Ojos de lechuza:
Sadie frunció el ceño, sintiendo una señal de alarma recorrer su cuerpo.
—¿De qué estás hablando...?
Annabeth le sonrió con un brillo pícaro en su mirada, tratando de ajustar su postura para no cargar demasiado peso en la pierna herida.
—Sadie, eres lista, no necesitas que te lo diga—respondió—. Quizá la verdadera pregunta es, ¿qué harás al respecto?
¿CUÁL ES EL VERDADERO PLAN DE LA HIJA DE ATENEA?
LA VERDAD TRAS SUS MAQUINACIONES SALE A LA SUPERFICIE
—Eh... Annabeth está perdiendo, ¿no?—murmuraba el público.
—¿Por qué está tan tranquila?
Sadie se aferró a su báculo con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.
—Pequeña malnacida... déjate de acertijos y dame una respuesta directa por una vez.
La semidiosa sacó un pequeño objeto de su bolsillo, un dracma de plata en el que se reflejaron los rayos de la luna. La moneda ateniense intrincadamente detallada mostraba un mochuelo junto con una inscripción en griego: Alfa, Omega, Épsilon.
"De los Atenienses", o, "Los Hijos de Atenea".
Acto seguido, movida por una fuerza desconocida, comenzó a recitar un poema en griego antiguo, descolocando aún más a los ya de por sí confundidos espectadores.
—Comienzo cantando a Palas Atenea, deidad gloriosa, de ojos de lechuza, sapientísima, de corazón implacable, virgen veneranda, protectora de ciudades, robusta, Tritogenia, a quien el próvido Zeus engendró por sí solo en su augusta cabeza, dándola a luz revestida de armas guerreras, áureas, resplandecientes:
Thalia parpadeó dos veces.
—Está... ¿rezando?
Jack, la Espada del Verano, se volvió hacia donde Magnus.
—Eso es... de Homero.
Annabeth volvió la vista hacia las gradas, perdiendo sus ojos entre los innumerables espectadores mientras intentaba invocar con sus palabras alguna clase de guía, de consejo, alguna mínima muestra de apoyo de parte de su madre.
—Un sentimiento de admiración se apoderó de todos los inmortales que lo contemplaron. Delante de Zeus, que lleva la Égida, saltó aquélla impetuosamente desde la cabeza inmortal, blandiendo el agudo dardo; y el vasto Olimpo se estremeció terriblemente por la fuerza de la de ojos de lechuza, la tierra resonó horrendamente a su alrededor, y el ponto se conmovió revolviendo sus olas purpúreas. Pero de repente se calmó el agua salobre y el preclaro hijo de Hiperión detuvo largo tiempo los corceles de pies ligeros, hasta que la virgen Palas Atenea se hubo quitado de sus hombros inmortales las divinas armas; y alegróse el próvido Zeus. Y así, salve, hija de Zeus que lleva la Égida.
Luego, un extraño silencio se apoderó del campo de batalla, en donde nada más que las agitadas respiraciones de ambas luchadoras podía ser escuchado.
—Annabeth...—comenzó Sadie.
—Durante toda mi vida, desde que huí de mi hogar y llegué al Campamento Mestizo, busqué desesperadamente la oportunidad para salir al mundo y demostrar de lo que estaba hecha—interrumpió la semidiosa—. Pero, después de tantos viajes, tantas misiones, tantas pérdidas, daría lo que fuese por volver a sentirme a salvo. Este no es un mundo al que me gustaría confiar el bienestar de las nuevas generaciones... pero puede serlo. Puedo arreglarlo, sé que puedo. Con el poder de los dioses, puedo convertir los diseños que he creado en una realidad.
La maga contempló en silencio a su oponente por largo y tendido, dejando lentamente que una sonrisa de emoción se apoderase de su rostro.
—Siento decepcionarte—rió—. Pero un bonito discurso no hará que me eche atrás. Además, escúchate. Eso que oigo es tu orgullo hablando, y aunque no dudo de tu capacidad, nadie debería imponerse una meta tan grande.
El viento comenzó a soplar intensamente alrededor de la joven, haciendo hondear con fuerza su cabello al tiempo que magia se concentraba en la punta de su báculo.
—Eres mi amiga, Annabeth... ¡Pero eso no me impedirá partirte la cara en mil pedazos!
