy Jackson, tu camino termina aquí.

De golpe, la mirada del chico se enfocó y plantó los pies firmemente sobre el suelo.

—No...—logró pronunciar—. ¡No! ¡Aún no!

Los legionarios romanos lo miraron incrédulos.

—¡¿Eh?! No me digas que planea seguir luchando en ese estado...

Con un gesto de su mano restante, Percy hizo que las aguas encendidas en fuego griego se alzasen una vez más.

Samirah se replegó, esperando un ataque, pero este jamás llegó.

El chorro de líquido ardiente envolvió la zona del cuerpo de Percy que había sido herida y con un espantoso grito, el hijo de Poseidón cauterizó su carne hasta no dejar más que un muñón carbonizado.

Era una apuesta arriesgada, no había garantía de que su resistencia al calor pudiese ser controlada y desecha igual que su impermeabilidad, pero dio resultado.

El joven se arrodilló sobre el suelo, sujetándose la carne quemada y abrazándose a sí mismo mientras jadeaba y respiraba entrecortadamente.

El público abrió los ojos como platos.

—En...

—En serio...

—¡¿Cerró sus propias heridas?!

El hijo de Poseidón levantó la cabeza débilmente.

—Muy bien, leona... ya me mostraste tus garras—se puso de pie—. Ahora yo te mostraré las mías.

Un resplandor dorado lo iluminó brevemente, para al siguiente instante verse cubierto por la impenetrable piel del León de Nemea.

El chico se llevó la mano que le quedaba al bolsillo y extrajo nuevamente su bolígrafo letal, el cual destapó con un chasquido.

—Si lo que quieres es pelear como bestia, te complaceré...

—¡PERCY ESTÁ APOSTANDO EL TODO POR EL TODO CON UNA CARGA FINAL!—gritó Heimdall—. ¡¡HA INVOCADO UNA DE LAS RELIQUIAS DIVINAS DE SU PASADO PARA ENFRENTAR A SU OPONENTE DE LEÓN A LEÓN!!

Samirah soltó un rugido en desafío, contrajo los músculos y se puso en posición de salto, mirando fijamente a los ojos verdes de su rival.

En las gradas de los dioses, en el palco del Padre de Todo, Thor estalló en carcajadas:

—¡¡Sí!! ¡¡Esto se está poniendo bueno!!—celebró—. ¡¡Habría sido aburrido si terminaba así de pronto!!

Odín se rascó la barba.

—La determinación de Perseus Jackson es ciertamente muy poderosa—murmuró—. Pero a su vez, su cuerpo debe pagar un precio muy alto. Está en un muy mal estado. Parece que sólo tiene fuerzas para un último asalto.

Thor asintió con la cabeza.

—Lo que significa... que todo se decide en este momento.

Mientras ambos oponentes se sostenían las miradas, con los rostros cubiertos de sangre, suciedad y sudor, con los dientes apretados por el dolor y los cuerpos al borde del colapso, Percy se dirigió hacia su rival:

—"Admirable"—dijo—. Es la mejor palabra que tengo para describirte. Mis enemigos siempre van desde lo "molesto" hasta lo "muy despreciable". Esta es la primera vez en mucho tiempo en la que me alegro de haber conocido a mi oponente, Sam al-Abbas.

La valquiria mostró una extraña mueca, lo más parecido a una sonrisa que su forma de felino podía adoptar.

—Te lo agradezco, Percy—sus ojos relucieron—. Pero ya no es tiempo de hablar.

Su oponente asintió de acuerdo.

—Terminemos con esto de una vez por todas.

Samirah no estaba dispuesta a perder.

En cuanto hubo cumplido la edad legal para el matrimonio, se casó con su prometido Amir y renunció a la hermandad de las valquirias para dedicarse a una vida normal.

Sin embargo, incluso después de ello, seguía considerándose una valquiria leal a Odín.

Tres meses antes del inicio del torneo, cuando el Padre de Todos en persona le pidió que hiciese una última misión para él, una misión en la que no estaría en peligro real de morir, no lo dudó ni siquiera por un segundo.

Ella era feliz con su vida, y era consciente de que la única forma en qué esta se mantuviese estable era evitando que alguien más se hiciese con los dones de los dioses.

Sin embargo, también era consciente de una cosa. Si llegase a perder, si fuese superada, bajo ninguna circunstancia podía ser ante un oponente que considerase malvado. Si iba a ser derrotada, tenía que ser por un héroe que defendiese la misma idea que ella.

No estaba dispuesta a ceder, pero se sentía tranquila.

Y esa misma tranquilidad sería la clave de su victoria.

—¡Oye, pequeño griego! ¡¡Ríndete de una vez!!—gritaban los einherjar.

—¡¡No puedes ganar!! ¡¿Para qué seguir peleando?!

—¡¡No los escuches, Percy!!—respondían los campistas.

—¡¡Tienes nuestro apoyo!!

—¡¡¡Puedes ganar!!!

Entre las gradas, el sátiro Grover Unoderwood se abrió paso hasta la primera fila y sonrió de oreja a oreja.

—¡¡¡Da lo mejor de ti, Perce!!!—baló.

En su palco, Poseidón se cruzó de brazos, mientras observaba la arena sin mover un sólo músculo.

"Quizás..."—pensaba—. "Si se trata de Percy, es posible que realmente salga gana... no..."

El dios se dio un golpe en el pecho, a la altura del corazón.

—Si se trata de Percy, es posible que pueda cambiar una vez más este podrido mundo divino.

Samirah se preparó para saltar.

—Valió la pena venir aquí, después de todo.

—¿Sabes?—respondió Percy—. Creo que pienso lo mismo.

Todos los músculos de la leona entraron en tensión, la presión en el ambiente se sentía pesada como el mismo cielo.

"Estoy muy débil"—pensó Percy—. "Si recibo aunque sea un sólo golpe directo, seré hombre muerto".

Sam atacó, destruyendo el suelo bajo sus patas con la fuerza de su salto.

Su primer zarpazo pasó por encima del pecho del hijo de Poseidón, quien se lanzó hacia atrás en el último segundo. Las garras de la bestia echaron chispas contra la piel del León de Nemea.

Pronto, la arena de combate se vio reducida a nada más que una difusa mancha de pelo, garras y colmillos que se movían a toda velocidad lanzando un zarpazo tras otro.

Percy se movía entre los ataques sumamente concentrado, a sabiendas que el menor error podría significar la derrota. No se atrevía a usar su espada, al menos aún no, necesitaba ser más preciso, no podía desperdiciar energía en golpes sin pensar.

—¡SAMIRAH ATACA COMO SI HUBIERA ESTALLADO UNA PRESA! ¡¡ATACA Y ATACA!!—gritó Heimdall—. ¡¡¡PERCY, DE ALGUNA FORMA, LOS ESQUIVA, LOS ESQUIVA Y LOS ESQUIVA!!!

—¿Qué pasa, chico marino?—gritaban los einherjar a modo de burla—. ¿Planeas escapar hasta morir?

Grover los miró molesto desde su lugar.

—Detesto a estos frikis de la violencia devoradores de cabras—gruñó—. Percy no está huyendo. Esta buscando acabar con su oponente de un sólo golpe.

A su alrededor, los campistas griegos asintieron con la cabeza.

—Cambiante como la marea, puede pasar de intentar arrollarte como un maremoto a fluir entre los ataques como un río. Así es Percy Jackson.

Los guerreros nórdicos se miraron incrédulos.

—¿Fluir?

—Sólo mírenlo y comprendan cómo es que Percy continuó siendo el más fuerte de nosotros, aún años después de su retiro.

El hijo de Poseidón se agachó para esquivar un nuevo y poderoso zarpazo. Samirah no tardó en corregir su posición para lanzar otro, ahora con su pata delantera izquierda. No obstante, cuando quizo darse cuenta, notó que había cometido un error.

La espada del semidiós la estaba esperando en el ángulo exacto para empalarle la extremidad. Percy ni siquiera tendría que poner fuerza en un ataque, la leona se había lanzado por sí sola hacia la trampa.

Samirah se tiró hacia un lado a la desesperada para evitar el daño, y lo consiguió casi por completo. No obstante, un chorro de sangre brotó de entre su pelaje cerca de la articulación central de su pata.

La bestia rugió con rabia, mientras que Percy volvía a alzar su guardia.

Por un segundo hubo silencio.

Al siguiente, Percy se dobló de dolor, con una nueva herida de garra en el lado derecho de su abdomen, en donde su oponente había golpeado aprovechando una pequeña apertura causada por el hondear de la piel impenetrable de león.

Ambos oponentes se miraron a los ojos y sonrieron al unísono, listos para continuar con su danza mortal.

En la guerra de los poderosos héroes que nunca antes se había conocido, serían ahora legendarios gladiadores.

Samirah cerró las distancias en un parpadeo y se abalanzó sobre su oponente con las garras extendidas.

—¡SAMIRAH DA UN FUERTE Y ATROZ RUGIDO!

Percy evitó el ataque con un salto, pasando por debajo del cuerpo de su oponente, al mismo tiempo que con un movimiento de su espada le hacía un profundo corte en el lado derecho del cuerpo.

—¡¡¡SI-SIN EMBARGO, PERCY EVADE TODO ESO Y POR OTRO LADO ACUCHILLA A SAMIRAH AL-ABBAS!!!

La valquiria volvió a girarse contra su oponente y cargó de nuevo, sólo para ser evadida y cortada a toda velocidad de nueva cuenta. Y luego otra, y otra vez.

—No puedo... ya no puedo mirar...—gruñó Amir.

—¡Ya fue suficiente, Samirah!—gritó Alex Fierro.

—¡¡ESTE ES UN INESPERADO DESPLIEGUE DE ATAQUES UNILATERALES!!—gritó Heimdall—. ¡¡¡LA LEONA NO SABE QUE HACER CONTRA LA TÉCNICA DEL LEGENDARIO ESPADACHÍN!!!

Justo cuando Percy buscaba volver a golpear, Samirah giró sobre sí misma y asestó un brutal zarpazo poniendo todo su peso en ello.

Sin embargo, la respuesta de su oponente fue dar un gran salto en el aire, y cuando la leona se irguió para darle alcance, dejó ir un devastador tajo descendente que rajó el cuerpo de la guerrera de extremo a extremo.

Sam cayó al suelo, rodeada por un charco de sangre.

Percy levantó su espada débilmente, también al borde de la muerte.

—Como animal... tienes una falta de experiencia abrumadora.

El chico se lanzó para conectar el golpe de gracia, pero Samirah se levantó primero, rugiendo furiosamente a los cuatro vientos.

El tiempo pareció detenerse para ambos luchadores.

Las garras de la leona se dirigían directamente hacia el corazón de su oponente, con una potencia capaz de destrozar costillas, incluso a través de la piel del León de Nemea, en el estado actual de Percy, el golpe sería letal. Por el otro lado, Anaklusmos apuntaba a la yugular de la bestia en una línea directa.

Ambos entendieron que ese era el final, que sólo tenían un ataque más.

Y... mientras ambos deseasen ganar aquel torneo, significaba... ¡Que nunca podrían coexistir!


LA SERVIDORA DE ODÍN

Y

EL ÚLTIMO HÉROE DEL OLIMPO


Con precisión y sumo cuidado, reunieron todo su poder para preparar sus ataques mortales. Hasta que finalmente, cundo el momento fue preciso para ambos, se desataron.

¡El golpe más fuerte que sus cuerpos magullados podían reunir!







El estadio se quedó en un silencio absoluto.

Samirah recuperó su forma humana.

La piel del León de Nemea cayó al suelo.

Y la valquiria quedó de rodillas con la espada de su oponente clavada en el cuello.

—D...dime... P-Percy...—pidió débilmente—. ¿Qué tal... estuvo?

El hijo de Poseidón trató de recuperar el aliento, mientras notaba como la sangre empezaba a chorrear desde la herida con forma de zarpa que ahora adornaba su pecho.

—Esa fue... una pelea increíble...

La joven sonrió débilmente.

—Je... menos mal...—alzó la vista al cielo por última vez—. Lord Odín... lo lamento... Al parecer... no fui lo suficientemente fuerte...

Su cuerpo se quedó sin fuerzas y la vida le abandonó.

—¡SAMIRAH AL-ABBAS A CAÍDO!—anunció Heimdall—. ¡¡ESTE DUELO HA TERMINADO!! ¡¡¡EL GANADOR DE LA CUARTA RONDA DE LA PRIMERA FASE ES PERSEUS JACKSON!!!


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