Inclinando la balanza:
LA ASTUCIA DIVINA QUE HA MANCHADO LA SANGRE DE EGIPTO
—IN... ¡¡INCREÍBLE!! ¡¡LA ARQUITECTA DEL OLIMPO HA LOGRADO SACAR LA PRIMERA GOTA DE SANGRE DE LA MAGA MÁS GRANDE DE LA HISTORIA!!
FINALMENTE SALEN A LA LUZ LOS PLANOS DE UNA OBRA NUNCA ANTES VISTA
Sadie respiraba entrecortadamente, manteniendo los ojos fijos sobre su oponente. Su cuerpo sangraba desde multitud de heridas y el dolor enturbiaba sus pensamientos. Una cosa era clara dentro de su cabeza, contra la hija de Atenea, no había estrategia que valiese la pena intentar. Sin importar lo que planease, sería brutalmente superada en cuestión de segundos.
—ESTA CIUDAD ES LA MATERIALIZACIÓN DE TODOS LOS AÑOS DE DESVENTURAS Y LUCHAS CONSTANTES A LOS QUE EL CAMPAMENTO MESTIZO Y LOS DIOSES DEL OLIMPO SE HAN ENFRENTADO EN LAS ÚLTIMAS DOS DÉCADAS. ¡¡ESTA ES LA OBRA MAESTRA DE ANNABETH CHASE!!
La aludida sonrió con aire de suficiencia y agachó levemente la cabeza en gesto de aceptación.
Lejos de allí, entre los espectadores, el dios Osiris y el Lector Jefe Amos Kane observaban el desarrollo de los acontecimientos con gran interés. La temperatura descendió de golpe y de entre las sombras emergió el dios de la muerte con ánimo apagado.
—¿Qué es lo que está sucediendo?—quiso saber—. Esta situación me resulta de lo más preocupante. Esa hija de Atenea posee una ciudad entera a su disposición, y...
—Tranquilízate, Anubis—le detuvo Osiris, con tono firme pero calmo—. Esa que está allí abajo es mi hija, y confió en ella con todo mi corazón.
Walt hizo una mueca, incapaz de calmar su inquietud, a lo que Amos no pudo hacer más que reír entre dientes y cruzarse de brazos con expectación.
En el campo de batalla, Sadie exhaló un suspiro de irritación, dedicándole una mirada ceñuda al ejército de estatuas que se alzaba ante ella con la única intención de acabar con su vida.
—¿La materialización de veinte años de historia?—repitió, con aire pensativo.
Cerró los ojos e intentó tranquilizarse. Luchando por hacer caso omiso al peligro y al dolor, extendió un brazo y metió la mano en otra dimensión, abriendo una brecha en el tejido de la realidad. Su mano se asió en torno al asa de su bolsa mágica y la invocó al mundo mortal.
Annabeth, comprendiendo inmediatamente lo que su oponente se proponía, lanzó una señal a sus autómatas, ordenándoles tirar a matar inmediatamente. Sadie, por su lado, se apresuró a rebuscar entre sus objetos hasta extraer dos frascos llenos de líquido.
—Si este es el mundo que has creado, lamento decir que no veo otra opción más que destruirlo por completo.
Sin tiempo para arrepentimientos, la maga bebió todo el contenido de ambas pócimas. Al instante, los pedazos de metralla encajados en su carne saltaron al suelo y sus heridas comenzaron a cerrarse.
Luego, la segunda poción hizo efecto.
La magia surcó todo su cuerpo. La boca le supo como si se hubiese tragado una rana muerta, pero dio resultado. El conjuro de animación, que había tardado días en escribir y que normalmente le llevaría más de una hora en lanzar, ya cosquilleaba a través de su torrente sanguíneo. El poder alcanzó la punta de sus dedos. Convocó a la diosa Isis, ayudándose de su poder para componer su hechizo. Visualizó lo que buscaba y liberó la magia en medio de una explosión de ardientes jeroglíficos.
Una onda de oro se extendió por toda la ciudad. El ejército de autómatas se detuvo en seco. Por todas partes empezaron a moverse objetos inanimados. Mochilas, maletines, expositores de revistas, chicles, caramelos y bebidas varias salieron en tromba de las riendas y atacaron a la horda de estatuas.
Annabeth observó con horror y fascinación cómo su gran ciudad le volvía la espalda. Como los edificios, instalaciones y objetos comenzaban una brutal batalla sin cuartel con los autómatas que debían defender aquella misma urbe, e impotente centró su mirada en la maga que ardía con un divino resplandor en el centro de aquel caos.
—Di inmortales!—gruñó—. Eso fue... interesante.
Mientras una sonrisa tiraba de sus labios, se lanzó al ataque frontalmente a toda velocidad y gritó a todo pulmón una orden para su ejército:
—¡Grupo A: Retirada! ¡Grupo B: Inicien el Plan Petersburg!
Los autómatas respondieron obedientemente. La mitad de la armada se replegó a todas prisas, mientras que los que quedaron avanzaron arrastrando los pies, entrelazaron los brazos y comenzaron a formar un gigantesco cerco compuesto por decenas de estatuas. El improvisado ejército de Sadie seguía luchando por destruir a sus adversarios, pero era claro que no conseguirían detenerlos antes de que llevasen a cabo su objetivo.
Las estatuas empezaron a emitir un zumbido desde lo más profundo de sus pechos, como un motor que no funciona en la marcha adecuada. De las junturas de sus cuellos comenzó a salir humo y sus cuerpos empezaron a brillar al rojo vivo.
—Es hora del espectáculo.
Con un ensordecedor estruendo, la mitad del ejército de autómatas estallaron en una serie de explosiones que sacudieron el campo de batalla e hicieron vibrar los edificios circundantes.
El humo se despejó lentamente. Sadie se encontraba bien, protegida tras su barita, pero todos los objetos afectados por su hechizo de animación habían sido reducidos a cenizas. Un enorme cráter se extendía alrededor de la maga por decenas de metros a la redonda.
Annabeth observó a su oponente desde arriba, contemplando toda la destrucción dejada a su paso, y contuvo un sollozo de dolor por su obra maestra dañada. Tan sólo había sido un relativamente pequeño sector de la urbe aquel que había sido destruido, pero era igualmente descorazonador para la arquitecta del Olimpo.
—¡Grupo A!—ordenó—. ¡Inicien el Plan Termópilas!
El suelo volvió a temblar bajo los pies de todas las estatuas sobrevivientes del primer ataque suicida, lanzándose todas contra Sadie con el objetivo de mantenerse firmes y proporcionarle a su comandante el tiempo para escapar.
Una andanada de proyectiles cayó sobre la maga egipcia, quien los desvió balanceando su báculo velozmente de un lado a otro y respondió lanzando feroces llamaradas de color blanco que derretían a todo autómata que quedase a su alcance.
Pronto, el campo de batalla se tornó en un pequeño océano de metal ardiente mientras Sadie desesperadamente buscaba deshacerse de sus interminables atacantes, rompiendo brazos, arrancando cabezas y haciendo estallar cuerpos con cada movimiento de su arma.
Pero se estaba cansando, y Annabeth lo sabía.
—¡UNA CASCADA DE ATAQUES CAE SOBRE LA SANGRE DE LOS FARAONES! ¡¡SIN EMBARGO, SU DEFENSA LE PERMITE PREVALECER AÚN RODEADA DE NADA MÁS QUE MUERTE!!
Annabeth acarició suavemente la pared de uno de los edificios cercanos y se inclinó para susurrarle con delicadeza:
—Sólo resiste un poco más y yo podré hacerme cargo, ¿de acuerdo? Por ahora, envía el Sopwith Camel.
Sadie resistía como podía. Se estaba quedando sin enemigos metálicos, y aunque le reconfortaba dicho pensamiento, también sabía perfectamente que estaba exactamente donde Annabeth la quería.
Mientras pensaba en ello, escuchó un extraño zumbido. Un caza biplano monoplaza de la Primera Guerra Mundial descendió del cielo en picado, mientras entraban en acción sus ametralladoras y sembraban el suelo de orificios de bala.
La maga egipcia abrió los ojos de par en par cuando el dolor la golpeó. Múltiples heridas aparecieron sobre su cuerpo, comenzando a echar humo debido a la composición de Bronce Celestial con los que estaban confeccionados los proyectiles.
—¡¿UN AVIÓN?!—preguntó Heimdall—. ¡LOS TRUCOS NO SE LE TERMINAN! ¡¡ANNABETH SIGUE MANDANDO CADA PIEZA DE SU ARSENAL CONTRA SADIE, QUIEN SE VE FORZADA A USAR TODO SU PODER PARA PROTEGERSE!! ¡¡LA PODEROSA SANGRE DE LOS FARAONES HA SIDO OBLIGADA A PONERSE A LA DEFENSIVA!!
El público estalló en vítores con gran ánimo:
—¡Ve por ella!—bramaban los einherjar—. ¡Danos venganza por la derrota de nuestro elfo!
—¡Sí, Annabeth!—apoyaban los campistas griegos—. ¡Destrozala ya mismo!
—¡¡Muy bien!! ¡¡Miren a la maga, no tiene absolutamente nada que hacer!!
Osiris, sentado en su trono, frunció levemente el ceño e irguió la espalda tras escuchar las palabras del resto de espectadores.
—Quizá sería conveniente que pusiesen más atención—murmuró, aún calmo.
Conteniendo las lágrimas y aún con todo el cuerpo chorreando sangre, Sadie alzó el báculo por sobre su cabeza y comenzó a avanzar hacia donde su oponente, dejando un pegajoso rastro rojizo a su paso.
¡¡¡SA-PER: FALLAR!!!
De un segundo para otro, los proyectiles del biplano que caían a su alrededor perdieron importancia, trazando caminos por el suelo sin jamás llegar a impactar sobre ella. Annabeth trató de dar nuevas órdenes a su ciudad, pero la mega-estructura no le respondió.
—¡¿QUÉ?! ¡¡SADIE NO ESTÁ A LA DEFENSIVA EN LO ABSOLUTO!! ¡¡HA ANULADO TODOS LOS COMANDOS DE ANNABETH CON UNA SIMPLE PALABRA DE PODER!!
La hija de Atenea apretó los labios, poniendo su mente a trabajar a toda velocidad.
—Por suerte, siempre tengo un plan de respaldo...
Colocó su mano sobre la letra Delta en el muro a su costado, la cual comenzó a brillar intensamente. No obstante, antes de poder hacer nada, la voz de Sadie le arrancó de sus pensamientos con un poderoso grito de guerra:
𓌴𓄿𓄡𓊮
¡¡¡A'MAX: ARDER!!!
Relucientes jeroglíficos iluminaron el cielo por un instante, y al siguiente un infierno se desató sobre la tierra, carbonizando calles, edificios, templos y parques. Annabeth salió despedida de espaldas, golpeando el suelo violentamente con la piel cubierta de cenizas y las puntas del cabello chamuscadas, pero aún viva.
—Filtro Solar FPS 50,000 de Medea...—murmuró débilmente—. Siempre conviene llevarlo encima...
Mientras la semidiosa luchaba por reincorporarse, Walt Stone no pudo hacer más que maravillarse ante el atronador poder que Sadie había usado para darle vuelta a la situación.
—Vaya...
Osiris asintió seriamente con la cabeza.
—Tú deberías saberlo mejor que nadie, Anubis: El mayor poder de Sadie Kane no viene de la Sangre de los Faraones o de su conexión con Isis. Puede ser una cabeza dura, pero cuando se propone algo, nadie puede detenerla, ni siquiera los mismos dioses.
Annabeth se lanzó de espaldas mientras rodaba para ponerse en pie, evitando por centímetros el báculo de Sadie, el cual despedazó el suelo donde segundos antes había estado.
La semidiosa trató de alzar su guardia, pero fue muy lenta, y en menos de un parpadeo la maga ya se había cernido sobre ella, lista para terminar con la pelea de una buena vez.
—Hazme un favor y desaparece.
¡INCLUSO EL PLAN MEJOR PULIDO PUEDE FALLAR EN EL FRAGOR DE LA BATALLA!
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