Una llamarada de luz blanca brotó de su bastón, obligando a la semidiosa a apartarse de un salto y responder arrojando la Marca de Atenea que se había calentado en su mano.
Sadie apretó los dientes y retrocedió mientras alzaba su barita para protegerse cuando una enorme explosión de fuego iluminó el campo de batalla, tomando las llamas la forma del ave sagrada de Atenea antes de desvanecerse.
Annabeth abrió los ojos de par en par, anonadada, antes de comenzar a reír sin poder evitarlo.
—Gracias... madre.
—ANNABETH CONTINÚA TRATANDO DE MARCAR DISTANCIA, PERO...
Sadie volvió a atacar con su báculo. La semidiosa se las arregló para volver a salvarse del embate, pero quedando en cambio de espaldas a un edificio que imposibilitaba su huida.
—¡¡ESTÁ ARRINCONADA CONTRA EL MURO!!
La joven alzó la mirada y la ironía casi bastó para matarla de risa. El monumento que ahora la tenía atrapada era aquel mismo que casi había dado su vida para proteger. El Empire State Bulding.
—Ya no hay a dónde ir—advirtió Sadie.
Annabeth se asió débilmente a la pared del edificio y dejó que fuesen las acciones las que hablasen por ella. El edificio mismo comenzó a moverse, alzando baldosas y haciendo girar poleas para subirle en un elevador para limpiar ventanas que velozmente le alejó de su oponente.
—¡¡LA CIUDAD SIGUE AYUDANDO A ANNABETH A ESCAPAR!! ¡¡SUBE HACIA LA CIMA DEL EMPIRE STATE EN UN INTENTO DE AFERRARSE A LA VIDA!!
Sadie comenzaba a dejarse llevar por la frustración. Se asió a su báculo a dos manos y golpeó con el mismo la base de la edificación, al tiempo que dejaba salir de su garganta una orden mágica:
—Es inútil...
¡¡¡SA-HEI: DERRIBAR!!!
Las paredes se sacudieron. Cayeron cascotes del edificio. Una losa del tamaño de un horno se estrelló contra la acera, a punto de aplastar a la propia Sadie.
Y en cuestión de segundos, para el horror de todos los espectadores y de la propia Annabeth, el Empire State, el edificio que fungía de ancla para el Monte Olimpo hacia con el mundo mortal, fue reducido a escombros con el simple recitar de dos sílabas.
Incluso siendo una simple copia creada por los dioses, la visión resultaba descorazonadora para los mestizos que tantos amigos habían perdido luchando por preservar aquellas puertas en la guerra contra Crono.
Entre el humo y el polvo, la figura de Annabeth desplomándose del cielo fue vagamente distinguible cayendo a toda velocidad.
Sadie, no queriendo dejar nada a la suerte, apuntó su báculo una última vez.
—Este es el fin...
Llamas danzaron sobre su bastón, y pronto un pilar de luz se tragó el cielo, rompiendo la oscuridad.
—¡¡SADIE SE DISPONE A TERMINAR CON TODO DE UNA VEZ!! ¡¿QUÉ PASARÁ ESTA VEZ?! ¡¿ANNABETH SE HA QUEDADO SIN OPCIONES?!
Entonces sucedió. Annabeth se giró sobre sí misma en el aire, apuntó a Sadie con una mano, formando una pistola con los dedos, y lanzó una orden en el lenguaje de la Ma'at:
¡¡¡STAHP: CORTAR!!!
Una serie de jeroglíficos refulgieron en el cielo. Sadie abrió los ojos de par en par, congelada en su sitio. Todos los espectadores ahogaron un grito de sorpresa colectivo y observaron sin poder creerlo como el hechizo de la semidiosa traspasaba la llamarada de la maga como un cuchillo en mantequilla.
La joven alzó su barita, pero fue demasiado lenta. Antes de poder siquiera invocar una defensa, su brazo izquierdo le fue limpiamente cercenado por encima del codo.
Fue como si el tiempo se hubiese detenido por un instante. Carne y sangre volaban por el cielo. Los espectadores gritaban en horror. La hija de Atenea se alzaba sobre su oponente como un ave de presa.
—Ambas sabíamos que este momento llegaría, Sadie—habló la semidiosa—. Después de todo, a través del cielo y la tierra, quien mejor te conoce...
"Soy yo"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro